17 de noviembre de 2017

Pensar en el fin del mundo y también en el fin de cada uno de nosotros es la invitación que también hoy la Iglesia nos hace a través del pasaje del Evangelio de hoy (Lc 17,26-37). El texto recoge la vida normal de los hombres y mujeres antes del diluvio universal y en los días de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, sembraban, construían, se casaban…, pero luego llega el día de la manifestación del Señor y las cosas cambian.

La Iglesia, que es madre, quiere que cada uno piense en su propia muerte. Todos estamos acostumbrados a la normalidad de la vida, horarios, compromisos, trabajo, momentos de descanso, y pensamos que siempre será así. Pero un día vendrá la llamada de Jesús que nos dirá: “¡Ven!”.  Para algunos esa llamada será imprevista, para otros tras una larga enfermedad, no lo sabemos. ¡Pero la llamada vendrá! Y será una sorpresa, pero luego estará la otra sorpresa del Señor: la vida eterna. Por eso, la Iglesia en estos días nos dice: párate un poco, detente para pensar en la muerte. Suele pasar que, incluso la participación en las velas fúnebres o ir al cementerio, se convierta en un acto social: se va, se habla con las demás personas, en algunos casos hasta se come y se bebe: es una reunión más, para no pensar.

Y hoy la Iglesia, hoy el Señor, con esa bondad que tiene, nos dice a cada uno: “Detente, párate, no todos los días serán así. No te acostumbres como si esto fuese la eternidad. Llegará un día en que tú serás llevado, y otro se quedará”. Es ir con el Señor, pensar que nuestra vida tendrá fin. Y eso nos hace bien. Nos hace bien ante el inicio de una nueva jornada de trabajo, por ejemplo, donde podemos pensar: “Hoy quizá sea el último día, no sé, pero haré bien mi trabajo”. Y así en las relaciones con la familia o cuando vamos al médico, etc.

Pensar en la muerte no es una mala fantasía, es una realidad. Si es mala o no depende de mí, de como yo la vea, pero que será, será. Y allí será el encuentro con el Señor, eso será lo bueno de la muerte, el encuentro con el Señor, será Él quien venga a nuestro encuentro, será Él quien diga: “Ven, ven, bendito de mi Padre, ven conmigo”.

Y cuando llegue la llamada del Señor ya no habrá tiempo para arreglar nuestras cosas. Un sacerdote me decía hace poco: “El otro día encontré a un sacerdote, de unos 65 años, más o menos, que padecía algo malo, y no se sentía bien. Entonces fue al médico y le dijo, después de la visita: “Mire, tiene usted esto, y es algo malo, pero quizá estemos a tiempo de detenerlo. Haremos esto, y si no se para haremos esto otro, y si no se para comenzaremos a caminar y yo le acompañaré hasta el final”. ¡Estupendo ese médico!

Pues nosotros también, acompañémonos en ese camino, hagamos lo que sea, pero siempre mirando allá, al día en que el Señor vendrá a llevarnos para irnos con Él.

 

 


Fuente: almudi.org

Últimas Publicaciones

El testimonio de la Iglesia que vive en la periferia —muchas veces minoritaria, pobre o perseguida— estará presente en el Cónclave, a través de Cardenales que encarnan esa fe resistente. Su mirada y experiencia serán un aporte clave en el discernimiento del futuro de la Iglesia.
El cardenal Giovanni Battista Re, Decano del Colegio Cardenalicio, presidió la misa exequial por el difunto Santo Padre el sábado 26 de abril en la Plaza de San Pedro, destacando su cercanía al pueblo y su legado de misericordia. “Recorrió el camino del servicio hasta el último día de su vida”.
Poder reflexionar sobre las inquietudes que ocupan a la Iglesia y a sus pontífices es una vocación fundacional de la revista Humanitas , la que ha acompañado a lo largo de su historia a tres Papas. Acompañar a Francisco fue una tarea especial debido a la relevancia que fue adquiriendo la fuerza e identidad católica del continente latinoamericano. Compartimos a continuación algunos escritos que profundizaron, a lo largo de estos doce años, en diferentes aspectos de su pontificado.
Revistas
Cuadernos
Reseñas
Suscripción
Palabra del Papa
Diario Financiero