Como establece la Declaración de la ONU, todo individuo tiene no solo el derecho a la libertad de religión, sino también el derecho a vivir su fe pública y privadamente, de acuerdo con sus creencias. Sin embargo, el auge de los autoritarismos, el terrorismo yihadista y las guerras, están asfixiando este derecho fundamental: casi dos tercios de la humanidad vive en países sin libertad religiosa.
Más de 5.400 millones de personas en todo el mundo viven en países con graves violaciones a la libertad religiosa, lo que representa casi dos tercios de la población mundial. Esta es una de las principales conclusiones del Informe de Libertad Religiosa en el Mundo 2025, recientemente publicado por la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN), cuya misión es ayudar a los cristianos perseguidos y necesitados, y promover el respeto a la libertad religiosa en todos los rincones del mundo.
De los 196 países analizados entre enero de 2023 y diciembre de 2024, en 62 se constataron graves vulneraciones a la libertad religiosa. En 24 existe persecución, con violaciones sistemáticas que afectan a más de 4.100 millones de personas, en países como China, Nigeria y Corea del Norte.
En otras 38 naciones, las minorías religiosas enfrentan restricciones legales, políticas y sociales que limitan su libertad de fe y de culto. Esto impacta a más de 1.300 millones de personas.
24 países están “en observación”, debido a señales de alerta en materia de libertad religiosa. Chile es uno de ellos. En conjunto, estos países representan a más de 750 millones de personas (un 9,3 % de la población mundial). Esta categoría advierte la necesidad de monitorear de cerca la situación y, cuando sea posible, impulsar acciones preventivas. Un ejemplo claro: México, Rusia y Ucrania estaban “en observación” en 2023; este año han pasado a la categoría de “Discriminación”.
El derecho a la libertad religiosa en el mundo no solo está amenazado: se encuentra en serio peligro de desaparecer.
Para muchos, las cifras de este informe pueden parecer sorprendentes, incluso inimaginables, pero reflejan la realidad cotidiana de millones de personas. ¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI haya quienes sean perseguidos por profesar una determinada religión? Las conclusiones de este estudio nos interpelan profundamente. Creer o no creer es un derecho humano, no un privilegio de unos pocos. Allí donde se respeta la libertad religiosa, se fortalecen la paz, la justicia y la dignidad de la persona humana.
Con motivo de los 25 años de la publicación del primer Informe de Libertad Religiosa en el Mundo, el Papa León XIV recibió a una delegación de ACN en el Vaticano. En la ocasión, exhortó a renovar el compromiso por la defensa de la libertad religiosa y a seguir apoyando a los cristianos perseguidos en todo el mundo.

Cruz quemada en la catedral de San Jorge, Luxor.
¿Quién ataca la libertad religiosa?
El Informe documenta un amplio espectro de violaciones contra la libertad religiosa que refleja la diversidad y complejidad del contexto global actual. En muchos países, estas violaciones se manifiestan a través de violencia directa —asesinatos, encarcelamientos, destrucción o expropiación de lugares de culto— mientras que en otros adoptan formas más sutiles, pero igualmente dañinas: trabas administrativas, censura, prohibiciones a la educación religiosa y diversas formas de discriminación social.
El informe identifica al autoritarismo como el principal motor de la represión religiosa. En países como China, Irán, Eritrea o Nicaragua, los gobiernos imponen un estricto control sobre las comunidades de fe, limitan su libertad de culto y castigan la disidencia espiritual. Los regímenes autoritarios son responsables de la persecución en 19 países.
Un ejemplo claro es Nicaragua, en nuestra región. Desde su regreso al poder en 2007, el presidente Daniel Ortega ha instaurado un régimen de partido único con una actitud abiertamente hostil hacia la Iglesia católica y otras confesiones críticas. Esto ha derivado en la expulsión de sacerdotes, confiscación de propiedades, prohibición de procesiones y actos litúrgicos públicos, y encarcelamiento de religiosos que denuncian la represión estatal. La narrativa oficial presenta a la Iglesia como enemiga del Estado, apartándola de la esfera pública y reduciendo su labor pastoral.
