En esta segunda oportunidad exclusiva de entrevistar a Austen Ivereigh*, Humanitas quiso saber por qué este periodista tenía claro de antemano que Robert Prevost sería el nuevo Papa y qué nos podía decir sobre su persona y proyección de su pontificado. Estuvo un mes en Roma, desde que se anunció la muerte de Francisco hasta que León XIV asumió. A una semana de regresar a su casa, estas son sus impresiones.
* Austen Ivereigh es un escritor británico, biógrafo del Papa Francisco, cubrió la transición papal para The Tablet y Commonweal, e hizo comentarios para la BBC. Su libro más reciente es Lo Primero es Pertenecer a Dios. Un retiro con el Papa Francisco, publicado por editorial Mensajero en 2024. Foto de portada: © Maria Langarica.
Un cónclave que sorprendió
–Austen, tú tuviste una relación bastante cercana con Francisco. Comprendiste las orientaciones principales de su Pontificado y viste en Robert Prevost a una persona que podía sucederlo. Su elección fue sorpresiva para todos, pero parece que para ti no lo fue tanto. ¿Por qué? ¿Qué viste en él?
Es una pregunta muy interesante, ¿por qué tanta gente no lo vio venir? Fijarme en Prevost fue simplemente una cuestión de escuchar atentamente qué estaban diciendo los cardenales en las congregaciones generales, las reuniones pre-cónclave, sobre los criterios que para ellos eran importantes en el próximo pontificado. Y comparar esas características con las de los papables, los que podían ser considerados. Me pareció que su perfil era idóneo.
Nunca conocí a Prevost y no sabía mucho de él, pero lo que me llamó la atención fue que los latinoamericanos hablaban muy bien de él. Y eso me pareció interesante porque llevo muchos años convencido de que América Latina es la fuente de la Iglesia universal, el centro de gravedad en la actualidad, el mainstream. Un poco como había sido Italia durante mucho tiempo en Europa. Y en la práctica, esto significa que dónde esté la Iglesia latinoamericana, es a donde el resto de las iglesias particulares irán. La forma de pensar de los cardenales latinoamericanos para mí es hoy la corriente dominante. Francisco eligió cardenales que tuvieran ese estilo. Lo que es muy notable en la Iglesia de Latinoamérica es que sus cardenales son muy fieles al magisterio en materia de doctrina; no son conservadores, pero tampoco liberales en el sentido europeo. Sí son todas aquellas cosas que asociamos con Francisco. Los cardenales latinoamericanos son muy pastorales, muy misioneros, muy sinodales; la forma de ser de la Iglesia latinoamericana es muy pastoral, se identifica con el Pueblo de Dios.
Al investigar sobre Prevost me di cuenta de que, a pesar de ser norteamericano, era latinoamericano en su forma de pensar, en su forma de ser. Era realmente un pastor latinoamericano, pero que tenía cosas que la mayoría de los cardenales de Latinoamérica no tenían, sobre todo esa experiencia de la Iglesia universal que tuvo como prior general de los Agustinos. Muchos cardenales decían, y también lo dijo unos días antes del cónclave el general de los jesuitas: es vital que el futuro Papa tenga un conocimiento universal de la Iglesia, porque la Iglesia hoy en día ya no es europea, es multipolar, es compleja, tiene una complejidad intercultural. Entonces el Papa tiene que saber manejar y gestionar una Iglesia con esa complejidad. Y si uno lo piensa bien, es muy difícil que un cardenal adquiera ese tipo de experiencia. Un curial romano podría ser, un diplomático podría ser, pero es difícil que aquellos tengan mucha experiencia pastoral.
Influye también el contacto que había tenido con Francisco, quien lo nombra obispo y luego lo pone a cargo de nombrar obispos, básicamente de conformar la Iglesia del futuro. Conociendo a Francisco, que es un gran reconocedor de personas de talento, vi ahí un patrón, digamos que Francisco lo estaba posicionando de alguna forma para que fuera considerado.
