Dos palabras pueden sintetizar el mensaje propuesto por la liturgia de hoy: “desgraciadamente” y “con tal de que”. El tema común es el perdón: qué es y de dónde viene.

En la primera lectura del Libro del profeta Daniel (3,25.34-43) se cuenta de Azarías que, arrojado al horno ardiente por no haber renegado del Señor, no se queja con Dios por el trato sufrido, ni se lo echa en cara, reivindicando su fidelidad. Continúa profesando la grandeza de Dios y va a la raíz del mal diciendo: Tú nos has salvado siempre, pero desgraciadamente hemos pecado. Se acusa a sí mismo y a su pueblo. La acusación de nosotros mismos es el primer paso hacia el perdón. Acusarse a uno mismo es parte de la sabiduría cristiana; no acusar a los demás, no…; a uno mismo: ¡he pecado! Y cuando nos acercamos al sacramento de la penitencia, tengamos esto en mente: Dios, que es grande, nos ha dado tantas cosas, pero desgraciadamente yo he pecado, he ofendido al Señor, y le pido la salvación.

Recuerdo que una señora fue al confesionario y se puso a contar largo y tendido los pecados de la suegra, intentando justificarse, hasta que el sacerdote le dijo: Ya está bien, ahora confiese sus pecados. Acusarse uno mismo. Eso le gusta al Señor, ya que Él acoge el corazón contrito, como dice Azarías, porque los que en ti confían no quedan defraudados. El corazón contrito que dice la verdad al Señor: He hecho esto, Señor. He pecado contra ti. El Señor le tapa la boca, como el padre al hijo pródigo; no lo deja hablar. ¡Su amor lo cubre, lo perdona todo!

No debemos tener vergüenza de decir nuestros pecados, porque es el Señor quien nos justifica perdonándonos no una vez, sino siempre. Pero con una condición: el perdón de Dios viene fuerte a nosotros con tal de que nosotros perdonemos a los demás. Y eso no es tan fácil, porque el rencor anida en nuestro corazón y deja siempre esa amargura. Tantas veces llevamos con nosotros la lista negra de las cosas que me han hecho: Y ese me hizo esto, y aquel lo otro… ¡Atentos a que el diablo no nos encadene al odio, porque el odio esclaviza!

Así pues, estas son las dos cosas que nos ayudarán a entender el camino del perdón: Tú eres grande Señor, pero desgraciadamente de pecado; y sí, te perdono, setenta veces siete, con tal de que tú perdones a los demás.


 Fuente: Almudi.org

Últimas Publicaciones

En esta segunda oportunidad exclusiva de entrevistar a Austen Ivereigh*, Humanitas quiso saber por qué este periodista tenía claro de antemano que Robert Prevost sería el nuevo Papa y qué nos podía decir sobre su persona y proyección de su pontificado. Estuvo un mes en Roma, desde que se anunció la muerte de Francisco hasta que León XIV asumió. A una semana de regresar a su casa, estas son sus impresiones.
“¿Cómo encontrar el sentido de la vida en esta situación?”, pregunta Mons. Mourad. “Como Iglesia, estamos con ellos. Queremos sostener a las personas y a las familias que nos necesitan. Pero no podemos asegurarles un futuro pacífico”.
Para reconocer que todos juntos formamos la Iglesia Católica, se realizó el encuentro “Somos Iglesia” en el campus San Joaquín de la UC. Los jóvenes que asistieron participaron en charlas, conversaciones y oraciones que los motivaron a seguir viviendo su fe en el colegio.
Revistas
Cuadernos
Reseñas
Suscripción
Palabra del Papa
Diario Financiero