El sacerdote sirio Fadi Najjar visitó Chile para dar a conocer la dura realidad que vive su comunidad en Alepo: una ciudad marcada por catorce años de guerra, por la pobreza que afecta al 90% de la población y por la incertidumbre política que aún impide la reconstrucción. Conmovido, pidió a los chilenos no olvidar a Siria y sostener con oración y ayuda a quienes hoy luchan por sobrevivir, en una visita organizada por la Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN).

Estuvo en Chile solo una semana. Fueron pocos días, pero él no podía dejar por más tiempo a los quinientos alumnos que asisten a la escuela que dirige en Alepo, Siria. Tampoco quería dejar solas a las personas de su parroquia, todas ellas marcadas por las profundas heridas que han dejado catorce años de guerra civil. También debía volver para seguir apoyando el programa “Gota de leche”, mediante el cual él y la Iglesia católica siria, entregan leche a los niños menores de diez años. Sin esa ayuda, sus familias no tendrían cómo alimentarlos. La guerra y la actual incertidumbre política han colapsado la economía: hoy, el 90% de la población vive en pobreza. Para la mayoría, dar leche a sus hijos es un lujo inalcanzable.

Fadi Najjar tiene 43 años, es sacerdote y vive en Alepo, una ciudad que fue terriblemente dañada durante el conflicto que estalló en 2011 y que se extendió hasta la caída de Bashar al-Assad en diciembre de 2024. Aunque Ahmed al-Sharaa asumió la presidencia interina, el control del territorio aún es frágil y la población vive sumida en un futuro incierto.

Alepo sigue siendo una ciudad tensa y herida. La mitad de sus barrios continúan destruidos. Sus habitantes recuerdan con horror los casi dos años de asedio: no había comida ni agua, y la única forma de sobrevivir fue cavar pozos en medio de la ciudad para obtener un poco de agua.

La situación era caótica. El padre Fadi lo recuerda con dolor:

“No hay familia que no haya perdido a alguien. Yo vi morir a muchas personas. Vi niños que quedaron sin padres y otras personas que aún no sabemos dónde están, porque siguen secuestradas. Imaginen el sufrimiento de esas madres que todavía se preguntan qué pasó con sus hijos. Uno de los testimonios que más me impactó fue el de una señora que, en un bombardeo, perdió a su esposo y a sus hijos. Al día siguiente, se levantó para ayudar a otros desplazados. No es que no sintiera dolor, pero su fe era más fuerte que todo. Otra historia que me marcó fue la de un joven que perdió a su hermano. Me dijo que su corazón estaba lleno de tristeza, pero que no podía dejar de creer en Jesús. Hoy, cuando alguien muere de forma natural, algunos se preguntan dónde está Dios. Ese muchacho, que no tendría más de 14 o 15 años, nunca dejó de creer”.

20251205 Siria 02La guerra golpeó a todos los sirios por igual, pero los cristianos vivieron además el miedo y dolor de ver destruido su patrimonio espiritual y cultural: 

“Tuvimos momentos de persecución religiosa por parte de grupos extremistas islámicos. En algunas zonas quisieron erradicar nuestra presencia, imponiendo conversiones forzadas o asesinando a quienes se negaban a renegar de su fe. Muchos fueron secuestrados. La fe cristiana fue puesta a prueba de una manera profunda y dolorosa”.

Esta persecución religiosa hiere el corazón mismo del cristianismo: “Siria es la cuna de nuestra fe, y lo que hemos visto es el intento de aniquilación de un legado que pertenece a toda la humanidad”, señala el Padre Fadi. Durante los bombardeos, continúa, “no sabía si el día siguiente iba a ser el último”, reflejando así la incertidumbre diaria que vivió su comunidad.

En medio de esta oscuridad, hubo un acto decisivo:

“Somos unos cincuenta sacerdotes en Alepo y cuarenta religiosas. Todos decidimos quedarnos. Podríamos haber salido del país, pero creemos que mientras haya un solo cristiano en un país que sufre, la Iglesia no puede irse. Nuestra vocación es estar cerca de la gente. Abrimos nuestras parroquias, damos alimento, atención médica, organizamos iniciativas pastorales. La Iglesia es un signo de esperanza para todos.
En Siria vivimos un viacrucis, pero con la confianza en que al final habrá una nueva resurrección en este país. La crisis aquí sigue causando un tremendo sufrimiento. Cada día es una lucha para conseguir alimentos, no hay electricidad, no hay gasolina, no hay calefacción. La mayoría de la población vive bajo el umbral de la pobreza. Estamos hablando de una guerra olvidada; los medios de comunicación no reflejan la realidad.”

“El cristianismo comenzó en esta región con doce discípulos”

Su vocación, afirma el Padre Fadi, “no es solo para los tiempos buenos, sino que se prueba en los momentos difíciles”, recordando así que la fe se sostiene precisamente cuando todo parece perdido.

