A once meses del comienzo de la guerra entre Rusia y Ucrania, y en el año en que se conmemora el 50 aniversario del Golpe de Estado en Chile, el autor invita a reflexionar sobre las distintas formas en que se articula –y desarticula– la tan necesaria paz. 

Para que la paz se realice es necesario luchar,
pero sobre todo soñar.
Nelson Mandela

La paz comienza a ser un bien escaso

El día de Navidad, el Papa Francisco conmovió a la audiencia al señalar que “nuestro tiempo está viviendo una grave carestía de paz”, en su voz se amplificaron vicisitudes que el mundo vive y que resuenan con gran preocupación a todo nivel. Urge recuperar la paz y reducir los escenarios de guerra.

No solo la guerra en Ucrania. Etiopía, con 120 millones de habitantes, desde 2020 vive en un conflicto interno que tiene otros rostros y características bélicas, con un escenario de hambre que se generaliza cada vez más. Todas las guerras generan destrucción, pobreza y hambre.

Se sigue demostrando que los que hoy solo aparecen como focos localizados de controversias, descontentos y rivalidades que surgen tanto internamente en las comunidades nacionales como entre países limítrofes, pueden escalar a conflictos bélicos. No hay que acostumbrarse a mirar desde lejos estas situaciones porque son heridas que nos afectan a todos.

Se hace necesario mantener abiertos espacios de acciones diplomáticas, reflexiones y diálogos en la línea de evitar que los conflictos se extienden fuera de sus confines. Las crisis tienen tendencia a ampliarse afectando a regiones enteras del planeta, especialmente cuando los medios y las redes sociales terminan abogando por los intereses de sectores pudientes e influyentes.

Europa no encuentra la brújula de la paz

Los países Europeos Occidentales, tras setenta años de crecimiento en el bienestar material y en la consolidación de sus democracias, con el camino abierto a una futura unión política, se enfrentan con “este imprevisto” de la guerra en Ucrania. Las diplomacias aún no logran componer un camino armónico para una paz que –todos coinciden– debe ser “una paz justa”, y que dure una vez que se ponga término a la invasión rusa. Por el momento, parece que el fin de este conflicto está en las manos de las operaciones militares, con el resultado final en el campo de batalla. 

La gran pregunta acerca de este conflicto se remonta a la memoria histórica de la Segunda Guerra Mundial para obtener alguna respuesta, sin dejar de admitir que la paz es una conquista dinámica que requiere compartir caminos de convergencias acerca de intereses económicos, sociales y culturales. A esto, como manifestaba Mandela, hay que unir el soñar.

La conferencia de Helsinki de 1975 fue un momento importante, muy posiblemente de sueño, en plena Guerra Fría cuando la cooperación económica y cultural amortiguaba las divergencias ideológicas entre dos bloques con concepciones opuestas de la sociedad y el futuro mismo de la humanidad. 

En 1989, a la alegría de la libertad que los países del Este encontraron con el retroceso del comunismo, no se asoció un espacio profundo para confrontarse sobre el futuro. La caída del muro llevó aires de libertad y democracia a toda Europa, y muy posiblemente no se dimensionó el rol que debería haber jugado el significado histórico de las raíces cristiana del continente, se deberían haber considerado más allá de la implantación del Euro como elemento común de referencia y de medición de los intercambios. El fenómeno del relativismo ético y de la secularización propios del siglo XX, unidos a la naciente Globalización en los años 60 y 70 penetra las diferentes culturas y la construcción de las sociedades de bienestar se convierte en una medición del progreso social y económico. 

Cuando la Unión Soviética se disolvió en 1990 se daba por cierto que las democracias liberales que habían derrotado a los fascismos y nazismos podían ser miradas como un modelo de gobierno para el mundo entero. El comunismo empieza a retroceder. “No tengáis miedo” las palabras pronunciadas con fuerza por Juan Pablo II al comienzo de su pontificado empujan a los jóvenes a no perder la libertad. Fueron palabras de signo histórico y profético que pasaron la Cortina de Hierro y encendieron chispas que un decenio después desencadenaron en que efectivamente los países esclavos de la ideología marxista de la Europa del Este encontraron o recuperaron su libertad. 

Hoy, treinta años después, la cuenta parece no volver porque estas democracias que por decenios habían superado momentos difíciles asegurando el crecimiento del bienestar alargando los confines de la cooperación, están sin un horizonte claro, posiblemente por no haber considerado adecuadamente que la libertad tiene sus dinamismos de crecimiento cuando los diálogos entre culturas diferentes se hacen efectivos y se educa al respeto de las diversidades. Es en este espacio que los caminos de la diplomacia pueden ser efectivos para superar obstáculos complejos y prevenir conflictos. Entre los países de Europa occidental y Rusia este camino ha sido débil, y el ampliar los confines de la Unión Europea a Ucrania ha provocado un efecto imprevisto junto con el de la Alianza Militar Atlántica que los rusos han considerado acercarse muchos a sus fronteras. 

Este es el momento también de retomar los discursos y las intervenciones de Ratzinger sobre Europa y sus raíces culturales comunes cristianas sobre las cuales se han edificado los diferentes países con sus propias identidades. En su libro de 1991, Una mirada a Europa, señala que tanto la Iglesia como la sociedad europea debían preguntarse acerca de los desafíos que tenían por delante con la caída del marxismo. Allí insiste (y lo hará en una serie de discursos por varios años) que las dimensiones culturales y espirituales son importantes, tal como lo fueron para San Benito en el siglo IV cuando con sus abadías en todo el continente crea las premisas de las ciudades que nacerán. Vale la pena una lectura de estos textos –un tanto difíciles por el alto contenido intelectual, denso de historia, filosofía y teología– en los cuales advierte los peligros que se vienen ya desde los años 90. Sin duda, hoy son un buen material para comprender estos fenómenos históricos y como tanto la secularización como el relativismo ético, cuando se convierten en prismas de lectura de las realidades sociopolíticas, terminan debilitando la fuerza y el sabor tanto de la libertad como de las democracias.

