La dipsiquía amenaza la vitalidad espiritual del bautizado y pone en grave riesgo su salvación; sin embargo, el paro cardíaco no es inevitable. El Pastor de Hermas ofrece tanto las instrucciones para erradicar la dipsiquía del corazón como la seguridad del auxilio divino. La dipsiquía puede subsistir, pero también la esperanza de la salvación.

La dipsiquía (gr. δψυχuía; lit “duplicidad de alma”), una palabra que aparece sólo en textos cristianos, es uno de los principales temas de El Pastor de Hermas [1]. Si bien los estudios de investigación se han preocupado de los orígenes y antecedentes de este término, se ha prestado menos atención a su uso específico en el mencionado escrito. El presente artículo considera el significado de dipsiquía en El Pastor de Hermas, examinando primero los diversos contextos en los que se usa el término, definiéndolo luego según Hermas, y, finalmente, considerando la solución que éste propone para ella. Algunos comentaristas han sostenido que Hermas no proporciona una solución adecuada a la dipsiquía porque su propuesta depende del esfuerzo humano, que falla inexorablemente, y deja de lado la asistencia divina [2]. Este trabajo pretende mostrar que la espiritualidad de Hermas no es tan pesimista; se mantiene una esperanza de salvación para el «doble de alma».

I. Dipsiquía: origen y antecedentes y uso contemporáneo

Si bien la Epístola de Santiago, en el Nuevo Testamento, es el texto conocido más antiguo que utiliza el término dipsiquía, a mediados del siglo pasado Oscar Seltz planteó que dicho término se habría originado en una fuente apócrifa usada por Santiago, por 1 y 2 Clemente, y por El Pastor de Hermas [3]. En el tercero de los artículos que dedicó al tema, identificó esta fuente como el libro de Eldad y Modad [4]. Sophie Marshall, por su parte, sostiene que el vocablo tiene su origen en la comunidad judía de Roma [5]. En análisis más recientes, Stanley Porter propone que fue Santiago quien acuñó el término [6]. La Epístola de Santiago es, como hemos dicho, el texto más antiguo conocido que usa el término, y todos los textos que le siguen lo emplean en el mismo sentido general que ella. Es cierto que con frecuencia los escritores cristianos posteriores asumen, amplían y precisan el uso de Santiago, pero los paralelos verbales y conceptuales no dejan de ser evidentes.

El más cercano antecesor conceptual de dipsiquía es la doctrina de los dos yetzerim [7]. Según Jean Daniélou, esta noción de una doble orientación del corazón humano es uno de los rasgos más importantes que el judeocristianismo recibió del judaísmo [8]. Esta doctrina identificaba dos yetzerim o impulsos en el corazón humano: uno bueno (yetzer hatob) y uno malo (yetzer hará) [9]. El que una persona tome el sendero de la vida o el de la muerte depende de cuál de los impulsos siga. Esta idea de los dos impulsos está estrechamente relacionada con la doctrina judía de los dos caminos, que puede encontrarse en la Epístola de Bernabé (ver 18-20) y en la Didajé (ver 1-5). Asimismo, los textos de Qumrán hablan de dos espíritus, el Príncipe de la Luz y el Ángel de las Tinieblas, que representan las fuerzas cósmicas del bien y el mal. La batalla entre estas dos fuerzas, se afirma, tendría lugar en el corazón humano [10]. Para Leslie Barnard y Oscar Seitz, esta doctrina de Qumrán hace de telón de fondo a la doctrina de la dipsiquía en Hermas [11]. Si bien hay ciertamente una correspondencia conceptual entre la dipsiquía y los dos yetzerim del dualismo qumránico, las fuentes judías no ofrecen ninguna verdadera evidencia sobre el origen o la formación de la palabra dipsiquía en la lengua griega [12].

Más aún, como veremos, estas tradiciones judías arrojan poca luz sobre el modo en que El Pastor de Hermas emplea el término.

Antes de examinar el uso que hace Hermas de dipsiquía, será útil perfilar brevemente su uso en la literatura contemporánea a la fecha de su composición. Los textos a considerar son nueve: Santiago 1,8; 4,8; 1 Clemente, 11,2; 23,3; 2 Clemente, 11,2; 11,5; Didajé, 4,4; Bernabé, 19,5; 19,7. En Santiago 1,8, dipsiquía está referida a los que dudan de la fidelidad de Dios para responder a la oración [13]. Santiago 4,8 se refiere a los que han sucumbido al demonio y son exhortados a purificar sus corazones [14]. Tanto en la Didajé como en Bernabé, dipsiquía aparece en el contexto de la doctrina de los dos caminos e indica la duda sobre la senda a seguir [15]. En 1 y 2 Clemente, dipsiquía se encuentra como parte de una cita de una fuente desconocida y conlleva la idea de dudar (δισταζοντες) de las promesas escatológicas de Dios. En otra referencia en 1 Clemente (ver 11,2), dipsiquía se refiere a los que, como la esposa de Lot, dudan (δισταζοτες) del poder de Dios.

