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 Las "últimas conversaciones" de Benedicto XVI

Por Federico Lombardi, S.J.

LA PERLA PRINCIPAL ES EL CONMOVEDOR TESTIMONIO DE LA EXPERIENCIA ESPIRITUAL DEL ANCIANO PONTÍFICE EMÉRITO, QUIEN "SE ENCAMINA INTERIORMENTE HACIA EL ENCUENTRO CON EL ROSTRO DE DIOS" (P. 291). EN SUMA, BENEDICTO XVI HABLA SERENAMENTE SOBRE CÓMO ESTÁ VIVIENDO EN RECOGIMIENTO Y ORACIÓN EN LA ÚLTIMA ETAPA DE SU VIDA. (…)

El nuevo libro-entrevista de conversaciones de Benedicto XVI con Peter Seewald, en librería y en los quioscos en diversas lenguas a partir del 9 de septiembre de 2016, es ciertamente para muchos una sorpresa, pero bien podemos decir "una linda sorpresa". Dada la clara opción de Benedicto XVI de dedicarse a una vida retirada de oración y reflexión, tal vez no habríamos esperado ahora la publicación de una nueva larga conversación con un periodista. Una vez superado el asombro inicial, la lectura tranquila del texto nos ofrece algunas perlas preciosas y de gran significado, y otras útiles e interesantes. Las perlas más preciosas son, en nuestra opinión, dos, incluidas en la primera parte y en el capítulo final de la tercera parte del libro.

Benedicto XVI

 

“En camino para llegar ante Dios”

La perla principal es el conmovedor testimonio de la experiencia espiritual del anciano Pontífice emérito, quien “se encamina interiormente hacia el encuentro con el rostro de Dios” (p. 291). En suma, Benedicto XVI habla serenamente sobre cómo está viviendo en recogimiento y oración en la última etapa de su vida. San Juan Pablo II nos entregó su precioso testimonio sobre cómo vivía en la fe la condición de grave sufrimiento a causa de la enfermedad. Benedicto XVI nos entrega el testimonio del hombre de Dios anciano, que se prepara para el encuentro con el Señor. Lo expresa en tonos humildes y humanos, reconociendo que la debilidad física le hace difícil permanecer siempre, como quisiera, en las “regiones superiores del espíritu” (p. 34). Nos habla de sus oraciones preferidas (un jesuita no puede no impresionarse ante el hecho de que, entre cuatro que cita, tres sean de santos jesuitas), de sus meditaciones, de su larga preparación de la homilía dominical para la celebración con su pequeña “familia”. Nos habla del gran misterio de Dios, nos habla de las grandes interrogantes que lo han acompañado en su vida espiritual y siguen acompañándolo, llegando tal vez a ser aún más grandes, como la presencia de tanto mal en el mundo.

Nos habla en particular de Jesucristo, verdadero eje central de su vida, al cual “ve directamente ante” sí “siempre grande y misterioso” y del hecho que “muchas frases de los evangelios las encuentro ahora, por su grandeza y su peso, más difíciles que antes”, y que “percibimos con mucha más fuerza la gravedad de las preguntas, la presión de la impiedad actual, la presión de la ausencia de fe, incluso muy dentro de la Iglesia (p. 37).

El anciano Pontífice vive el acercamiento a los umbrales del misterio “sin abandonar la certeza de fondo de la fe y permaneciendo, por así decir, inmerso en la misma”. “Uno se da cuenta de que tiene que ser humilde; de que cuando no comprende las palabras de la Escritura, debe esperar a que el Señor le abra el acceso a ellas” (p. 39).

Sabemos que Joseph Ratzinger se ha dedicado considerablemente en su reflexión teológica a la escatología, es decir, a las “cosas últimas”, y es hermoso constatar que ahora precisamente esa reflexión sigue acompañándolo también ante la perspectiva próxima del encuentro con Dios, señal evidente de que no era una reflexión formal y superficial. En todo caso, habla serenamente de la mirada a la vida pasada y del “peso de la culpa”, del pesar por no haber hecho lo suficiente por los demás, pero también de la confianza en el amor fiel de Dios, del hecho que en el momento del encuentro “le rogará ser indulgente con su insignificancia” y de la convicción de que en la vida eterna “se encontrará de verdad en casa” (p. 41).

