Palabras del Decano de la Facultad de Ciencias Sociales en la presentación del número 86 de revista HUMANITAS, el 8 de enero de 2018 en el Salón de Honor de la Casa Central UC.

Con ocasión de la visita del Papa Francisco se ha preparado este número de revista HUMANITAS con el lema “Bienvenido Papa Francisco” que recoge una variedad muy amplia de ensayos, artículos, y comentarios acerca de la figura y enseñanzas de Francisco, todos recogidos y presentados con la delicadeza y precisión que ha caracterizado a esta revista tan singular. Me hago eco principalmente del elogio de Guzmán Carriquiry –estrecho colabrador del Papa- quien califica este número como una de las mejores contribuciones que se han dado en una visita papal en Latinoamérica.

Entre todo el rico material que contiene este número, deseo destacar el artículo de Massimo Borghesi que remite a su libro “Jorge Mario Bergoglio. Una biografía intelectual” brevemente presentado –también en este mismo número de Humanitas- por Guzmán Carriquiry en este esfuerzo especial que hacemos por comprender quién es el Papa Francisco, las raíces de su pensamiento y el sentido que puede adquirir su misión. Borghesi intenta establecer un puente entre la voluntad de simplicidad y pobreza que anima al Papa que se cuenta entre los que prefieren el “sencillo camino de la fe” (como dice el mismo “su forma sencilla de hablar, su manera directa de expresarse y de llegar al corazón de la gente”) que contrasta con la cultura intelectual europea tan elocuentemente condensada en la teología de honda raíz académica de Benedicto XVI, por lo demás también admirable. Este desdén europeo hacia el populismo de Francisco es injustificado según Borghesi quien encuentra que el Papa –sin perder su entronque con la teología popular latinoamericana- ha bebido ampliamente de las grandes fuentes de la renovación teológica europea postconciliar entre las que se cuenta Guardini, De Lubac y von Balthasar. Como se sabe alguna vez Bergoglio se marchó a Alemania para hacer su tesis doctoral sobre Guardini. De von Balthasar se ha tomado su famosa sentencia “sólo el amor es creible”, lo que significa que la fuente de Verdad es finalmente la Misericordia que inaugura lo que se llama el camino kerigmático que seguramente será el camino del pontificado de Francisco, el que reclama la “dinámica de los primeros tiempos” y la comparescencia del Espíritu en todo lo que hacemos. No es populismo o anti-intelectualismo afirmar que la Verdad sólo se revela a través de la Misericordia y se acredita no sólo ni principalmente a través de argumentos (de una teología elaborada académicamente) sino del testimonio del amor cuya fuente inagotable es el amor de Cristo por el hombre. No sólo el Amor es más fuerte como dijo maravillosamente Juan Pablo II, también es más creíble, la única fuente de credibilidad a la que puede aspirar la Iglesia que debe renovarse permanente y completamente en este espíritu. Vale la pena recordar el extraordinario libro que von Balthasar (el teólogo más eminente de la era post-conciliar) le dedica a Teresa de Lisieux, la figura más saliente del siglo XX del “sencillo camino de la fe” (del “caminito como se decía). Dice textualmente von Balthasar que “Teresa ha vivido antes de haber escrito” (e incluso antes de haber leído alguna cosa) y que toda su necesidad de verdad trató de buscarla y satisfacerla en la realización de la palabra de Dios en su propia existencia, a través de la cual puede descubrirse que toda la Verdad puede estar efectivamente contenida en la existencia más común y corriente que pueda imaginarse y en las tareas ordinarias de todos los días.

