Este trabajo es una reflexión en torno a la enfermedad, fenómeno que ha afectado a la humanidad desde sus inicios, y a los esfuerzos desplegados por algunas personas con una vocación especial para intentar erradicar este mal o al menos paliar sus efectos, investigar sus causas y prevenirlas. El artículo pretende demostrar la necesidad de consideraciones filosóficas y antropológicas con el objeto de lograr una mejor comprensión de esta irrupción en la vida humana, que tiene aspectos que, sin duda, trascienden el hecho mismo del daño que produce y que, muchas veces, cambia radicalmente el proyecto de vida del que la sufre e, incluso, en ocasiones, el rumbo de la historia.

Foto de portada: "Una sala del hospital durante la visita del médico en jefe"  por Luis Jiménez Aranda, 1889 (Óleo sobre lienzo) Museo del Prado
A la memoria de Manuel Quintana Villar,
quien investigó, practicó y enseñó la medicina psicosomática. 
Con agradecimiento a Alejandro Serani y Manuel Lavados,
quienes nos enseñaron los fundamentos filosóficos de la medicina y de la ética médica.
“La ciencia es magnífica Alexsei, el hombre progresa, esto es natural...
sin embargo, echo de menos a Dios”.
Dimitri Karamazov a su hermano Aliocha. Fedor Dostoiewski

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 En 1954, el físico y filósofo Carl von Weizsäcker, en su “Historia de la Naturaleza”, relata la grandiosa creación del cosmos, pero al llegar a la creación del hombre, decepcionado por la elección de este de una ciencia sin amor, detuvo su narración, y haciendo suya una cita de Angelus Silesius en “El Peregrino Querubínico”, exclamó: “Amigo, basta: si quieres leer más, hazte escrito y escritor” [1].

Siguiendo esta invitación, nos decidimos a escribir acerca de lo que desde hace largo tiempo nos ha preocupado, aquello que llamamos enfermedad y hemos intentado aprehender su esencia, pues nos parece que no es una mera privación de la salud, como se la suele calificar. Pero, ¿en qué consiste esta privación? Inicialmente podríamos decir que corresponde a cualquier alteración que perturbe significativamente –en su estructura o en su función– la vida plena de un ser humano. Autores como Alejandro Serani [2] y Mauricio Besio [3] se han aproximado a este tema de forma valiosa, creemos que nuestro trabajo viene a complementar su aporte.

La enfermedad es un ente: una realidad compleja

Qué duda cabe acerca de la importancia de la enfermedad en la vida de los hombres. Desde tiempos muy remotos, ella ha constituido una preocupación constante. Empero, nos parece conveniente llevar esta cuestión a una época histórica en la que el pensamiento dejó de ser mágico y se fundó en la razón, como en la antigua Grecia. En aquel período, el filósofo Parménides describió la naturaleza constituida por lo que llamó Entes o Seres y a la facultad del hombre para identificarlos, la llamó Nous [4]. Respecto a ello, en su Libro V de la Metafísica, Aristóteles –más tarde refrendado por Santo Tomás de Aquino [5]– explicó que el ente o ser se dice de dos maneras: de una primera, como aquello que pone o añade algo en una cosa y de una segunda, significando todo aquello de lo cual se puede emitir una proposición afirmativa, aunque nada agregue sobre una cosa. Extrapolando estos conceptos a la enfermedad, si es tumoral, por ejemplo, agrega algo; en cambio, si es funcional y sin alteraciones morfológicas, puede ser considerada de la segunda manera.

La enfermedad (Pathos) es un enemigo de la naturaleza (Physis) viva, destruyendo su estructura y su función; sin embargo, ellas pueden ser restauradas por la facultad de corregir el daño. Este concepto nació en Grecia hace unos 2.500 años en la escuela del gran médico Hipócrates, considerado el padre de la medicina y de la ética médica.

Nos permitimos una digresión del relato, para referirnos a una ampliación aplicada en nuestros tiempos del concepto hipocrático de enfermedad recién descrito. En efecto, es interesante aludir a la teoría planteada por Ludwig von Bertalanffy [6] quien se refiere al estado de salud que llamó “de los sistemas abiertos”. Se trata de una teoría en que la vida en el hombre se mantiene en virtud de una importación y exportación de elementos, en continuo intercambio y en la incesante destrucción y reconstrucción de sus componentes, conservando, sin embargo, un estado uniforme. Este equilibrio, llamado fluyente, podría ser perturbado por la enfermedad que obligaría a la naturaleza del paciente a establecer un nuevo equilibrio, aunque de menor valor biológico (Figura 1).