II. El problema de la dipsiquía en El Pastor de Hermas

Vacilación y duda

En su empleo más general, El Pastor de Hermas caracteriza la dipsiquía como vacilación y duda. A Hermas le es dicho que las visiones que recibe le son dadas «por causa de los «dobles de alma», de los que oscilan en sus discursos consigo mismos sobre si estas cosas [el significado de las visiones] son o no son» (vis. 3,4,3). Este debate interior se traduce en empresas desganadas que inevitablemente fracasan: «El «doble de alma» se abalanza a una empresa y fracasa en ella a causa de su misma duda» (mand. 10,2,2). Los «dobles de alma» son indecisos y «cambian continuamente de opinión (ΠυΚνως μ∈τανοουσι)» (mand. 11,1,4).

El mandamiento noveno vincula la dipsiquía con la duda, especialmente en la oración [16]. El pastor advierte repetidas veces a Hermas de no dudar en la oración (ver mand. 9,2.4.5.6). «Si vacilares en tu corazón –le dice– ninguna de tus peticiones se verá cumplida. Porque los que vacilan de Dios son «dobles de alma» y nada absolutamente obtienen de cuanto piden» (mand. 9,5). Mientras que la vacilación implica indecisión y falta de compromiso, la duda torna inútil la oración personal. Tanto la vacilación como la duda atrofian el crecimiento espiritual del cristiano.

Insensatez y falsos profetas

Según El Pastor de Hermas, la dipsiquía produce insensatez. Hermas no logra entender las visiones que recibe porque es «doble de alma» (ver vis. 3,3,4). Cuando no percibe el significado de las tres formas de la anciana, el joven que se le aparece le reprocha: «¿Hasta cuándo seréis insensatos (ασυν∈τοι)? Por ello es que vuestras dipsiquías y el no tener vuestro corazón enderezado al Señor os vuelven insensatos» (vis. 3,10,9).

La persona «doble de alma» es también vulnerable a la falsa profecía, que agrava la insensatez. El consejo de los falsos profetas «destruye la mente (διανοιαν) de los «dobles de alma»» (mand. 11,1,1). El pastor advierte a Hermas sobre el espíritu de falsa profecía que «no se acerca para nada a reunión alguna de hombres justos, sino que huye de ellos. En cambio, anda pegado a los «dobles de alma» y vacuos, les echa sus profecías por los rincones y los embauca, hablándoles en todo conforme a lo que ellos desean (∈πιΘuμíaς) vacuamente» (mand. 11,1,13). Los vacilantes buscan el consejo de los falsos profetas para ver confirmados sus propios deseos egoístas. Los «dobles de alma» se encuentran con los falsos profetas en los rincones, lejos de la asamblea de los justos. La dipsiquía aísla a la persona [17].

Impotencia y tristeza

La dipsiquía es impotencia; el «doble de alma» es débil. Cuando Hermas pregunta por qué la anciana era progresivamente más joven en cada visión, le es dicho: «Es que vuestro espíritu está aviejado y marchito ya y sin vigor (δυναμιν), a causa de vuestras flaquezas y dipsiquías» (vis. 3,11,2). Esta impotencia deja a la persona sin preparación para la aflicción, especialmente para la tribulación escatológica. El pastor dice de los «dobles de alma» que «apenas oyen nombre de tribulación (Θλιψιν), se entregan por cobardía a la idolatría y se afrentan del nombre de su Señor» (comp. 9,21,3). En la visión tercera, la anciana contrasta a los «dobles de alma» con los que padecen diversas persecuciones por causa del Nombre (ver vis. 3,2,1-2). De modo semejante, en la cuarta visión, Hermas se hace del coraje para pasar ante una fiera sobrenatural despojándose primero de la dipsiquía (ver vis. 4,1,5-4,2,4). La anciana le dice que la fiera es tipo de la aflicción que está por venir (ver vis. 4,2,5). Los «dobles de alma» no serán capaces de soportarla.

Ellos son también particularmente susceptibles a la tristeza (λυπη), que, según Hermas, «es el peor de todos los espíritus y el más terrible para los siervos de Dios» (mand. 10,1,2). El pastor le advierte que «cuando el «doble de alma» se abalanza a una empresa y fracasa en ella a causa de su misma dipsiquía, la tristeza entra en aquel hombre y contrista al Espíritu Santo y lo expulsa» (mand. 10,2,2). Según Hermas, el Espíritu Santo es un espíritu delicado, que se torna claustrofóbico y se aleja cuando entran en la persona otros espíritus, como por ejemplo el de la tristeza (ver mand. 5,1,1-7; 5,2,3-8). La ausencia del Espíritu Santo puede explicar, en parte, la vaciedad y la impotencia experimentadas por la persona «doble de alma».

Riqueza y solicitud por los pobres

La novena comparación describe a los «dobles de alma» como «hierbas, con la parte superior de éstas verde y la parte de abajo seca» (comp. 9,21,1). Se les describe de este modo porque «tienen al Señor en sus labios, pero no lo tienen en su corazón» (comp. 9,21,1). Tener al Señor en los labios, pero no en el corazón, es estar vivo en las palabras, pero muerto en las obras (ver comp. 9,21,2). La persona «doble de alma» no está ni muerta ni viva. A la persona muerta en las obras se le reconoce con gran facilidad por su actitud hacia la riqueza. Como hace notar Carolyn Osiek, «acumular riqueza terrena es uno de los mejores modos de demostrar la dipsiquía» [18]. Los «dobles de alma» se apegan a las riquezas y a los deseos de este mundo. Relegan a los pobres, a las viudas y a los huérfanos por sus propios asuntos y preocupaciones (ver comp. 1,1,3.4.11; 6,3,1-6,4,7).