Finalmente, otra cosa de la que me di cuenta, es que los cardenales querían, además de un evangelizador, además de un pastor, un “gobernador”, porque gobernar la Curia sigue siendo un desafío para los cardenales, y esa capacidad de gobernar no es tan común. Y Prevost la tenía. Yo hice varias preguntas a cardenales en la Curia Romana y todos hablaban muy bien de él como gobernador, como administrador. Destacaban la forma en que él lideraba los encuentros y reuniones, de cómo incluía a todos. Era decisivo, pero sin aplastar a nadie. Esa valoración positiva no es común en Roma, porque en la curia suelen conocer bien los defectos de los líderes de los dicasterios.
Con todo esto, me convencí de que sería él; tenía sentido para una ampliación y profundización de la reforma de Francisco en la misma línea, pero de la mano de un fraile profundamente espiritual formado por la Iglesia de Latinoamérica. Tenía ese conocimiento universal, dote de idiomas, además de ser de Estados Unidos, que es importante también para alcanzar esa realidad.
–¿Y por qué la gente no lo vio venir?
En parte, porque no era muy conocido; en parte, porque era estadounidense y se daba por sentado que no podía haber un Papa de allá; pero también creo que fue por un problema hermenéutico, en el sentido de que los medios norteamericanos y europeos siguen muy aferrados a esa idea de que la dinámica interna de la Iglesia es una dinámica de liberales versus conservadores, pero hoy en día el colegio cardenalicio no es así. Hay pequeños grupos que se pueden definir así, pero no el grueso. Los cardenales no están argumentando sobre doctrina. Sobre el estilo de ser Iglesia sí, y hay muchas divisiones y muchas tensiones, pero las cuestiones doctrinales realmente están bastante asentadas. Entonces yo creo que fueron esas razones por las que fue una sorpresa para todos.
–¿Por qué se daba por sentado que no podía haber un Papa norteamericano? ¿Qué significa que nuestro Papa tenga sus raíces en Estados Unidos?
Es un mito en parte, porque cuando hablamos de papables no existe una lista oficial, es una invención, sobre todo de nosotros, los periodistas. En el 2013 los vaticanistas comentaban que no podía ser Bergoglio porque tenía 76 años, era demasiado viejo, o porque ya había sido el número dos en el 2005 y no se puede hacer eso dos veces; son ideas a las que todos asentimos, pero después te preguntas ¿por qué no? En el fondo, todos esos son mitos, típicos del groupthink.
En el caso de un Papa norteamericano, siempre se ha dicho que no podía ser por dos razones. Primero, porque la idea de que el Papa de la Iglesia universal también sea americano sería demasiada influencia para los Estados Unidos; lo que se necesitaría, más bien, es un contrapeso. Y segundo, por la división de la Iglesia norteamericana; cualquier Papa que hubiera sido un cardenal obispo en los Estados Unidos en el momento de ser electo sería automáticamente rechazado por la mitad de la Iglesia norteamericana, sería muy difícil curar las divisiones con un Papa que viniera de ahí. Pero ni lo uno ni lo otro aplicaba en el caso de Prevost. Primero, porque, como decía La Repubblica, era “el americano menos americano de los americanos”; realmente es más latinoamericano que americano, por su formación y por haber vivido en tantos países diferentes. Y segundo, porque, como no era ordinario de una diócesis norteamericana, no traía consigo ese virus de la polarización. En cambio, todos hablan de él como un gran constructor de puentes, alguien que realmente sabe superar las divisiones y las tensiones. Por el hecho de ser un americano que se encuentra fuera de la polarización americana, es capaz de curarla. Creo que, al verlo, los cardenales se convencieron cada vez más que en este caso su americanidad sería un don y no una limitación.
–Actuó el Espíritu Santo en el Cónclave…
Lo que no dudo, y he entrevistado a varios cardenales, es que lo que pasó dentro de la capilla Sixtina fue del Espíritu. Han hablado del espíritu de tranquilidad, pero también de alegría que existía en aquel lugar. Allí no hubo partidos discutiendo, cuando volvían a Santa Marta los cardenales no se reunían en grupos de su propio pensamiento ni de su propia lengua. Había una comunión que se había creado desde el inicio.