 

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Fig. 1: "Equilibrio Fluyente". Se ilustra la relación entre la persona y su medio, y cómo éste puede ser perturbado por la aparición de la enfermedad. Ilustración propia.

En tanto, en la Edad Media, el conocimiento filosófico intentó abarcar el cosmos en su totalidad; las ciencias de la naturaleza se consideraron “filosofía segunda”, subordinada a la filosofía primera y no tuvieron un desarrollo significativo. Sin embargo, la medicina medieval recibió la influencia del cristianismo y del mundo árabe-persa. Del cristianismo, la caridad y la posibilidad de cambiar el sentido del mal –que es la enfermedad– por un bien espiritual; la creación de los hospitales y las universidades. Del mundo árabe-persa, la ciencia y el arte médicos. 

Nos parece oportuno mencionar aquí que ya en el siglo IV a.C., Aristóteles hizo una antropología que siglos más tarde, en la Edad Media, Santo Tomás de Aquino continuó. Algunas de las ideas principales de este teólogo y filósofo medieval son: Dios existe; el hombre es “creado a imagen y semejanza de Dios”, en consecuencia, hay “vida divina en nosotros”. 

El ser humano posee un componente espiritual, distinto al cuerpo. Se trata del “alma”, pero unida a este último sustancialmente, no accidentalmente. El alma, –componente espiritual del hombre– expresa Santo Tomás es la forma sustancial del cuerpo y lo “anima”, lo hace humano. Señala: “Es manifiesto que el alma es lo primero por lo que vive el cuerpo. Y como la vida se manifiesta por diversas operaciones en los distintos grados de vivientes, el alma es aquello por lo que primeramente realizamos cada una de estas operaciones” [7]. Por esto nuestros actos, incluso los de carácter más fisiológico-vegetativo son siempre “físico-espirituales”; cuando actuamos con el cuerpo, lo hacemos en forma corporal y espiritual a la vez. Añade este pensador “aquello por lo que un cuerpo ejerce su actividad es su forma sustancial”. Un cuerpo para obrar necesita primero ser; luego para obrar de un modo determinado, necesita tener una determinada naturaleza. Y el principio por el que tenemos determinada naturaleza es justamente el alma. El alma unifica la vida del hombre y el hombre sigue siendo hombre aún cuando no despliegue o no logre desplegar, o pierda sus facultades mentales.

Metodología analítica y reduccionista

En los siglos XVI y XVII, ocurrió un cambio notable. La filosofía fue desplazada por las ciencias de la naturaleza. Aparecieron científicos en diferentes áreas que incluían la biología y la medicina. Entre ellos, destacamos a Roger Bacon, Isaac Newton, Galileo, Paracelso y Harvey. En esa época, René Descartes [8] intentó renovar en forma radical la filosofía, ignorando lo que propiamente es la metafísica y creó una antropología separando la parte espiritual del hombre –res cogitans– de la parte corporal que llamó res extensa [9] Esta disyunción de la naturaleza, que persiste hasta la actualidad, tuvo como efecto un desarrollo extraordinario de la física y de la biología. Sin embargo, en cuanto a su relación con la medicina, acarreó como consecuencia, frente a un inmenso avance del conocimiento del cuerpo humano, una despreocupación por su parte inmaterial.

Esta metodología resultó ser mecanicista-analítica y reduccionista, separando el componente anímico y espiritual del hombre. A pesar de ello, los avances de la investigación científica mediante esta metodología, han sido notables en las últimas décadas y a ellos se ha agregado un ingente desarrollo tecnológico. No obstante, este método, resulta, como se ha dicho, reduccionista, pues ignora realidades más complejas e inciertas que no obedecen a los principios de la física y que pueden analizarse con un método sintético-holístico al que nos referiremos más adelante. 

