Tomás Scherz (CEPPE) 

Por una Educación Pública, Laica y Gratuita. La mirada de un ciudadano creyente 

Ediciones UC/Centro UC de Estudios de Políticas y Prácticas en Educación 

38 págs.

Santiago, 2022 

Este breve ensayo es una reedición de un texto escrito en 2014 por el presbítero Tomás Scherz cuando fuera Vicario para la Educación del Arzobispado de Santiago, actualmente revisado en una segunda edición por quien ocupa el cargo de ViceGran Canciller de la Pontificia Universidad Católica de Chile. En este ensayo se toman literalmente las demandas que surgieron en las movilizaciones estudiantiles de 2011 y que tras una década han llevado a sus principales líderes a las más altas tareas del gobierno de la nación. Estas demandas se engloban en la consigna de una educación pública, laica, gratuita y de calidad.

¿Qué debe entenderse por una educación laica? “Los cristianos –dice Scherz– creemos… en una educación laica en el sentido que abraza el pluralismo de las distintas concepciones del bien, sin buscar imponer ninguna de ellas” (p. 13). Por esta misma razón una educación laica no puede ser no religiosa o antirreligiosa, ni se puede invocar la neutralidad religiosa del Estado para despreciar el cultivo de las religiones como sucede con la interpretación, por desgracia muy común, del laicismo estatal. La educación religiosa es en muchos sentidos el garante del pluralismo educacional que desaparece rápidamente en aquellos lugares en que la educación es un monopolio estatal.

¿Deberíamos los católicos renunciar a una educación pública? “La Iglesia, como conocedora de la humanidad y de sí misma, sabe muy bien el poder del egoísmo y la codicia que podría haber desde la iniciativa privada” (21). Pero también existe mucha iniciativa privada que no se orienta por el afán de lucro y en ello las instituciones educativas de la Iglesia han llevado la delantera y han mostrado un ejemplo que se extiende por varios siglos. Privar a las personas y las instituciones de aportar verdaderamente al bien común bajo el pretexto de que solo el Estado puede hacerlo legítimamente es una equivocación también muy extendida. La confusión entre lo público y lo estatal conduce a ignorar y desperdiciar el enorme depósito de generosidad y solidaridad que se alberga en las personas y organizaciones que actúan al margen de cualquier directriz o contrato estatal, y que en muchos sentidos constituyen la espina dorsal de una sociedad civil sana y robusta.

Esto mismo conecta con el deber de gratuidad que debe traspasar todo el proceso educativo. Es sabido que la educación tiene un valor económico, sobre todo la educación universitaria, y también debe reconocerse que ese valor se apropia privadamente. Pero salvo excepciones, nadie ha querido reducir el proceso educativo a la transmisión de habilidades laborales y el aumento de la productividad. La educación católica, como muchas otras formas educativas, ha dado amplio testimonio de su capacidad de formar personas con un horizonte de vida que trasciende la utilidad del saber y la economía del conocimiento.

Los católicos podemos perfectamente estar a favor de una educación laica, pública y gratuita: tal es el mensaje del padre Scherz en este lúcido ensayo que recoge con orgullo la mejor tradición de la educación católica en nuestro país. 

Eduardo Valenzuela

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