No era posible cerrar los ojos y la mente ante el grave problema ético que surgía claramente en este nuevo campo, problema que puede expresarse así: ¿está bien o mal, es justo o injusto desarrollar y / o utilizar embriones humanos vivos y destruirlos en torno al quinto día de su desarrollo cuando ya ha comenzado su vida individual?
En agosto del año 2000, Gran Bretaña dio un segundo paso contra la dignidad y los derechos del embrión humano. El primer paso tuvo lugar el primero de noviembre de 1990, al adoptarse la ley, aprobada con alrededor de dos tercios de los votos de la House of Commons y la House of Lords, que permitía el uso de embriones humanos -obtenidos como fuere-con fines de investigación hasta el decimocuarto día a partir de la fecundación [1].
Con todo, reglamentos posteriores restringieron el ámbito de investigación a los estudios para el mejoramiento de las técnicas de fecundación in vitro, la elaboración de anticonceptivos más eficaces y el diagnóstico de las enfermedades genéticas antes de su manifestación.
El nuevo paso
El 6 de noviembre de 1998 un grupo de investigadores de la Wisconsin University de Madison, en Estados Unidos, apoyado por fondos privados ofrecidos por la Geron Corporation of Menlo Park (California), publicaba un trabajo [2] en el cual se demostraba la posibilidad de obtener células pluripotenciales aún no diferenciadas, llamadas células estaminales embrionarias (ES), a partir de células de embriones humanos en torno al quinto día después de la fecundación. En realidad, como lo demostraban investigaciones anteriores realizadas principalmente con ratas [3], ellas podrían dar origen, tras una diferenciación espontánea o inducida, a células de los más diversos tipos de tejido. Al parecer se había encontrado finalmente una fuente inagotable de células a partir de las cuales derivar otras -nerviosas, musculares, epiteliales, hemáticas-, que implantadas en órganos enfermos con las debidas precauciones para evitar el rechazo, permitirán su reparación, devolviendo así la salud a sujetos afectados por graves patologías, tales como la enfermedad de Parkinson, la enfermedad de Alzheimer y la diabetes. De acuerdo con una consideración puramente científica y tecnológica, se abría una gran esperanza para la medicina.
Ante este promisorio evento, surgió inquietud a nivel político. Bajo las fuertes presiones de hombres de ciencia, médicos y el público, en Gran Bretaña el gobierno de Blair solicitaba en junio de 1999 a Liam Donaldson, Director General de Salubridad, constituir un Comité para “examinar si se debían permitir nuevas áreas de investigación con embriones humanos con el fin de llegar a conocimientos más amplios -y eventualmente a nuevos tratamientos- sobre tejidos u órganos enfermos o dañados y enfermedades mitocondriales”. El 18 de agosto del mismo año se designó el Grupo de Expertos del Comité, y el 14 de agosto del 2000 se entregó el texto definitivo del Documento [4] revisado. En dicho texto se proponía substancialmente la aprobación de dos nuevos procedimientos, que extendían el uso de embriones humanos precoces a dos nuevos campos de investigación, a saber: 1) la preparación de células estaminales embrionarias; y 2) la clonación terapéutica.
La “Respuesta del Gobierno a las Recomendaciones hechas por el Grupo de Expertos” fue inmediata. Se decía en la misma: “El gobierno acepta enteramente las recomendaciones del Informe y elaborará una legislación, si es necesario, para llevarlas a la práctica tan pronto como lo permita la agenda parlamentaria” [5]. El 19 de diciembre del año 2000, la House of Commons, con 366 votos a favor y 174 en contra, el 22 de enero del 2001 la House of Lords aprobaban el texto del gobierno autorizando la derivación de las células estaminales de embriones humanos y la clonación terapéutica. Así se aprobaba legalmente un paso más en la agresión al embrión humano, reduciendo a preciosos instrumento tecnológico bajo el amparo de una “buena acción” médica.
Una breve exposición sobre las consecuencias a nivel científico-tecnológico de estas dos nuevas vetas de investigación destinadas a futuras aplicaciones, y una breve alusión a los ulteriores desarrollos a nivel político-social en otras naciones permitirán una mejor comprensión de los aspectos objetivos de este nuevo paso y examinar los graves problemas éticos implícitos.