Las consecuencias que ello acarrea fueron denunciadas por el filósofo Jorge Peña Vial, en 1997 en su ponencia "La Inevitabilidad de los Problemas Filosóficos en Medicina" dictada en la Primera Jornada Interdisciplinaria en Bioética, en la Pontificia Universidad Católica de Chile. El Dr. Vicente Valdivieso D. –Premio Nacional de Medicina– señala al respecto: 

Este enorme progreso científico y tecnológico ha tenido también consecuencias indeseadas. Ha fraccionado la medicina en un archipiélago de especialidades inconexas y muy tecnificadas, que a menudo parece olvidar los valores generales en los que se funda nuestra profesión: la comprensión amplia del fenómeno de la salud y la enfermedad, las limitaciones inherentes al ciclo vital de nuestra especie, las habilidades de la clínica clásica y los principios y valores del humanismo que desde la época de la medicina hipocrática constituyen la base insustituible  de nuestra relación con los enfermos. [10]

Con el objeto de ilustrar el extremo al que puede conducir un estudio exclusivamente analítico, intercalamos un episodio anecdótico ocurrido el siglo XIX. Napoleón Bonaparte, solicitó al físico Laplace que le enseñara el movimiento de los astros. Al final de su exposición, el emperador le pregunta: “¿Y en todo esto dónde está Dios?” Y Laplace –que negaba la existencia de Dios– responde: "Majestad, Dios es dispensable" [11].

Si bien hay quienes piensan que los triunfos obtenidos con la metodología analítica, podrían continuar indefinidamente, y a pesar de la indudable adquisición de nuevos conocimientos y tecnología (tales como biología molecular, genoma, empleo terapéutico de radio–isótopos, resonancia magnética, tomografía por positrones, robótica, el reciente descubrimiento del microRNA circulante que parece tener una función de comunicación intercelular e intervención en los genes inhibiéndolos o excitándolos), estimamos que ellos no han significado necesariamente una mejor relación con los pacientes generando un desencanto, fruto de la diferencia entre las expectativas y la realidad. Más aún, esto no se ha acompañado de un mayor conocimiento del alma humana, en la que obviamente hay que creer para comprenderla.

El método analítico evidentemente adolece de limitaciones. En efecto, el concepto de la verdad en la investigación, arroja un resultado fragmentario y parcial. Es ilusorio el pensar que uniendo los fragmentos se alcanzará dicha verdad, pues como bien escribió Jakob von Uexküll (1936) en su Theoretical Biology, la ciencia solo ve una parcialidad de la verdad de la naturaleza y ello varía con el punto de observación seleccionado [12]. Por añadidura, es muy difícil con el método científico mencionado, crear una hipótesis o una teoría. Además, el método científico vigente obstaculiza conocer las raíces de muchas afecciones que alteran el alma. En cambio, paradójicamente, la naturaleza aparece en toda su integridad y matices en una madre amamantando a su pequeño hijo. También, en un campesino o en un jardinero que conocen la naturaleza por connaturalidad afectiva, así como también en aquellos agentes sanitarios que consideran al paciente en su integridad. 

Ahora bien, ¿qué entendemos por conocimiento por connaturalidad afectiva? Una forma de conocimiento intelectual de lo singular aprehendido por el afecto experimentado hacia él por el cognoscente. Es, por tanto, requisito para que se dé esta clase de conocimiento que exista en el cognoscente un interés muy especial por lo conocido. 

En tanto, en el campo de la medicina, coloquialmente se habla de “ojo clínico” para referirse a la habilidad con que cuentan algunos facultativos que son capaces de percibir la dolencia que aqueja a un enfermo sin necesidad de esperar el resultado de los exámenes que confirman su diagnóstico. Más aún, cuando este médico es, a su vez, profesor de futuros médicos, en sus clases puede traspasar a sus estudiantes este conocimiento adquirido por la experiencia, que podríamos llamar, también, conocimiento por connaturalidad afectiva. 

Visión sistémica-integrativa

Ciertamente, parece insensato rechazar el método analítico debido a sus limitaciones; pues ha logrado notables progresos en la ciencia y en la medicina, pero nos atrevemos a plantear un pensamiento que lo amplía y reorienta hacia un objetivo más alto y enriquecedor que hemos llamado visión sistémica-integrativa (Figura 2).

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Fig. 2: "Visión sistemática - integrativa". Se representa la integralidad del método sistémico. Ilustración propia.