El continente americano: desorientado 

Estados Unidos y Brasil con los asaltos del 2021 al Capitol Hill y los de nuestros días en Brasilia son síntomas evidentes de las debilidades de las democracias que cruzan el continente. Las autocracias como estilo de vida y posiciones sociales parece que desean recuperar o mantener beneficios que las mismas democracias han generado y que ahora, bajo los cambios culturales y las conductas de los movimientos sociales, parece ya no poderse asegurar. Las sociedades reclaman espacios de mayor justicia, libertades y distribución de la riqueza que los actuales modelos socioeconómicos no están en condiciones de implementar y asegurar.  

Es justamente frente a estas amenazas que los que se sienten demócratas verdaderos deben recuperar su capacidad de iniciativa a partir del hacerse cargo de cómo solucionar aquellos problemas que un cierto tipo de globalización ha producido, cuando junto al aumento y la diversificación productiva no ha logrado prever las exclusiones sociales y áreas de subdesarrollo. América Latina en este escenario está obligada a buscar caminos de cooperación tecnológica para reducir la dependencia de las exportaciones de materias primas y colocarse en el concierto internacional con una capacidad propia de industrialización que significa también desarrollo más armonioso y equitativo de los sectores sociales más postergados y con una educación tecnológica y digital aún insuficiente. El desarrollo de la Ciencia y de la Técnica no puede plantearse como un camino separado de la Ética sin asumir el peligro de desembocar en nuevas formas de materialismo.

La Iglesia Católica en el continente esta llamada a recuperar su fuerza histórica para orientar y formar a la generación joven para no dejarse llevar solo por los caminos del materialismo y de la búsqueda del bienestar como pilares de la existencia. Pastores, presbíteros y laicos comprometidos deben sacudirse del polvo –no solo de los abusos sexuales– y recuperar la fuerza iluminadora de la enseñanza de la fe en sintonía con el desarrollo espiritual, cultural y de un sano progreso material.

La fe cristiana como ha sido toda la Enseñanza de Benedicto XVI no se separa de la razón, porque le da sentido a toda la existencia humana. Sin duda que la búsqueda de esta armonía también para el creyente se hace difícil porque “la distancia de Dios se ha ampliado en la dinámica de la vida cristiana”. Así lo sostenía Ratzinger en su visita a Chile en julio de 1988 en el encuentro con el clero, religiosos y religiosas. Afirmaba que “el hombre se ve alejado y por lo tanto también resulta difícil pensar en el poder de la Esperanza” (Revista Comunión y Liberación, Chile, julio 1988). 

Chile entre consolidación y reinvención

Nuestro Chile, si bien mantiene un grado de cohesión democrática y social más consistente en comparación con otros países del continente, es un ejemplo para pensar y estudiar más profundamente en cuanto su sistema político democrático y liberal económico ha convivido permitiendo como en ningún otro país reducir la extrema pobreza considerablemente, sin embargo, aún no logra en lo político y en lo económico adecuarse a los cambios que son necesarios tanto para enfrentar la transición ecológica como para amortiguar la marginación que las crisis sanitaria y económica ha generado.

Las regulaciones financieras para favorecer inversiones y estabilidad, y las políticas públicas más efectivas para mejorar los niveles de educación y formación al trabajo en los quintiles más bajos de la población, están a la espera de soluciones que son propias de las políticas tanto del gobierno como del Parlamento. En los últimos cuatro años Chile ha tenido que abordar las consecuencias del estallido social de octubre de 2019, las dos fases agudas de la pandemia Covid-19 y un proceso de cambio de Constitución aún no terminado. Además, un cambio de gobierno que coincide también con un cambio generacional en la política del país Todo parece encontrarse a medio terminar. Los desencuentros no han faltado y posiblemente seguirán por un tiempo más.

Vale rescatar, sin embargo, como transversalmente hay una convicción que el proceso constitucional sigue con un nuevo aire de mayor confianza y esto por dos razones esenciales: la primera son los partidos políticos que internamente están reencontrando su propia razón de ser expresiones de grupos de ciudadanos que tienen coincidencias de puntos de vista sobre problemáticas comunes y modelos de solución. Cada partido es parte de un todo y cuando el todo no alcanza armonía, cada parte se pierde o debilita. Además, el segundo aspecto positivo es el acuerdo de integrar en el futuro consejo constitucional también la figura de expertos que podrán aportar desde su calificada profesionalidad. 

La mirada futura del país, con el realismo del presente, se enriquece cuando no se olvida la memoria histórica. En esta óptica podría leerse la coincidencia que la Nueva Carta Constitucional se elabora justo cuando se cumplen 50 años de aquel 1973 recordado por dolores, pérdidas y quiebre de la sociedad entera. Es un acto de la memoria para recordar tanto las causas de momentos tristes como aprender a valorar los grandes esfuerzos de los sectores y personajes que intentaron salvar la libertad y la democracia. Estos dos grandes bienes requieren valentía e inteligencia para no perderse. Son una conquista cotidiana porque unidos a la justicia abren los caminos de paz.

Para la paz hay que luchar y no olvidar, como decía Nelson Mandela, de soñarla. Para el país la recurrencia de estos 50 años es el momento del rescate de la memoria, del realismo del presente y del sueño del futuro. Tal vez una relectura y una actualización del sueño de Chile de Mons. Raúl Silva Henríquez como comienzo de la nueva fase constituyente podrá reunir posiciones diferentes en la búsqueda de un buen resultado final.

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