Un ambiente de gran celebración se vivió este domingo 15 de mayo en una abarrotada Plaza de San Pedro para la proclamación de diez nuevos santos. Ellos son: Titus Brandsma, Lázaro conocido como Devasahayam, César de Bus, Luigi Maria Palazzolo, Justin Maria Russolillo, Carlos de Foucauld, Marie Rivier, María Francisca de Jesús Rubatto, Maria di Gesù Santocanale y Maria Domenica Mantovani.

Tito Brandsma, sacerdote profeso de la Orden Carmelita y mártir

Anno Sjoerd (Brandsma) nació al este de Frisia, en los Países Bajos, el 23 de febrero de 1881. Su padre, Titus, era un agricultor rico, casado con Tjitsje Postma. La salud del joven Anno Sjoerd fue tan frágil que no le permitió trabajar en el negocio familiar, ni unirse a los franciscanos menores, donde completó sus primeros estudios. Entró en los Carmelitas de Boxmeer y tomó el nombre de su padre, Titus. Después de completar sus estudios de filosofía y teología, hizo su profesión religiosa y fue ordenado sacerdote el 17 de junio de 1905. Fue profesor, redactor en periódicos y conferencista. Impartió cursos universitarios denunciando la ideología nazi y colaboró activamente con el episcopado holandés contra las disposiciones nazis. Fue arrestado y encerrado, desde donde escribió la vida de santa Teresa de Ávila. Fue llevado al campo penal de Amersfoort, al campo de clasificación de Kleve y al campo de concentración de Dachau. Debido al extremo debilitamiento de su ya precaria salud, fue internado en el hospital de campaña, el Revier. Allí permaneció hasta el domingo 26 de julio, cuando fue asesinado con una inyección de ácido fénico. A la enfermera que lo estaba matando, el padre Titus le entregó el rosario que le había hecho un recluso. Ella se convirtió y pudo testificar en el proceso de beatificación. El 3 de noviembre de 1985, Juan Pablo II lo proclamó beato como mártir de la fe.

María Rivier, fundadora de la Congregación de las Hermanas de la Presentación de María

La santidad de la francesa Maria Rivier es una cultivada desde niña y padeciendo una enfermedad que le impedía caminar. Prometió a la Virgen María que, si se curaba, dedicaría su vida a la educación de los pequeños. Se recuperó y a los 18 años abrió una escuela para niños en su ciudad natal. En el período de la Revolución Francesa, tan hostil hacia la religión católica y sus instituciones, floreció su carisma fundacional: la joven dio a luz a la Congregación de las Hermanas de la Presentación de María. Las monjas se dedicaron no solo a la formación religiosa y a la educación de las niñas sino que se embarcaron en un verdadero apostolado para el despertar de la fe y la práctica religiosa en las parroquias, donde reunían a la gente todos los domingos, explicando la doctrina e invitando a la oración. María Rivier murió el 3 de febrero de 1738 y Juan Pablo II la beatificó en 1982.

María de Jesús, fundadora de la Congregación de las Hermanas Capuchinas de la Inmaculada de Lourdes

María de Jesús, fundadora de los Capuchinos de la Inmaculada Concepción de Lourdes, nació en Palermo con el nombre de Carolina Santocanale en el seno de una familia acomodada. Asistiendo a la casa de sus abuelos en Monreale, vio la necesidad de asistencia y educación de su pueblo. Abandonó, pues, el propósito de la vida enclaustrada, cultivada desde niña, y se puso al servicio de la población que la llamaba "señora", pero que miraba con admiración su humildad. Abrazó la espiritualidad franciscana, haciéndose terciaria; reunió a otras chicas deseosas de pasar su vida ayudando a los demás. Se instaló en la localidad de Cinisi, donde abrió una escuela infantil, un internado y un taller de costura en el oratorio. Trabajó hasta el último de sus días y murió al final de una jornada fatigosa, en 1923.

Lázaro, laico y mártir 

Lázaro, conocido como Devasahayam, fue el primer laico indio en ser beatificado, un hombre de familia y un mártir. Hijo de un brahmán del reino hindú de Travancore, pertenecía a la alta casta de los guerreros. Se convirtió al cristianismo de adulto y recibió el bautismo a los 33 años. Esta conversión fue considerada una traición y un peligro para la solidez del reino. Por ello, fue detenido, humillado y torturado por los funcionarios, que luego ordenaron matarlo. ¿El cargo? Abjuración del hinduismo. Benedicto XVI lo inscribió en el registro de los beatos en 2011.

