Luciano Floridi

Herder

Barcelona, 2024

461 págs

En Ética de la Inteligencia Artificial el profesor Floridi encuadra el tema de la inteligencia artificial (IA) dentro del marco de la revolución digital, la cual considera un verdadero parteaguas en la historia de la humanidad, un fenómeno cuyo impacto recién estamos comenzando a ponderar y que, por tanto, genera una comprensible incertidumbre. La finalidad explícita del libro, que cumple ampliamente, es contribuir a la comprensión de la IA como tecnología digital y, a partir de ello, desarrollar categorías éticas para su uso. Como señala el autor, este libro debe leerse en conjunto con otras de sus obras, que forman una tetralogía: Filosofía de la Información, Ética de la Información y Lógica de la Información. Floridi adopta en este libro la tesis de que la realidad “se comprende mejor como la totalidad de la información” (p. 21).

El autor concibe la IA como una nueva forma de agencia, pero no de inteligencia, pues lo que posibilita es la disociación entre agencia e inteligencia, una tesis sumamente revolucionaria y controvertida que fundamenta la propuesta ética del texto. En efecto, el hecho mismo de que usemos el término ‘inteligencia’ para describir las capacidades de los computadores y programas desafía esta tesis y refleja probablemente la precompresión más común del público general. Por ello, el simple hecho de que Floridi cuestione este prejuicio y lo refute con sólidos argumentos justifica la lectura de su obra.

En la primera parte del libro (capítulos 1 a 3), Floridi ofrece una reconstrucción del pasado, presente y futuro de la IA, desde su particular perspectiva filosófica, lo que le otorga valor a pesar de tratarse de un tema ampliamente discutido en la literatura académica. Así, presenta una valiosa introducción filosófica al tema de la IA. Como señala, la trayectoria histórica clave de la IA ha sido el tránsito de la lógica a la inferencia estadística y la correlación (p. 49), de la mano de un aumento exponencial de la capacidad para recopilar, almacenar y procesar datos. La consecuencia ¿inevitable? de esto es que la realidad se interpreta cada vez más en términos computacionales y digitales (p. 50), lo que implica, a su vez, un fuerte reduccionismo. Una de las ideas centrales del texto es que los seres humanos nos estamos adaptando al modo computacional de procesar información, más que al revés, un fenómeno que el autor denomina “envolvimiento”. Esto podría explicar la creciente influencia de las teorías computacionales de la mente y del lenguaje.

En la segunda parte del libro, que da título a la obra, Floridi desarrolla las implicancias éticas del divorcio entre agencia e inteligencia que supone la IA. No pretende hacer un abordaje exhaustivo de la ética de la IA, la obra no es un tratado o manual, sino más bien un análisis ético del uso de la IA como herramienta en manos del ser humano. Como se señala, buena parte del contenido del libro es una reelaboración de trabajos académicos previos, lo cual se nota bastante y compromete la coherencia del texto. Floridi justifica esta metodología argumentando que, aunque laboriosa, es fructífera y responde al modo de trabajo en la academia actual.

El autor aborda el tema ético comenzando por discernir principios generales a partir de la amplia variedad de propuestas formuladas recientemente, y luego analiza una selección de temas éticos elaborados a partir de investigaciones previas. La búsqueda de principios, bastante afines (casi los mismos) a los principios de la bioética de Beauchamp y Childress, no se basa en una reflexión filosófica profunda ni en un intento de conciliación, sino en una síntesis recopilatoria de principios formulados por instituciones o comités seleccionados según su relevancia, la reputación de sus autores e influencia; en otras palabras, que reflejan el consenso actual de la academia y la política. A continuación, el autor aborda problemas específicos, como la gobernanza de la IA, el control de delitos informáticos, el cambio climático y, quizás la parte más valiosa, la formulación de principios concretos de política pública.

Como conclusión, propone una alianza “verde-azul”, es decir, una colaboración entre las preocupaciones ambientales y tecnologías digitales, de modo que ambas se desarrollen en beneficio del florecimiento humano. En este contexto, el uso adecuado de las IA podría favorecer la colaboración entre los seres humanos para alcanzar este objetivo, siempre que se desarrolle dentro de un marco normativo apropiado, al igual que cualquier otra tecnología.

Si bien el libro cumple con la función de ser una introducción a la IA (en la primera parte) y de ofrecer una visión panorámica y aplicada de su ética, ambas partes no tienen el mismo valor. Mientras que la primera pone de manifiesto el espesor filosófico del autor para comprender la IA, la segunda parte deja claro que Floridi no tiene un recorrido amplio ni profundo en el campo de la ética y, probablemente, fuera de representar su perspectiva personal, no ofrece un aporte sustancial al desarrollo de la ética de la IA que no se pueda encontrar en otros libros o artículos que aborden los mismos temas que él elige tratar a partir de su selección de investigaciones previas. Por otro lado, su perspectiva sustancialmente optimista sobre el uso ético de la IA y su integración con lo humano, a través de la digitalización, parece más un deseo o un voluntarismo que una visión realista, dado el desarrollo actual de la IA y sus aplicaciones.

Cristián Borgoño


 * Luciano Floridi. ÉTICA DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL. Herder, 461 págs. Barcelona, 2024.

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