Benedicto XVI vive en este tiempo “sencillamente en una meditación. Pensando una y otra vez que el fin se acerca. Intentando hacerme la idea y, sobre todo, manteniéndome presente a mí mismo. Lo importante no es que me lo represente, sino el hecho de vivir con la conciencia de que toda la vida se dirige hacia un encuentro” (p. 291). Y la última respuesta de la conversación termina así: “Cada vez he visto con mayor claridad que Dios mismo no solo es, por así decirlo, un gobernante poderoso y un poder lejano, sino que es amor y me ama; de ahí que la vida debe estar modelada por Él. Por esta fuerza que se llama amor” (p. 293).

 

Motivos y espíritu de la renuncia al pontificado

Además de esta perla fundamental —en nuestra opinión, el aspecto más importante del libro—, en otro nivel se aprecia la respuesta clara y serena de Benedicto XVI a todas las elucubraciones inmotivadas sobre los motivos de su renuncia, aclarando el espíritu y los motivos de la misma.

A decir verdad, para quienes estuviesen abiertos a comprender, las motivaciones se expresaban con bastante claridad en el texto mismo de la renuncia pronunciada por el Papa Benedicto el 11 de febrero de 2013; pero es cierto que a pesar de esto —a causa de la novedad del hecho mismo de la renuncia— surgieron posteriormente numerosas interrogantes e interpretaciones sobre “otras explicaciones”, ocultas o no confesadas, especialmente en la dirección de interpretar la renuncia como presentada ante las dificultades o desilusiones de la última etapa del pontificado o —lo que es peor— como consecuencia de oscuros complots o chantajes. Siempre hemos pensado que estas interpretaciones eran infundadas y a veces realmente fantasiosas, y por parte nuestra siempre lo hemos dicho desde el comienzo, pero evidentemente eso no era suficiente.

Al respecto, motivado por las preguntas de Seewald, el mismo Benedicto, en primera persona, despeja la situación con claridad y decisión —de manera, esperamos, definitiva—, hablando del camino de discernimiento con el cual llegó ante Dios a la decisión, y de la serenidad con la cual, una vez tomada esta decisión, la comunicó y llevó a cabo sin incertidumbre alguna, y nunca se arrepintió de eso. Insiste en el hecho de que la decisión no fue tomada bajo la presión de dificultades apremiantes, sino precisamente cuando estas se habían superado substancialmente. “Pude renunciar porque el sosiego había vuelto a esta situación. No cedí a ninguna presión ni por incapacidad de manejar ya estas cosas” (p. 53).

Con todo, aparte de la respuesta a las interpretaciones infundadas, de las palabras de Benedicto se desprenden también con claridad y naturalidad las verdaderas motivaciones de la renuncia, que resultan ser absolutamente razonables y convincentes. En cierto sentido —permítasenos decirlo— la renuncia por parte del Papa, cuando se siente efectivamente H38 inadecuado para el ejercicio de su responsabilidad en el gobierno de la Iglesia a causa de la disminución de las fuerzas físicas y psíquicas, se manifiesta como necesaria y “normal”. “El Papa —responde Benedicto— tiene que hacer también cosas concretas, debe tener en mente una imagen global de la situación, debe saber qué prioridades hay que marcar, etc. (…) Aunque se diga que se puede prescindir algo de ello, aún quedan muchas cosas esenciales. Si se quiere desempeñar adecuadamente la tarea, está claro que cuando uno no tiene ya la capacidad suficiente, lo pertinente es —al menos para mí, otros pueden verlo de manera distinta— dejar libre la sede pontificia” (p. 49).

Aun cuando es evidentemente soberana la libertad de todo Papa al respecto, no se puede no constatar que la decisión de Benedicto ha ofrecido un modelo de discernimiento y ha abierto concretamente —¿podemos decir también en este caso “definitivamente”?— una posibilidad de elección más fácil de recorrer para todos sus sucesores, que a su vez reconozcan ante Dios la oportunidad en las condiciones existenciales e históricas concretas en que se encuentren.

Estos dos grandes argumentos sumamente importantes son los que en nuestra opinión justifican plenamente y hacen oportuna la publicación de este libro en vida de Benedicto.

 

Materiales para una biografía

libro-benedictoxviAsímismo, en la segunda y tercera parte, la conversación se extiende en argumentos sumamente diversos sobre la totalidad de la vida de Joseph Ratzinger, desde la familia de origen hasta la totalidad del pontificado. Como explicó el mismo Seewald en una entrevista reciente, conviene observar que el libro surgió en realidad de ciertos coloquios concedidos al entrevistador por Benedicto XVI, tanto antes como después de la renuncia, en vista de una posible futura biografía, respondiendo por lo tanto con aclaraciones y profundizaciones a preguntas sobre situaciones, episodios y encuentros de especial interés en las diversas etapas de la larga vida y de la actividad de Ratzinger.