Una enfermedad del corazón

En la visión segunda, la anciana le dice a Hermas: «Después de que les hubieres notificado estas palabras, que el Dueño me mandó que te fueran reveladas, entonces se les perdonarán todos sus pecados que antes cometieron, y lo mismo a todos los santos que hubieren pecado hasta este día, con tal que hicieren penitencia de todo corazón y arrojen de sus corazones las dipsiquías» (vis. 2,2,4). En este pasaje se contrasta la dipsiquía con la penitencia de todo corazón (∈αν ∈ξ οlης της Κaρδíας μ∈τανοησουσιν). En el mandamiento noveno, que está dedicado exclusivamente a la dipsiquía, el pastor ordena a Hermas: «No discurras de esa manera, sino conviértete de todo corazón al Señor» (mand. 9,2). La dipsiquía es un estado de conflicto interior en el corazón que lleva a la duda, a la vacilación y a no creer y confiar del todo en Dios.

Este pasaje (vis. 2,2,4) también vincula a la dipsiquía con el pecado. La dipsiquía es una enfermedad del corazón de la que brotan diversos pecados, y el perdón de los pecados se realiza por la remoción de la dipsiquía [19]. Esto puede explicar por qué, en la comparación novena, la dipsiquía no se identifica con ninguna de las doce mujeres vestidas de negro que personifican a diversos vicios (ver comp. 9,15,3). Los cuatro vicios más poderosos son: la infidelidad (απιστía), la incontinencia (αKρασíα), la desobediencia (απ∈íΘ∈ιa) y el engaño (aπατη). Los otros ocho son: la tristeza (λuπη), la maldad (πονηρía), la disolución (ασ∈λγ∈ιa), la impaciencia (οξυχολía), la mentira (ψ∈υδος), la insensatez (αφρσυνη), la murmuración (Kατaλαλíα) y el odio (μiσoς). A lo largo de El Pastor, la persona «doble de alma» es caracterizada con cada uno de estos vicios.

La hija del diablo y un espíritu terreno

Finalmente, en el mandamiento noveno, la dipsiquía es personificada como la hija del diablo y como un espíritu terreno. El pastor advierte a Hermas: «¡Alerta contra esta dipsiquía!, porque es mala e insensata, y a muchos desarraiga de la fe, y por cierto de los muy fieles y firmes en ella. Y es que semejante duda es hija del diablo y mucho es el daño que hace a los siervos de Dios» (mand. 9,9). Dos versículos más abajo, el pastor continúa: «Ya ves, pues, cómo la fe viene de arriba (ανwΘ∈ν), de parte del Señor, y tiene grande fuerza; mas la dipsiquía es un espíritu terreno (∈πíγ∈ιον πν∈υμα), que procede del diablo, y no tiene fuerza alguna» (mand. 9,11). Si bien Hermas se refiere generalmente a la dipsiquía en términos antropológicos, como una enfermedad del corazón humano, en estos pasajes la dipsiquía es identificada con una fuerza trascendente que atac a al cristiano bautizado [20].

III Hacia una definición de Dipsiquía

Luego de haber examinado el amplio uso de dipsiquía en El Pastor de Hermas, podemos ahora ensayar una definición del término. El contexto de su uso inicial define ‘su significado: «Después de que les hubieres notificado estas palabras, que el Dueño me mandó que te fueran reveladas, entonces: se les perdonarán todos sus pecados que antes cometieron, y lo «mismo a todos los santos que hubieren pecado hasta este día, con tal que hicieren penitencia de todo corazón y arrojen de sus corazones las dipsiquías» (vis. 2,2,4).

El Bautismo marca la división entre los pecados cometidos «antes» (πrοτ∈ρoν) y los cometidos «hasta este día» (μ∈χρι ταυτης tηςημ∈ρας). La dipsiquía es un problema particular de los bautizados, y el perdón del pecado post-bautismal está ligado inevitablemente a su remoción [21]. Como hemos visto, numerosos pecados y enfermedades espirituales se asocian a la dipsiquía a lo largo de El Pastor de Hermas; sin embargo, ésta no se encuentra entre los doce vicios enumerados en la novena comparación. ¿Por qué no? Porque es una enfermedad del corazón de la que brotan tales pecados. Por eso, los santos pueden alcanzar el perdón de los pecados cometidos después del bautismo, «con tal que hicieren penitencia de todo corazón y arrojen de sus corazones las dipsiquías» (vis. 2,2,4; ver mand. 9,2). Hemos visto también que la dipsiquía es personificada como la hija del diablo y un espíritu terreno que procede del diablo (ver mand. 9,9.11). La dipsiquía es una fuerza trascendente que a muchos desarraiga de la fe y que: hace mucho daño a los siervos de Dios (ver mand. 9,9).