La represión religiosa en Nicaragua es ideológica y estructural: el control y registro de organizaciones religiosas, la censura, la vigilancia policial, la expulsión de sacerdotes extranjeros y el uso de leyes antiterroristas contra líderes eclesiales conforman un sistema deliberado de criminalización de la fe.
Lamentablemente el Informe también señala otras amenazas a la libertad religiosa. El extremismo religioso sigue presente en África, Oriente Medio y partes de Asia, mientras que el nacionalismo etno-religioso aumenta en países como India, Myanmar o Sri Lanka, donde las ideologías religiosas mayoritarias se utilizan como arma política, generando discursos de odio, violencia y marginación de las minorías.
Doce estados de la India han aprobado leyes que penalizan la conversión con el fin de prevenir la conversión religiosa a través de la coacción, el fraude o el uso de incentivos. En términos prácticos, estas leyes se usan contra las minorías religiosas, generando un clima de miedo, incentivando las acusaciones falsas y legitimando el acoso. A menudo, grupos radicales hindúes denuncian a las minorías religiosas; con frecuencia, sus actividades humanitarias y educativas son vistas como intentos de conversión.
El 16 de febrero de 2025, la policía detuvo en Indore (Madhya Pradesh) a la religiosa Sheela Savari Muthu y a tres compañeros de trabajo. El motivo fueron unas jornadas de concientización sobre salud e higiene dirigidas a hijos de trabajadores domésticos y celebradas en un parque público; el evento carecía de aprobación oficial previa. La policía intervino después de que una multitud de nacionalistas hindúes amenazara a los organizadores y acusara a la religiosa de intentar convertir a los niños. Poco después, la corporación municipal de Indore demolió el edificio que alojaba su oficina, sin atender sus peticiones de esperar a una decisión judicial.
En Estados con gobiernos débiles, especialmente en América Latina y África subsahariana, clérigos son secuestrados o asesinados, y las organizaciones religiosas son presionadas para guardar silencio o colaborar con grupos criminales. Es el caso de Haití, donde los sacerdotes y religiosas son blanco de secuestros que exigen rescates, mientras que las iglesias se han convertido en centros de supervivencia en entornos sin ley.
La actual crisis mundial de refugiados también está estrechamente ligada a la falta de libertad religiosa: millones de personas huyen de sus hogares a causa de la violencia y la persecución, como ocurre hoy en Níger y Burkina Faso.
Occidente no está libre
Durante la investigación se constató un aumento significativo de ataques contra lugares y creyentes en democracias occidentales. Asimismo, el derecho a la objeción de conciencia enfrenta crecientes restricciones.
El Papa Francisco describió esta situación como una “persecución educada”: leyes que, bajo apariencia de cultura y progreso, socavan derechos fundamentales, en especial el derecho a la objeción de conciencia.
Nuestro país, Chile, ingresa por tercera vez al Informe de Libertad Religiosa en la categoría de “observación”, sobre todo debido a los continuos actos de violencia contra lugares de culto, especialmente en la Macrozona Sur.

Iglesia San Elías de Damasco, Siria, luego de la explosión de una bomba durante la Misa dominical que dejó cerca de 20 muertos y 50 heridos en junio de este año.
La libertad religiosa, termómetro de los demás derechos humanos
Pese a este desolador panorama, el Informe destaca cómo las comunidades religiosas siguen siendo fuentes de paz y dignidad humana. Aun bajo persecución, continúan brindando ayuda humanitaria, educación y esperanza, y son motor del diálogo interreligioso y la defensa de los derechos humanos.
El deterioro de la libertad religiosa anuncia el colapso de las libertades fundamentales. Cuando se justifica la discriminación contra comunidades de fe, se desencadena una cadena que debilita también la libertad de expresión, pensamiento y reunión, entre otras.