No sabemos si Seewald nos ofrecerá una verdadera biografía ni cuándo lo hará. Este libro no lo es en modo alguno. Sin embargo, con párrafos sintéticos de introducción en los diversos capítulos y con una oportuna formulación de las preguntas, Seewald ordena y contextualiza en rápida sucesión cronológica las respuestas de Benedicto. La claridad y la profundidad de muchas respuestas, así como su tono personal y su absoluta sinceridad, hacen cautivadora la lectura de una serie de informaciones y reflexiones que de otro modo serían fragmentarias.

Nos permitimos observar que efectivamente es posible comprender mejor el valor de estas partes del libro sobre la base de un conocimiento más completo y orgánico de la vida y la obra de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, es decir, precisamente de una biografía orgánica, a la cual se otorga con esta entrevista un enriquecimiento de testimonios y observaciones expresadas “en primera persona”, que es útil para entrar en mayor profundidad y más “en lo vivo” del conocimiento del biografiado. En este contexto, diríamos que es muy hermoso e interesante leer estas conversaciones sobre el fondo ofrecido por la imponente biografía de Ratzinger recién publicada por Elio Guerriero. En nuestra opinión, precisamente sobre este fondo amplio pueden presentar especial interés las páginas dedicadas a temas de mayor relevancia. Puede señalarse, por ejemplo, el tema del nazismo en la experiencia familiar y eclesial del joven Ratzinger o el clima cultural casi exaltante vivido por el joven profesor de teología en Bonn, en el contexto del renacimiento de Alemania después de la catástrofe de la guerra, o su aporte personal como experto en el Concilio Vaticano II, especialmente sobre el tema fundamental de la relación entre Escritura, Tradición y Magisterio, o su posición cada vez más crítica ante otros teólogos alemanes precisamente sobre la comprensión misma de la naturaleza y la función de la teología en relación con la fe de la Iglesia, o por último su estrecha y sumamente larga relación de cercanía y colaboración con el Papa Wojtyla.

Queremos presentar aquí únicamente dos ejemplos tomados de estas páginas.

Hablando de su creciente disentimiento con la orientación de otros teólogos (Küng, por ejemplo) en el curso del período en el cual era profesor en las facultades alemanas, Ratzinger lo explica sencillamente así: “Vi que la teología no era ya interpretación de la fe de la Iglesia Católica, sino que reflexionaba sobre sí misma, sobre cómo podía y debía ser. Como teólogo católico, para mí aquello no era conciliable con la teología” (p. 200).

A propósito de las relaciones con el Papa Wojtyla, es muy ameno el relato de lo que ocurre después de la publicación del polémico documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Dominus Iesus. Por cuanto Juan Pablo II, después de las críticas e insinuaciones sobre una diferencia de pensamiento entre el Papa y el Prefecto, quería manifestar de manera “inequívoca” su pleno apoyo al documento, pidió al cardenal prepararle un texto en ese sentido para pronunciar en el Angelus dominical. Ratzinger lo hizo, pero en forma muy “rebuscada”, de tal manera que al final todos dijeron: “Ah, también el Papa se ha distanciado del Cardenal” (p. 217).

Podrían recopilarse muchos otros fragmentos preciosos entre las páginas de estas conversaciones. Por ejemplo, las observaciones sobre cierto espíritu de contradicción que caracteriza desde su juventud la personalidad de Joseph Ratzinger “Está ahí, en efecto. El gusto por llevar la contraria, sí que es cierto” (p. 84), o el recuerdo feliz de los comienzos de su ministerio sacerdotal, cuando era capellán en Bogenhausen: “Ese año fue en verdad el tiempo más hermoso de mi vida” (p. 122). O la sintonía profunda y los encuentros con grandes espíritus de la Iglesia de nuestros tiempos, como Guardini, De Lubac, Von Balthasar… Se podría continuar mucho tiempo.

 

Balance de un pontificado y acogida del sucesor

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Muchos se interesarán ciertamente en las respuestas que contribuyen a hacer un “balance” del pontificado por parte del mismo Papa Benedicto a partir de sus pautas. Ciertamente, esta es también una posibilidad inédita. Ofrecemos tan solo algunas ideas.

Llamado a destacar lo que “deseaba hacer” y lo que “no deseaba hacer” como Papa, Benedicto responde: “Para mí era importante volver a poner también en primer plano la Sagrada Escritura. Se quiera o no, yo era un hombre que procedía de la teología y sabía que mi punto fuerte, en caso de haberlo, es que anuncio positivamente la fe. En consonancia con ello, quería sobre todo enseñar desde la plenitud entera de la Sagrada Escritura y la tradición” (p. 236).