Del embrión a las células estaminales
Se define como estaminal [6] aquella célula que tiene dos características: 1) capacidad de autorrenovación ilimitada o prolongada, es decir, de reproducirse largo tiempo sin diferenciarse en un tipo de célula en particular, muscular o nerviosa, por ejemplo; y 2) capacidad de dar origen a células progenitoras de tránsito con capacidad proliferativa limitada, de la cual descienden poblaciones de células altamente diferenciadas (nerviosas, musculares, hemáticas, etc.).
Desde hace alrededor de 30 años, estas células, extraídas tanto de tejidos adultos -incluso humanos [7]- como de tejidos fetales y embrionarios de animales de laboratorio [8], han constituido un amplio campo de investigación; pero recientemente ha llamado la atención del público el nuevo nivel alcanzado, es decir, el desarrollo in vitro de células estaminales embrionarias humanas (ES).
Por cuanto se sabe hasta ahora, la producción de dichas células exige [9]: a) el desarrollo de embriones humanos in vitro o la utilización de los sobrantes en los tratamientos de fecundación in vitro en las prácticas de reproducción técnicamente asistida, crioconservados; b) su desarrollo hasta la fase de blastocisto de aproximadamente 60-120 células; c) la extracción de éstas de las células (alrededor de 30-40) que constituyen la masa celular interna (ICM), operación que implica detener el desarrollo embrionario y destruir el embrión; d) el cultivo de estas células, con particulares destrezas y en terrenos adecuados, hasta la formación, con posterioridad a su multiplicación ininterrumpida, de poblaciones de células autónomas, llamadas líneas celulares, capaces de multiplicarse indefinidamente durante meses y años conservando las características propias de células estaminales, llamadas por eso células estaminales embrionarias (Embryo Stem cells o ES).
Éstas son las células que deberían utilizarse para la preparación de células diferenciadas, o sea, dotadas de características estructurales y funcionales bien determinadas, como, por ejemplo, células musculares, nerviosas, epiteliales, hemáticas y germinales. La potencialidad de las células estaminales para diferenciarse ya había sido demostrada por J. A. Thomson y sus colaboradores; pero la investigación debía proseguir por nuevas vías para hacer surgir la multiplicidad de las células diferenciadas que pueden obtenerse de las células estaminales embrionarias y descubrir los caminos para producirlas en gran cantidad. G. Keller y H. R. Snodgrass entregaban, con evidente entusiasmo, una mirada sintética al futuro de este nuevo y promisorio campo de investigación, afirmando lo siguiente: “Es evidente que la tecnología de las células estaminales embrionarias ha revolucionado la biología moderna y ofrece oportunidades únicas para comprender los mecanismos que controlan procesos biológicos fundamentales. El desarrollo de las células estaminales embrionarias y germinales humanas es una importante piedra angular hacia la aplicación de las potencialidades de esta tecnología en el tratamiento directo de enfermedades humanas. (…) Serán necesarias ulteriores significativas investigaciones para capitalizar el potencial terapéutico total de estas células, pero dadas las nuevas terapias que se obtendrán, el esfuerzo se justifica con creces” [10].