Las señales de alerta son claras: intolerancia creciente, erosión de las protecciones jurídicas e interferencia estatal en la vida religiosa. Proteger la libertad religiosa es esencial para resguardar el conjunto de las libertades y la salud democrática de nuestras sociedades.
Nacido de la convicción de que las violaciones a la libertad religiosa deben documentarse para poder ser defendidas, el Informe de Libertad Religiosa en el Mundo busca proteger este derecho humano esencial y, al hacerlo, apoyar a la Iglesia que sufre.
El Informe completo se puede revisar en www.acn-chile.org
"Perdimos a mi abuelo por nuestra fe"Extracto del prólogo del Informe de Libertad Religiosa en el Mundo 2025. Testimonio de Miriam, una mujer de Pakistán que no revela su nombre real por seguridad. Eran cerca de las seis de la mañana cuando los gritos rompieron el silencio. “¡Los vamos a quemar! ¡Salgan afuera!”, gritaban frente a nuestra casa. Mi familia y yo despertamos aterrados. Afuera, una turba enfurecida acusaba a mi abuelo de blasfemia. No entendíamos nada. Él y los demás tratamos de explicar que era un error, pero nadie quiso escucharnos. Golpeaban la puerta, rompían ventanas, derribaban muros. El miedo era insoportable. Prendieron fuego a la fábrica de zapatos de mi abuelo, justo al lado de casa, y después entraron en mi habitación. Yo estaba comprometida, a punto de casarme. Mis padres habían guardado allí los muebles, la ropa y los regalos de mi dote. Se lo llevaron todo o lo destrozaron. Solo podíamos pensar en sobrevivir. Corrimos a escondernos en un pequeño baño. Allí permanecimos seis o siete horas, sin saber si saldríamos con vida, hasta que la policía nos dijo que podíamos salir. Al salir, lo que vimos fue devastador: todo estaba en ruinas, sin agua, sin electricidad, reducido a cenizas. Buscamos desesperadamente a mi abuelo. Finalmente encontramos a un hombre tirado en el suelo, cubierto de sangre, con los dientes y la nariz rotos. Parecía que le habían triturado todos los huesos del cuerpo. Nos dijeron que era él. No podíamos creerlo. Estaba muy malherido y no respondía. Murió poco después en el hospital. Días más tarde, también falleció mi abuela, consumida por el dolor. Nos atacaron por ser cristianos. Somos una minoría en Pakistán y, aunque respetamos a los demás, muchas veces no recibimos ese mismo respeto. Ser cristiano ha dejado de ser seguro. Vivimos con miedo, con la conciencia de que cualquier día una falsa acusación puede arrebatarnos la vida. La falta de libertad religiosa no es solo un problema político o social; es una herida profunda que desgarra familias, destruye comunidades y apaga sueños. La libertad de creer, de rezar, de vivir la fe sin miedo, forma parte de la identidad de una persona. Cuando se pisotea, se niega algo esencial de la dignidad humana. Aunque en mi país la constitución reconoce este derecho, en la práctica se nos priva de él. Nos enfrentamos a la discriminación, la intolerancia y la violencia, día tras día. Por eso, mi familia y yo estamos profundamente agradecidos a Ayuda a la Iglesia que Sufre por elaborar este Informe sobre la Libertad Religiosa en el Mundo. Este trabajo da voz a quienes no la tienen, muestra cómo gobiernos y grupos sociales restringen o niegan este derecho y recuerda que sin libertad religiosa no hay justicia ni paz verdaderas. El día en que perdimos a mi abuelo quedó grabado en mi corazón. Podremos reconstruir nuestra casa y nuestras vidas, pero nunca recuperaremos a él ni a mi abuela. Al honrar su memoria, pedimos justicia y soñamos con un futuro donde nadie sea perseguido por creer. |
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