Benedicto vuelve a destacar varias veces el espíritu de su pontificado, reconociendo en cierto sentido su señal distintiva en el Año de la Fe: “Un nuevo estímulo para CRECER, una vida desde el centro, desde lo dinámico, redescubrir a Dios, redescubrirlo en Cristo, o sea, encontrar de nuevo la centralidad de la fe” (p. 281).

No cabe duda de que la gran obra sobre Jesús tiene un lugar central en el pontificado de Benedicto XVI. No se trataba del ejercicio del teólogo en el “tiempo libre” que le dejaba el servicio como Papa, sino su servicio más importante para la Iglesia, porque “si no conocemos ya a Jesús, la Iglesia está acabada. Y el peligro de que determinados tipos de exégesis nos lo destruyan y desgasten sin más de tanto hablar de él, es inmenso” (p. 253). Precisamente Seewald pone el título “El Papa de Jesús” a la tercera parte del libro. Una vez más, así como antes observamos la continuidad entre la reflexión teológica de Ratzinger sobre la escatología y su actual meditación sobre las realidades últimas, ahora queremos advertir con emoción la continuidad de su estudio sobre la persona de Jesús y su vivir hoy continuamente ante él, “siempre grande y misterioso” (p. 37), en la última etapa de su vida.
Es notable, comentando las dificultades y oposiciones encontradas en su pontificado, la observación por parte de Benedicto de que otros Papas de los tiempos modernos —en particular Pío IX y Benedicto XV— debieron soportar ataques mucho más violentos que él por haber querido evitar proféticamente asumir posiciones políticas o por haber condenado claramente la Primera Guerra Mundial como “inútil estrago” (p. 202 s.).

Seewald no ha perdido la oportunidad de plantear también ciertas preguntas a Benedicto a propósito de su sucesor. Él responde con sencillez que no esperaba la elección del cardenal Bergoglio, pero lo conmovió el hecho de que haya querido llamarlo por teléfono antes de salir a la logia de la Basílica, y “cuando vi cómo hablaba con Dios, por un lado, y con las personas, por otro, me alegré de veras y me sentí feliz” (p. 59).

No tiene dificultad alguna para advertir en Francisco rasgos diferentes de personalidad, de temperamento y de gobierno, como “el valor con que enfrenta los problemas y busca las soluciones” (p. 45); pero lo más importante es la cordial valoración positiva de la novedad que trae Francisco, primer Papa latinoamericano, a la Iglesia: “Significa que la Iglesia es móvil, dinámica y abierta, que en ella tienen lugar desarrollos nuevos. Que no está anquilosada en esquema alguno, sino que nos depara sin cesar sorpresas; que es portadora de una dinámica capaz de renovarla de continuo. Esto es bello y alentador: que también en nuestro tiempo ocurran cosas que nadie esperaba y muestran que la Iglesia está viva y llena de posibilidades inéditas” (p. 60).

Ratzinger, cardenal y Papa, ha sido siempre un hombre valeroso en sus amonestaciones, cuando era necesario, ante los riesgos y las desviaciones en la Iglesia, así como en la sociedad y en la cultura de nuestro tiempo; pero también ha sido siempre un hombre de sólida esperanza, capaz de mirar hacia adelante y reconocer las señales de la presencia activadora del Espíritu. “Desempeñé el ministerio petrino ocho años. En ese tiempo hubo muchas situaciones difíciles (…) pero en conjunto fue también un período de tiempo en el que numerosas personas reencontraron el camino hacia la fe y existió un gran movimiento positivo” (p. 287). En conclusión, la mirada que hace de su pontificado, con sus luces y sus límites, es humilde, lúcida y serena, como corresponde a quien “contando sus días” ha aprendido a mirar los eventos de este mundo con la “sabiduría del corazón” (ver Sal 90), y puede encomendar a Dios con confianza su vida y su obra. Entretanto, como nos recordaba el Papa Benedicto al terminar su última audiencia general del 27 de febrero de 2013: “Dios sigue guiando a su Iglesia”.

Con motivo de los 30 años de la visita de San Juan Pablo II a Chile, hemos preparado este especial con artículos y publicaciones de nuestra revista sobre el gran pontífice que inauguró el tercer milenio de la Iglesia.

 

Haga clic sobre la revista que desee revisar. 