Así pues, según El Pastor de Hermas, la dipsiquía es un espíritu procedente del diablo que ataca al bautizado y crea en él un estado interno de debilitante discordia y duda, del cual surgen una variedad de vicios y enfermedades espirituales. La dipsiquía deja a la persona espiritualmente incapacitada: acostumbrada al fracaso, frustrada en la oración, preocupada por los asuntos de este mundo y ansiosa por el futuro. Ser “doble de alma” es carecer de fe.

IV. La solución a la Dipsiquía

Conversión y fe

A lo largo de El Pastor de Hermas, la exhortación a erradicar la dipsiquía aparece acompañada de un llamado a la conversión (μ∈tανoιa), a volverse a Dios con todo el corazón (ver vis. 2,2,4; 3,3,4; mand. 9,2; comp. 8,7,2; 8,8,3; 8,8,5; 8,11,3). ¿Qué implica la conversión? ¿Cómo se arrepiente uno de todo corazón? En la comparación sexta, el pastor exhorta: “Así, pues, los que hacéis penitencia (μ∈taνoouνteς), arrojad de vosotros las maldades de este siglo que os consumen; en cambio, revestidos de toda virtud de justicia, podéis guardar estos mandamientos y no añadir más pecados a pecados. Ahora bien, si no añadiereis nuevos pecados, os apartaréis definitivamente de vuestros anteriores pecados. Caminad, pues, en estos mandamientos y viviréis para Dios” (comp. 6,1,4).

Según el pastor, la conversión implica: 1) purificación y sencillez; 2) la adquisición de virtudes; y 3) progresar en los mandamientos.

En primer lugar, los que hacen penitencia son llamados a arrojar de sí las maldades de este siglo que los consumen. La purificación del mal está ligada a la virtud de la sencillez (aπλοtης), que tiene las características opuestas a las de la dipsiquía [22]. Mientras que la dipsiquía envejece a la persona, la sencillez la rejuvenece. La dipsiquía crea discordia y multiplicidad en el corazón; la sencillez trae concordia y unicidad de corazón. La preocupación por las riquezas terrenas es característica de la dipsiquía; la caridad solidaria es característica de la sencillez [23].

En segundo lugar, la conversión implica la adquisición de virtudes. Quienes hacen penitencia son descritos como “revestidos de toda virtud de justicia” (comp. 6,1,4). Así como Hermas ofrece una lista de vicios que caracterizan a las personas “dobles de alma”, ofrece también una lista de virtudes que describen a la persona que se ha convertido. Las cuatro más poderosas son: la fe (πíσtiς), la continencia (∈γkρατ∈ia), la fortaleza (δuνaμiς) y la paciencia (μakρoΘuμía). Las otras ocho son: la sencillez (απλοtης), la inocencia (αkαkíα), la castidad (αγν∈íα), la alegría (iλαροtης), la verdad (αληΘ∈ιa), la inteligencia (συν∈σiς), la concordia (ομονoia) y la caridad (αγαπη) [24]. Éstos son los rasgos característicos del corazón convertido.

En tercer lugar, la conversión implica un progreso en los mandamientos del Señor [25]. Hermas se encuentra aquí con un remedio difícil de tomar. Los mandamientos mueven a la acción y señalan el camino de la conversión (ver vis. 5,7), y en consecuencia curan la dipsiquía. Hermas, sin embargo, es advertido de no ser “doble de alma” con relación a los mandamientos (ver comp. 8,11,3). La conversión verdadera se mide por la obediencia a los mandamientos (ver comp. 6, 1,3) pero Hermas duda de si alguien será capaz de guardarlos (ver mand. 12,3,4). El pastor responde a esta duda: “Si ya te está subiendo al corazón la idea de que no hay hombre que pueda guardarlos, no los guardarás” (mand. 12,3,5), y luego exhorta a Hermas: “Vosotros, pues, los que sois ligeros y vacíos en la fe, poned al Señor en vuestros corazones y veréis cómo no hay nada más ligero ni más dulce y suave que estos mandamientos” (mand. 12,4,5) [26]. Así pues, el primer paso para la conversión y el antídoto para la dipsiquía es la fe (η πíotiς) [27]. Un corazón convertido es un corazón que le cree a Dios.

El mandamiento noveno identifica a la fe como el remedio para la dipsiquía [28]. Aquí el pastor instruye a Hermas y le dice: “Desprecia, pues, la dipsiquía en todo negocio, revestido que estés de la fe, que es fuerte y poderosa” (mand. 9,10). La túnica de la fe protege al cristiano de la dipsiquía. Mientras que la dipsiquía es un espíritu terreno procedente del diablo, la fe es celestial y procede del Señor (ver mand. 9,11). La dipsiquía despoja de poder al cristiano; la fe lo reviste de poder [29] ,[30]. La fe ilumina al cristiano con la verdad y así pone al descubierto el espíritu de los falsos profetas y los deseos egoístas que hacen que la persona “doble de alma” vaya tras su consejo. La fe prepara a los cristianos para los tiempos de aflicción, los protege de las tentaciones del diablo y los hace capaces de seguir los mandamientos del Señor [31].

