En la región de Tigray, al norte de Etiopía, la guerra lleva 17 meses. Desde que estalló en noviembre de 2020, miles han muerto y muchos más se han visto obligados a huir de sus hogares a medida que el conflicto se expande a las regiones vecinas de Amhara y Afar. Un nuevo punto de inflexión ha llegado este jueves 24 de marzo con una declaración sorpresiva de tregua de parte del Gobierno de Abiy Ahmed, seguida por un comunicado del Frente de Liberación del Pueblo de Tigray (TPLF) de estar comprometidos con el cese de hostilidades.

Antecedentes del conflicto

Debido al Covid-19 las elecciones parlamentarias planeadas para el 29 de agosto del 2020 se pospusieron, pero el partido nacionalista Frente Popular de Liberación de Tigray (TPLF) –antiguo partido gobernante de la región– organizó, independientemente y sin el permiso del gobierno nacional, elecciones regionales en la región de Tigray a comienzos de septiembre, lo cual creó una crisis política que derivó en una intervención militar.

La guerra estalló cuando Abiy Ahmed, primer ministro de Etiopía, envió tropas a Tigray para derrocar al TPLF. En ese momento justificó que la medida fue tomada en respuesta a los ataques de los rebeldes contra los campamentos del ejército etíope. A las tropas federales se habrían unido tropas de Eritrea.

La lucha se prolongó durante más de un año, lo que desencadenó una dramática crisis humanitaria. Ha habido violaciones masivas y masacres, con ambos bandos acusados de graves infracciones a los Derechos Humanos. Lo que comenzó como una disputa política ha devenido en limpieza étnica, debido, según algunas fuentes de la región, a la presencia de las tropas eritreas.

Más de 400.000 personas han sido desplazadas en Tigray, según la ONU. La región también ha estado sujeta a lo que Naciones Unidas describe como un bloqueo de facto. La Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) destaca que “la distribución de alimentos en Tigray ha alcanzado un mínimo histórico desde marzo de 2021, ya que las reservas de alimentos están casi agotadas y solo unas 68.000 personas recibieron asistencia entre el 10 y el 16 de marzo”.

El pasado enero, la ONU ya indicaba que casi el 40% de la población de Tigray –una zona de seis millones de habitantes– enfrenta “una falta extrema de alimentos”, y que la escasez de combustible obliga a los trabajadores humanitarios a trasladar a pie medicamentos y otros suministros cruciales.

Millones de niños sufren de desnutrición grave, al igual que muchas personas mueren de hambre, incluidos los desplazados internos. En todas partes se multiplican las enfermedades y muertes, especialmente de niños, ancianos, y personas de alto riesgo debido a enfermedades crónicas y al Covid-19, así lo señala el Secretariado Católico Diocesano de Adigrat (ADCS).

“La falta de alimentos se ha convertido en el arma con la que hacer morir a la gente. Generaciones de jóvenes han sido completamente destruidas. Estamos hablando de 6 a 7 millones de personas que sufren esta situación de violencia sin precedentes”, señala un miembro de la Iglesia local de Tigray.

La Iglesia Católica frente al conflicto

En la región de Tigray el 95% de la población son cristianos, de la iglesia ortodoxa copta etíope, y pertenecen a la etnia tigrey. Si bien los enfrentamientos han provocado la muerte de muchos cristianos, la violencia no está motivada por la religión sino por el conflicto político.

Aunque no se puede saber exactamente lo que sucede en la región debido al aislamiento, se ha hablado de un posible asesinato de 750 personas en un asalto a la iglesia ortodoxa de Santa María de Sión (Maryam Tsiyon) en Axum el pasado noviembre, lugar donde según la tradición autóctona se guarda el Arca de la Alianza. Así mismo, se podría haber dado otra masacre en diciembre en la iglesia de Maryam Dengelat con más de cien muertos.