 

Esta concepción no es estrictamente original y tiene algunos notables predecesores, tales como Sir William Osler, Gustav von Bergmann, Pedro Laín Entralgo, Carlos Jiménez Díaz y más recientemente Jérôme Lejeune y Thure von Uexküll. En este listado, no podemos dejar de mencionar a Thomas P. Almy [13], médico norteamericano, que tiene el mérito de haber demostrado, por primera vez, la relación que hay entre las emociones o el daño físico con una reacción inflamatoria, secretora y motora intestinal, y más aún un proyecto de tipificación de diversas formas caracterológicas del llamado Síndrome de Intestino Irritable. 

Es, asimismo, de toda justicia nombrar a Viktor von Weiszäcker, creador del concepto de crisis biográfica, que puede desencadenar una enfermedad somática y, además, quien incorporó la enfermedad en la biografía del enfermo [14]. Asimismo, él enriqueció los estudios clínicos incluyendo en la anamnesis las siguientes preguntas: ¿cuándo?, ¿dónde?, ¿qué? y ¿por qué? –a las que podríamos agregar ¿cómo?–, que junto al examen físico, dan una visión completa y coherente de la afección del enfermo y podrían explicar el curso y las recaídas de la enfermedad [15].

La antropología humana y su vínculo con la medicina

Fueron teólogos quienes desarrollaron la reflexión acerca de la noción de persona al estudiar, por ej., el misterio de la Trinidad o el de la Encarnación. Esto repercutió sobre la filosofía de su época y más tarde sobre la misma ética médica, al trasladar por analogía discusiones teológicas a discusiones antropológicas sobre la naturaleza humana.

A continuación, queremos referirnos a estudios sobre antropología humana relacionados con la medicina, y que solo han sido desarrollados en las últimas décadas, llenando un vacío de gran importancia. Para eso, conviene recordar a Pedro Laín Entralgo, quien describió la enfermedad "como una alteración del proceso psicofísico de la vida" [16]. Este autor plantea que el ser humano está compuesto por cuerpo, alma y espíritu. Entre el alma y el espíritu está el "yo" que observa las operaciones del alma, padece la enfermedad, pero es libre para decidir. En cuanto al espíritu, es lo que hace a la persona humana abierta a la trascendencia y a Dios [17-18] (Figura 3).

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Fig. 3: "Cuerpo, alma y espíritu". Se ilustra la relación entre el cuerpo, el alma, el espíritu y la enfermedad. Ilustración propia.

Sesenta y cinco años después (2020) J.F. Selles, siguiendo el pensamiento de Leonardo Polo, en su obra “Quién es el hombre” [19] y, como anteriormente, Laín Entralgo, distingue en el hombre tres elementos, de los cuales solo el superior es el denominado persona [20-21]. Los otros componentes son: cuerpo (naturaleza) que conforma las funciones y facultades dotadas de soporte orgánico y lo inmaterial del hombre que incluye la inteligencia y la voluntad (alma). La raíz activa de estas potencias y que es superior a ellas es el “yo”, sector intermedio que se puede nombrar como esencia del hombre. Por fin, la persona o espíritu que constituye la intimidad humana, es la parte más activa y perfecta del hombre, la más noble. El doctor Francisco J. Larraín, inspirado por Tomás de Aquino, considera que el acto de ser persona es aquello radical en la creatura humana y solo puede ser entendido en la medida en que se considera absolutamente dependiente de Dios. Comprendido, así, el acto de ser no es una propiedad equivalente en todos los seres y posibilita entender que no cabe alcanzar el carácter personal al margen de la dependencia de Dios, aunque el "yo", que es libre –equivocadamente– pueda negar su existencia. Esto permite alcanzar los trascendentales personales: la coexistencia de la libertad, el entender y el amor personales.

La antropología trascendental de Leonardo Polo entronca con esta concepción tomista. Para Polo, la persona es el acto de ser del hombre que se distingue de su esencia (cuerpo y alma), cuyo ápice es el yo, que es la persona vuelta a las operaciones de sus mismos componentes. Por su parte, toda enfermedad, sea grande o pequeña, afecta el cuerpo y el alma; sus manifestaciones físicas son aparentes y localizables y constituyen generalmente, cuando existen, un fundamento importante para su diagnóstico. La comunicación entre alma y cuerpo en salud o enfermedad, es permanente y su actividad es circular tal como lo ha descrito Jorge Peña [22]: o sea de alma a cuerpo y de cuerpo a alma. Esta causalidad circular se observa en el estado normal de los seres vivos y también en la patología, como lo veremos más adelante. 