De las células estaminales a las células diferenciadas
El paso de las células estaminales embrionarias a las células diferenciadas era obligado. El camino ya había sido preparado por el rápido desarrollo de fructíferas líneas de investigación abordadas con el modelo animal más familiar, la rata, desde que en 1977 se logró producir sus embriones in vitro y cultivar las células derivadas de los mismos [11]. Se habían obtenido datos esenciales sobre la diferenciación de las ES en células hematopoyéticas y vasculares, nerviosas, musculares y adiposas y sobre los mecanismos implícitos, más que nada a nivel genético. Todos estos conocimientos ciertamente han facilitado y favorecido el camino, todavía en sus inicios, hacia investigaciones y estudios análogos sobre las células estaminales embrionarias humanas [12], que ya han conducido a ciertos resultados, como el desarrollo de células secretoras de insulina y miocitos con propiedades estructurales y funcionales de cardiomiocitos. Con prudente satisfacción, J.A. Thomson y sus colaboradores escribían tres años después de su descubrimiento: “Están surgiendo datos que demuestran que las células ES humanas pueden iniciar programas in vitro específicos de diferenciación en muchos tejidos y tipos celulares. (…) Por cuanto tienen la doble capacidad de proliferar indefinidamente y diferenciarse en múltiples tipos de tejido, las células ES humanas podrían proporcionar un suministro ilimitado de tejidos para trasplantes humanos (…); sin embargo, todavía quedan muchos obstáculos en el camino hacia una experimentación clínica confiable” [13]. Por este motivo, con el fin de llevar a cabo esta profundización, se iniciaron nuevas líneas de investigación, sobre todo para identificar los procesos moleculares subyacentes en las impresionantes modificaciones estructurales y las consiguientes prestaciones funcionales de las células estaminales.
Éste es el punto al cual se ha llegado hoy en la investigación sobre células estaminales embrionarias humanas. El tiempo conducirá a ulteriores conocimientos y avances tecnológicos, y por consiguiente a datos más dignos de consideración sobre la factibilidad de las esperanzas que en la actualidad estimulan la mente de los investigadores y biotecnólogos y fascinan al público. Tal vez se verá -y así lo sugieren datos recientes sobre los grandes avances de la investigación sobre células estaminales adultas [14]- que esta incitante línea de investigación sobre células estaminales embrionarias no es tan indispensable, como algunos suponen, y sobre todo no está del todo exenta de riesgos para quienes reciban las células diferenciadas obtenidas que se utilicen para ellos.
La “clonación terapéutica”
Las terapias avanzadas de tejidos y órganos mediante implantes de células y tejidos sanos constituyen, como hemos señalado, uno de los motivos principales del desarrollo de células estaminales embrionarias. En marzo de 1999, D. Solter y J. Gearhart ya trazaban las líneas esenciales para una eficaz utilización de dichas células con ese fin. Resultaba evidente la necesidad de preparar líneas especializadas de células diferenciadas conforme a cada necesidad, y el tiempo requerido para obtenerlas no parecía ser breve. Con todo, aun cuando se hubiese logrado, habría sido bien difícil tener la certeza de la absoluta ausencia de células estaminales en la inoculación o en el implante terapéutico, con los griegos correlativos y no menores de desarrollo de tumores a raíz de una regulación incorrecta de la multiplicación celular o de la presencia de células genéticamente alteradas. Por otra parte, se requerirían ulteriores tratamientos de ingeniería genética en las células obtenidas o con posterioridad a su implante, con el fin de evitar el rechazo debido a incompatibilidad inmunológica de parte de quien las recibiese.
Por estos motivos, ellos propusieron en particular un camino adecuado para la preparación de células estaminales embrionarias humanas pluripotenciales con una información genética bien definida (de un donante dado para un paciente) a partir de la cual surgiera la diferenciación deseada [15]. Ésta requiere el traspaso del núcleo de una célula somática de un sujeto dado a un oocito humano enucleado, seguido del desarrollo embrionario del oocito transnucleado hasta la fase de blastocisto, la extracción de ésta de las células de la masa interna (ICM), el desarrollo de la ES y por último de las células diferenciadas deseadas. Estas células, curadas -si es necesario- mediante terapia génica, estarían entonces listas para el implante en el paciente sin riesgos de rechazo. En este caso, obviamente, el embrión que logra iniciar su desarrollo es un “clon” -en la fase embrionaria- del sujeto donante del núcleo, desarrollado con fines puramente de investigación y eventualmente terapéuticos con posterioridad. Por ese motivo se introdujo la expresión “clonación terapéutica” para indicar este proceso y distinguirlo del proceso de “clonación reproductiva”, que requiere el implante en el útero del oocito transnucleado para que prosiga el desarrollo. Con todo, quienes proponían este observaban con una sensación de perplejidad en cuanto a los aspectos éticos implícitos: “Éste es el camino más directo, pero implica el uso de un blastocito humano cuya capacidad de desarrollarse en un ser humano es incierta, pero existe, y además el hecho de trastrocar el desarrollo para obtener células que ya no tienen esta capacidad” [16]. A pesar de esa perplejidad, de hecho el procedimiento de “clonación terapéutica” ya es parte de las técnicas de numerosos laboratorios, sobre todo en Gran Bretaña, Estados Unidos y Japón [17].
