Desde León XIII y su célebre encíclica Rerum novarum, hasta Lumen fidei, del Papa Francisco, el magisterio de la Iglesia Católica, con rigurosa continuidad, ha mantenido una doctrina social a través de cartas encíclicas de sucesivos pontífices. Debo confesar que no me ha sido fácil la lectura de este tipo de documentos, escritos a veces con cierto desorden, mezcla de consejos, de recuerdos, de reproches y condenaciones; de tarde en tarde, de pasajes verdaderamente luminosos.

Una encíclica papal es eso, sencilla- mente, una carta. La carta de un padre a sus hijos fieles. Baste aquí recordar a San Pablo. Sus cartas, sus epístolas, son la primera gran teología del cristianismo. De la que ahora se nos invita a hablar es de la carta que Benedicto XVI nos dirigiera bajo una maravillosa fórmula Caritas in veritate. Me parece que ahí está el núcleo desde donde irradia el orden de una sociedad verdaderamente humana. Intentaré justificar esta afirmación a partir de la lectura de este texto. 

¿Qué significa sapiencia, sabiduría? En el sentido más profundo de la  idea de sabiduría cabe descubrir en ella una práctica. Ciertamente, en la sabiduría hay una práctica. Pero no solamente una práctica. Sino la práctica más elevada, que naturalmente brota de la forma más alta del saber que tiene los rasgos esenciales de una contemplación, de una mirada profunda del espíritu que edifica prácticamente la vida humana. En la encíclica que aquí consideramos su sabiduría profunda está expresada en su título: Caritas in veritate

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El sacerdote sirio Fadi Najjar visitó Chile para dar a conocer la dura realidad que vive su comunidad en Alepo: una ciudad marcada por catorce años de guerra, por la pobreza que afecta al 90% de la población y por la incertidumbre política que aún impide la reconstrucción. Conmovido, pidió a los chilenos no olvidar a Siria y sostener con oración y ayuda a quienes hoy luchan por sobrevivir, en una visita organizada por la Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN).
Ha concluido el primer viaje apostólico del Papa León, que lo llevó a un destino establecido por su predecesor. Se trató de una peregrinación ecuménica a Turquía, para conmemorar los 1700 años del Primer Concilio de Nicea; y al Líbano, y así honrar una promesa hecha por el propio Francisco, la que no pudo cumplir por la guerra en Medio Oriente y su enfermedad.
Los manuales de historia de la teología tienden a presentar el desarrollo de las controversias del siglo IV y del Concilio de Nicea como una historia sin matices, en blanco y negro, con ciertos visos legendarios. Volviendo a las fuentes contemporáneas, el autor presenta las posturas en juego, los hechos que lo precedieron y la discusión que ahí se desarrolló. Nicea fue un hito central en la historia de la Iglesia, pues nos permitió afirmar no solo la divinidad del Hijo, sino también el mismo rostro del Padre que Jesús había revelado a sus discípulos. Humanitas 2025, CXI, págs. 370 - 385
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