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Revista HUMANITAS 6 — A 10 años de su visita (Publicada en 1997) 

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Lo invitamos a rememorar los testimonios que publicó Revista HUMANITAS en 1997 con motivo de la conmemoración de los 10 años de la visita de San Juan Pablo II en 1997. Este especial trae:

➤ Itinerario del Papa en Chile

➤ "Recordando una visita de Dios a nuestra Patria", por Carlos Oviedo Cavada, ex Arzobispo de Santiago. 

➤ "Ocasión para renovar un compromiso"por Juan de Dios Vial Correa, ex Rector de la Pontificia Universidad Católica de Chile. 

➤ Entrevista con el Cardenal Juan Francisco Fresno


"A 10 años de la visita del Papa"

En la perspectiva de los 10 años transcurridos desde que el Papa Juan Pablo II visitara Chile, los miembros del Comité Editorial de HUMANITAS de la época entregaron su personal apreciación de ese acontecimiento.

La esperanza necesita buenas razones, por Pedro Morandé Court.

Enseñanza de una visita, por Gabriel Guarda.

Impacto en el orden político, por René Millar Carvacho.

Hito forjador de historia, por Hernán Corral Talciani.

Marca imborrable, por Rafael Vicuña Errázuriz.

La vigorosa presencia de un hombre fuerte y humilde, por Juan de Dios Vial Larraín.

Vigencia que perdurará siempre, por Ricardo Riesco Jaramillo. 

➤ "Santo Padre, aquí está su casa", por Thomas Leisewitz Velasco.

 

HUMANITAS 66: "Juan Pablo II, hace 25 años, su visita a Chile"

Leer artículo en papel digital

JPII Hace 25 anos Gonzalo Ibanez Portada 

 

Por Gonzalo Ibáñez Santa María

"El día 1 de abril de 1987 Chile conoció una experiencia inédita: un Sumo Pontífice de la Iglesia Católica pisó su suelo y durante una semana a partir de ese día recorrió su territorio en una visita apostólica. Fue, sin duda, un hecho de la máxima importancia que no puede ser dejado de lado al elaborar un rol de los acontecimientos más significativos ocurridos en la historia de nuestra nación. Desde luego, la importancia de lo sucedido quedó en evidencia por la enorme convocatoria que produjo la presencia del Pontífice en cada una de las actividades que realizó en su visita, como asimismo durante los continuos desplazamientos terrestres que le fueron necesarios para llegar a los distintos lugares propios de esas actividades. Muy pocas veces en la historia de nuestro país se han producido concentraciones de población tan masivas como las que ocurrieron entonces". Siga leyendo.

 

Hace 30 años: San Juan Pablo II visita y conmociona a Chile

Artes y Letras

La visita que realizó el Papa Juan Pablo II a Chile en los seis primeros días de abril del año 1987, no estuvo exenta de incertidumbres. A dos años todavía de la caída del Muro de Berlín, el espacio cultural y físico de la patria chilena era algo así como la "última trinchera de la Guerra Fría". Había fuertes divisiones en el país político y en la misma Iglesia, reflejos, en buena medida, de las tensiones de la posguerra entre Occidente y el Este. Gobernaban Thatcher y Reagan en este hemisferio, Honecker en la RDA y Andrei Gromyko, secretario general del PCUS, en la Unión Soviética. La discusión sobre el uso del análisis marxista por importantes corrientes de la teología de la liberación, hacía ya una década que quitaba la paz en varios espacios de la Iglesia en Latinoamérica."

Con motivo de los 30 años de la visita de San Juan Pablo II, este domingo 2 de abril 2017, Artes y Letras de EL MERCURIO públicó artículo del director de Revista HUMANITAS, Jaime Antúnez Aldunate, que puede leer aquí.

 

  

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Entrevista al cardenal Rodríguez Madariaga

¡Gracias por Humanitas! ¡Sigan adelante!

*Leer artículo en papel digital*

Entrevista realizada por JAIME ANTÚNEZ y BERNARDITA CUBILLOS

cardenal madariaga

El arzobispo de Tegucigalpa, Honduras, cardenal Óscar Andrés Rodríguez Madariaga, sacerdote salesiano, visitó en septiembre de 2016 Santiago para exponer sobre la encíclica Laudato si’ de Papa Francisco en el marco del III Congreso de Doctrina Social de la Iglesia organizado por la Pastoral de la PUC.

Su figura, internacionalmente conocida por los diez años que presidió Caritas Internacional, ha sido puesta de relieve en los medios durante los años del actual pontificado, por su condición de coordinador de la comisión de ocho cardenales que asesoran al Papa Francisco en la reforma de la Curia romana. Su cercanía con revista Humanitas data ya de un cierto tiempo, por lo que de forma muy natural se entabla y desarrolla una conversación con sus editores.

