Cuando tomemos más distancia de esa hora de gracia que fue la Conferencia General de Aparecida, seguramente percibiremos con mayor claridad también otras dimensiones del documento conclusivo y otras facetas del espíritu de Aparecida.

De acuerdo con la tradición católica, la salvación depende de la fe y las obras. En un acto grave y admitido voluntariamente, el hombre pone en riesgo su porvenir. Por consiguiente, es necesario que la ley moral descienda hasta el detalle del obrar humano para iluminar la conciencia. Una vez más, no sustituye su juicio práctico; le proporciona una información indispensable sin la cual la conciencia podría equivocarse.

El amor a la verdad es indudablemente una de las columnas que sustentan la vida humana en su relación social. El culto de la mentira, su empleo como expediente para salir de apuros, como excusa o como instrumento para escalar posiciones o conseguir ventajas, tiene el funesto resultado de destruir la confianza y de privar de valor a la palabra que es y debería ser siempre un vehículo de comunicación creíble y confiable. 

En las siguientes líneas, queremos someter a la atención del lector la posibilidad de que el comportamiento de Juan en la Última Cena enciende una luz muy sugerente sobre lo que realmente significa entrar en el Corazón de Cristo, escuchar sus latidos y estar sumergidos en su amor. 

No parece ciertamente poco difundida la devoción a San José, ya que en el mundo existen más de setenta catedrales –digo catedrales y no puramente iglesias parroquiales o capillas– dedicadas al Esposo virginal de María. No podemos, por tanto, no acoger la invitación de Santa Teresa de Ávila: «Por mi gran experiencia de los favores que obtiene de Dios San José, quisiera convencer a todos de ser devotos de él».

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El Papa León XIV celebró la Misa pro Ecclesia con los cardenales en la Capilla Sixtina. En ella se refiere a un "compromiso indispensable para quien en la Iglesia ejerce un ministerio de autoridad: desaparecer para que Cristo permanezca, hacerse pequeño para que Él sea conocido y glorificado, gastarse completamente para que a nadie le falte la oportunidad de conocerlo y amarlo"
Primeras palabras del cardenal Robert Francis Prevost al ser elegido como el 267º Obispo de Roma. ¡Seas muy bienevenido Papa León XIV!
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