Ciencia, sociedad, política y ética
M. F. Pera, un investigador sumamente comprometido en este campo en Australia, concluía una esmerada exposición de los avances de la investigación sobre células estaminales embrionarias afirmando lo siguiente: “El estudio de las células estaminales humanas pluripotenciales se encuentra aún en una etapa inicial, pero ya estamos viendo los avances hacia la aplicación de estas células en la biología y la medicina (…) Todavía persiste una controversia ética sobre la derivación y el uso de las células estaminales pluripotenciales, pero aún no existe un tipo celular alternativo con propiedades equivalentes de pluripotencialidad e inmortalidad. La controversia ética debe resolverse, porque el éxito de la aplicación de estas células en la investigación y la medicina requerirá una amplia participación de los investigadores” [18].
Justamente, no era posible cerrar los ojos y la mente ante el grave problema ético que surgía claramente en este nuevo campo, problema que puede expresarse así: ¿está bien o mal, es justo o injusto desarrollar y / o utilizar embriones humanos vivos y destruirlos en torno al quinto día de su desarrollo cuando ya ha comenzado su vida individual? El problema tiene necesariamente repercusiones sociales y por tanto debe considerarse en los desarrollos de la ciencia y la tecnología, con el fin de proteger el bien integral del hombre y la sociedad. Sin embargo, resulta evidente que el poder político, al cual corresponde en forma muy particular semejante tarea, bajo la fuerte presión de una cultura científico-tecnológica prepotente e intransigente, con frecuencia ha tomado decisiones precipitadas, que habrían requerido prestar mayor atención al verdadero bienestar de la sociedad. Lo demuestra el reclamo ante todo lo que de hecho ha ocurrido y está sucediendo en diversas naciones, especialmente las más adelantadas, en la investigación científica y tecnológica.
En Estados Unidos se oponían grandes dificultades contra estas investigaciones a todos aquellos que trabajan con fondos públicos, especialmente los NIH (National Institutes of Health). Así, el Congreso señalaba que “nunca sería posible apoyar con fondos federales una investigación en la cual se destruyesen, descartasen o sometiesen conscientemente a observación embriones humanos con riesgo de graves alteraciones y muerte” [19]. Con posterioridad a esta resistencia hubo un apremiante llamado de parte de hombres de ciencia y médicos a revisar la ley; luego, una declaración del Department of Health and Human Services (DHHS), sosteniendo que la investigación sobre células estaminales embrionarias recibidas de “productores privados” no implica violación de la ley; y por último una protesta oficial de 73 hombres de ciencia (67 de ellos Nobel), que insistieron: “Nos unimos con otras organizaciones científicas y grupos de pacientes en cuanto consideramos que la actual posición del DHHS es loable y precavida y contribuye a proteger la santidad de la vida humana sin impedir la investigación biomédica, que podría ser realmente importante para la comprensión y el tratamiento de enfermedades humanas” [20].
Por otra parte, el National Bioethics Advisory Committee (NBAC), al cual se había encargado examinar el problema, recomendaba [21] al Gobierno federal destinar fondos no sólo para la investigación sobre células estaminales, sino también para su desarrollo. Dada esta situación, los NIH redactaron las “pautas” definitivas, publicadas el 23 de agosto del 2000 [22]. En suma, los investigadores de los NIH podrían: a) derivar células estaminales pluripotenciales de tejidos fetales; b) trabajar con células estaminales embrionarias preparadas por otros investigadores que trabajan con fondos privados ateniéndose a condiciones éticas precisas establecidas por las mismas “pautas”, entre ellas: derivación puramente de embriones congelados, preparados para tratamientos de la infertilidad y además donados; pero c) no podrían trabajar con células estaminales obtenidas con traspaso nuclear, es decir, trabajar en el campo de la clonación terapéutica.
