El Cardenal Caro ejercitó con dedicación su oficio de maestro de la fe. Siempre que había una ocasión la aprovechaba para predicar y enseñar a quienes lo escuchaban, de cualquier condición que fueran. Y nunca, a no ser por motivos ajenos a su voluntad, dejaba de celebrar con fervor la Santa Misa. Lo hacía con profunda piedad y con delicada exactitud en el cumplimiento de las normas litúrgicas establecidas por la Iglesia.

La nupcialidad del celibato eclesiástico, precisamente por esta relación entre Cristo y la Iglesia que el sacerdote está llamado a interpretar y a vivir, debería dilatar su espíritu, iluminando su vida y encendiendo su corazón. El celibato debe ser una oblación feliz, una necesidad de vivir con Cristo para que él derrame en el sacerdote las efusiones de su bondad y de su amor que son inefablemente plenas y perfectas.

De estas Iglesias no católicas podría decirse que son verdaderas Iglesias precisamente por lo que tienen de católicas: su eclesialidad se fundamenta en el hecho de que la única Iglesia de Cristo tiene en ellas una presencia operativa; y no son plenamente Iglesias –su eclesialidad está herida– por lo que tienen de no católicas.

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Desde febrero 2025, por la enfermedad del Papa Francisco, el Estado Vaticano de solo un kilómetro cuadrado de superficie, y ubicado en uno de los siete cerros de la legendaria historia de la ciudad de Roma, ha concentrado a diario la atención del mundo entero.
El Papa León XIV celebró la Misa pro Ecclesia con los cardenales en la Capilla Sixtina. En ella se refiere a un "compromiso indispensable para quien en la Iglesia ejerce un ministerio de autoridad: desaparecer para que Cristo permanezca, hacerse pequeño para que Él sea conocido y glorificado, gastarse completamente para que a nadie le falte la oportunidad de conocerlo y amarlo"
Primeras palabras del cardenal Robert Francis Prevost al ser elegido como el 267º Obispo de Roma. ¡Seas muy bienevenido Papa León XIV!
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