La fe tiene un fundamento teológico. No hay justificación teológica para ser vacilante o para dudar de Dios, pues Dios es soberano y compasivo. El primer mandamiento deja esto en claro: “Ante todas las cosas, cree que hay un solo Dios, que creó y ordenó el universo e hizo pasar todas las cosas del no ser al ser, el que todo lo abarca y sólo Él es inabarcable. Cree, pues, en Él y témele y, temiéndole, sé continente. Esto guarda y arrojarás de ti toda maldad y te revestirás de toda virtud de justicia. Y si este mandamiento guardares, vivirás para Dios” (mand. 1).

Los mandamientos concluyen con la misma exhortación de parte del pastor: “Necio, insensato y vacilante, ¿no entiendes cuán grande y poderosa y admirable es la gloria de Dios, que creó el mundo por amor del hombre y al hombre sometió toda su creación y le dio todo poder para dominar sobre cuanto hay bajo el cielo?” (mand. 12,4,2). Además de esta confesión de la soberanía de Dios como Creador, El Pastor de Hermas recuerda repetidas veces a sus lectores la gran compasión (πoλυσπλaγχνía) de Dios por ellos (ver vis. 1,3,2; 2,2,8; 4,2,3; mand. 9,2; comp. 8,6,1).

IV . Conclusión: ¿Es posible superar la Dipsiquía?

La solución al problema de la dipsiquía está en una conversión es el tema más prominente a lo largo de las visiones, mandamientos y comparaciones de El Pastor de Hermas. No obstante, para Hermas subsiste el problema de la dipsiquía. A pesar de que los mandamientos han sido dados para mostrar el camino de la conversión y de la cura de la dipsiquía, Hermas los encuentra difíciles y se pregunta si alguien será capaz de guardarlos. Quienes son capaces de avanzar en los mandamientos lo consiguen por estar firmemente arraigados en la fe; sin embargo, en la visión cuarta, cuando Hermas cree estar firmemente arraigado en la fe, se le reprocha que es “doble de alma” (ver vis. 4,1,4). El mandamiento noveno advierte: “la dipsiquía) a muchos desarraiga de la fe, y por cierto de los muy fieles y firmes en ella” (mand. 9,9). ¿Es posible superar la dipsiquía?

Aunque la espiritualidad de Hermas parezca pesimista, hay en ella motivos para un optimismo espiritual. Cuando Hermas duda de su capacidad de guardar los mandamientos, el pastor le asegura: “Yo te fortaleceré en ellos” (comp. 6,1,2; ver 7,6). Una vez más, el pastor vuelve a asegurarle: “Yo he sido enviado para estar con vosotros, los que de todo vuestro corazón hacéis penitencia, y a fortaleceros en la fe” (mand. 12,6,1). La conversión, la fe y el progreso en los mandamientos no dependen tan sólo del esfuerzo humano.

Asimismo, el pastor recuerda a Hermas repetidas veces la gran compasión ( ) de Dios (ver vis. 1,3,2; 2,2,8; 4,2,3; mand. 9,2; comp. 7,6,1). Se pone el énfasis en la urgencia de la conversión, definitivamente, pero Hermas es optimista en creer que la mayoría de la gente podrá convertirse y ser salva (ver comp. 8,11,1; mand. 9,6). Si bien es cierto que el noveno mandamiento dice que “todo hombre “doble de alma”, si no hiciere penitencia, difícilmente se salvará” (mand. 9,6), Robert Joly comenta que “es necesario subrayar aquí una indulgencia mayor que en los demás lugares: Hermas parece admitir que tal vez se podría escapar al castigo, incluso sin penitencia[32]. Como hace notar Osiek, la soteriología de Hermas debe distinguirse de su parénesis [33]. Pese a las frustraciones respecto a su propia capacidad de superar el pecado y la dipsiquía, el elemento de la gracia no queda totalmente “absorbido por una doctrina de la conversión y la autojustificación” [34]. Contrariamente a lo afirmado por Torrance, la salvación no “depende de la observancia de los mandamientos o de la satisfacción cuando éstos son quebrantados”. La dipsiquía amenaza la vitalidad espiritual del bautizado y pone en grave riesgo su salvación; sin embargo, el paro cardíaco no es inevitable. El Pastor de Hermas ofrece tanto las instrucciones para erradicar la dipsiquía del corazón como la seguridad del auxilio divino. La dipsiquía puede subsistir, pero también la esperanza de la salvación.


