Hay una luz que es eterna. Esta Luz Divina es la que inspira e ilumina el arte sagrado.
En el Apocalipsis San Juan nos dice que “Dios es Luz”. Y nosotros somos hijos de la Luz. A la luz natural del sol la conocemos cuando ella se refleja en la luna, en el blanco, en el agua, en los colores, o en los diferentes materiales: piedra, madera, concreto, cristal, arena. Esta luz es temporal, y se terminará cuando el sol deje de iluminar.
La luz natural del sol, y la luz artificial creada por la humanidad, son partícula y onda. A esta luz solo la conocemos por sus efectos, pero no sabemos cuál es su esencia, a pesar de los esfuerzos de científicos como Albert Einstein, entre otros.
Hay una Luz que es eterna. Se asocia con el Logos, con el Verbo. Es anterior a la Creación divina, y posterior a ella. Es la Luz propia del arte sagrado, la que aquí nos interesa. Es un don de Dios, y en esta tierra solo podemos vislumbrarla. Por la misericordia de Dios podemos llegar a la gloria celestial, ahí veremos a la Luz plena, que es Dios, Luz de Luz.
En el contexto de lo humano, el Arte es sagrado cuando es iluminado por la Luz divina.
Desde sus primeros tiempos la Humanidad ha buscado a la Luz en medio de la oscuridad. En medio del caos, ha tratado de buscar un orden, ha tratado de hacer visible lo invisible. Esto ha ocurrido en los murales de Altamira en España, en los relieves de Egipto, en las alineaciones de Stonehenge, Inglaterra, y en las de Isla de Pascua en Chile, en los murales de la Gruta Fell en Magallanes, en la arquitectura de los mayas en México y de Tiahuanaco en Bolivia.
En las Catacumbas de Roma aparecen los símbolos de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo: el Alfa y el Omega, la mano del Creador, el Cordero místico, el buen Pastor, la paloma, la fuente de agua. La pureza de su diseño y de sus colores muestra la Fe de los santos mártires. En torno al mar Mediterráneo se pintan los íconos, se fabrican los mosaicos que reflejan a la luz y se hacen los vitrales, que filtran la luz. [1]
Como trabajo contemporáneo de la luz en todo el espacio de una iglesia, se destacan en España la iglesia de la Sagrada Familia de Antonio Gaudí en Barcelona, que es un canto magnífico a la luz; en Francia la iglesia de peregrinación de Ronchamp de Le Corbusier y la capilla conventual del Rosario en Vence, de Henri Matisse; en Japón la iglesia de la luz de Tadao Ando. En Chile están la iglesia del monasterio benedictino de la Santísima Trinidad en Santiago, obra del Padre Gabriel Guarda y del hermano Martín Correa, que es un espacio enteramente animado por la luz, abrigo de la Luz divina en la santa Liturgia; la iglesia del Colegio Verbo Divino, de los arquitectos Duhart, Larraín y Pérez de Arce, con planta central apropiada para la liturgia, y con extraordinarios vitrales de Adolfo Winternitz; la iglesia del Santuario Carmelita de Los Andes, obra nuestra, con haces de luz que bajan sobre el presbiterio y sobre el Santísimo, con murales de la Madre Alejandra Izquierdo, de formas simples y colores vivos y luminosos. Arte sagrado que es expresión de una Fe viva y actual.
Proyecto José Aldunate Menéndez
En los últimos años se han realizado en Santiago dos exposiciones de pinturas de arte sagrado organizadas por la Universidad Católica bajo la curaduría de José Aldunate Menéndez. Una sobre las estaciones del Via Crucis, que permanece en la capilla del Centro de Extensión de la Universidad Católica y otra sobre los misterios del Rosario que después de exponerse al público en el templo de la Iglesia Ortodoxa en Pedro de Valdivia se depositará en el mirador de la torre del Santuario de Maipú, especie de corona regalada a la Madre y Patrona de Chile.
Algunas de estas obras son abstractas, otras son figurativas. El arte se abre en todos los sentidos, pues el Espíritu Santo puede inspirar muy distintas sensibilidades. El arte figurativo está más al alcance del común de las personas. El arte abstracto puede aportar mucho al arte sagrado figurativo sobre todo en cuanto a la luz. [2]
Cierro esta relación con tres ejemplos de arte sagrado luminoso que resultan especialmente marcantes: En el Panteón de Roma, que hoy es Nuestra Señora de los Mártires, existe una sola entrada de luz natural, en la parte superior de la bóveda. Por ahí desciende un maravilloso haz de luz que cruza el espacio, desplazándose durante el día y según las estaciones. Claro, neto y rotundo, como las obras de los romanos. Es tan majestuosa esta luz que nos acerca con fuerza a la Luz divina. En la Catedral de Chartres admiramos el celebre vitral de Nuestra Señora donde domina el color azul, el luminoso «azul de Chartres», otro apelo de la Luz divina. En otro ámbito y a escala más local, podemos apreciar el Nacimiento de Jesús, de Benito Rebolledo Correa, ubicado en el Museo de Bellas Artes de Viña del Mar, donde una luz muy intensa procedente del Niño Dios ilumina a la Virgen María, a San José, a todo el pesebre y a nosotros, expresando que Dios es Luz.
Ante este regalo tan grande de Dios, solo podemos alabar y exclamar gozosos:
Bendita sea la Luz eterna.
Luz de Luz.
Luz sobre toda luz. Fuente de toda luz.
Siempre viva, no se enciende ni se apaga.
Serena claridad, estrella de la mañana.
Bien espiritual. Belleza salvadora. Verdad objetiva.
Dios es Luz, y nosotros hijos de la Luz.
La Luz hace sagrado al Arte, y nos consagra a nosotros.
Honor y Gloria.
Notas:
[1] Están Andrei Rubleb en Rusia, Giotto, Fray Angélico y Miguel Angel en Italia. Francisco Zurbarán, Juan de Mena, Martínez Montañez, y los gloriosos retablos de las iglesias, especialmente el de la Catedral de Sevilla; Antonio Gaudí en España con sus retablos exteriores, Jan Vermeer, los hermanos Van Eyck en los Países Bajos. John Turner en Inglaterra; George de la Tour, George Roault, Henri Matisse, Gabriel Loire en Francia; Aleijandinho en Brasil, Adolfo Winternitz en Perú, Melchor Pérez de Olguín en Bolivia, Caspicara en Ecuador, el Mulato Gil, José Niño de Figueroa, Alfredo Helsby, Alberto Valenzuela Llanos, Juan Francisco González, Onofre Jarpa, Peter Horn, Alejandra Izquierdo, la familia di Girolamo, los imagineros del norte y de Chiloé.
[2] También hay una relación del arte sagrado con la música. Hay una valiosa tradición de música sagrada. Tenemos el canto gregoriano o canto llano, pues puede ser cantado por todos, cultivado en las abadías benedictinas, el canto monacal de los himnos de Santa Hildegarde de Bingen, en Italia tenemos a Palestrina y Monteverdi, en España a Luis de Vitoria y el Padre Soler , en Alemania la magnífica obra de alabanza a Dios de Juan Sebastián Bach con el lema “Soli Deo Gloria”, en Austria están las misas de W. A. Mozart. Está el canto litúrgico de la Iglesia de Oriente. En América están los himnos de las Misiones jesuitas de Paraguay y Bolivia. En Chile tenemos el impresionante y castizo canto a lo divino, que tiene su origen en el campo del Valle Central.
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