Las redadas por toda Etiopía no perdonan a las misiones católicas del país. El pasado 5 de noviembre diecisiete misioneros salesianos que trabajaban en Etiopía fueron arrestados y deportados a un lugar desconocido por las fuerzas militares gubernamentales. El hecho tuvo lugar en el centro de los salesianos en el barrio de Gottera, en Adís Abeba y los detenidos fueron sacerdotes, diáconos y laicos. Tras largos interrogatorios sobre aspectos financieros de la escuela salesiana, todos fueron liberados el 13 de noviembre. El 30 de noviembre fueron arrestadas seis religiosas de la Congregación de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl en Addis Abeba. Luego fueron puestas en libertad. Sin embargo, todavía no hay noticias de dos diáconos y dos monjas de Kobo, que siguen detenidos junto con otros miles de etíopes de origen tigriña que están deslocalizados y detenidos en lugares en gran parte no precisados.

El padre Giuseppe Cavallini, misionero comboniano que lleva 30 años en Etiopía, reveló que en la región occidental de Benisciangul, la guerrilla ha “arrasado literalmente una de nuestras misiones combonianas, obligando a los sacerdotes y a las monjas a huir”. Pero eso no es todo: también en Tigray han sido saqueadas numerosas iglesias y misiones. Algunas fueron incluso destruidas.

Desde principios de noviembre de 2020 hasta mediados de junio de 2021, el Secretariado Católico Diocesano de Adigrat (ADCS) y varias congregaciones religiosas que operan bajo la eparquía, contribuyeron a salvar vidas afectadas por la guerra. Sin embargo, debido a múltiples limitaciones, incluidas las restricciones de seguridad a la circulación y el acceso, el límite de retirada de efectivo y la escasez de suministros básicos en el mercado, la ayuda humanitaria se ha limitado a las ciudades y zonas alrededor de las carreteras principales.

De acuerdo con el padre Abba Abraha Hagos, director diocesano de la ADCS, “al igual que otras organizaciones humanitarias, no hemos podido continuar respondiendo a las emergencias ni llegar a las personas afectadas por la guerra y aliviar su sufrimiento”, agregando que “es una crisis humanitaria sin precedentes, con cada día que pasa, cada hora que pasa, miles de víctimas inocentes pierden la vida en esta guerra en curso, acompañada de ataques aéreos indiscriminados con combatientes, helicópteros y drones”. “Ataques y masacres de civiles por motivos étnicos, destrucción de viviendas y desplazamiento de millones de personas, violencia de género desenfrenada que ha destruido las familias y las vidas de mujeres y niñas, devastación de la economía, las instituciones y la infraestructura social, destrucción del patrimonio cultural y religioso. Millones de personas están psicológicamente destruidas, aterrorizadas”, dijo el padre Hagos.

El aislamiento que sufre la región dificulta enormemente la posibilidad de mandar ayuda, explica la responsable de proyectos de la fundación ACN al mismo tiempo que pide apoyo para Etiopía, especialmente para la región de Tigray: “Se trata de un problema político, pero los que están pagando con su vida son los ciudadanos y civiles. Esta es una situación terrible. Hay que paliar el sufrimiento de tantas personas y dar consuelo a nuestros hermanos cristianos que están aislados del mundo en una situación de angustia, amenazados por la violencia y el terror”.

El obispo Tesfaselassie Medhin de Adigrat en la región etíope de Tigray, ha renovado su llamamiento a favor de una solución pacífica inmediata a la “limpieza étnica” que comenzó como una disputa política hace un año en la segunda nación más poblada de África. 

“Desafortunadamente todo es verdad, vengan y compruébenlo por ustedes mismos”, dijo a Fides un miembro etíope de la Iglesia local de Tigray. “Hay personas inocentes masacradas solo por su origen étnico, y multitudes que literalmente están muriendo de hambre: los corredores humanitarios deben abrirse de inmediato para ayudar a los que ahora están agotados”, dijo el miembro de la Iglesia, quien por razones de seguridad solicitó el anonimato. 

