En aquel amanecer de diciembre de 1531 se producía el primer milagro que luego será la memoria viva de todo lo que este Santuario custodia. En ese amanecer, en ese encuentro, Dios despertó la esperanza de su hijo Juan, la esperanza de un pueblo. En ese amanecer, Dios despertó y despierta la esperanza de los pequeños, de los sufrientes, de los desplazados y descartados, de todos aquellos que sienten que no tienen un lugar digno en estas tierras. En ese amanecer, Dios se acercó y se acerca al corazón sufriente pero resistente de tantas madres, padres, abuelos que han visto partir, perder o incluso arrebatarles criminalmente a sus hijos.

Así logra despertar algo que él no sabía expresar, una verdadera bandera de amor y de justicia: en la construcción de ese otro santuario, el de la vida, el de nuestras comunidades, sociedades y culturas, nadie puede quedar afuera. Todos somos necesarios, especialmente aquellos que normalmente no cuentan por no estar a la «altura de las circunstancias» o por no «aportar el capital necesario» para la construcción de las mismas. El Santuario de Dios es la vida de sus hijos, de todos y en todas sus condiciones, especialmente de los jóvenes sin futuro expuestos a un sinfín de situaciones dolorosas, riesgosas, y la de los ancianos sin reconocimiento, olvidados en tantos rincones. El santuario de Dios son nuestras familias que necesitan de los mínimos necesarios para poder construirse y levantarse. El santuario de Dios es el rostro de tantos que salen a nuestros caminos…

Ella nos dice que tiene el «honor» de ser nuestra madre. Eso nos da la certeza de que las lágrimas de los que sufren no son estériles. Son una oración silenciosa que sube hasta el cielo y que en María encuentra siempre lugar en su manto. En ella y con ella, Dios se hace hermano y compañero de camino, carga con nosotros las cruces para no quedar aplastados por nuestros dolores.

Últimas Publicaciones

El ataque sorpresa de grupos rebeldes y yihadistas contra Alepo, que comenzó la semana pasada, revivió el fantasma de un recrudecimiento de la guerra civil en este país. La incursión provocó una contraofensiva del ejército sirio –leal al régimen del presidente Bashar al Assad– con devastadores ataques aéreos contra la ciudad, sembrando el pánico no sólo en esa región, sino en toda Siria, que vive en un estado de inseguridad permanente producto de la guerra civil que lleva más de 13 años.
“Formar es ante todo cuidar de la persona y, por tanto, es una discreta, preciosa y delicada acción de caridad. De lo contrario, la acción formativa se convierte en un intelectualismo árido o en un narcisismo perverso, en una verdadera concupiscencia espiritual donde los demás existen solo como espectadores que aplauden, cajas que deben llenarse con el ego del maestro”. (Francisco, Universidad Gregoriana, 5 de noviembre de 2024)
Si bien ningún conflicto se ha apaciguado, y la violencia se manifiesta de diversas formas en todos los continentes, el Papa no ha dejado de insistir en la búsqueda la paz, la armonía y el cultivo de la esperanza. Los preparativos en torno al jubileo del próximo año unidos a las conclusiones del Sínodo sobre la Sinodalidad y la nueva encíclica publicada a fines de octubre, son un marco de crecimiento y profundización para el acontecer cotidiano de la Iglesia en el mundo.
Revistas
Cuadernos
Reseñas
Suscripción
Palabra del Papa
Diario Financiero