Esta visión contrasta con el dualismo platónico o cartesiano y con reducir la totalidad del hombre al cuerpo, como afirma Jean Paul Sartre [23] o identificar alma con cerebro (Francois Jacob) [24] o reducir lo humano solo a lo biológico y añadir que la biología no es otra cosa que física (Jacques Monod) [25].

Los factores que facilitan la enfermedad son los siguientes: vulnerabilidad específica heredada genéticamente (atenuada por virtudes personales o aumentada por vicios); agresiones materiales (trauma físico, enfermedades infecciosas, inmunológicas, degenerativas, etc.), e inmateriales tales como, crisis biográfica, traumas psíquicos y situaciones de estrés emocional. Al respecto, podemos agregar que la patología médica, en ciertas especialidades y regiones del mundo, ha disminuido o desaparecido gracias a los adelantos de la medicina preventiva y curativa; así, por ejemplo: viruela, poliomielitis, lepra; sin embargo, –sin conocer su causa exacta– han aparecido enfermedades nuevas autoinmunes, mentales y virales, como la actual pandemia de coronavirus.

La metodología analítica ha sido usada hasta el día de hoy en la investigación médica y sus logros han sido muy significativos en cuanto a las terapias, particularmente en nuevos fármacos como los de tipo biológico y por radioisótopos. Sin embargo, su introducción en la enseñanza de la medicina no ha sido apropiada. Es evidente que el avance de los conocimientos y de la tecnología médica obligó a la creación de especialidades que la fragmentaron. 

No obstante, la medicina ha de considerar al enfermo como una sola entidad integrada, obligando a todo médico, cualquiera sea su especialidad, a tener en mente esta consideración en su práctica profesional. En consecuencia, a pesar de la notoria subdivisión de la medicina, siempre en el corazón del médico, debe estar la necesidad de considerar a su paciente en toda su complejidad de persona. Desgraciadamente, los intereses prácticos y económicos han fragmentado esta visión. Deseamos, por ello, una corrección tanto de los estudios médicos como de las disposiciones vigentes que faciliten que el trabajo del médico sea realmente integral.

Quisiéramos dar un ejemplo de la apertura a esta “metodología sistémico integrativa”. En efecto, es interesante relatar la historia de dos enfermedades autoinmunes, la enfermedad de Crohn y su hermana, la colitis ulcerosa. La primera, fue descrita en 1932 como “ileítis regional”; a poco de andar, se observó que estos enfermos podían presentar un daño inflamatorio desde la boca hasta el recto y ano, más aún, podía comprometer una serie de otros sistemas tales como ojos, articulaciones, piel, hígado, tiroides y, por consiguiente, se trataba de una enfermedad potencialmente polisistémica.

Ambas enfermedades, que se han descrito posteriormente como “Enfermedad Inflamatoria Intestinal”, presentan un interesante nuevo enfoque planteado por los doctores J.E. Mawdsley [26] y David Rampton: a la característica genética-hereditaria de la afección, se atribuye una mono causalidad desencadenada por lo que los autores llaman estrés que excita la corteza cerebral, la cual actúa sobre el eje cerebro neuro hormonal y activa el sistema inmunitario de varios órganos con intensidad variable y puede dar lugar a una reacción morfológica de tipo inflamatorio. Este proceso, retransmitido por vía neuronal, de vuelta al cerebro retroalimenta el estímulo del eje neuronal mencionado ya sea positiva o negativamente. Por ello, esta causalidad tiene un carácter circular, lo que –nos parece– constituye una novedad fisiopatológica (Figura 4). Creemos que esta concepción puede ser aplicada a otras enfermedades auto inmunes.

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Fig. 4: "Enfemedad de Crohn y Colitis Ulcerosa". Se ilustra el modelo que explica la aparición de estas enfermedades el cuál puede ser aplicable a otras patologías autoinmunes. Ilustración propia.

Queda un aspecto pendiente, el cual es, el papel que pueden jugar, en el estado normal y en la enfermedad, las micro vesículas que contienen material genético microRNA llamadas exosomas celulares cuya existencia ha sido descubierta a fines del siglo pasado y en nuestro país está siendo estudiado por la doctora en neurociencia Úrsula Wyneken [27]. En suma, se trata de micro elementos producidos en diversas células, incluso vegetales y cuya función normal sería la de constituir un nuevo sistema de comunicación inter celular. Producidas en el interior de las células como endosomas, ellas son expulsadas al medio interno como exosomas, siendo de gran interés el estudio de su función normal y en procesos patológicos.