NOTAS 

[1] Ver Stanley E. Porter, Is Dipsychos James 1,8; 4,8) a ‘Christian’ Word2, en «Bíblica» 71 (1990), p. 473.
[2] Ver Thomas E Torrance, The Doctrine of Grace in the Apostolic Fathers, Eerdmans, Grand Rapids 1960, p. 121; A. Wallace Strock, The Shepherd of Hermas.- A Study of His Anthropology as Seen in the Tension between Dipsychia and Hamartia, Ph.D. Dissertation, Emory University, 1983, pp. 227-231 y 234.
[3] Ver Oscar J.E. Seitz, Relationship of the Shepherd of Hermas to the Epistle of James, en «Journal of Biblical Literatura» 63, n. 2 (1944), pp. 131-140. La hipótesis de Seitz parte de la observación de que tanto en 1 como en 2 Clemente, los pasajes donde aparece dipsiquía son identificados por su autor como citas tomadas de otra fuente (1 Clemente, 23,3-4; 2 Clemente, 11,2-3). 1 Clemente se refiere a esta fuente como «escritura» (η γaφη) y 2 Clemente se refiere a ella como «la palabra profética» (ο πρoφηtikoς λoγoς). Dado que ambas citas son casi textuales, parecen haber sido tomadas de una misma fuente. Seltz encuentra un vocabulario similar en torno a las referencias a dipsiquía en Hermas. Son especialmente notables las referencias en mand. 9,5 y 9,7, donde Hermas, lo mismo que las cartas de Clemente, define dipsiquía como dudar de Dios. Dado que el mandamiento noveno es afín a Santiago 1,8 y 4,8, Seltz sugiere que los cuatro documentos han tomado el término dipsiquía de una fuente común, y sostiene que ésta sería el «librito» dado a Hermas por la anciana de la visión segunda, el cual contenía advertencias en contra de la dipsiquía (ver vis. 2,2,4.7).
[4] Ver Oscar J.F. Seitz, Afterthoughts on the Term “Dipsychos”, en «New Testament Studies» 4 (1957-58), p. 333. Cerca de un siglo antes, J.B. Lightfoot había propuesto el libro de Eldad y Modad como la fuente común de 1 y 2 Clemente (ver Oscar J.F. Seltz, Relationship, ob. cit., p. 133).
[5] Ver Sophie S. Marshall, Dipsychos: A Local Term?, en «Studia Evangelice» 6 (1973), pp. 350s. Marshall no ve nada especial en el consistente vocabulario empleado por Santiago, Hermas y 1 y 2 Clemente en el contexto de la dipsiquía. El significado general del término explica suficientemente las semejanzas de lenguaje. Marshall avanza un paso más que Seitz y busca el origen de dipsiquía más allá de la fuente apócrifa citada por 1 y 2 Clemente. Hace notar el hecho de que en dicha cita dipsiquía se encuentra en un contexto escatológico. Para dar a dipsiquía una aplicación específicamente escatológica se ha de suponer previamente una familiaridad con su significado general. Por tanto, dipsiquía debería haber formado parte del vocabulario compartido por la comunidad en la que fue escrita la fuente clementina. Dado que tanto Hermas como 1 y 2 Clemente han sido asociados a la comunidad judeocristiana de Roma, Marshall sugiere que dipsiquía tuvo su origen en la más amplia comunidad judía de Roma.
[6] Ver Stanley E. Porter, ob. cit., p. 487.
[7] Ver especialmente Oscar J.F. Seltz, Antecedente and Signification of the Term “Dipsychos”, en «Journal of Biblical Literature» 66, n. 2 (1947), pp. 211-219; Afterthoughts on the Term “Dipsychos”, ob. cit., pp. 331-332; Wallace I. Wolverton, The Double-Minded Man in Light of Essene Leslie W. Barnard, Studies in the Apostolic Fathers, Schocken, Nueva York 1966, pp. 160-161.
[8] Ver Jean Daniélou, The Theology of Iewish Christianity, Darton, Longman and -rodd, Londres 1964, pp. 357-358.
[9] Leslie Barnard explica que «la idea general entre los rabinos era que la lucha por el dominio entre los impulsos buenos y malos tenía lugar en el corazón, entendido como el conjunto de los elementos volitivos e intelectuales del hombre» (ob. cit., p. 160).
[10] Ver A. Wallace Strock, ob. cit., pp. 170ss.
[11] Ver Leslie W. Barnard, ob. cit., p. 161; Oscar ].E Seitz, Afterthoughts on the Term “Dipsychos” ob. cit., p. 328. Barnard sostiene que esta doctrina es relevante para el estudio de la dipsiquía y El Pastor de Hermas por dos motivos. En primer lugar, porque el mandamiento sexto contiene enseñanzas sobre los ángeles buenos y malos que rivalizan entre sí por la lealtad de Hermas. Barnard afirma que esta concepción de Hermas tiene su origen en Qumrán: «En el Manual de disciplina 3,13-4,26 se describe a dos espíritus rivalizando entre sí por la posesión de los corazones humanos, y la lista de virtudes y vicios asociada a los dos espíritus guarda cierta semejanza con la lista de Hermas; en efecto, casi todas las- virtudes y vicios que menciona encuentran su paralelo en Qumrán» (p. 161). Seitz cita un pasaje de los Himnos de acción de gracias que se refieren a los impíos: «Te buscan con un corazón doble, y no permanecen