 

—Varios medios han difundido desde el comienzo del pontificado del Papa Francisco una sensación de disenso con sus antecesores. El tiempo ha ido demostrando que eso no era para nada así, pero yo quisiera hoy, a estas alturas del pontificado, preguntarle ¿qué puede usted decir que ve en Francisco, por una parte de Juan Pablo II y, por otra de Benedicto XVI?

—En primer lugar, una gran devoción a Juan Pablo II y a Benedicto. El Papa Francisco es un Pontífice que viene de una Iglesia Latinoamericana, pero en la que han tenido profundo impacto tanto San Juan Pablo II como el Papa Benedicto. Este, sobre todo en la Conferencia de Aparecida, cuando justamente el cardenal Bergoglio era el jefe de la Comisión de Redacción. No nos olvidemos que el discurso inaugural de Benedicto XVI ha sido clave para muchos aspectos del documento de Aparecida. Y luego, no nos olvidemos que fue San Juan Pablo II el que hizo cardenal a Jorge Bergoglio. De tal manera que tenía una relación personal muy bella, y así la ha tenido con los dos Papas.

Actualmente, el Papa Benedicto se siente muy confortado y muy sostenido por el Papa Francisco, que le profesa un respeto y un cariño muy grande. No creo que haya ningún disenso, al contrario.

El punto es que Francisco es un Pastor por excelencia y entonces tiene la sabiduría de traducir en gestos muchas encíclicas. De hecho, un amigo luterano de Alemania me escribió a los pocos meses de pontificado del Papa Francisco y me dijo: “te felicito por las encíclicas”. Yo le respondí: “qué raro, si él [el Papa Francisco] no ha publicado una encíclica”. Mi amigo me dijo entonces: “Te equivocas. Él hace las encíclicas de los gestos y estos son precisamente los que ponen en práctica la enseñanza del Magisterio”.

 

—Usted Sr. cardenal es el presidente del Consejo Asesor del Papa Francisco para la reforma de la Curia. También sobre esta materia, de suyo delicada, se han propalado informaciones que crean una atmósfera equívoca, como si estuviésemos por ejemplo frente a una especie de Asamblea constituyente. Esa sensación ha ido con el tiempo disminuyendo, pero quisiera pedirle que se refiera al espíritu que guía al Papa Francisco en esta misión que se ha impuesto. Y si, tal como usted expresaba, no hay mucho de esta reforma que él va realizando también por la vía de los gestos, de las palabras, incluso por vías que no son parte del Magisterio oficial, por ejemplo, a través de las homilías de Santa Marta, que han causado tanto impacto.

—En primer lugar, no es la primera reforma. A lo largo de la historia y en la historia reciente tuvimos la reforma del Papa San Pío X, a quien le tocó adaptar la Iglesia que venía de Estados Pontificios a una Curia Vaticana muy reducida y muy pequeña. Después tuvimos la reforma del Papa Pablo VI, después del Vaticano II; luego vino la reforma de San Juan Pablo II en 1989. ¿Por qué esta reforma [la actual]? Porque en las reuniones pre-Cónclave se dijo muy claramente: “Esto no puede seguir así. No es posible que un consejo de gobierno tenga treinta ministros”. ¿Por qué? Porque es muy difícil para el Papa reunir un consejo de ministros, y a veces lo hacía [solo] una vez al año. Entonces nos dimos cuenta —y esto se habló y fue general— que era necesario reformar.

