Una ocasión para recuperar la memoria viva de aquellos lugares sagrados

 El desierto de Medio Oriente, en el misterio de su inmensidad y su silencio, se constituyó como templo natural para la llegada del Príncipe de la Paz. Sus relieves, sus luces y su belleza fueron testigos entonces, y siguen siendo testigos todavía, de aquel que llegó a hacer nuevas todas las cosas, de aquel que venció el odio con el Amor, el pecado con el Perdón, la duda con la Verdad. Hoy, en ese mismo paisaje arenisco y monótono, se esconde la luz de Su Presencia en focos de peregrinación y oración, en medio de las sombras causadas por la violencia y las divisiones.

«’Adán, ¿dónde estás?’ Aquí estoy, Señor, con la vergüenza de lo que el hombre, creado a tu imagen y semejanza, ha sido capaz de hacer. Acuérdate de nosotros en tu misericordia». (Papa Francisco, 26 de mayo en el Museo del «Yad Vashen»).

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En mayo de este año el Papa Francisco visitó Tierra Santa con motivo de la conmemoración del 50 aniversario del abrazo entre un papa y el principal líder ortodoxo tras miles de años de silencio. En esta ocasión el gesto fue repetido por Francisco y Bartolomé I. Luego, a fines de noviembre, el Papa realizó un viaje apostólico a Turquía con la intención de reunirse con Bartolomé I y ahondar en el camino ecuménico.

Estas visitas del Papa nos han permitido recuperar la memoria viva de los lugares santos y la luz de aquel encuentro primero y aquel llamado primero de Jesús a los hombres.

Las distintas comunidades religiosas que han poblado Tierra Santa desde el inicio de la historia de la Iglesia han permitido perpetuar la memoria de los lugares santos y hacer de ese desierto del Oriente un lugar de luz y de encuentro en Jesús y los hombres.

En primer lugar podemos encontrarnos con diversos focos de oración, representados por los distintos monasterios que se han construido en estos lugares. Los Benedictinos, siguiendo el ejemplo y la inspiración de San Benito, tienen cinco monasterios en Israel que se rigen por la regla benedictina. Son lugares de Ora et labora, donde viven, oran y trabajan los monjes.

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Entre estos monasterios hay una abadía, la Dormición, y cuatro prioratos. La Abadía de la Dormición es el monasterio cabeza y, a su vez, es el lugar donde se encuentra el noviciado, por lo que en él se desarrolla la primera educación y preparación para la vida monástica. Este monasterio está ubicado en el Monte Sión, lugar de encuentro y de envío pentecostal. De encuentro, pues ahí Jesús tuvo junto a sus discípulos la última cena, y lugar de envío pentecostal, pues fue en el monte Sión donde la Iglesia nació con el envío de los Apóstoles a predicar el mensaje de Jesús. Esta abadía fue fundada por los monjes venidos de la abadía de Beuron en Alemania, los mismos que fundaron en Chile.

Uno de los cuatro prioratos es Tabgha, ubicado a las orillas del mar de Galilea, uno de los lugares más importantes de la predicación de Jesús a través de sus palabras y signos. También hay otro monasterio en Belén y dos en Jerusalén. Uno de ellos es el Benedictines N.D. du Calvaire, ubicado en el Monte de los Olivos, lugar donde las monjas benedictinas también tienen un monasterio, el Notre Dame des Mont Oliviers, precioso lugar para vivir en oración.

Por su parte, las carmelitas descalzas, hijas de Sta. Teresa de Ávila, se ubican en cuatro emblemáticos lugares de Tierra Santa: Jerusalén, Belén, Nazaret y el Monte Carmelo (Haifa), que es el monte del profeta Elías y cuna de la Orden del Carmen. En estos lugares cada monasterio encarna para ellas un camino espiritual a recorrer. Un quinto carmelo en Emaús espera nacer en los próximos años, según la profética visión de la Beata María de Jesús Crucificado, carmelita descalza del monasterio de Belén beatificada por el Papa Juan Pablo II.

Estas monjas venidas de todos los rincones del planeta para recrear el sueño de Teresa en la tierra del Señor viven “meditando día y noche la Ley del Señor” como les invita su Regla de vida. En fraternidad formando comunidades internacionales, escuelas de verdadera comunión en un entorno multicultural. Están ante Dios intercediendo por todos, velando con la Iglesia a la espera del Esposo que vendrá a recapitular todas las cosas en Él, procurando ser ellas mismas esa tierra santa en la que Jesús pueda revivir todo su misterio de encarnación y redención.

La familia monástica de Belén, de la Asunción de la Virgen y de San Bruno, también ha levantado monasterios en Tierra Santa, siguiendo a los santos monjes del comienzo de la Iglesia, yendo a los desiertos con el Evangelio en el corazón y eligiendo perderlo todo para ganar a Cristo. Su vida en estos lugares es de contemplación silenciosa, en soledad y comunión fraterna, con oración continua, celebraciones litúrgicas y trabajo artesanal.