firmes en tu escándalo de su iniquidad, y van a buscarte en la boca de los falsos profetas, imbuidos del error» (Afterthoughts on the Term «Dlpsychos», ob. cit., p. 328). Hermas se hace eco de este himno cuando dice que los «dobles de alma» y que cambian a la continua de opinión, se entregan a la adivinación como los gentiles y, volviendo a la idolatría, se hacen reos de mayor pecado que el de los mismos gentiles. Y, en efecto, el que consulta a un falso profeta sobre una acción cualquiera, es un idólatra, vacío de la verdad e insensato» (mand. 11,1,4) [todas las citas en griego y castellano de El Pastor de Hermas han sido tomadas de Daniel Ruiz Bueno(trad.), Padres Apostólicos, BAC, Madrid 61993]. Wallace Wolverton encuentra también paralelos entre Hermas y el Manual de disciplina, así como con los Himnos de acción de gracias y el Documento de Damasco (ob. cit., pp. 167-168). En estos rollos, el dualismo entre bien y mal crea un conflicto en el corazón humano entre la adoración de los ídolos y la única adoración de. Dios. Aunque Hermas no haya bebido directamente de la literatura de Qumrán, por lo menos se encuentra familiarizado con esta tradición judía.
[12] Ver Stanley E. Porter, ob. cit., pp. 477-478. Aunque semejantes paralelos entre Hermas y la tradición judía puedan parecer atractivos, la relación entre Hermas y el dualismo judío no es tan estrecha como sugieren Seltz y Barnard. Tal como lo hace notar A. Wallace Strock en su disertación sobre la antropología y la dipsiquía en Hermas, hay significativas diferencias entre la antropología y la hamartología de Hermas y las de la tradición judía. «En el mejor de los casos —concluye— el empleo de dipsiquía por parte de Hermas «sugiere» la doctrina judía de los dos yetzerim. Si Hermas entendía la dipsiquía a partir de esa doctrina, no comprendió bien su extensión y profundidad. Concluir, como lo hace Barnard, que la doctrina rabínica de los dos yetzerim se encuentra detrás del empleo de dipsiquía por parte de Hermas es a la vez problemático e improbable. Puede haber semejanzas superficiales, pero la teología básica de esta doctrina judía es ignorada» (ob. cit., pp. 180-181). Ver también Sophie S. Marshall, ob. cit., p. 349; J. Reiling, Hermas and Christian Prophecy. A Study of the Eleventh Mandate (Supplements to Novum Testamentum, 37), E.J. Brill, Leiden 1973, p. 32 (n. 6); Graydon F. Snyder, The Shepherd of Hermas (The Apostolic Fathers. A New Translation and Commentary, 6), Thomas Nelson and Sons, Londres 1968, p. 82.
[13] Santiago exhorta a sus lectores a pedir «con fe, sin vacilar (aít∈ítω δ∈ ∈νπíστ∈ι μηδ∈ν διaκρινoμ∈νος) Que no piense recibir cosa alguna del Señor un hombre como éste, «doble de alma» e inconstante en todos sus caminos» (Stgo 1,6-8).
[14] «Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo y él huirá de vosotros. Acercaos a Dios y Él se acercará a vosotros. Purificaos, pecadores, las manos; limpiad los corazones, «dobles de alma» (Stgo 4,7-8-).
[15] En ambos textos, la exhortación a no ser «dobles de alma» viene precedida por una exhortación a la vida justa y pacífica en la comunidad, y es seguida de una enseñanza sobre la caridad (Didajé, 4,1-8; Bernabé, 19,1-8). Estos dos pasajes guardan suficiente semejanza como para considerar que provienen de una fuente común.
[16] Aquí El Pastor se hace eco del empleo de dipsiquía por parte de Santiago.
[17] El pastor condena a los «dobles de alma»: «Volviendo a la idolatría, se hacen reos de mayor pecado que el de los mismos gentiles. Y, en efecto, el que consulta a un falsoprofeta sobre una acción cualquiera, es un idólatra, vacío de la verdad e insensato (κeνος aπotης aληΘ∈íaς κaí aφρwν) (mand. 11,1,4).
[18] Carolyn Osiek, Shepherd of Hermas. A Commentary of the Shepherd of Hermas (Hermeneia), Fortress Press, Mineápolis 1999, p. 159.
[19] Según Strock, «la dipsiquía misma no lleva al cristiano a pecar; pero establece la enfermedad del corazón del cristiano de la cual surge el pecado y que es evidenciada por el pecado» (ob. cit., p. 73).
[20] Si la dipsiquía es ella misma un espíritu terreno e hija del diablo, no puede ser concebida como indecisión entre dos espíritus opuestos. Hay aquí una sutil diferencia con respecto al tipo de dualismo judío ejemplificado en Qumrán. Asimismo, la conexión que Hermas establece entre la dipsiquía y el demonio apunta como precedente a Santiago, quien hace también dicha conexión (ver Stgo 4,7-8).
[21] Los estudiosos han reconocido desde hace mucho que el pecado post-bautismal es un tema fundamental de El pastor. Para un compendio de las diversas interpretaciones de la concepción de Hermas acerca del pecado post-bautismal, véase A. Wallace Strock, ob. cit., pp. 1-31.