Estas pautas, acogidas con aplausos por muchos hombres de ciencia, asociaciones de pacientes y el mismo Presidente Clinton, fueron ulteriormente restringidas por el Presidente Bush. En un discurso al pueblo estadounidense, en la noche del 9 de agosto del 2001, él daba a conocer su decisión: “A raíz de la investigación privada existen ya más de 60 líneas de células estaminales genéticamente distintas. Fueron creadas a partir de embriones ya destruidos y tienen capacidad de regenerarse indefinidamente, proporcionando oportunidades de investigación. He llegado a la conclusión de que deberíamos aceptar que se empleen fondos federales en investigaciones sobre estas líneas celulares ya existentes, en las cuales ya se ha tomado la decisión de vida-y-muerte” [23]. Era una decisión oportunista sobre la cual no faltaron comentarios [24], más que nada sobre el número y calidad de las líneas disponibles y sobre las grandes restricciones impuestas únicamente a los investigadores apoyados con fondos públicos.
En Japón [25], habiéndose excluido la clonación de sujetos humanos con la ley del 30 de noviembre del 2000, el Gobierno acogió la petición del Comité de Bioética del Consejo para la Ciencia y la Tecnología, que aprueba la preparación y uso de células estaminales embrionarias humanas a partir de embriones restantes en tratamientos tecnológicos de la infertilidad y donados para la investigación conforme a un consenso informado. Las pautas podrán aplicarse independientemente del origen de los fondos para la investigación, han sido aprobadas por el Ministerio de Educación y se autorizó la iniciación de las investigaciones a partir de septiembre del 2001. En Israel y Australia [26], sólo recientemente se aprobó la derivación de células estaminales embrionarias así como la clonación terapéutica: en Israel, por un Comité de Bioética de la Academia de Ciencias y Letras; en Australia, al cabo de dos años de discusiones, por un Comité gubernamental, que apoyó una legislación que permitirá únicamente el uso de embriones producidos durante los tratamientos de la infertilidad, que ya no son deseados, y solicitará una moratoria de tres años para la clonación terapéutica.
En Europa, el cuadro es bastante más complejo. En realidad, la Convención sobre Derechos Humanos y Biomedicina, redactada por el Consejo de Europa y sometida a la firma de los países europeos el 7 de abril de 1997 en Oviedo, dejaba a cada nación en libertad de tomar sus propias decisiones en cuanto a las investigaciones sobre embriones humanos, pero excluyendo su desarrollo con fines de investigación (art. 18, inciso b). Gran Bretaña, como vimos, fue la primera en tomar esas decisiones, eludiendo totalmente el art. 18, inciso b, y admitiendo el desarrollo de embriones también con fines puramente de investigación.
En Alemania [27], donde hasta ahora estaba prohibido por ley el desarrollo de células estaminales a partir de embriones humanos, actualmente existe un acalorado debate desde mayo del 2001, en que la Deutsche Forschungsgemeinschaft (DFG) propuso algunas pautas, que permitirían a los investigadores interesados la importación de células estaminales embrionarias. El debate fue avivado por el contraste marcado y decidido entre la posición absolutamente negativa de Johannes Rau, Presidente de Alemania, quien sostiene que “ciertas posibilidades y planes de biotecnología e ingeniería atentan contra valores fundamentales de la vida humana”, y la posición más conciliadora del Canciller Gerhard Schröder, que tiende a no excluir una investigación limitada sobre las células estaminales, considerando, como afirmaba en un debate en Bundestag el 31 de mayor, refiriéndose a las nuevas posibilidades terapéuticas, que “la ética de la curación y la ayuda merece el mismo respeto que la ética de la creación”.