No sabemos exactamente qué pasó adentro, pero sabemos que Parolin habrá tenido algo así como 30 o 40 votos al principio, habrá sido él quien estaba más al frente junto con otros dos o tres. Prevost habrá tenido también bastantes votos, digamos 15 o 20, pero desde el primer momento él habrá avanzado muy, muy rápido. El momentum habrá sido visto por los cardenales como una prueba del Espíritu y el hecho de que hubiera un consenso en torno de él en cuatro votaciones es en sí mismo una señal del Espíritu. Aunque no es tan sorprendente comparado con los últimos cónclaves, porque en 2013 pasó lo mismo, Francisco fue electo en la cuarta votación –en realidad, la quinta, porque la cuarta hubo que repetirla– o sea, el segundo día. Y lo mismo en 2005 con Benedicto. Eso demuestra que hoy en día los cónclaves son una herramienta muy, muy eficaz y muy buena para que el Espíritu actúe.
Sobre Robert Prevost
–¿Cuál fue la relación que existió entre Robert Prevost y Francisco? Al parecer durante los últimos dos años fueron bastante cercanos.
Sí, todo esto lo descubrí después de la elección. Francisco lo conocía desde hace muchos años, cuando era arzobispo de Buenos Aires y Prevost era prior general. A partir del 2001, 2002, Prevost hizo varias visitas a Buenos Aires, y tengo la impresión de que su relación era muy cercana, muy cordial. Probablemente existía también una fascinación compartida sobre el liderazgo eclesial, sobre la autoridad, una gran preocupación que tuvo Bergoglio siendo jesuita, sobre el cómo ejercer la autoridad cristianamente desde un punto de vista ignaciano, y de Prevost, quien había escrito sobre precisamente eso en su tesis doctoral.
En una entrevista que tuve con Arthur Roche, cardenal inglés y prefecto del Dicasterio para el Culto Divino, me dijo que “sin duda Prevost era el colaborador más cercano a Francisco”. Ambos se reunieron cada sábado por la mañana, por dos horas, desde abril de 2023 hasta febrero de este año. Y Prevost ha mencionado en varias ocasiones el gran efecto que esos encuentros tuvieron sobre él. Él realmente llegó a conocer muy bien el pensamiento de Francisco, y los dos habrán hablado de la visión de la Iglesia. Prevost ha hablado con mucha pasión sobre la misericordia de Francisco, de cómo llegó a entender cuán importante era la misericordia para él. Porque la propia experiencia de Dios que había tenido Francisco era de la misericordia y en su ministerio petrino quería aplicar esa misma forma de actuar, con la humanidad; eso lo llegó a respetar mucho Prevost.
–También, quizás, pudo haber una sintonía entre ambos en torno al mismo Agustín. Dilexit nos, por ejemplo, es una encíclica que tiene mucho de san Agustín. Y la misma Teología del pueblo latinoamericana tiene en sus bases a san Agustín.
Sí, yo diría incluso que san Agustín, de todos los padres de la Iglesia, era el teólogo principal para Bergoglio, más que santo Tomás. Cuando Francisco necesitaba sabiduría tomista siempre se aferraba a los dominicos, pero él mismo hablaba mucho de san Agustín. Entonces había un conocimiento ahí, sobre todo la idea de san Agustín sobre el Buen Pastor. Sí, uno puede imaginar muchas conversaciones muy interesantes entre los dos.
–Además de San Agustín, ¿cómo dirías tú que es el pensamiento de Prevost? ¿Cuáles son sus raíces intelectuales?
Para mí, desde el punto de vista de un biógrafo, no veo mucho “material” escrito, no veo mucha huella. O sea, casi no ha publicado nada. No hay libros de él, aparentemente hay colecciones de cosas, pero no mucho. Hay una tesis doctoral sobre una cuestión eclesiológica canónica, sobre la autoridad, que me parece muy interesante, pero es una tesis doctoral. Y cuando le he preguntado a algunos agustinos que lo conocen, para saber un poco más de él, todos hablan de su periodo de prior general, de su gran capacidad de construir puentes, de incluir, de su liderazgo; pero al preguntar sobre qué es lo que él buscaba hacer, qué cambios buscaba, qué reforma, me contestaban que es difícil porque el prior general no tiene mucha autoridad porque las provincias agustinas son muy autónomas. Entonces, por el momento no hay muchos recursos que extraer, pero aparecerán con el tiempo.
