Jesús viene de dar una catequesis sobre la unidad de los hermanos y la acabó con una bonita palabra: “Os aseguro que si dos de vosotros, dos o tres, se ponen de acuerdo y piden una gracia, les será concedida”. La unidad, la amistad, la paz entre los hermanos atrae la benevolencia de Dios. Y Pedro hace la pregunta: “Sí, pero con las personas que nos ofenden, ¿qué debemos hacer? Si mi hermano comete culpas contra mí, me ofende, ¿cuántas veces tendré que perdonarle? ¿Siete veces?”. Y Jesús responde con esa palabra que quiere decir, en su idioma, “siempre”: “Setenta veces siete”. Siempre se debe perdonar. Y no es fácil perdonar. Porque nuestro corazón egoísta está siempre apegado al odio, a las venganzas, a los rencores. Todos hemos visto familias destruidas por odios familiares que pasan de una a otra generación. Hermanos que, ante el féretro de uno de los padres, no se saludan porque llevan rencores viejos. Parece que sea más fuerte el aferrarse al odio que al amor y eso es precisamente el tesoro –digamos así– del diablo. Él se esconde siempre entre nuestros rencores, entre nuestros odios y los hace crecer, los mantiene ahí para destruir. Lo destruye todo. Y muchas veces, por cosas pequeñas, destruye. Y también se destruye ese Dios que no vino a condenar, sino a perdonar. Ese Dios que es capaz de hacer una fiesta por un pecador que se acerca y olvida todo.

Cuando Dios nos perdona, olvida todo el mal que hemos hecho. Alguno decía: “Es la enfermedad de Dios”. No tiene memoria, es capaz de perder la memoria, en esos casos. Dios pierde la memoria de las historias feas de tantos pecadores, de nuestros pecados. Nos perdona y sigue adelante. Nos pide solo: “Haz lo mismo: aprende a perdonar, no cargues esa cruz no fecunda del odio, del rencor, del me las pagarás”. Esa palabra no es ni cristiana ni humana. La generosidad de Jesús que nos enseña que para entrar en el cielo debemos perdonar. Es más, nos dice: “¿Tú vas a Misa?” –“Sí” –“Pues si cuando vas a Misa te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, reconcíliate antes, no vengas con el amor a mí en una mano y el odio al hermano en la otra”. Coherencia de amor. Perdonar. Perdonar de corazón.

Hay gente que vive condenando gente, hablando mal de la gente, ensuciando continuamente a sus compañeros de trabaja, manchando a los vecinos, a los parientes, porque no perdonan una cosa que les han hecho, o no perdonan una cosa que no les ha gustado. Parece que la riqueza propia del diablo sea esa: sembrar el amor al no-perdonar, vivir apegados al no-perdonar. Y el perdón es condición para entrar en el cielo.

La parábola que Jesús nos cuenta es muy clara: perdonar. Que el Señor nos enseñe esta sabiduría del perdón, que no es fácil. Y hagamos una cosa: cuando vayamos a confesarnos, a recibir el sacramento de la reconciliación, primero preguntémonos: “¿Yo perdono?”. Si siento que no perdono, no disimulemos que pedimos perdón, porque no será perdonado. Pedir perdón significa perdonar. Están juntos, ambos. No pueden separarse. Y los que piden perdón para sí mismos, como este señor a quien el padrón perdona todo, pero no dan perdón a los demás, acabarán como este señor. “Lo mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si cada cual no perdona de corazón a su hermano”.

Que el Señor nos ayude a entender esto y a bajar la cabeza, a no ser soberbios, a ser magnánimos en el perdón. Al menos a perdonar “por interés”. ¿Y eso? Sí: perdonar, porque si yo no perdono, no seré perdonado. Al menos eso. Pero siempre el perdón.


Fuente: Almudi.org

Últimas Publicaciones

Durante diez días y a lo largo de todo Chile, los voluntarios de las misiones y trabajos UC se dedicaron a construir espacios de encuentro y compartir junto a diferentes personas, familias y comunidades, en torno al mensaje de Cristo.
Al mediodía del martes 9 de julio fue presentado el Instrumento de Trabajo –“Instrumentum laboris”– para la segunda parte del Sínodo sobre la Sinodalidad que se desarrollará en octubre de 2024 en el Vaticano. Zenit.org se hizo cargo de sistematizar dudas que surgen en torno a este documento, valiosa información para poder acompañar esta etapa final del camino que nos ha invitado a recorrer el Papa francisco.
En un comunicado del 5 de julio del Dicasterio para la Doctrina de la Fe (DDF), se anuncia la excomunión latae sententiae para el exnuncio en EEUU, por no reconocer la legitimidad del Papa ni del Concilio Vaticano II.
Revistas
Cuadernos
Reseñas
Suscripción
Palabra del Papa
Diario Financiero