“Los inusuales temporales en el norte de Europa y los grandes incendios en el sur del continente son nuevas fuentes de incertidumbre e inseguridad, que se suman al listado de lo que se ha producido con la crisis sanitaria”. Esta imagen, proporcionada el viernes 16 de julio de 2021 por el gobierno del distrito de Colonia, muestra el distrito Blessem de Erftstadt en Alemania. ©Rhein-Erft-Kreis, AP

En un mundo de inequidades convive el sueño de hombres y mujeres que tienen claro que la igualdad solo es posible cuando se acepta y se integra la diversidad en los procesos de construcción de las sociedades, y con eso se avanza hacia márgenes de justicia y convivencia pacífica que son los sólidos pilares para una paz duradera. La justicia y la paz son caras de la misma medalla. La paz social también se ve afectada por el aumento de los niveles de contaminación que ya comprometen la buena salud incluso en los países que han alcanzado estabilidad y prosperidad, lo que se une a las consecuencias del ritmo acelerado de avance del cambio climático y la preocupación para las generaciones del presente y del futuro.

Un ejemplo es Haití, que acaba de ser azotado por un terremoto y el huracán que a estas horas pasa por sobre lo que ya está destruido; aun siendo fenómenos naturales, vale la pena preguntarse cómo la cooperación internacional con este país, uno de los más frágiles del planeta, podrá efectivamente ayudar con materiales y construcciones adecuadas que resistan a estas inclemencias. La tecnología avanzada en seguridad habitacional es un bien que también les pertenece a los débiles 

Los inusuales temporales en el norte de Europa y los grandes incendios en el sur del continente son nuevas fuentes de incertidumbre e inseguridad, que se suman al listado de lo que se ha producido con la crisis sanitaria. En las páginas de diarios y revistas son cada vez más amplios los espacios dedicados a la debilitada salud mental y aumento de las depresiones. Otro motivo de gran preocupación es el nivel de las aguas de los océanos que suben y sumergen zonas costeras, y las dificultades para apagar los mencionados incendios, que comprometen la vida en lugares hermosos para vivir y visitar, con consecuencias para la supervivencia de núcleos de ciudadanos que habían construido ahí su historia.

Crisis en paralelo

En este momento las diferentes crisis viajan en binarios paralelos y, sin embargo, no encuentran soluciones. Con las innovaciones de la tecnología los caminos deben buscarse tanto en los espacios amplios de la globalidad como en los territorios locales. Porque los cambios son globales y locales, por eso los paradigmas a abordar al interior de cada sociedad son diferentes, justamente porque la movilidad humana lleva en cada lugar usos y costumbres que generan nuevas definiciones de importantes conceptos como ciudadanía, territorio, fronteras, etc. Sin duda que esta problemática, como una nebulosa, mantiene sus grados de dificultad porque por la velocidad y el dinamismo de los cambios se hace complejo definir formas y límites de las nuevas y antiguas convivencias. A lo mejor el marco necesario es una ciudadanía “ius culture”: diálogos y soluciones acercan posiciones. 

La crisis afgana conlleva la huida de miles de habitantes hacia los países europeos como prófugos del régimen que vuelve al poder después de veinte años, e interpela el tipo de acogida que se les brindará para aliviar el dolor de un autoexilio forzado. A las mujeres afganas, que en estos años habían dejado el burka, ahora se les impondrá el velo del régimen en nombre de un fundamentalismo teológico islámico, volviéndolas prisioneras en su cotidianeidad.

Quizás los países europeos, de aquí en adelante con los talibanes al poder, deberán apelar a la fuerza gentil, evaluar el tipo de colaboración, pero nada más eficaz que la diplomacia para ir dejando las armas encerradas en los arsenales. La historia siempre enseña: Afganistán ha sido un cementerio de grandes imperios. 

“En la Ciencia Económica moderna algo se mueve en esta dirección cuando, si bien en forma tímida e inicial, se plantea que los bienes comunes necesitan de un sistema de gobierno que debe salirse de los modelos de gestión, tanto de la privatización como del tipo público o estatal en su totalidad”.