Lo que yo veo en Prevost es una persona muy tranquila, muy segura de sí misma, muy asentada espiritualmente, muy arraigada. Con dotes evidentes de liderazgo, y en eso tiene mucho en común con Bergoglio, porque los dos eran formadores. Bergoglio fue formador, director de novicios y también rector del Colegio Máximo. Prevost tiene exactamente el mismo perfil en Perú, donde creó todo un sistema de formación, una generación entera de agustinos en Perú fue formada por él. Además, veo en él a alguien muy arraigado en la tradición agustina, una persona bastante pragmática, matemático, un filósofo, un canonista, un gobernador que se convierte en pastor, ese es su perfil. Y esta es una diferencia interesante con Juan Pablo II o Benedicto XVI y Francisco. Los tres llegaron a la Cátedra de Pedro con una tela de fondo intelectual muy marcada, muy destacada, muy clara. En el caso de Juan Pablo II, todo su trabajo sobre lo que sería la Teología del cuerpo y de Ratzinger ni hablar, uno de los teólogos más famosos de su época. Bergoglio no era teólogo sistemático, pero venía con una tela de fondo intelectual tremenda –como demostré en mis libros–. En el caso de Prevost, no lo veo como un intelectual, no en ese sentido. Pero sí como una persona con una gran capacidad de aprender y de absorber, y yo creo que eso es tal vez su don principal, su capacidad de escuchar atentamente. Creo que él ha aprendido de la tradición agustina, de la tradición canónica, pero también ha aprendido del pueblo peruano, del santo pueblo fiel.
Imaginar su pontificado
–El hecho de que León haya sido religioso y siempre haya vivido en comunidad como Francisco, es un signo bien importante también para el funcionamiento de la Iglesia hoy, que exista ese acento en el cómo debemos ser.
Sí. Exacto. Y los cardenales decían eso, que les parecía importante un Papa capaz de curar divisiones y heridas dentro de la Iglesia, pero también dentro de la humanidad. En la misa que inauguró su pontificado habló de su deseo por “una Iglesia unida, signo de unidad y comunión, que se convierta en fermento para un mundo reconciliado”. Habló de la necesidad de encontrar la comunión en la Iglesia para servir la unidad de la humanidad. La Iglesia no puede servir a la unión de la humanidad si no sabe vivir esa comunión. Muchos se preguntan qué significa esta idea de León sobre la unidad en la Iglesia, en la práctica. Yo creo que va a significar más sinodalidad, pero también va a significar conversaciones difíciles con, por ejemplo, tradicionalistas y otros grupos enajenados, por ejemplo, personas LGBT, o feministas. O sea, la capacidad de la Iglesia de tener conversaciones difíciles con personas que se sienten frustradas o enojadas por lo que enseña o por cómo es la Iglesia. Pienso que eso va a ser un gran aporte de él. Nos va a enseñar a cómo tener esas conversaciones difíciles y qué significa en la práctica la unidad en la diversidad. Se atribuye a San Agustín la frase “En lo esencial unidad, en lo no esencial libertad, en todo caridad”. Nunca lo dijo, pero expresa muy bien lo que podría ser el programa de León. Francisco siempre decía que la Iglesia no teme la diversidad de pensamiento, lo que hay que evitar es la división. La diversidad es buena, las divisiones, problemáticas. ¿Cómo podemos convertir las diferencias y las tensiones? ¿Cómo podemos hacerlas fructíferas y no divisorias? Ese es el gran don de la sinodalidad. Para mí la experiencia de comunidad apunta a eso, pero podría indicar también otras cosas que todavía no hemos visto.
–En ese sentido, llamó la atención que en su primer discurso haya mencionado el tema de la sinodalidad, pareciera que Prevost quiere continuar con ese camino que empezó Francisco.
