Francisco Álvarez 

Teología de la Salud 

397 págs.

PPC Boadilla del Monte (Madrid), 2013 

El modelo cristológico de salud alcanza el punto culminante en el misterio pascual, para concluir en el momento eclesial, es decir, su salud confiada a la Iglesia bajo la acción del Espíritu del Resucitado en cuanto don y misión. 

La salud es un modo de vivir en relación con nuestro cuerpo, con los demás, con el mundo y con Dios. En la perspectiva cristológica una existencia sana y saludable se transforma en el despliegue de un “vivirse en diálogo” acogiéndose a sí mismo y a la comunión que nos construye. Un lento aprendizaje de ser hombres y de serlo plenamente. Dios busca al hombre con su Encarnación (Jn 3, 16). Lo propio del amor es salir al encuentro, ofrecerse adaptándose a la situación del otro. Jesús vino para salvar al hombre, es la iniciativa de Dios haciéndose carne en Cristo. El hombre encuentra a Dios porque se ha dejado encontrar primero; si tiene sed de él es porque él mismo le ha hecho sediento. La encarnación no canoniza lo humano por el hecho de serlo, ni tampoco lo penaliza ni lo condena, nos restituye el entusiasmo de ser hombres, nos recupera la propia dignidad. Jesús viene a salvar y a enseñar la salvación.

La fuerza de Dios se manifiesta con todo su humilde esplendor en la debilidad humana, asumida por el mismo Dios, bajando para que el hombre suba. El Verbo se hace realmente “el hombre querido por Dios”, representante simbólico de la nueva condición humana, el sacramento del encuentro del hombre con Dios, que no desprecia la condición humana, sino que la asume renunciando a “mantenerse igual a Dios” (Flp 2, 6).

La plenitud de la condición humana es regalada a quienes, como el Verbo, parten desde abajo, y como hombres se dejan diagnosticar, enseñar y salvar. La salvación final es el pleno cumplimiento de las expectativas humanas y la consumación del amor de Dios, que va más allá de toda posible expectativa. La salvación se convierte en salud biográfica, la misión camina en la misma dirección que la encarnación. Cristo nos enseña que el hombre es solo hombre, no es una condena ni una pasión inútil, no viene a liberarnos o salvarnos del cuerpo, sino a vivir sanamente, educando y liberando el deseo.

Las acciones taumatúrgicas y terapéuticas practicadas por Jesús sobre los enfermos eran la señal de la llegada del Reino, de la mesianidad de Jesús, en quien se cumplen la Escrituras, acreditación de ser enviado por el Padre, prueba de su divinidad, expresión del amor de Dios sobre él. Curando enfermos quería llevar al hombre a la salvación integral. Sus seguidores, antes enfermos o no, encontraron también al Mesías enviado y prometido, Hijo de Dios, en cuyos ojos veían y gustaban el amor tierno del Padre. La salud es signo del Reino y Buena Nueva porque es colocada por Cristo en el itinerario hacia la plenitud total.

La enfermedad no es signo de maldición, pero la salud física y el vigor del cuerpo no son la Buena Nueva, por lo menos no necesariamente. La salud acogida por el curado se hace tarea que se debe recorrer hacia nuevas metas; entonces se convierte en Buena Nueva. Al recuperar la dignidad, pasa del mínimo biológico al máximo biográfico humano. La comunidad es necesitada de curación también, la salud se confía a la comunidad como misión, una verdadera alianza terapéutica que reclama un vivir sano y la colaboración de la solidaridad fraterna. En la dinámica de la salud relacional ofrecida por Cristo, la última meta es que todos sean uno.

La salud humana es responsabilidad del hombre y conduce lo humano más allá de las conquistas de la ciencia, por sorprendentes que sean. Jesús transforma la salud física en salud espiritual, en alabanza (verdadero signo de curación), en “invitación a” o “mandato de” no pecar más, en la reinserción del enfermo en la sociedad, en el deseo del curado de seguir a Jesús, en la liberación del pecado, que es la última raíz del mal. “Ser bien” es más profundo y personal que “estar bien” o “sentirse bien”. Jesús vino a que “seamos bien”, no a las otras dos últimas necesariamente, vino a que aprendamos a vivir diversamente como él.

El momento culminante de la salvación tiene lugar en el momento culminante del ofrecimiento de la salud. La existencia sana y saludable posible consiste en vivirse en proceso de parto, en el dolor y en la espera. La esperanza se afirma en la fragilidad y en la adversidad, esto es saludable no solo porque se deja curar, sino porque proyecta al hombre más allá de toda curación. El destino último de la salud consiste en desaparecer y transformarse en la salvación definitiva, última meta del itinerario pascual.

Mariano Ruiz Espejo


 boton volver al indice

Últimas Publicaciones

El Papa León proclamará este 1 de noviembre a John Henry Newman, Doctor de la Iglesia. Es el número treinta y ocho de una lista de nombres memorables por santidad y sabiduría de Dios. Después del último Concilio fueron incorporadas las primeras cuatro mujeres en esta lista: santa Teresa de Ávila y santa Catalina de Siena (ambas en 1970 por Pablo VI), santa Teresa de Lisieux (por Juan Pablo II en 1997) y santa Hildegarda de Bingen (en 2012 por Benedicto XVI). Benedicto había nombrado a Juan de Ávila en 2012 y Francisco a Gregorio de Narek en 2015 e Ireneo de Lyon en 2022.
Lamentablemente, el 2025 se acerca a su fin y seguimos presenciando como el mundo continúa envuelto en múltiples guerras y conflictos. La Iglesia se hace parte desde la caridad, la presencia y la diplomacia, mientras en paralelo el Papa León va dando pasos en su pontificado. Estos meses hay nuevos santos y beatos, reconocimiento a mártires contemporáneos y muchas celebraciones de distintos motivos jubilares. La Iglesia en Latinoamérica, y especialmente en Chile, también ha estado activa, generando encuentros, propo- niendo acciones y siendo parte de la discusión de temas legislativos.
El domingo 19 de octubre el Papa León XIV proclamó santos a los primeros venezolanos en recibir este honor: la religiosa Carmen Rendiles Martínez y el médico laico José Gregorio Hernández Cisneros. Muchos medios reportan que la ceremonia se vivió con júbilo tanto a lo largo de Venezuela como en las ciudades en que se encuentra concentrada la diáspora venezolana, donde se sucedieron celebraciones con velas y oraciones por el país.
Revistas
Cuadernos
Reseñas
Suscripción
Palabra del Papa
Diario Financiero