La medicina en el momento actual

Ciertamente, podemos enorgullecernos por los logros de la medicina, empero, estos triunfos son mayoritariamente técnicos más que conceptuales, transmitiéndose a los estudiantes de un modo análogo: medicina basada en evidencia y cumplimiento de competencias adquiridas escalonadamente. Por su parte, la ética clínica con la ausencia de una antropología médica basada en valores y principios trascendentes, corre el peligro de transformarse en un código o reglamento de normas de acción.

Respecto de la psiquiatría, se advierte la huella dejada por Freud, especialmente en el área de los estudios de la psicología. En los últimos años, queremos mencionar a dos eminentes psiquiatras que inauguraron una corriente fenomenológica descriptiva inspirada en el filósofo Edmund Husserl [28]: Karl Jaspers [29] y Kurt Schneider quienes han influido en el desarrollo actual de esta rama de la medicina. Otra tendencia interesante es aquella que intenta unir la psique y el cuerpo en su fisiología y fisiopatología, tendencia que ha sido encabezada por médicos de origen alemán y norteamericanos y se la ha denominado medicina psicosomática. En tanto, hay también que destacar la introducción progresiva de los psico fármacos, que ha significado un avance notable en el tratamiento de algunas enfermedades mentales.

La biología ha sido siempre una base fundamental para la medicina y actualmente ha aparecido una nueva visión de ella elaborada por el Dr. Jakob von Uexküll, quien en “Ideas para una concepción biológica del mundo” [30] planteó que el ser vivo está inmerso en un mundo circundante que le es propio. Es decir, sus órganos de sentido y su estructura física y anímica están adaptados para un determinado mundo exterior, de tal manera que él y su mundo integran una unidad. En seguida, desechó la interpretación darwiniana de la evolución que es resultado del azar. En su lugar, plantea que la naturaleza se va conformando de acuerdo a un programa preestablecido. Por consiguiente, las creaturas cambian de acuerdo a su medio, pero no por azar. Además, von Uexküll, más adelante, menciona que lo que captamos por los sentidos, es percibido como realidad en nuestra alma, la que recibe el mensaje desde el cerebro [31].

Queremos terminar nuestro trabajo manifestando nuestra inquietud porque advertimos que las Escuelas de Medicina, si bien se han preocupado mucho de la formación científico–técnica de sus estudiantes, han descuidado la formación antropológica y ética de ellos. 

Al respecto, nos parece pertinente recordar los conceptos vertidos en la magnífica clase magistral “Un camino de vida”, dictada por sir William Osler [32] en 1913, en la Universidad de Yale, conceptos plenamente vigentes a pesar del tiempo transcurrido. En efecto, Osler hace allí un especial hincapié en la indispensable formación de los estudiantes de medicina en las virtudes necesarias para su desempeño profesional. Sería deseable que su recomendación fuese atendida por las Direcciones de las Escuelas de Medicina, dado que nos parece una verdad indesmentible el que la calidad de los profesionales se mide no solo por sus conocimientos científicos y técnicos, sino, sobre todo, por la calidad humana de cada uno.


Agradecimientos:

A aquellos que han colaborado para la elaboración de esta reflexión sobre la enfermedad.

  • Félix Bacigalupo
  • Gustavo Figueroa
  • Bernardino Fuentes
  • Íñigo García 
  • Leonidas Jara
  • Marianne Kolbach
  • Cecilia Núñez
  • Carolina Pavez 
  • Ana María Quintana
  • Juan Carlos Quintana
  • Alex Wolf

Autores:

- Carlos Quintana Villar. Profesor Emérito de Medicina de la Pontificia Universidad Católica de Chile y Profesor Emérito de la Universidad de los Andes. Miembro Honorario de la Academia de Medicina del Instituto de Chile. 

- Andrés Valdivieso Dávila. Profesor Titular de Medicina de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Miembro Honorario de la Academia de Medicina del Instituto de Chile. 

- M. Soledad Quintana Villar. Licenciada en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Abogada y académica de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.

- Francisco J Larraín Barros. Doctor en Medicina y cirugía de la Universidad de Navarra. Doctor en Filosofía por el Instituto de Filosofía de Roma.