Totalmente. Por eso es tan relevante ese discurso que da a los cardenales el 10 de mayo en el aula del Sínodo, cuando habló del camino del Concilio Vaticano II y la interpretación magistral de Francisco en Evangelii gaudium, y luego enumeró ocho puntos que destacó como fundamentales; fue como un programa del pontificado que demostraba que está totalmente en la línea de Francisco. Y eso es importante, porque Francisco abrió una nueva época en la Iglesia, una Iglesia en una época posmoderna o post secular. Tomáš Halík lo llamaría “la tarde de cristianismo”. Juan Pablo II y Benedicto XVI concluyen el diálogo de la Iglesia con la modernidad europea; Francisco introduce una nueva época de una Iglesia multipolar, que es una época muy diferente, donde la Iglesia tiene que comunicar de otra forma, evangelizar de otra forma. Francisco nos mostró cómo, y los cardenales reunidos en el cónclave dijeron “queremos seguir así”. Y León desde el primer momento ha dicho “yo estoy en esa línea”. Eso no significa que va a ser una fotocopia de Francisco, sobre todo en cuanto al gobierno de la Iglesia. A Francisco se le criticaba mucho por no ser sinodal y colegial en su forma de gobierno, la suya era una forma de gobierno personalista –ustedes, los chilenos, dirían que muy típico de los argentinos–. Una autoridad personalista, de grupos pequeños, personas en quien confiaba. Y desconfiaba de la Curia, en parte por la experiencia que él había tenido personalmente: llegó a Roma dolido con la Curia, nunca confiaba en ella y siempre encontraba maneras de actuar por fuera. Había una cosa muy positiva en eso, que él podía desafiar la cultura de la Curia Romana, pero a la hora de reformarla no tenía el apoyo necesario para llevar a cabo la reforma que él mismo había diseñado. Y yo creo que Prevost, que ya fue miembro del Dicasterio desde el 2020 y está en Roma desde el 2023, ha tenido mucha experiencia del Vaticano. Él sabrá muy bien qué es lo que se necesita reformar.
Fue muy significativo que después de ese primer discurso del 10 de mayo haya pedido a los cardenales que se quedaran cinco minutos en silencio. Después, que se reunieran en grupos pequeños de dos o tres, y, finalmente, que hubiera un intercambio libre, donde los cardenales lo ayudaran a él, a León, a definir las prioridades en su pontificado, es decir, una forma colegial y sinodal a la vez. Ahora ¿qué va a significar esto en el futuro? Si va a haber una especie de consejo cardenalicio, quizás una reunión regular de los jefes de los dicasterios en Roma, y quizás una reunión de todo el colegio cada año, tipo senado, que es una cosa que no hizo Francisco, no sé, pero reformas en ese sentido seguro vamos a tener. León, tal vez, va a implementar lo que Francisco quería implementar, pero no podía.
–Siguiendo con esa misma línea, en un artículo tuyo, publicado por la revista Commonweal señalas que León “probablemente reformulará algunos de los temas del pontificado de Francisco en términos más agustinianos”. ¿Cuáles podrían ser esos sellos agustinianos que pondrá Prevost en su pontificado? Y, ¿qué significa que nuestro Papa sea agustino?
La orden se fundó en el siglo XIII, cuando aparecen los movimientos de frailes, porque los agustinos son frailes, no son monjes, y viven según la “Regla de san Agustín”, una regla muy sencilla escrita por él alrededor del 400, que se enfoca mucho en la amistad, en la comunión, la fraternidad. Entonces aquí tenemos un Papa que siempre ha vivido, como Bergoglio, en una comunidad religiosa, que también me parece que eso lo va a marcar.
La tradición de san Agustín es lo que ya estamos viendo en León. Su gran obra, la del corazón inquieto, las Confesiones, ha vuelto a cobrar importancia hoy: la idea de buscar. Una persona inquieta buscando realizarse en Dios, y eso me parece que es muy importante para este mundo y para la Iglesia actual, donde los que llegan a la fe no la heredan, sino que la buscan. Son los que Tomáš Halík llama los ‘seekers and searchers’, los buscadores. Su capacidad de acompañarlos va a definir la Iglesia del futuro. Es un contexto en que el cristianismo no se hereda por identidad, por instituciones, por cultura, sino más por contagio, como decía Aparecida, o sea, por el encuentro personal con la misericordia de Dios. Me parece que san Agustín, vía Papa León, va a tener una nueva relevancia en esta época actual.
Y también por De Civitate Dei, o sea, la idea de que hay una ciudad terrenal y una ciudad divina y el cristiano vive en las dos ciudades a la vez, y tiene que manejar esas dos cosas. Esta época tecnocrática, brutal, impaciente, este nuevo paganismo, tiene mucho en común con el final del Imperio Romano que vivió san Agustín y con la idea de que el cristiano vive de otra manera dentro de esta realidad y se destaca por cómo es, por su forma de ser, precisamente porque es pacífico, caritativo, no discrimina, demuestra por su hospitalidad y su comunión, se destaca en una sociedad individualista, violenta, de rivalidades. Entonces me parece que un agustino en este momento es un gran don.