Maria Francesca di Gesù, fundadora de las Hermanas Terciarias Capuchinas de Loano

Nacida en el Piamonte, Anna Maria Rubatto se dedicó durante años a ayudar a los pobres de Turín, visitando a los enfermos en el Cottolengo y trabajando constantemente en el Oratorio de Don Bosco. Fundó en la ciudad de Loano, cerca de Savona, el Instituto de las Hermanas Terciarias Capuchinas y luego partió hacia América Latina, donde se esforzó por servir a los pobres. En 1892 llevó a sus hermanas a Montevideo, en Uruguay, y de allí, al poco tiempo, a Argentina y Brasil. Siete veces la Madre Francisca cruzó el océano para acompañar y visitar a sus hijas. Murió en Montevideo en 1904 y fue beatificada ochenta y nueve años después por Juan Pablo II en 1993.

María Domenica Mantovani, cofundadora del Instituto de las Hermanitas de la Sagrada Familia 

Fue la primera superiora del Instituto de las Hermanitas de la Sagrada Familia, que fundó junto con el beato Giuseppe Nascimbeni, su guía espiritual, que la quiso como colaboradora para la fundación del Instituto. Fue una figura determinante en el desarrollo del carisma y la espiritualidad. Dedicó toda su vida, hasta el final de sus días, al humilde servicio de los pobres, los huérfanos y los enfermos. Juan Pablo II la declaró beata en 2003.

César de Bus, fundador de la Congregación de los Padres de la Doctrina Cristiana

Nacido en Provenza y educado por los jesuitas, fue un sacerdote que se dedicó a la predicación y a la catequesis y fundó la Congregación de los Padres de la Doctrina Cristiana en 1572, con el objetivo de formar a los fieles. Llevó a cabo esta tarea con un estilo sencillo y pobre, cercano a la gente, a través de una catequesis fácilmente comprensible. Murió la mañana de Pascua de 1603 en Aviñón. Pablo VI lo declaró beato en 1975.

Luigi Maria Palazzolo, fundador del Instituto de las Hermanas de los Pobres

Sacerdote de Bérgamo, fundó las Congregaciones de las Clarisas y de los Hermanos de la Sagrada Familia para acoger a niñas huérfanas y más pobres. También creó escuelas nocturnas para jóvenes y adultos. La labor educativa y la formación religiosa que ofreció fueron tan eficaces que unos cuarenta jóvenes del Oratorio optaron por hacerse sacerdotes. Sometido a un sufrimiento físico y moral, murió a la edad de 58 años. En 1963 Juan XXIII lo beatificó.

Giustino María Russolillo, fundador de la Sociedad de las Divinas Vocaciones y de la Congregación de las Hermanas de las Divinas Vocaciones

Sacerdote de Pianura, en la provincia de Nápoles, vivió su vida y su ministerio al servicio de las vocaciones, para lo que fundó una sociedad de sacerdotes. Fue predicador, conferenciante y escritor. La catequesis permanente y la atención pastoral a las familias transformaron su comunidad parroquial, que se convirtió así en una "casa de santidad" y en la cuna de numerosas vocaciones. También extendió sus actividades a los sacerdotes y religiosos con dificultades. También ayudó a los jóvenes a formar familias cristianas. Debido a su incansable trabajo, sufrió varias incomprensiones; siempre ofreció estos sufrimientos a la Virgen María. Benedicto XVI lo contó entre los beatos en 2011.

Charles de Foucauld, sacerdote francés y misionero en el desierto de Argelia 

Antes de convertirse en el "Hermano Carlos de Jesús", el joven Charles, nacido en Estrasburgo, había emprendido la carrera militar, siguiendo los pasos de su abuelo, que lo había criado cuando quedó huérfano de padres a los 6 años. La fe, el futuro beato, la había dejado de lado durante su adolescencia, pero durante una peligrosa exploración en Marruecos, en los años 1883-84, surgió en él una pregunta: "¿Existe Dios?" "Dios mío, si existes, permíteme conocerte", fue su petición, que ya adquiría los rasgos de esa oración incesante que caracterizó toda su vida. De regreso a Francia, De Foucauld se lanzó a la búsqueda y pidió a un sacerdote que le instruyera. Luego peregrinó a Tierra Santa y allí, en los lugares de la vida de Cristo, encontró su vocación: consagrarse totalmente a Dios, imitando a Jesús en una vida oculta y silenciosa. Ordenado sacerdote a los 43 años (1901), Charles De Foucauld fue al desierto argelino del Sahara, primero a Beni Abbès, pobre entre los más pobres, y luego más al sur, a Tamanrasset, con los tuareg del Hoggar. Llevaba una vida de oración, meditando continuamente la Sagrada Escritura, con el deseo incesante de ser el "hermano universal" para cada persona. Murió a la edad de 58 años la noche del 1 de diciembre de 1916, asesinado por una banda de merodeadores que pasaba por allí. Benedicto XVI lo beatificó en 2005.


Fuentes: VaticanNews y AICA (Agencia Informativa Católica Argentina)

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