- Estudiantes de Medicina de la Pontificia Universidad Católica de Chile: 

  • Daniel Novoa Capponi
  • M. José Álvarez Said 
  • Matías Hernández Mardones 

Notas 

[1] Weizsäcker, K. F.; Historia de la naturaleza. Ediciones Rialp, Madrid, 1962.
[2] Serani, A.; El viviente humano. EUNSA Ediciones Universidad de Navarra, Pamplona, 2000.
[3] Besio, M.; Sabiduría, naturaleza y enfermedad. Ediciones UC, Santiago, 2014.
[4] Polo, L.; Introducción a la filosofía. EUNSA, Pamplona, 2015.
[5] Aquino, T.; Del ente y de la esencia. Del reino. Losada, Buenos Aires, 2003.
[6] Bertalanffy, Ludwig von.; Concepción biológica del cosmos. Universidad de Chile, Chile, 1963.
[7] S.Th I q.76,a.1. Antología Santo Tomás de Aquino, 82. Instituto de Filosofía UC Valparaíso: Gabriela Mistral, 1975.
[8] Descartes, René, and Gottfried Wilhelm Leibniz; Los principios de la filosofía. Alianza, Madrid, 1995.
[9] Descartes, René, and Manuel García Morente; Discurso del método; y meditaciones metafísicas. 5ta ed. Espasa-Calpe, Argentina, 1943.
[10] Valdivieso, V.; La enseñanza de la medicina en el siglo 21: fundamentos y desafíos. Ars Médica: 15: 15-31, 2007. 
[11] Ludwig, Emil; Napoleón. Juventud, Barcelona, 1976.
[12] Von Uexküll, J.; Theoretical biology. Harcourt, Brace & Company, London, 1926.
[13] Almy, T.; Experimental Studies on the Irritable Colon. New York: American Journal of Medicine, 60-67, 1951. 
[14] Von Weizsäcker, V.; El hombre enfermo. Luis Miracle, editor, Barcelona, 1956.
[15] Von Weizsäcker, V.; En torno a la medicina psicosomática. Conferencia Provincial de Madrid, 1950.
[16] Laín Entralgo, Pedro & López Piñero, José María; Panorama histórico de la ciencia moderna. Guadarrama, Madrid, 1963.
[17] Laín Entralgo, P.; Mysterium Doloris; hacia una teología cristiana de la enfermedad. Universidad Internacional Menéndez Pelayo, 1955.
[18] Laín Entralgo, P.; La relación médico enfermo, historia y teoría. Revista Occidente Madrid,1954. 
[19] Polo, L.; Quién es el hombre. Ediciones Rialp S.A., Madrid, 2007.
[20] Sellés, J.F.; Antropología de la intimidad. Ediciones Rialp S.A., Madrid, 2013. 
[21] Sellés, J.F.; Antropología para inconformes. Ediciones Rialp S.A., Madrid, 2006.
[22] Peña Vial, J.; La inevitabilidad de los problemas filosóficos en medicina. En Primera Jornada Interdisciplinaria en Bioética. Editores: M. Lavados, C. Quintana. Pontificia Universidad católica de Chile, 1997. 
[23] Sartre, Jean-Paul & Virasoro, Miguel Ángel; El ser y la nada. Ibero-Americana, Buenos Aires, 1961.
[24] Jacob, Francois & Sagols, Lizbeth; El juego de lo posible. Fondo de Cultura Económica, México, 2005.
[25] Monod, J.; El azar y las necesidades. Barral Editores, Barcelona, 1971.
[26] Mawdsley, J. E., Rampton, D. S.; Psychological stress in IBD: New insights into pathogenic and therapeutic implications. Gut, 2005.
[27] Lafourcade, C. A. et al.; A Role for mir-26ª in Stress: A Potential sEV Biomarker and Modulator of Excitatory Neurotransmission. Cells, 2020. 
[28] Husserl. En Gandolfo, R.; De Aristóteles a Heidegger. Ediciones UC, 179-188, 1995. 
[29] Janzarik, W.; Jaspers, Kurt Schneider and the Heidelberg school of psychiatry. England: History of Psychiatry, 241-252, 1998.
[30] Von Uexküll, J.; Ideas para una concepción biológica del mundo. Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1945.
[31] Von Uexküll, J.; Cartas biológicas a una dama. Madrid: Revista de Occidente, 1945. 
[32] Osler, W.; A way of life. Clase Magistral a los estudiantes de medicina de la Universidad de Jale, 1913.

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