Humanitas presenta asimismo una reflexión del filósofo y político católico italiano Roco Buttiglione tan cercano a esta revista quien hace la conexión ya no europea sino lationoamericana del Papa Francisco que remite –como se sabe- a la doble influencia de Alberto Methol Ferré y del teólogo argentino Lucio Gera, cuyos restos el mismo cardenal Bergoglio –según se cuenta- trasladó a la catedral de Buenos Aires en homenaje de aprecio y de estima. Buttiglione recuerda sobre todo la interpretación de Methol de la modernidad latinoamericana como una modernidad católica, barroca y popular. Muchos de los temas de Methol Ferré fueron recogidos y ampliados por Pedro Morandé en nuestro país, cuyo último libro que recoge textos de antropología cristiana ofreceremos al Papa en su próxima visita a la Universidad. Valga también esta ocasión como preanuncio del libro de Pedro Morandé y como homenaje a su contribución a la revista Humanitas de la que fue miembro fundador. La expectativa de Methol fue dotar a la Iglesia latinoamericana de conciencia de sí misma como Iglesia fuente (y no meramente espejo de lo que se hace en otro lado). Esa conciencia dependía de la vitalidad que pudiese adquirir la colegialidad episcopal entre los obispos latinoamericanos reunidos sucesivamente en torno al Celam (que prefiguraba una necesidad siempre frustrada de unidad latinoamericana). Pero también era indispensable fundar esa conciencia en la propia historicidad de la Iglesia latinoamericana, en su capacidad de reconocer y valorar su sustrato cultural católico y proyectarlo creativa y originalmente hacia el futuro. Buttiglione hace ver los límites de esta aventura intelectual de Methol con los ojos de hoy desde luego, la dificultad de pensar el ecumenismo en medio de un contraste tan marcado entre la modernidad protestante y católica (que remite también hoy a la necesidad de pensar en nuestro continente como una región menos unánime religiosa y culturalmente que lo que fue otrora). También entonces se pensó que podía ofrecerse una alternativa válida a la modernización capitalista –un “socialismo cristiano”- que soslayara los riesgos del individualismo y del estatismo, algo sobre cuya factibilidad existen tantas dudas hoy en día.

No deberíamos ocultar la influencia de la llamada “teología del pueblo” de Lucio Gera, algo más escondida y obliterada y que forma parte dela sospecha de populismo que rodea al Papa Francisco. La teología del pueblo (como la teología de la liberación) pretendieron hacer una teología latinoamericana desde la experiencia del pueblo latinoamericano. ¿Qué es el pueblo? E pueblo es inequívocamente el clamor de justicia que proviene de los pobres de nuestro continente. Eses clamor ha sido escuchado y atendido por la iglesia latinoamericana desde su mismo comienzo, sea bajo la forma de la justicia propiamente tal como en Bartolomé de las Casas o de la caridad como en Pedro Claver en Cartagena de Indias. No había necesidad de buscar una respuesta a ese clamor fuera de la Iglesia y de su amplia y fecunda tradición de defensa de los pobres, los esclavos y los indígenas. No debemos esperar sino que Francisco se haga eco de este clamor, como lo hizo Juan Pablo por lo demás con su célebre expresión, “los pobres no pueden esperar”. Llamo la atención sobre los textos en esta edición de Humanitas de José Joaquín Brunner sobre la expectativa que muchos tienen acerca del mensaje social en esta visita del Papa y la demanda de Ricardo Lagos por una nueva Rerum Novarum para el siglo XXI que recoja los anhelos de equidad social templados hoy también bajo el imperativo de una amplia ecología humana que incluya la protección de la diversidad de las comunidades y del entorno natural.

Pueblo es también, sin embargo, “pueblo de Dios” por donde volvemos a encontrar el “sencillo camino de la fe” en este caso de la “fe de los sencillos”, tan a menudo despreciada por intelectuales, devotos de sacristía y teólogos de academia. Francisco proviene de esta tradición de revalorización de la religiosidad popular de la que nuestro mejor exponente chileno es el padre Joaquín Alliende –recordado también por Buttiglione en este número- para el que también rendimos un homenaje por su vasta tarea de recopilación y edición de textos y símbolos del marianismo popular, así como de promoción de una pastoral de santuarios. El Papa atribuye al pueblo una sencillez de vida y una fidelidad singular a Dios (que falta muchas veces en las elites) bajo la cual modelar la vida entera de la Iglesia. Permanecer cerca de los pobres significa atender el clamor de justicia que proviene de cualquiera que sufre alguna inequidad (o que se encuentra en la periferia como le gusta decir), y también significa dejarse empapar por la fe de los sencillos que cualquiera de nosotros puede apreciar en un santuario de baile o de peregrinación. El Papa le atribuye al “pueblo fiel de Dios” una competencia religiosa especial hasta el extremo que en un gesto inaudito –en su primera aparición en la Plaza de San Pedro- le pide a ese pueblo que rece por él desafiando de paso una larga tradición de nuestra iglesia que suele concederle competencia religiosa solamente a los clérigos. Este aprecio singular por la fe del pueblo común y corriente no es populismo, sino un vibrante llamado a construir la Iglesia en la humildad, la sencillez y la benevolencia cuyo ejemplo ha sido tomado del primer Francisco del que el Papa ha tomado también inéditamente su nombre pontifical.

Invitamos a todos a leer este número de HUMANITAS que embellece de manera muy especial la visita del Papa a nuestro país y a nuestra Universidad.


 Eduardo Valenzuela, Decano Facultad de Ciencias Sociales UC

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