En segundo lugar, se habló de lo siguiente: muchas veces el Papa no recibe toda la información. A veces esa información puede venir filtrada por una nunciatura o por una Secretaría de Estado. De tal manera que muchos propusieron que sería bueno que el Papa tuviese también otro tipo de información, a través de un grupo de cardenales, por ejemplo, de cada continente. El cardenal Bergoglio estaba en el pre-Cónclave, y eso lo escuchó. De tal manera que fue una de sus primeras decisiones. A mí me llamó por teléfono el día 16 de marzo, tres días después de elegido. Me dijo: “¿Qué vas a hacer el domingo próximo?”. Le respondí: “Santidad, lo que usted me diga”. “Vente después del Ángelus para que comamos juntos”. Y ahí, lo primero que me dijo fue: “Voy a hacer un consejo de cardenales con este, este, este… ¿Te animas a coordinarlo?”. Le respondí: “Santidad, si usted me lo pide tengo que hacerlo”. Estábamos en el principio del pontificado. ¿Para qué ello? Para hacer una Curia más ágil y al servicio del Papa y de los obispos. Es decir, una visión completamente nueva. Antes se pensaba: aquí está el Papa [grafica con los gestos indicando la figura del Papa en la cabeza], bajo él la Secretaría de Estado y bajo ella los obispos. El modelo ahora es el Papa a la cabeza y en un nivel paralelo la Secretaría de Estado y los obispos, en servicio mutuo, todos con ese criterio. Ha sido este el criterio primordial de la reforma. Empezamos pronto. Entre abril de 2013 y octubre de 2013, que fue nuestra primera sesión plenaria, todos los cardenales nombrados nos dedicamos a recoger información, la mayor posible, de parte de todas las bases, de parte de todos los obispos. Esta información fue la que llevamos a la primera sesión. Yo, ¡pobre de mí!, hasta me atreví a redactar una nueva constitución… Y cuando llegamos nos dice el Papa: “tengo un problema que debe ser el primero que vamos a tratar, la reforma de la economía”. Fue aquello un inicio no siempre fácil, pero después nos dimos cuenta de que era absolutamente necesario. ¿Por qué? Porque no había la conveniente organización. Había muchos estamentos que actuaban cada cual por su cuenta y era muy difícil coordinarlos. Por eso salían algunas voces un poco disonantes. Esto nos ocupó las primeras tres sesiones plenarias: en octubre, en diciembre y en febrero, hasta que se creó la Secretaría de Economía. Y así todo fue entrando en una organización mucho mejor. Se realizó la reforma del IOR (Istituto per le Opere Religiose), la entrada en vigor del asociar el Vaticano a todas las normas de la Unión Europea, incluso el control de inversiones etc., todo enmarcándose en una organización mucho mejor. Y así seguimos.

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—En su encíclica Laudato si' —que ha sido el tema del Congreso de Doctrina Social al que usted ha asistido en la UC— el Papa Francisco dedica un capítulo entero de la primera parte a describir el daño material que configura una crisis ecológica. Con todo, su constatación es que predomina en el mundo la dinámica de un estado de cosas contracultural, profundamente dañino al bien común, difícil de evadir, en el que la política es dominada por la economía, y esta a su vez, por la tecnocracia (LS 189). ¿No estamos en presencia de una encíclica antropológica?

—¡Claro que sí! La encíclica no la podemos reducir —como muchos piensan- equivocadamente— al aspecto del clima, del cambio climático. No. Es una encíclica profundamente humanista. ¿Por qué? El Papa nos lo dice: la culminación de la creación es el ser humano. Y el ser humano es el protagonista. No es el ambiente como tal o la creación como tal. Acordémonos de que incluso algún pensador católico puede caer en el problema del panteísmo cuando está divinizando lo ecológico y cuando la ecología se vuelve ecologismo, es decir una ideología. No. El Papa Francisco centra todo su planteamiento en el hombre como criatura de Dios, y en la creación como obra de Dios para el mutuo servicio del ser humano, de la humanidad. Por eso la encíclica es profundamente humanista. Y por eso quien la lee con un criterio puramente ecologista, lo que va a lograr es, tal vez, profundizar el capítulo segundo y olvidar el contexto que es muy amplio y muy rico.

 

—En uno de los actos realizados durante la conmemoración de los 20 años de la revista Humanitas, el año 2015, el ex Presidente Ricardo Lagos pronunció en el Salón de Honor de esta Universidad una conferencia sobre Laudato si’. Él la comparó, para nuestro siglo, con lo que fue Rerum novarum de León XIII para el siglo XX. ¿Le parece una comparación adecuada sobre la que quisiera ahondar y comentar?

—Sí. Yo estoy de acuerdo. Porque se trata del primer documento del Magisterio a nivel de una encíclica que trata en profundidad estos temas. Ha habido muchas alusiones en alocuciones de los Pontífices. Ya Pablo VI habló de esto. No digamos Juan Pablo II, que trató mucho el tema. Pero una encíclica como tal, es la primera vez. Yo estoy de acuerdo con el Presidente Lagos, a quien aprecio mucho. Tuve ocasión de estar con él en Honduras cuando hizo una visita y compartimos bastante tiempo y me parece muy acertada su comparación. Esta encíclica es también una Rerum novarum para mí.

 

—Parecería que la Rerum novarum tampoco es una encíclica esencialmente económica, sino antropológica, como lo es Laudato si’. Solo que los códigos y el problema de fondo al que atienden es distinto. La primera a las consecuencias de la Revolución Industrial. La actual, al mundo tecnologizado que nace después de las dos guerras mundiales, en el que se abre un escenario de problemas humanos muy hondos.