El Chile que construye su futuro

Esculpir en la nueva Carta Constitucional para Chile aquel principio del reconocimiento y convivencia resulta ser tan complejo como lo fue la identificación de nucleótidos del ADN desde los cuales se desarrolla la diversidad de los organismos. Las responsabilidades y las respuestas no pueden venir de una sola parte. Con esto vale también la pregunta concreta acerca de cómo los sistemas socio económicos que conocemos hasta ahora, y los organismos internacionales que existen, se plantean frente a los cambios que se reclaman. ¿Qué nuevos modelos de organización social, de las naciones, de las área comerciales y culturales se podrán definir en estos próximos decenios?

Paul Crutzen, Premio Nobel de Química en 1995, estudió los efectos de las actividades humanas sobre la capa de ozono, y determinó cómo se va agotando. El suyo no fue solo un estudio técnico, fue más allá porque se ocupó también del efecto de la civilización de la familia humana sobre el ambiente. Sus cálculos consideran que en 200 años de revolución industrial los daños ambientales que se han producido han sido tan significativos como lo fueron los 12.000 años anteriores. Hoy más que nunca habrá que considerar sus previsiones.

En principio, cuenta el libro del Génesis, que todo el cosmos estaba desordenado y Dios puso orden y armonía para hospedar al hombre y a la mujer creados a su imagen y semejanza, entregándole una tarea: que debe seguir avanzando hasta que el universo llegue al cumplimiento de los cielos nuevos y las tierras nuevas como el libro del Apocalipsis las describe (21,1-5). La acción creadora de Dios en el cosmos sigue avanzando de la mano de cada uno de nosotros; por eso habrá que asumir las responsabilidades del pasado, presente y futuro. En Chile, la copia feliz del Edén es la estrella que debe guiar la mirada para dar forma a un Estado ágil y funcional que sea la patria de todos quienes lo habitan.

El Edén le pertenece a Dios y prescindir de Él lleva a hipotecar la vocación misma a la felicidad de lo que como hombres construimos o destruimos.

Superar el dualismo: bienes privados - bienes públicos

El Papa Francisco ha sido la autoridad que a nivel mundial ha recogido con más énfasis esta preocupación, levantado su voz al punto de acuñar el término “grito de la tierra”: “Renuevo mi llamado urgente a responder al grito de la tierra y a la crisis ecológica. El clamor de la tierra y los clamores de los pobres no dan para más” (video mensaje del 3 de marzo 2020, semana Laudato si’). Un grito es consecuencia de un dolor fuerte que tiene sus causas. Los dolores físicos se alivian y curan con remedios; no así los dolores del alma. El grito de dolor de la tierra en los términos que el Papa Francisco nos lo presenta tiene doble cara: material y espiritual. Su origen radica en la misma actitud de cuando la mirada no se expande más allá de los intereses propios, sin tener en cuenta que los “bienes comunes” de la creación son aquellos que más relación tienen con el bien común global (como lo indica el Economista Stefano Zamagni en junio 2015 en una publicación conjunta de Revista Humanitas y Fundación Cardenal Raúl Silva Henríquez).

En la Ciencia Económica moderna algo se mueve en esta dirección cuando, si bien en forma tímida e inicial, se plantea que los bienes comunes necesitan de un sistema de gobierno que debe salirse de los modelos de gestión, tanto de la privatización como del tipo público o estatal en su totalidad. Por ejemplo, con la privatización de los recursos hídricos, de las grandes extensiones de las forestas se ha tenido que sustraer parte importante de tierras a las poblaciones del lugar que se van empobreciendo, y las especulaciones financieras llevan a una gran volatilidad de los precios de las materias primas. A lo mejor sería interesante que el mismo capitalismo, que como sistema ha sido y es artífice de crecimiento productivo y de riqueza, reconociera que en este aspecto de la gestión de los bienes comunes no ha tenido el mismo éxito, y tras eso considerar otros métodos a favor de actores y agrupaciones de la sociedad que se guíen por ideales comunes.  

