Cuando en la vida ya no hay problemas, es la vida misma la que se convierte en problema: ¿Qué hacer hoy? Tenemos, está a nuestra disposición, algo decisivo -el tiempo- que no queremos o no sabemos usar. Ahora bien, como el tiempo pasa, de hecho, no usarlo es un dispendio, una forma de “exceso” existencial. Por eso, tradicionalmente el aburrimiento se considera enfermedad de rico.

La toma de conciencia de la crisis de la modernidad viene dada por la evidencia histórica de que ninguna de estas anticipaciones se cumple. Acontecen, sin duda, múltiples “progresos” de los que ninguno de nosotros estaría dispuesto a prescindir; pero la magnitud de “efectos perversos” es tal que -por señalar sólo uno de los aspectos de esta equivocidad- estamos ya en condiciones de hacer balance del siglo XX como el más sangriento de la historia de la humanidad.

Si pensamos una realidad, no nos quedamos presos en ella, en su figura más a mano, como si se tratara de un mero objeto; nuestra atención se dirige hacia todas las realidades que en tal realidad confluyen. He aquí un trozo de pan. Si fuera un mero objeto, producto de un proceso fabril, ¿tendría tal poder simbólico? Evidentemente no.

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61 estudiantes y miembros de la Pastoral UC viajaron al Jubileo de los Jóvenes en Roma a fines de julio, una experiencia marcada por el encuentro con la Iglesia universal y el llamado del Papa a “cosas grandes”.
En contraposición a una comprensión cognitivista de la empatía, los autores ahondan en la propuesta de una empatía vital a través del pensamiento de autores como Lipps, Stein, Scheler e Ingold. Así invitan a profundizar en el llamado que el Papa Francisco hace en Fratelli tutti, a dejarnos interpelar por la realidad del otro según el modelo del buen samaritano.
En este discurso pronunciado en el Pre-foro interreligioso de la Octava reunión del Foro de los países de América Latina y el Caribe sobre el Desarrollo Sostenible, se expone cómo las religiones, desde su especificidad propia, aportan al auténtico cumplimiento de la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible. Los problemas de la pobreza y los derechos humanos, la ecología, la inclusión y la igualdad de derechos, la educación y promoción de la paz, por mencionar algunos temas, son preocupaciones que están o deberían estar en el núcleo de todas nuestras propuestas religiosas.
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