Existen cuatro monasterios en Tierra Santa. A medio camino entre Tel-Aviv y Jerusalén, en la colina Bet Gemal, cuyo nombre significa en hebreo «casa de Gamaliel» y en árabe «casa de la belleza», se encuentra el monasterio Notre Dame de L´Assomption, de las hermanas; el monasterio Nuestra Señora de Maranatha de los hermanos, construido en el año 2000 gracias a la benevolencia de los padres salesianos, y el santuario «nuestra Señora Reina de Palestina y de Tierra Santa», lugar de encuentro de los cristianos palestinos, quienes se reúnen ahí el último domingo de octubre. En Galilea, a kilómetros al norte de Nazaret, en la cima de una colina entre el Hermón y el Tabor, se encuentran los monasterios Lura Nefota, de los hermanos y hermanas.

Todos estos monasterios y focos de oración han significado también relaciones de amistad con los pueblos heridos por las divisiones.

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Para el mundo laico también existen diversos lugares de peregrinación y contemplación. Uno de ellos es Notre Dame, ubicado cerca de la puerta Jaffa de Jerusalén, centro construido en Israel debido a los deseos del Papa Pablo VI. Este centro pertenece a la Santa Sede, por lo que es extraterritorial. En el año 2005 Juan Pablo II les confió la administración de este lugar a los Legionarios de Cristo. El centro es, a la vez, centro de peregrinos (puede albergar a 300 peregrinos aproximadamente en sus dependencias), de diálogo interreligioso y de asistencia y acompañamiento espiritual. Una comunidad de legionarios se encuentra permanentemente en el lugar recibiendo a los peregrinos que quieren visitar los lugares santos.

En vista de la necesidad de construir un centro de peregrinos similar en Galilea, los Legionarios de Cristo compraron un terreno en la orilla del mar de Galilea, en la intersección de los caminos de Nazaret y Cafarnaún, cerca de Migdal. Al comenzar la obra de construcción se encontraron con que el lugar estaba situado sobre arqueología del siglo I. Esto llevó a sospechar que el lugar sobre el que estaban situados es Magdala, la tierra de María Magdalena. Se sabía de este lugar por textos bíblicos, pero antes del hallazgo no se conocía a ciencia cierta dónde se situaba. La enorme riqueza de su arqueología se debe a que todo lo que ahí se ha encontrado es del siglo I. Es por esto que no existen vestigios medievales ni se han encontrado aún signos cristianos. Se descubrió una importante sinagoga donde Jesús podría haber predicado, así como también mosaicos, frescos y monedas de 2.000 años aproximadamente. Las labores de arqueología están a cargo de especialistas y de grupos voluntarios que van al lugar. Desde Chile han ido la mayor cantidad de voluntarios (200 aproximadamente).

El proyecto de Magdala busca ser un hotel de acogida con capacidad para 300 peregrinos, así como también contar con diferentes espacios que permitan vivir la peregrinación en profundidad. Entre estos espacios se contará con un centro multimedia para presentar la vida de Jesús a los peregrinos, un centro internacional sobre la dignidad de la mujer, inspirado en la imagen de María Magdalena, que invita a reflexionar sobre el papel de la mujer en la Iglesia. A su vez tendrá lugares de culto y oración y el centro arqueológico abierto al público.

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La capilla fue inaugurada en mayo de este año luego que el Papa Francisco, en su visita a Tierra Santa bendijera el sagrario del altar. En ella hay 14 íconos hechos en Santiago de Chile en la Escuela iconográfica de la Iglesia Ortodoxa, ubicada en Providencia. En el año 2009 el Papa Benedicto XVI ya había bendecido la primera piedra en su visita apostólica a Tierra Santa.

Galilea es un lugar especialmente valioso para los cristianos, pues fue ahí donde tuvo lugar la mayor parte de la vida pública y del ministerio de Jesús y donde encontró luego de la resurrección a sus discípulos para confirmarlos en la fe y en la misión.

«Volver a Galilea significa sobre todo volver allí, a ese punto incandescente en que la gracia de Dios me tocó al comienzo del camino. Con esta chispa puedo encender el fuego para el hoy, para cada día, y llevar calor y luz a mis hermanos y hermanas. Con esta chispa se enciende una alegría humilde, una alegría que no ofende el dolor y la desesperación, una alegría buena y serena» (Homilía del Santo Padre Francisco en la celebración de la Vigilia Pascual, Sábado santo, 19 de abril de 2014).

En las orillas del mismo mar, se ubica también el Domus Galilaeae, un centro de formación, retiro y hospedaje que se ofrece para las personas que pertenecen al Camino Neocatecumenal y para la Iglesia Católica en general. De acuerdo a la tradición oral, este centro se ubica en el lugar donde Jesús proclamó el Sermón de la Montaña, más arriba del actual Santuario de las Bienaventuranzas y por encima de Tabgha, el lugar de la multiplicación de los panes, y Cafarnaún.

En 1980 la Custodia de Tierra Santa ofreció al Camino Neocatecumenal la posibilidad de construir un centro de formación, estudios y retiros. Juan Pablo II aprobó el proyecto en 1994 y en 1999 se puso la primera piedra en una ceremonia donde estuvieron presentes el Patriarca Latino de Jerusalén, rectores de 35 seminarios, sacerdotes, laicos, catequistas del Camino Neocatecumenal, representantes de varias órdenes religiosas, profesores hebreos y árabes. Esta primera piedra lleva un fragmento de la tumba de san Pedro. En el año 2000 el centro fue bendecido por Juan Pablo II.

En medio de tantos dolores y penas que trae la guerra a estos lugares, la oración cristiana se eleva constante en Tierra Santa, mientras allí aguarda a los peregrinos de todo el mundo la paz de los santos lugares.

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