—Claro, exactamente. En mi discurso [del congreso] yo trataba este punto que usted me menciona. Laudato si’ es profundamente antropológica. Pero en un contexto que ha cambiado tanto. Fíjese, por ejemplo, que en los ocho años que presidí Caritas Internacional me tocó ir a algunas Cumbres del Clima: COP19 y COP20. COP 21, el año pasado en París, no me tocó, y felizmente ya fue algo muy distinto. Esta, en efecto, es la primera de estas reuniones de nivel mundial en la cual una encíclica ha tenido un influjo, y además, enorme. Es la primera cumbre en la cual estuvo presente un Secretario de Estado. Es la primera Cumbre en la cual la voz del Vaticano fue escuchada y tenida en cuenta. En las anteriores COP —estuve en la de Durham por ejemplo— yo pregunté en Secretaría de Estado: ¿quién es el delegado del Vaticano? Ni se sabía. Después mandaron al nuncio de Kenia, que estuvo un día y se fue. Cuando eran discusiones relevantes. Diez días pasamos en esas cumbres, pero para mí eran tiempo perdido, porque mientras las grandes potencias —China, Estados Unidos-— no se pusieran de acuerdo en firmar compromisos concretos, no se lograba nada. Ahora se logró y se logró en gran parte por Laudato si’, por la influencia del Papa Francisco. Algo muy grande… grandísimo.


—Usted, Sr. cardenal, en su carta de saludo por los XX años de esta revista afirmó que HUMANITAS “no es sólo una revista sino también toda una institución en sí misma dotada de una óptima cualificación y realiza una misión insustituible en Hispanoamérica” ¿En qué sentido afirma usted que Humanitas es una institución así de indispensable en Latinoamérica? Claro, Humanitas ha tenido presencia en Hispanoamérica como revista, como congresos, etc. Pero ¿en qué sentido ve usted el carácter indispensable de Humanitas?

—En primer lugar, porque hoy día lo que falta es pensamiento. ¡Qué pocas personas piensan hoy día! Hoy día la gente no cree que es importante pensar. Porque hay otros que piensan por ellos, y muchas veces son los medios, movidos por otro tipo de intereses. Ese es el primer elemento: es necesario el pensamiento.

En segundo lugar, porque vivimos en un mundo que se deshumaniza. Y entonces, ya desde el título de Humanitas es un proyecto que no pasa nunca de moda ni va a pasar. Aun cuando la sociedad tecnocrática de hoy día quiera minimizar la humanidad. Al revés, pues, hay que humanizar la cultura, hay que humanizar la economía, hay que humanizar la política, hay que humanizar la familia, hay que humanizar la sexualidad. Es decir, esta tarea de trabajar por el humanismo cristiano es una tarea inconclusa. No se puede pensar que después de 20 años de reflexión y de profundizar, esté cumplida esa tarea. Tienen que seguir adelante y yo pienso que eso es lo que hace falta. Cuando recibo una revista, lo primero que digo es: ¡Gracias, Señor, porque esto existe! Dios le bendiga. A mí me encanta [el proyecto de Humanitas] y yo les digo: ¡Gracias por Humanitas! ¡Y sigan adelante!

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Presentamos el primer número 2024 de Revista Humanitas, ya disponible en www.humanitas.cl y en distribución para nuestros suscriptores. A continuación compartimos el editorial del director, Eduardo Valenzuela, y el sumario de los principales artículos.
El año de la Pastoral UC comenzó con el mensaje de paz y esperanza que los voluntarios de Capilla País, Viviendas, Misión País, Siembra UC y Coro Misión País, compartieron con las familias y comunidades visitadas desde Alto Hospicio hasta Chiloé. Sin embargo, ya las distintas celebraciones navideñas unidas a la bienvenida de Monseñor Fernando Chomali como nuevo Gran Canciller de la UC, marcaron el tono del 2024: la Cuaresma comenzó a vivirse desde las vacaciones para culminar en variados encuentros e instancias en Semana Santa.
Nello Gargiulo ha sido director y secretario ejecutivo de la Fundación cardenal Raúl Silva Henríquez por treinta años. En el 25 aniversario de la muerte del Cardenal, nos ha hecho llegar esta reflexión a partir de testimonios recogidos, publicaciones realizadas, seminarios y coloquios celebrados bajo diferentes miradas y circunstancias. Hablar de “amor creativo y productivo” es un desafío para todos aquellos que hoy no se encuentran conformes con el estilo de la sociedad en que vivimos y aspiran a dar su propio aporte para cambiarla.
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