[22] A Hermas se le ordena: “Procura la sencillez y sé inocente (aπλotηta ∈χ∈kaι akakoς γινou), y serás como los niños pequeños, que no conocen la maldad, destructora de la vida de los hombres” (mand. 2,1).
[23] El Pastor pone un énfasis particular en la conexión entre la sencillez y la caridad. En el mandamiento segundo, dedicado a la sencillez, dice: “Obra el bien, y del fruto de tus trabajos que Dios te da, da con sencillez a todos los necesitados, sin titubear (μη diotaςwν) sobre a quién dará y a quién no. Da a todos (…). Así, pues, el que da es inocente, porque como recibió de Dios este ministerio con mandato de cumplirlo, así sencillamente (aπλwς) lo cumplió, sin discriminar para nada (μηθ∈ν diakρiνwν) a quien diera y a quien no. Este ministerio, pues, cumplido con sencillez (aπλwς), fue glorioso delante de Dios y, por ende, quien así sencillamente (aπλwς) administrare, vivirá para Dios. Guarda, pues, estos mandamientos, tal como te los he dicho, a fin de que tu penitencia (μ∈taνoia) y la de tu familia sea hallada en sencillez (aπλotηti), y tu corazón, puro y sin mancha” (mand. 2,4.6.7; ver comp. 9,24,1-5; 9,29,1-3). Los “dobles de alma” vacilan y tienen dudas para dar; los sencillos dan a todos sin discriminaciones. Tal disposición para con los demás es reflejo de Dios, que “no es como los hombres, que guardan rencor; no, El no es rencoroso, sino que tiene lástima de su propia hechura” (mand. 9,3). Por tanto, la sencillez en la conversión significa abandonar toda preocupación por este mundo que no refleje el carácter de Dios.
[24] Estas virtudes están representadas por las doce vírgenes de la comparación novena.
[25] Estos mandamientos son delineados en los doce capítulos que conforman la sección intermedia de El Pastor.
[26] La obediencia no se alcanza de inmediato, sino tras un período de tiempo. Por ello el pastor instruye a Hermas a que ponga por escrito los mandamientos y comparaciones “para que los leas a la continua y puedas así guardarlos” (vis. 5,5).
[27] En Hermas la dipsiquía es contrastada con la fe con la misma frecuencia que con la conversión (ver vis. 4,1,8; 4,2,4; mand. 5,2,1; 9,6,10-12; 11,1,1.4; comp. 6,1,2).
[28] Martín Dibelius llama a este mandamiento “la mejor interpretación imaginable de Stgo 1,5-8” (Martin Dibelius y Heinrich Greeven, James (Hermeneia), Fortress Press, Filadelfia 1976, p. 31).
[29] Con respecto a la oración, “los enteros en la fe lo piden todo con confianza (π∈πoiθot∈ς) en el Señor, y lo alcanzan, porque piden sin vacilar (adiotaktwς), sin ser “dobles de alma” (μηδ∈ν δiψυχoυνt∈ς)” (mand. 9,6). Osiek observa en el mandamiento noveno un repetido movimiento de la duda a la seguridad (1-4; 5-7a; 7b-8a; 8b-12) (ver ob. cit., p. 132). Los que se revisten de la fe confían y no dudan.
[30] “Los que están firmes en la fe del Señor, revestidos de la verdad, no se adhieren a tales espíritus, sino que se alejan de ellos” (mand. 11,1,4).
[31] Cuando Hermas se enfrenta a la fiera sobrenatural, empieza a llorar y le pide a Dios que lo salve de ella. Entonces recuerda el llamado a no ser “doble de alma” y relata que “revestido, por tanto, hermanos, de la fe del Señor (∈νdυσaμ∈νoς tην πiotiν toukuρiou), y acordándome de las magnificencias que me había enseñado, me abalancé animosamente hacia la fiera” (vis. 4,1,8). Luego de pasar ileso ante ésta, la anciana le dice: “De gran tribulación has escapado por tu fe y porque, a pesar de ser tan enorme fiera, no has sido “doble de alma”.
(ouk ∈diψuχησaς)” (vis. 4,2,4). Aunque el diablo ataque al cristiano con el espíritu terreno de la dipsiquía, sólo alcanza su cometido con los medio vacíos. “Los que están llenos de fe –afirma el pastor– le resisten valerosamente, y él se retira de ellos, pues no tiene por dónde entrar” (mand. 12,5,4). Finalmente, el pastor pregunta a Hermas: “¿Por qué eres “doble de alma” (tidiψuc∈iς) acerca de los mandamientos que te he dado? Hermosos son. No seas “doble de alma” (diψucηoης) en absoluto, sino revístete de la fe en el Señor y caminarás en ellos” (comp. 6,1,2). Quienes caminan en los mandamientos deben revestirse primero de la fe. Sólo entonces verán cuán ligeros son esos mandamientos (ver mand. 11,4,5).
[32] Robert Joly, Hermas le Pasteur (Sources Chrétiennes, 53), Du Cerf, París 1958, pp. 184-185. El texto en cursiva se encuentra así en el original. Dice Osiek sobre el mandamiento noveno que “se podría sostener que el verdadero tema del capítulo es la generosidad de Dios” (ob. cit., p. 132).
[33] Ver Carolyn Osiek, ob. cit., p. 133.
[34] Thomas F. Torrance, ob. cit., p. 123.

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