–¿Dónde crees tú que estará su énfasis pastoral?
Su experiencia como obispo de Chiclayo de diez años es ya bastante conocida, donde era obispo y pastor. Hay una entrevista en Infobae de Virginia Bonard con César Piscoya, un teólogo peruano laico y colaborador de Prevost, que lo acompañaba mucho. En ella cuenta que la diócesis de Chiclayo había estado en manos del Opus Dei durante 60 años, había tenido dos obispos españoles del Opus Dei, es decir, era una diócesis bastante tradicional, sacramentalista. Prevost asume esta diócesis donde, en palabras de Piscoya, había necesidad de conocer mejor el Concilio Vaticano II, la eclesiología del pueblo de Dios, la formación de laicos. Y es muy evidente que esas fueron sus preocupaciones como obispo: la formación y compromiso de los laicos, puso a muchas mujeres en posiciones importantes, ministeriales y de gobierno en la diócesis, y tuvo también un enfoque caritativo muy fuerte de un pastor, siempre con su pueblo.
–¿Qué nos dicen sus primeros gestos como Papa, sus destituciones y nombramientos?
Hay que tener cuidado con leer demasiado. En estas primeras semanas todo lo que él hace está siendo sobre interpretado, y es lógico. Pero me acuerdo de las primeras semanas de Francisco, que tanto captó la atención del mundo, pero también confundió al mundo que estaba tratando de saber quién era. Si era un liberal o un conservador. Y al final, era necesario un tiempo para descubrir realmente quién era en su propia profundidad, lo que iba más allá de las categorías que queríamos aplicar. Lo que yo veo en este momento es que hay demasiadas personas que están tratando de leer a León según sus propios anhelos y deseos, lo que es natural, pero es peligroso, porque después se descubre que en el fondo era más una proyección de ellos que la realidad.
Yo lo comparo un poco con los primeros momentos de Jesús: las muchedumbres eran tremendamente atraídas por todo lo que él hacía. Dice el Evangelio de Marcos, todo lo hacía bien, todo el mundo estaba fascinado con él, pero también lo querían coronar, querían un líder, un rey, según su propia imagen. Y claro que poco a poco Jesús va desilusionando a la gente porque estaban exigiendo cosas que eran de ellos, y él estaba haciendo la voluntad de su Padre, que fue mucho más allá de las categorías de la gente, y el pueblo empieza a abandonarlo. Y yo creo que va a ser un poco así con León, vamos a ir descubriendo de a poco quién es. Y los tradicionalistas que están tan seguros de que va a volver atrás porque lleva la muceta roja en el balcón… no lo creo. También los que creen que va a hacer milagros en términos de reforma de las finanzas por el hecho de ser norteamericano. Vamos a ver, estoy muy consciente en este momento de que lo mejor es esperar e intentar descubrirlo en sus propios términos y no en los términos que nosotros queremos aplicar. Yo personalmente debo tener cierto cuidado en eso porque, como han visto, he escrito bastante sobre la continuidad con Francisco, que para mí es muy importante que lo sea, y creo que habrá continuidad, pero va a profundizar y extender el pontificado de Francisco de maneras que a mí me van a sorprender mucho. Y, como todos, voy a tener que aprender de León otras formas de ser y pensar, como lo aprendí de Francisco; me parece que eso es lo que deberíamos hacer los católicos. El papado existe para eso, para desafiarnos, para llevarnos más allá de nuestras propias categorías, y tenemos que estar dóciles y dispuestos a aprender.
–Por ahora el apodo de “constructor de puentes” pareciera que le queda bien. ¿Será ese quizás su principal carisma?
Creo que será su enfoque, su programa. Es su carisma, el carisma de su tradición agustina. Cada Papa nos trae un atributo divino: Francisco nos trajo la misericordia, en León ese atributo será la paz, esa paz que solo Dios nos puede dar, porque viene de arriba, no de nosotros. Y al abrirnos a esa paz, creamos paz en un mundo que tanto la anhela y la necesita.