En Suiza [28], la Schweizerischer Nationalfonds (SNF), principal fundación para la investigación, ha suspendido indefinidamente la oferta de fondos para la importación de células estaminales embrionarias con fines de investigación mientras una Comisión ética nacional no haya debatido sobre el argumento. En Francia [29], de acuerdo con las últimas informaciones, el Gobierno de Jospin, que inicialmente había adoptado la posición del Gobierno inglés, siguiendo la opinión del Consejo de Estado y la posición del Presidente Jacques Chirac, admitirá, la utilización de embriones humanos restantes en tratamientos de la infertilidad para la producción de células estaminales embrionarias, pero no aceptará el uso para los procedimientos de clonación terapéutica.
En Italia, el 28 de diciembre del 2000 [30] se difundía el texto de las conclusiones de la Comisión para el estudio de la utilización de las células estaminales, instituida por decreto del Ministerio de Salud y presidida por el premio Nobel Renato Dulbecco. Dicho texto, aprobado únicamente por una mayoría (18 de 25), fue acogido por el Ministerio, y por el momento sólo se han dado opiniones y recomendaciones, entre las cuales son fundamentales en lo tocante a las células estaminales: 1) la opinión unánime sobre el carácter éticamente aceptable de tres fuentes de células estaminales: el cordón umbilical, los fetos abortivos -exceptuando las células de la línea germinal- y el organismo adulto; 2) la opinión favorable de la mayoría (18 de 25) en cuanto al uso de embriones sobrantes en las clínicas de fertilidad para la producción de células estaminales embrionarias, contra la opinión absolutamente negativa de los demás (7 de 25).
Para una reflexión ética
Las posiciones y decisiones tomadas por las naciones que han afrontado las importantes perspectivas y los ineludibles y graves problemas éticos de este nuevo campo de investigación, si bien presentan diferencias en cuanto a la extensión de los límites normativos, hacen patente una situación grave existente en la sociedad del llamado mundo “desarrollado”, es decir, la caída o el peligro inminente de caída de dos de los valores sociales más fundamentales: la dignidad del ser humano y su derecho a la vida desde el momento de la concepción. En suma, en el estado actual, en ambas líneas de investigación -células estaminales embrionarias y clonación terapéutica- los embriones humanos, desarrollados hasta alrededor del quinto día de la fertilización o la transnucleación respectivamente, son destruidos con el fin de obtener células estaminales capaces de dar origen, tras procesos de diferenciación, a tipos específicos deseados de células. A quienes reflexionen sobre la responsabilidad de las propias acciones -ya sean hombres de ciencia, tecnólogos o responsables de industrias biotecnológicas- se impone entonces la siguiente interrogante: ¿cuál es el motivo o cuáles son los motivos aducidos o que deberían aducirse para considerar éticamente justificada y lícita la destrucción -dicho sin rodeos, el asesinato- de tantos embriones humanos? La respuesta está dada en el Informe Donaldson: “Hay quienes afirman que el embrión no requiere ni merece atención moral alguna en particular; el Comité en cambio considera preferible la posición de quienes reconocen en el embrión una condición especial en cuanto ser humano en potencia, pero sostienen que el respeto debido al embrión es proporcional con su grado de desarrollo, y que dicho respeto, sobre todo en las fases iniciales, puede ser oportunamente compensado por los beneficios potenciales provenientes de la investigación” [31]. Con posterioridad a esta respuesta, en la Resolución del Parlamento europeo [32] del 7 de septiembre del 2000 se invitaba: 1) al Gobierno británico “a revisar su posición sobre la clonación de embriones humanos” (n.3); 2) a todos los Estados miembros a “introducir normativas que prohíban todas las formas de investigación sobre cualquier tipo de clonación humana (…) y prevean sanciones penales para toda violación” (n.4): y 3) a hacer “los máximos esfuerzos a nivel político, legislativo, científico y económico para favorecer terapias que empleen células estaminales derivadas de sujetos adultos” (n. 5). Éste fue ciertamente un paso importantes; pero la mayoría bastante débil (237 contra 230 y 43 abstenciones) es un claro indicador de la profunda fractura en la consideración ética de estos graves problemas vinculados con el hombre, su dignidad, sus derechos y su futuro.
