Jesús Colina
Libros Libres
Madrid. 2025.
161 págs.
La edición castellana de este libro contrasta con la de lengua inglesa (editada en Indiana, con letra menor, en 125 págs.), sobre todo por el interesante despliegue fotográfico de la segunda, por gráficos mejor impresos y una presentación que, ahorrando cierta proliferación de subtítulos en portada, sobre la misma fotografía destaca limpiamente solo el título: Pope Leo XIV (y con discreción el nombre del autor).
Jesús Colina es un experimentado periodista y comunicador, que llevó a la Agencia Zenit a sus mejores resultados haciéndola conocida en varias lenguas, durante los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI. Desde allí fue también un gran colaborador en la expansión de Humanitas. La destreza periodística del autor le permitió editar este volumen apenas cinco días después de elegido León XIV. Su esquema es simple y muy práctico, se lee con facilidad y permite al lector realizar con rapidez una composición de lugar.
¿Qué discernimiento del momento histórico que vive la Iglesia influyó, principalmente, en la elección del cardenal Prevost? Lo primero es caer en la cuenta de que la barca de Pedro, después de la procelosa navegación del posconcilio –a la cual las características del mundo actual no facilitan tampoco andar en olas tranquilas–, mira hoy de manera muy importante estar preparada para el Jubileo de la Redención del año 2033, fecha que marca simbólicamente los dos mil años de la pasión, muerte y resurrección de Cristo. ¿Qué diálogo habrá ella de sostener en estos próximos años con los seres de nuestro tiempo, sometidos a diario a cambios vertiginosos, a fin de poder ser –usando un concepto muy querido por San Agustín– la casa de Dios para el hombre?
El autor recalca la severidad del secreto que pesa sobre el cónclave y, no haciendo cuestión de ello, indaga en opiniones autorizadas y en trascendidos de las congregaciones de cardenales que preceden a este, para auscultar en la realidad que le interesa hacernos presente. ¿Se ciñe esta realidad a la percepción que deja, en una primera impresión, el libro de Andrea Riccardi, donde se ve a la Iglesia entre la agonía y el resurgimiento, y en el que se presenta el incendio de la catedral de Notre Dame en abril de 2019, como símbolo de la Iglesia que arde en el mundo globalizado? El mismo Riccardi lo desdice citando al venerado Alexander Vladimirovich Men, sacerdote ortodoxo asesinado por los soviéticos en 1990: “el cristianismo no ha hecho más que dar sus primeros pasos vacilantes en la historia del género humano (…) somos neandertales en espíritu y moral (…) la historia del cristianismo no ha hecho más que empezar”.
Cuatro votaciones del cónclave bastaron para invitar a salir al balcón de la basílica de San Pedro a Robert Prevost, en quien pocos especialistas pensaban, un hijo de San Agustín capaz de transmitir confianza a una Iglesia donde uno de los grandes desafíos hoy es la unidad. Unidad frente a las divisiones que ella sufre, sobre todo en medio de un mundo amenazado por el odio de la polarización. Fue el sentido que, además, tuvieron sus primeras palabras. “Tender puentes”, que recuerda el significado del término pontifice, como el llamado a “hacer puentes”, doctrina desarrollada en tiempos de san Juan Pablo II por su discípulo Stanislaw Griegel. El contexto familiar del nuevo pontífice ha sido materia de información en estos meses, por lo que hay ya cosas sabidas. Pero son cálidos y particulares aquí los relatos de su niñez y adolescencia en Chicago, la vocación docente y formadora de su madre Mildred, de origen español; la piedad familiar, y hechos que vinculan al grupo a la historia contemporánea, como el que el padre, Louis Marius, el 6 de junio de 1944 participó en el desembarco de Normandía, en la operación Overlord.
Su formación universitaria y religiosa, su vocación misionera, sus muchos años en el Perú, su responsabilidad como superior general de 2.888 religiosos agustinos repartidos por el mundo, su ordenación episcopal y participación en la Conferencia de Obispos de ese país en la que es nombrado vicepresidente segundo, su llamada a Roma por el Papa Francisco para presidir el dicasterio de los Obispos, son páginas nutridas de una riqueza que, para dar una explicación apropiada de lo que en ellas lee, habría que decir que espiritualmente abrazan desde Puebla y Aparecida hasta la Exhortación Ecclesia in America. Entender el alumbramiento de León XIV obliga a remontarse hasta allí, lo que naturalmente invitaría a más amplio desarrollo.
Parte importante de este libro la constituyen los capítulos donde se subrayan, junto a los desafíos de la Iglesia actual, importantes signos de esperanza.
Como avezado periodista, el autor saca partido a la información del Anuario Pontificio, del Anuario Estadístico de la Iglesia, del The World Factbook. Nos encontramos así con cuestiones quizá sorprendentes que se cruzan en el camino pontifical de León XIV, algunas que, diríamos, por sabidas se callan y por calladas se olvidan… Entre ellas, por ejemplo, que la India es hoy una verdadera potencia en el mundo católico, el país con el mayor número de seminaristas en el orbe, 11.401 (seguido por Brasil con 7.453), y uno de los que tienen el mayor número de sacerdotes en términos absolutos (34.079), superando a los dos con mayor número de católicos del mundo: Brasil (23.184 sacerdotes) y México (17.275 sacerdotes); apenas por debajo de Estados Unidos (36.057 sacerdotes). Después de los dos países mencionados, Brasil y México, conviene apuntar, Colombia y Argentina son el tercer y cuarto país con mayor número de católicos en el planeta.
Si en el año 2000 los católicos bautizados en el globo eran mil millones de personas, en 2023 son ya mil cuatrocientos millones, ascenso porcentualmente más que apreciable. En cambio, la caída de la natalidad y de la perseverancia en el matrimonio indisoluble desciende en forma dramática, particularmente en Europa y Estados Unidos.
Impresionan asimismo los números en África, donde lideran Nigeria y la República del Congo. El continente es la gran esperanza de crecimiento para el cristianismo en general: a comienzos del siglo XX tan solo había en el continente 1.900.000 cristianos; hoy son 280.700.000. El declive de Europa, muy notorio en las cifras, encuentra una isla de esperanza en Polonia, donde aumenta el número de sacerdotes. Entretanto, y en todas las regiones del mundo, cumpliéndose el vaticinio del Concilio que anunció la era del laicado, los agentes pastorales han crecido en número muy importante, fenómeno que llega de ma-nera providencial a cubrir la ausencia de presbíteros, volcados ahora, con apremio según los lugares, esencialmente al culto divino.
Muy dolorosa sigue siendo, y lo es sobre todo en el presente, la cuestión palestina. A los 1.200 muertos provocados por los brutales atentados de Hamas, ha seguido la muerte devastadora de más de 50.000 palestinos, tocándose la realidad de un verdadero genocidio. León XIV se enfrenta al reto de explorar las relaciones teológicas y bíblicas que subyacen en el diálogo entre judíos y cristianos. Sorprende por su parte saber que, si el extremismo religioso ha complicado la vida de muchos cristianos en el mundo árabe, este fenómeno se encuentra contrarrestado por la integración de católi-cos inmigrantes en aquellos países cuyas economías florecen gracias al petróleo: Arabia Saudí (con un 5,8% de católicos bautizados entre su población), Qatar (11,5%), Emiratos Árabes Unidos (8,2%), Kuwait (7,9 %) y Bahrein (10,6%).
El libro que nos entrega Jesús Colina concluye con las primeras intervenciones del recién elegido Papa León XIV, y con una página de esperanza, que titula “Sin Miedo”, respuesta conclusiva a los malos augurios.