Si antes de la guerra en Alepo vivían cerca de 300.000 cristianos, hoy quedan unos 40.000. A nivel país, actualmente representan el 1% de la población y en 2011, al inicio de la guerra civil, se calculaba que cerca del 8% de los sirios eran cristianos. “A mí no me importan los números –dice el Padre Fadi– porque el cristianismo comenzó en esta región con doce discípulos”. 

Le pregunté cómo mantiene viva la esperanza. Respondió sin dudar:

“Si un cristiano pierde la esperanza, pierde todo. Yo no soy optimista respecto a lo que está pasando política y económicamente, pero hay una diferencia entre ser pesimista y tener esperanza. ¿Qué significa esto? Intentar ver la realidad con los ojos de Dios. Lo que vivimos es muy difícil, pero cuando tenemos esperanza, encontramos la fuerza para seguir. Como sacerdote, debo transmitir esa esperanza a mucha gente”.

Un punto crucial de su testimonio fue la postura cristiana ante la violencia. El Padre Najjar se refirió al ejemplo de perdón que ofrece su comunidad, definiéndolo como “un acto de resistencia ante la violencia; perdonamos a pesar de la persecución”.

Al abordar el desvanecimiento de la fe y de Dios en Occidente, el Padre Fadi lanzó un poderoso desafío: “Nosotros somos testimonio para ustedes de que se puede vivir y salir adelante en medio del sufrimiento”. 

“En el colegio Al-Inaya rezamos juntos cada mañana y siempre pedimos al Señor que nos ayude ante todo lo que estamos viviendo. Hay alumnos cuyos padres han muerto en la guerra. Ellos dicen: ‘Mi padre está ahora con Dios’, y su fe es mucho más fuerte que la que tenían antes. Esta es la realidad que vivimos en Siria, que nos da fortaleza interior e impulso para seguir adelante.”

El padre Fadi Najjar visitó Chile invitado por la Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN) para dar a conocer la realidad que hoy enfrenta su país. En Santiago y otras ciudades, cientos de personas escucharon su testimonio de fe, entrega y valor.

En cada encuentro repetía la misma súplica:

“Por favor, no se olviden de Siria. Recen por nosotros, para que tengamos la fuerza de la fe. Y si pueden ayudarnos, háganlo. Nuestra fe y la certeza de que Dios está siempre con nosotros, nos sostienen incluso en los momentos más oscuros. Por favor no se olviden de un país que está lejos de Chile, donde viven cristianos como ustedes”.

Con cada gota de leche, aportas esperanza a los niños de Siria

20251205 Siria 03En la ciudad de Alepo, toda la generación de niños cristianos nacidos desde el estallido de la guerra ha podido crecer gracias a la leche donada por los benefactores de Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN). La caridad es así. Como decía la Madre Teresa: “Un pequeño gesto de amor es como una gota de agua, pero sin esa gota no existiría el mar”. Y en Alepo, cada mes se está creando un verdadero océano de caridad para los más pequeños: recién nacidos y niños de hasta diez años.

La Iglesia en Alepo acompaña hoy a una comunidad cristiana profundamente golpeada por el conflicto. Son principalmente familias vulnerables o personas que no pudieron emigrar. Los niños que permanecen han vivido años de violencia y traumas, y sus padres, incluso con trabajos estables, no pueden costear algo tan básico como la leche infantil.

Ante esta realidad, desde 2015 la Iglesia en Alepo organizó el programa “Gota de leche”, que distribuye mensualmente leche especial para lactantes y leche en polvo para los niños mayores. Cada mes, alrededor de 3.000 niños reciben la cantidad necesaria de leche para su alimentación. 

Las familias lo agradecen profundamente.

Rana Aftim, madre de Talia, comparte: “La leche es muy cara y el sueldo que ganamos no es suficiente ni para el arriendo”. Basil Yousef, el padre, acude cada mes a buscar la leche: “Estamos muy felices de recibir esta ayuda. Hemos sufrido tanto y aún debemos reconstruir nuestra casa y nuestras vidas”.

Georgina, madre de Myriam y Pamela, recuerda que una de sus hijas sufrió heridas por metralla durante los bombardeos: “Gracias a la leche que recibimos, Pamela pudo recuperarse y fortalecerse”.

El proyecto está coordinado por el doctor Nabil Antaki, gastroenterólogo que decidió no emigrar pese a tener nacionalidad canadiense. Permaneció en Alepo para servir a los más vulnerables: “Los niños son el futuro. Queremos que crezcan sanos, aunque hayan perdido su inocencia por la guerra”.

Hoy, el programa “Gota de leche” es el único en Alepo que provee leche para los niños cristianos, sosteniendo a toda una comunidad diezmada por más de una década de conflicto.

Con solo $5.000 puedes asegurar la leche de un niño durante un mes.

Ayuda a que este océano de caridad siga creciendo: colabora en www.acn-chile.org  

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