Es un bello y popular nombre de mujer. Pero también una situación muy aborrecida. Varón o mujer, el Hombre se define como animal racional y social. Necesita, está programado para comunicarse y entrar en comunión con otros. La alegría compartida se multiplica por dos. La tristeza compartida se divide por dos. Poner a un hombre en celda con total, indefinida incomunicación debería penalizarse como tortura. Es antihumano.
Lamentablemente abundan hoy personas que sin haber cometido falta alguna viven (¿viven?) sin tener con quién compartir un pensamiento o mantener una conversación. En el Reino Unido son 9 millones. Su soledad reviste caracteres de epidemia o catástrofe social. Al no poder comunicarse desarrollan ansiedad, enfermedades cardiovasculares, demencia y depresión tanto o más letales que la obesidad o que fumar 15 cigarrillos diarios. Dolor y daño personales que tienen, para el Estado, costos sociales: 10 años de soledad de un adulto mayor sobrecargan las arcas fiscales en 6800 Euros.
Por eso se ha creado, en el Reino Unido, el Ministerio de la Soledad, a cargo de una mujer, Tracey Crouch. Antes, en 2016, Emiratos Arabes Unidos habían instaurado el Ministerio de la Felicidad, que India replicaría con el mismo nombre en 2017. Para la anécdota: Venezuela, en 2013, ideó un Viceministerio para la Suprema Felicidad Social del Pueblo…
Los contrasentidos saltan a la vista. Nunca antes los hombres dispusieron de tanta facilidad para comunicarse instantáneamente, por escrito, de palabra y hasta viéndose mutuamente, desde cualquier parte de la tierra y del espacio. Facilidad que degeneró en adicción morbosa, la nomofobia: esa patológica ansiedad y miedo de no contar con un celular. Nomofobia que a su vez gatilló la incapacidad de entablar comunicaciones reales y presenciales; mucho menos empatías y solidaridades personales. Estamos más comunicados y más solos que nunca.
Y ¿presumen los Gobiernos de vencer soledades y asegurar felicidades desde organismos burocráticos? ¿No son los Gobiernos los que desde sus oficinas y Parlamentos desnaturalizan, banalizándolo, el matrimonio y legalizan, fomentándolo, el asesinato del que está por nacer? La ley de la naturaleza creó la Familia como el núcleo originario de la comunión y solidaridad entre seres humanos que se saben y sienten embarcados en un destino común. Por eso es la Familia la fuente indisputada de confianza, gratificación e incondicional apoyo que difícilmente una persona encontrará en entes burocráticos estatales. Si los Gobiernos cumplieran su obligación, natural y primordial, de fortalecer la Familia generarían un gigantesco ahorro fiscal en Ministerios, Secretarías y Servicios de Educación, Salud, Mujer, Niño, Juventud y Adulto Mayor. Con esos recursos, restados a burocracias probadamente inútiles, podrían subsidiar a quienes nunca conocieron o ya perdieron la dichosa experiencia de comunión familiar.
Para vencer la soledad existe, hace milenios, el natural ministerio llamado Familia. Sobre el Viceministerio para Suprema Felicidad Social, pregunten a un venezolano.
Fuente: Diario Financiero
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