Celebrar el año del rosario es una confirmación más que la Virgen María es el punto humanísimo en el cual el acontecimiento de Cristo es puesto a salvo de todas las reducciones a las que se somete en la cultura actual y, a la vez, proponer una verdadera escuela contemplativa desde donde se puede recordar, comprender, configurarse, rogar y anunciar a Cristo con María.

La oración mariana es instrumento poderoso contra el mal y escuela óptima para ser dóciles ante el llamado del Señor. Sólo queda desear que este tesoro pueda ser redescubierto, que el rosario sea tomado nuevamente con confianza en las manos y se aprecie cada vez más “la profundidad teológica de una plegaria apropiada para quienes advierten la exigencia de una contemplación más madura” (n.39). 

En la doctrina de la fe y en nuestra experiencia cristiana, María no es una figura marginal: no podemos ser verdaderamente cristianos sin ser también marianos.

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