Es significativo que durante el 2020 el Papa Francisco haya convocado a miles de jóvenes economistas y empresarios en una primera cita en Asís para confiarles la responsabilidad de estudiar y pensar una forma de hacer economía y de hacer empresa contextualizando la mirada sobre el destino común de los bienes. Asís es un signo: frente a grandes foros mundiales de adultos, jóvenes se asocian para ser también protagonistas del futuro de la economía y de las finanzas. Nada más indicado para esto que Asís, inspirarse en la experiencia personal de San Francisco en términos de riqueza y pobreza porque nadie mejor que él ha vivido estas dos dimensiones. El Papa Francisco también es un guía para comprender la dinámica de las luces y de las sombras que se mueven en los cielos de la humanidad. Los jóvenes necesitan de puntos seguros de referencia.

Alianzas y pactos para superar las crisis

Volviendo a la problemática medioambiental, vale la pena no olvidar que en la realidad actual esta es compleja y urge a los mismos países que comienzan a suscribir acuerdos para enfrentar los aspectos más apremiantes en la línea del cambio climático. La lección de la pandemia aún no terminada parece haber abierto una ventana nueva con el G20, los países que conforman este grupo se reunieron en Nápoles el 20 y 21 de julio para preparar la próxima cumbre de noviembre del COP 26 en Glasgow Escocia. En el ambiente de los organizadores circulaba fuertemente la convicción de que esta cumbre representa la última oportunidad para que el mundo ponga bajo control el cambio climático desenfrenado. En esta etapa de preparación Chile, que presidió la COP 25, está entregando a los británicos la presidencia junto con el compromiso de reducir las emisiones de gases en la agenda de París 2030.

Tratados y acuerdos no trascienden lo suficiente si no se acompañan con pactos y alianzas. La población de nuestro país ya muestra preocupación por la sequía que comienza a ser un problema que abre los ojos sobre los efectos del cambio climático. Tener que racionar la luz, el agua, sufrir por la calidad del aire, es comprender cómo la calidad y el uso de aquellos bienes comunes son los pilares sobre los cuales crecen la vida de la familia y la vida económica del país. A nivel de Gobierno e instituciones también sería saludable un pacto de uso y cuidado de estos bienes.

La sociedad civil: para una cultura del encuentro

Cuando el crecimiento de la economía de cada país, ya sea con el aporte de los privados o del Estado, no se hace cargo de la correcta y efectiva utilización de los bienes comunes, no favorece la construcción de una nación sobre las tres patas que le otorgan mayor estabilidad que dos a una mesa: no solo Estado y mercado, hay que agregar a los grupos de la sociedad civil. Cuando este tercer actor es débil, lo será también el tejido social, porque falta el amortiguador. El objetivo central de este sector, que en su propio quehacer tiene fines ideales y no de utilitarismo, es justamente el de mantener vivos los hilos de la generosidad y de la disponibilidad. Fines ideales no significa ineficiencia y poca efectividad, como a menudo se asocia cuando prevalece aquella cultura económica que todo lo mide en cifras.

La sociedad civil está conformada por actores que aportan tal vez cifras poco considerables a la economía en su totalidad y, sin embargo, lo más valioso es el clima y el ambiente que generan. La sociedad civil debe poder operar más allá de los gobiernos de turno. Si son de izquierda o centro izquierda, dejar de lado la tentación de que todas las funciones sociales debe realizarlas el Estado, o al revés en los gobiernos de tipo liberal, en que se le da trato de “proveedores” de servicio como brazos del Estado. Ningún caso es el adecuado. Los grupos de la sociedad civil deben ser reconocidos y respetado por su propia personalidad y forma de ser. Esto es lo que garantiza diversidad, hace fluir una cultura de equidad y amortigua las condiciones de desigualdades, justamente porque se acepta, se valora y se rinde el aporte de cada actor caracterizado por su figura jurídica. El gran eje animador de esta integración tiene un nombre: la cultura del encuentro. Los reencuentros post pandemia requieren tener este ingrediente. 


Notas

*Sobre el autor: Nello Gargiulo es Secretario ejecutivo de la Fundación cardenal Raúl Silva Henríquez, y parte de la Dirección DVM de la UCSH.

 

 

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