Conscientes de esta fractura, aun cuando respetamos a quienes no desean o no logran percatarse de los motivos que le dan origen, nos sentimos en la obligación de afirmar que bajo la presión de la cultura tecnológica predominante en la actualidad, con la apertura a estas nuevas líneas de investigación, se está pasando a la explotación del embrión humano, degradado a la condición de precioso instrumento tecnológico, sirviendo de pretextos el progreso de la ciencia, la tecnología y la medicina en particular, en vista de importantes nuevas vías terapéuticas al servicio del hombre. Dicha explotación es tanto más criticable por el hecho de alimentarse a menudo de fines comerciales [33]. Con todo, el mismo Comité Donaldson, con gran honestidad, reconoció y subrayó que “una significativa corriente de pensamiento” considera “inmoral e inaceptable la utilización de cualquier embrión con fines de investigación” [34]. En realidad, es la posición a la cual conducen el conocimiento de la verdad biológica del embrión humano y la reflexión lógica sobre su verdadera condición ontológica. Esta posición no es una “imposición” de la Iglesia Católica en virtud de la fe que profesa, contribuyendo así -como se procura calumniosamente hacer creer- a impedir el progreso científico, sino por el contrario, como afirma expresamente la Encíclica Donum vitae, una intervención “inspirada en el amor que ella debe al hombre, ayudándolo a reconocer y respetar sus derechos y obligaciones” [35], reconocimiento dictado por la razón, es decir, por el hombre que reflexiona sobre sí mismo y sus acciones, deduciendo de ahí sus propias responsabilidades.
En una reciente Declaración [36], la Pontificia Academia por la Vida, después de examinar los aspectos éticos de la nueva línea de investigación, procuró poner en evidencia los puntos fundamentales que al operar la misma van en detrimento de la dignidad y los derechos del sujeto humano. Partiendo de la convicción, basada en un correcto y completo análisis biológico y antropológico, de que el embrión humano vivo es un sujeto humano con una identidad propia bien definida a partir de la fusión de los gametos [37], la Declaración afirma que toda la investigación hasta ahora llevada a cabo y programada sobre las células estaminales embrionarias humanas y la clonación terapéutica es decididamente contraria a una recta ética humana. En realidad, quienes apoyan dicha investigación: o 1) niegan la verdad objetiva según la cual el embrión humano es un “sujeto humano”, por lo cual éste no merece especial consideración y puede tratarse como un “objeto”; o 2) niegan el valor real del embrión humano, reduciéndolo a “individuo en formación”, cuyo valor es inferior al bien que podría provenir de su utilización para la investigación; o 3) niegan o dejan de lado la estrecha y directa correlación entre las células estaminales y su origen.
En conclusión, es sumamente apropiado e incisivo el recuerdo que Juan Pablo II dejaba a los miembros de la Pontificia Academia de Ciencias: “No hay que dejarse fascinar por el mito del progreso, como si la posibilidad de realizar una investigación o poner en ejecución una técnica permitiese calificarlas de inmediato como moralmente buenas. La bondad moral se mide a partir del bien auténtico que procura al hombre considerado en su doble dimensión corporal y espiritual” [38].
Basándose en esta verdadera y digna comprensión del “Hombre”, investigadores en su mayoría no católicos, pero conscientes de su responsabilidad de respetar la vida del ser humano desde su concepción, están trabajando desde hace años con células estaminales ampliamente presentes en tejidos de fetos abortados espontáneamente, en la sangre del cordón umbilical recogido en el parto y en muchos tipos de tejidos extraídos de sujetos de todas las edades -entre ellos de la médula ósea, muscular, nervioso, dérmico, adiposo, córneo-, donde se encuentran naturalmente presentes en función de la permanente renovación de células que dejan de vivir.
Estas investigaciones, llevadas a cabo desde hace 30 años ateniéndose a las normas deontológicas universalmente aceptadas y coronadas con un ritmo ya rápidamente creciente por sucesos cada vez más satisfactorios [39], representan una verdadera gran promesa, éticamente indisputable y apoyada con vigor por la Iglesia Católica, para los desarrollos de una “medicina regenerativa”, es decir, de reparación de tejidos y órganos, en verdadero servicio y beneficio de la persona humana.