Llamamientos desde el Vaticano

Desde el inicio del conflicto el Papa ha realizado numerosos llamamientos para un alto al fuego y para que sea garantizada la asistencia humanitaria en Tigray. Apenas iniciado el conflicto, durante el rezo del Ángelus del 8 de noviembre de 2020, el Papa dijo refiriéndose a Tigray: “Mientras los exhorto a rechazar la tentación del conflicto armado, invito a todos a la oración y al respeto fraterno, al diálogo y a la resolución pacífica de la discordia”. Días después el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede declaró a través de un comunicado que el Santo Padre Francisco “sigue las noticias procedentes de Etiopía, donde desde hace algunas semanas se está produciendo un enfrentamiento militar que afecta a la región del Tigray y sus alrededores”. Asimismo, pidiendo oración por Etiopía, señaló que “el Papa Francisco hace un llamamiento a las partes en conflicto para que detengan la violencia, salvaguarden las vidas, especialmente la de los civiles, y restauren la paz en el pueblo”.

El 13 de junio de 2021 tras el rezo del ángelus, el Papa volvió a referirse al conflicto, mostrándose cercano a la población de la región del Tigray: “Hoy hay hambruna, hay hambre. Recemos juntos para que la violencia cese inmediatamente, para que se garanticen los alimentos y la asistencia sanitaria para todos, y para que se restablezca la armonía social lo antes posible”. “No es posible cerrar los ojos ante la explotación de los niños, privados del derecho a jugar, a estudiar y a soñar”, señaló. El mismo llamamiento lo realizó tras el rezo del Ángelus del 7 de noviembre: “Sigo con preocupación las noticias que llegan de la región del Cuerno de África, especialmente de Etiopía, sacudida por un conflicto que dura más de un año y que ha causado numerosas víctimas y una grave crisis humanitaria”. El Santo Padre sintió la necesidad de reiterar la convicción de la Santa Sede, expresada en varias ocasiones, de que deben cesar las hostilidades entre los bandos enfrentados y de que deben iniciarse negociaciones para restablecer la convivencia pacífica entre los diversos grupos étnicos presentes en Etiopía.

El 18 de noviembre de ese mismo año a través de un comunicado, los obispos católicos de Eritrea lanzaron un llamamiento a la reconciliación, y para el 27 de noviembre se convocó a una Jornada de oración por Etiopía en el “Espíritu de Asís”, convocada por el obispo Domenico Sorrentino de la diócesis de Asís.

Alto el fuego

Las naciones occidentales han urgido en distintas oportunidades a ambas partes del conflicto a acordar un cese de hostilidades y la apertura de corredores humanitarios. Tanto Estados Unidos como la Unión Europea, así como la Unión Africana y la Igad (Autoridad intergubernamental para el desarrollo) del Cuerno de África, han hecho todo lo posible para evitar una escalada sangrienta de la guerra civil.

La 33ª sesión especial del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, celebrada en Ginebra el 17 de diciembre, se centró en este difícil escenario, en el que también intervino Monseñor John D. Putzer, encargado de negocios ad interim en la Misión Permanente de Observación de la Santa Sede ante la ONU en Ginebra.

A pesar de los esfuerzos, las conversaciones veían pocos avances. Hasta que el pasado jueves 24 de marzo el Gobierno del primer ministro Abiy Ahmed declaró una tregua sorpresiva y señaló que espera que la medida facilite el acceso a la ayuda humanitaria y “allane el camino para la resolución del conflicto”. Un día después el TPLF afirmó, en un comunicado enviado a la agencia AFP, que están “comprometidos a implementar un cese de hostilidades efectivo de inmediato”.

Ahmed pidió al TPLF que “desista de todos los actos de agresión y se retire de las áreas que han ocupado en las regiones vecinas”, mientras que los rebeldes instaron a “las autoridades etíopes a ir más allá de las promesas vacías y tomar medidas concretas para facilitar el acceso humanitario sin restricciones”.

Se trata de un nuevo punto de inflexión en esta guerra que hasta ahora parecía no dar tregua.


Fuentes: La Croix, France 24, EFE, ACN internacional, Vatican News.

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