¿Es posible dar desinteresadamente? El misterio de la misericordia, tanto humana como divina.
© Humanitas 91, año XXIV, 2019, págs. 12 - 31.
Tal el hombre asegura, por error o malicia;
mas yo, que te he gustado, como un vino, Señor,
mientras los otros siguen llamándote Justicia,
¡no te llamaré nunca otra cosa que Amor!
―Gabriela Mistral, “Interrogaciones”
But mercy is above this sceptered sway. It is enthroned in the hearts of kings;
it is an attribute to God Himself; and earthly power doth then show
likest God’s when mercy seasons justice.
―William Shakespeare, “El mercader de Venecia”
El misterio de la misericordia
No es ninguna novedad que el amor se encuentra en el centro de la experiencia cristiana. Es la palabra más apropiada del lenguaje humano para describir a Dios. “Dios es amor”, dice el evangelista Juan, lo repite san Pablo, y el mandamiento nuevo de Jesús de Nazaret es “ámense los unos a los otros, como yo los he amado”. San Felipe Neri llamaba a Jesucristo con el nombre de Amor, y “loco de amor” lo llamaba santa María Magdalena de Pazzi en un arrebato extático. La vida misma de Jesús es recibida por los cristianos como un testimonio continuo del amor sobreabundante de Dios.
Entre todas las manifestaciones del amor, la misericordia tiene un lugar de privilegio. Santa Faustina se refiere a ella como “el atributo más grande de Dios”. También es descrita por el Papa Francisco como “el acto definitivo y supremo” de Dios y como “la vía que une a Dios y el hombre”. Y añade que “todo en [Dios] habla de misericordia [y] nada en Él está exento de compasión”. Ya en el Antiguo Testamento Dios se revelaba a Moisés como “clemente y misericordioso”, expresión muchas veces repetida, especialmente en los salmos. La misericordia, en rigor, no es un acto diferenciado del amor. Es el modo y el ámbito en que se manifiesta el amor, especialmente cuando quien ama se conmueve por el sufrimiento, la injusticia o la pobreza. Es el amor que se dirige al que está amenazado en el núcleo mismo de su existencia o dignidad: al que tiene hambre, al enfermo, al que está preso o desnudo, al pobre; y también al que yerra, al que está triste, o al que necesita nuestro consejo, paciencia u oración. Y, especialmente en el caso de la misericordia divina, al que se duele del mal cometido. Cuando el amor se despliega sobre encuentros de esta naturaleza, hablamos de relaciones de misericordia.
Don y reciprocidad en las ciencias sociales
Benedicto XVI sugiere en más de un documento la necesidad de moldear nuestras relaciones sociales según una lógica del don o de la gratuidad. ¿En qué consiste una lógica del don? ¿Es la misericordia un tipo de vínculo que pueda entenderse adecuadamente a partir del concepto de don, es decir, regalo?
* Foto de portada: Extracto de la "Aparición de Cristo en el lago Tiberíades" de Duccio di Buoninsegna. Todas las imágenes que ilustran este artículo son parte del libro de Giovanna Ragionieri, Duccio. Catálogo completo de pinturas. Ediciones Akal S.A., Madrid, 1992 (1989).
Sumario:
- ¿Es posible dar desinteresadamente? Este artículo se detiene en el misterio de la misericordia, tanto la humana como la divina. Las teorías que vinculan el don con la reciprocidad y, por lo tanto, con el intercambio, son contrastadas con las ideas de desproporción, exceso y desmesura ―incluso locura―, que flotan alrededor de la experiencia de la misericordia. El encuentro con Jesús de san Dimas, el buen ladrón, constituye el arquetipo de esta experiencia. Humanitas 2019, XCI, págs. 12 – 31.