Prefacio de P. Mauro-Giuseppe Lepori Ocist, Abad General de Orden Cisterciense
Ediciones Encuentro
Madrid, 2023
344 págs.
Takashi Nagai, el inolvidable autor de Requiem por Nagasaki y Campanas de Nagasaki presenta aquí su autobiografía que escribió en un mes y medio, cuando estaba muy cerca de su muerte. Aunque cuenta los grandes dolores que experimentó –la guerra, la pérdida de su mujer, la bomba atómica, su grave enfermedad–, no es un libro triste, porque en la vida de Takashi pasaron cosas curiosas que él describe con mucho sentido del humor.
Takashi nos permite conocer sus anhelos de juventud, los vínculos que fue creando debido a sus intereses y dedicación, y a través de distintos pasajes –como el confuso incidente donde su padre pensó que Takashi había sido adoptado por un profesor– da cuenta de la manera en que era valorado, y cómo se fue ganando el respeto y reconocimiento a lo largo de su carrera.
Su historia de conversión es de particular belleza. El distrito más septentrional de la ciudad de Nagasaki se llamaba Urakami, no era un barrio sino una agrupación de aldeas agrícolas, esparcidas entre colinas y valles. Allí quería vivir Takashi, porque era una población de cristianos que habían sobrevivido a las terribles persecuciones de siglos pasados. Consiguió que lo aceptaran como pensionista en la familia Moriyami, porque le parecía que era gente que había encontrado un sentido para su vida. Pronto descubrió que la familia se pasaba todo el día rezando, desde que despertaban hasta la noche. En sus días de bachiller, Takashi se sentía cercano al comunismo, pero aquí descubrió que la utopía económica se realizaba sin violencia.
En cuanto a su carrera como médico, no fue como la había proyectado. Narra el episodio que acabó con él sufriendo por una meningitis que lo dejó sordo, condición que determinó que se dedicara a la radiología, una rama de la medicina considerada inferior en esa época. Esta decisión fue difícil, pero constituyó el inicio de su verdadera vocación, porque lo convirtió en un médico brillante, muy necesario para toda la Universidad, autor de importantes descubrimientos para Japón y para el mundo.
Midori, quien se convertiría en su esposa, entra en su vida durante una Navidad celebrada con la familia Moriyami. Todo en esta relación está traspasado por la incipiente fe de Takashi y el rol que cumple Midori en el fortalecimiento y profundización de su ser católico. Por ejemplo, Takashi fue llamado a filas para la guerra en Manchuria, y un día le llegó un regalo de Midori: un par de guantes, un par de calcetines y un catecismo. En el cuartel examinaron cuidadosamente el catecismo para ver si no contenía doctrinas socialistas y se lo dejaron leer. Takashi se asustó con los mandamientos y con los siete vicios capitales, pero al concluir la guerra, se armó de valor, fue a ver al sacerdote de la gran iglesia, y le dijo que quería bautizarse, pero que él era un gran pecador. El sacerdote le animó y le presentó un catequista para responder a sus innumerables preguntas. El catequista era vigilante en la universidad y durante el día llamaba a Takashi “sensei” (maestro), pero en la noche se cambiaban los papeles y el vigilante pasaba a ser sensei y Takashi su discípulo. El bautismo le produjo una “felicidad infinita” y comenzaron los preparativos para el matrimonio con Midori, muy complejos porque tenían que hacerse de acuerdo con tradiciones cristianas y japonesas.
Takashi era un profesional muy responsable, pero en su vida de familia comenzó siendo insoportable. Cuando trabajaba en un experimento no le importaba nada más. Ganaba muy poco dinero, pero Midori, además de cuidar de la casa y de los hijos, trabajaba por su cuenta, dando clases de ikebana y cosiendo ropa japonesa y occidental.
Como consecuencia de un incidente chino-japonés, Takashi fue llamado nuevamente a las armas como médico militar. Fueron tres años durísimos, murieron muchos japoneses y Takashi estuvo varias veces a punto de morir. Componía versos:
Estoy vivo –creo– a la sombra de un fortín mientras pelo un pomelo y estoy vivo aún Creo que la trama de la vida es preciosa.
Los sobrevivientes heridos, algunos mutilados, reforzaron su pensamiento pacifista. ¿Para qué sirve la guerra? ¿A quién le hace bien? “Dios sabe si voy a morir o no, pero a mí me enseñaron que uno moría por el Emperador y eso no es cierto. A mí el Emperador no me importa nada y estoy seguro de que al Emperador yo tampoco le importo nada”.
Al volver de la guerra, Takashi fue nombrado profesor titular siguiendo las huellas de su maestro Asakura y también director del Servicio de Terapias Físicas donde funcionaba radiología. En forma privada colaboró en la sociedad san Vicente de Paul.
En 1940 el gobierno de Japón firmó un pacto con la Alemania nazi y la Italia fascista. Takashi previó una futura guerra que sería fatal para su país empobrecido. Pensó también en sus estudiantes que tendrían que formar brigadas de auxilio cuando comenzaran los bombardeos.
Día a día crecían las solicitudes de exámenes en radiología y quedaban pocos médicos para atenderlos. Takashi trabajaba como un loco y no tomaba las precauciones debidas para protegerse de las radiaciones. Comenzó a sentirse muy enfermo, se quedaba dormido con frecuencia, sentía las manos quemadas. Un examen profundo confirmó el diagnóstico. Era leucemia y le quedaban cuatro años de vida. En la noche le contó todo a su mujer y sentía remordimiento por ella. Cuánto había hecho Midori por sacar adelante la familia y cuidarlo a él, que era como un “eremita distraído”, que no le importaba nada más que su trabajo. Con los años Takashi había comprendido el valor del matrimonio. Midori lloraba y fue a rezar frente a un crucifijo. Después volvió sonriente y le dijo “Ya vivamos o muramos es para la gloria de Dios”.
El capítulo final del libro está dedicado a la bomba atómica en Nagasaki. Es muy impactante su narración. La explosión encuentra a Takashi en el hospital, pasan días antes de que pueda salir solo para descubrir que no queda nada donde antes estaba su hogar y su familia.
Como se ve, este libro es la historia de dos santos. Actualmente están en proceso de canonización. Pero quisiera decir algo más sobre los que prepararon esta edición. En 2021 se fundó en Italia la asociación “Amici de Takashi y Midori Nagai” que tiene como objeto promover su causa de beatificación y difundir en todo el mundo su excepcional testimonio de vida. Este libro es uno de sus frutos. Es una edición excelente con fotos muy buenas y que trae en el apéndice una oración para pedir su beatificación, compuesta por el arzobispo de Nagasaki Joseph Mitsuaki Takami.
En el prólogo, Gabriele Di Comite cuenta que Takashi en sus últimos meses de vida recibió un dinero como escritor y lo gastó en comprar muchos cerezos en flor para plantar en Urakami, que así no parecería una tierra devastada para siempre. Era una muestra de buen orgullo japonés.