La Iglesia, superando las suspicacias y a veces el abierto rechazo, logró posicionar muchos temas, con más o menos éxito, y su acción contribuyó a aliviar muchas dificultades, pero siempre sin perder el objetivo central de ayuda al prójimo en un sentido evangélico y, también, teniendo claro que ello iba a redundar en una sociedad más justa y en el engrandecimiento del país.

Quinto capítulo del libro “Fe y futuro” (1970) de Joseph Ratzinger

La insistencia en la unidad de la santidad renovó en parte el rostro de nuestra Iglesia: jamás, durante su larga historia de dos milenios, el laicado se había valorizado en esa medida. El Vaticano II ya les había recordado sus responsabilidades en la construcción de la Ciudad; a partir de ese momento, la Iglesia abogó incansablemente por que los cristianos se comprometieran en las grandes causas y en los debates decisivos de nuestra época.

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En esta segunda oportunidad exclusiva de entrevistar a Austen Ivereigh*, Humanitas quiso saber por qué este periodista tenía claro de antemano que Robert Prevost sería el nuevo Papa y qué nos podía decir sobre su persona y proyección de su pontificado. Estuvo un mes en Roma, desde que se anunció la muerte de Francisco hasta que León XIV asumió. A una semana de regresar a su casa, estas son sus impresiones.
“¿Cómo encontrar el sentido de la vida en esta situación?”, pregunta Mons. Mourad. “Como Iglesia, estamos con ellos. Queremos sostener a las personas y a las familias que nos necesitan. Pero no podemos asegurarles un futuro pacífico”.
Para reconocer que todos juntos formamos la Iglesia Católica, se realizó el encuentro “Somos Iglesia” en el campus San Joaquín de la UC. Los jóvenes que asistieron participaron en charlas, conversaciones y oraciones que los motivaron a seguir viviendo su fe en el colegio.
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