Cada uno de nuestros corazones debería mantener con vida una parte de la creación, porque lo que no sostiene el amor se extingue. El hombre da vida al cosmos cuando le devuelve la memoria de su origen, cuando le descubre los rasgos del Creador en la magnificencia depositada en él, cuando convierte su sinfonía silenciosa en liturgia que canta la gloria de Dios.

En lo que a veces se ha llamado una «sociedad líquida» –por referencia a este mundo de relaciones humanas veloces, evanescentes, ocasionales y efímeras– cuesta sin duda bastante esfuerzo madurar una relación. Ello torna también difícil la experiencia del misterio de la vida. Porque dicha experiencia tiene que ver muy directamente con relaciones humanas verdaderas. Tiene que ver con el hecho de que me deje provocar y tocar por la humanidad del otro. Pues esa humanidad del otro, que ya es grande, es signo de algo aún más grande que la naturaleza.

El real contacto con el mundo sobrenatural lleva a Santa Teresa a una poderosa experiencia de la presencia actuante de Dios en su vida diaria. En este contexto tenemos derecho a preguntar: ¿Qué hubiera sido de Teresita sin percibir estas voces interiores, o si creyendo percibirlas no hubiera recibido estas confirmaciones? Entonces, ¿qué sucede con aquellos que no han experimentado realidades semejantes? 

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El sacerdote sirio Fadi Najjar visitó Chile para dar a conocer la dura realidad que vive su comunidad en Alepo: una ciudad marcada por catorce años de guerra, por la pobreza que afecta al 90% de la población y por la incertidumbre política que aún impide la reconstrucción. Conmovido, pidió a los chilenos no olvidar a Siria y sostener con oración y ayuda a quienes hoy luchan por sobrevivir, en una visita organizada por la Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN).
Ha concluido el primer viaje apostólico del Papa León, que lo llevó a un destino establecido por su predecesor. Se trató de una peregrinación ecuménica a Turquía, para conmemorar los 1700 años del Primer Concilio de Nicea; y al Líbano, y así honrar una promesa hecha por el propio Francisco, la que no pudo cumplir por la guerra en Medio Oriente y su enfermedad.
Los manuales de historia de la teología tienden a presentar el desarrollo de las controversias del siglo IV y del Concilio de Nicea como una historia sin matices, en blanco y negro, con ciertos visos legendarios. Volviendo a las fuentes contemporáneas, el autor presenta las posturas en juego, los hechos que lo precedieron y la discusión que ahí se desarrolló. Nicea fue un hito central en la historia de la Iglesia, pues nos permitió afirmar no solo la divinidad del Hijo, sino también el mismo rostro del Padre que Jesús había revelado a sus discípulos. Humanitas 2025, CXI, págs. 370 - 385
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