“Los conceptos de Solidaridad y Subsidiaridad como principios para construir espacios de integración y de ejercicio democráticos ya no son suficientes por sí solos sin reconocer la dignidad, valorar la libertad y estimular la capacidad de relación que cada hombre y mujer tienen como parte de su ADN”.


“Si lloras porque no puedes ver el sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas”.

Rabindranath Tagore

I.

Efectivamente el mundo se ha transformado en los últimos tres siglos a partir de la primera –y por lo tanto original– Revolución Industrial, que nace en Inglaterra en la mitad del 1700 con el uso de la máquina a vapor, y del carbón y el fierro como materias primas aprovechando la riqueza del país. Surge la fábrica, como lugar de producción y especificidad de las mansiones diferentes del trabajo.

América Latina en esos años aún vivía su condición de países coloniales con niveles de educación de la población muy básicos, y esencialmente eran productores de commodities. Norte América era también una tierra rica en materias primas, variada en climas y con niveles de educación ya más homogéneos y consistentes, y esto facilitó que desde el comienzo del 1800 ya se inserta en los engranajes de la industrialización. 

La utilidad y el lucro fueron las ideas de fondo que acompañaron los procesos de cambio en la sociedad inglesa, y muy pronto este mismo concepto se hace parte del modelo de desarrollo económico de los Estados Unidos. 

El utilitarismo trasforma totalmente la economía de mercado en una economía capitalista, al punto que hoy muchos creen que el mercado comienza justamente con la Revolución Industrial. Pero no es exactamente así. 

El mercado es fruto del Humanismo Italiano del 1400, que bulló en Florencia, y tenía un alma porque los procesos productivos se construían sobre el trabajo en el ejercicio de las virtudes sociales. Por ejemplo, el modelo de los “Montes de Piedad” que surgen en el siglo XV tenían la función de apoyar el desarrollo de las actividades productivas, el sustento propio de las personas y familias desembocaba en la que era “felicidad publica” que en definitiva era un ambiente de “bien común”.  

El capitalismo se apropia del mercado y el bien común es reemplazado por el bien privado o individual de cuya sumatoria en definitiva se genera el bien total. Dos conceptos diferentes, porque la sumatoria de los bienes individuales siempre es positiva en el bien total. De aquí nace el concepto de PIB, que no considera en el total el cómo estos bienes y productos se componen y se distribuyen.

Los grandes cambios nacen bajo el alero de ideas, de ciertas visiones pensadas y aplicadas por grupos pequeños. En este caso, fue un grupo de filósofos, entre ellos Bentham, Bernard de Mandeville, y Thomas Hobbes.

II.

Podemos considerar como una segunda revolución industrial lo ocurrido a fines del 1800 con la electricidad, el motor diésel y el acero (combinación de fierro y carbono) y el petróleo como fuente de energía, que abre el comercio internacional con los grandes barcos que cruzan los océanos ya en menos de dos semanas. En estos mismos años la aspirina permitió reducir la muerte por los resfríos que se transformaban en neumonías. También la penicilina de la mitad del 1900 marca un hito de la química y de la biología al interior de esta segunda revolución industrial.

III.

La segunda mitad del siglo pasado se caracteriza por una tercera revolución industrial que tiene como eje central la red: el internet, el robot. Aparece la globalización como el fruto de la posibilidad que ofrece la red de trasladar conocimientos y capitales rápidamente de una parte del mundo a otra. La economía real cede espacio prevalente a las finanzas, concepto que hizo creer que todos pueden enriquecerse. 

La “finanziarización” de la economía caracteriza esta tercera revolución industrial. En 1980 los activos financieros estaban al mismo nivel del PIB. En 2015 alcanzan una cifra superior de 12 veces (Ver “Económice et Pecuniariae quoestiones”, documento del Dicasterio Pontificio para el Desarrollo Integral y la Congregación para la Doctrina de la Fe, 2018).

El hecho más notable tal vez es que el neo-consumismo se multiplica con el invento de las tarjetas de crédito. Antes se tenía primero que ahorrar para comprar. En Chile, según datos del Banco Central reportados al 7 de julio 2020, la deuda de los hogares chileno es del 76,4% de los ingresos disponibles.

Los conocimientos científicos y los descubrimientos tecnológicos suman un patrimonio que dan vida a la Economía del Conocimiento con un nuevo tipo de capital que no es solo financiero, sino que lleva otras connotaciones. Es la época en que las Universidades crean programas de Máster y Doctorados para formar capital humano y así gobernar los cambios. 

Los managers cada vez tienen más incidencia en las empresas. Los empresarios creadores de las mismas y de grandes grupos, con la globalización ceden la gestión a estas figuras de gobierno que en muchas situaciones provocan la deslocalización de la industria porque comienza a ser más conveniente producir allí donde la mano de obra es más barata. Surgen así las primeras crisis territoriales con volúmenes altos de cesantía porque resulta más económico llevar a cabo las funciones productivas de menor rango –como puede darse en una industria automovilística, por ejemplo– en países “del tercer mundo” adonde hay mano de obra que puede ser rápidamente capacitada y empleada. Esto sucede mucho también en el sector textil.

IV.

En nuestros días podemos identificar una cuarta revolución industrial, y que comienza con este siglo: no se ha inventado nada nuevo y, sin embargo, se caracteriza porque las diferentes tecnologías ya no actúan solas, sino que son convergentes. La que conocemos como la Industria 4.0 o la impresora 3D, son el fruto del confluir de cuatro segmentos que ya no actúan solos: la robótica, el genoma, la inteligencia artificial y la neurociencia.

Si antes, el capital necesitaba del trabajo y de hecho entre ambos factores había una alianza, ahora ya no. El trabajo puede ser reemplazado, el que no se puede reemplazar es el consumidor. Este es esencial: el destinatario del producto final. En definitiva, es el que tiene en la mano el destino de la empresa productiva y de servicio. Todos somos trabajadores y consumidores al mismo tiempo. Miremos nuestras actitudes: como trabajadores pedimos derechos y como consumidores precios bajos. Poco nos importa con qué precio y en qué condiciones se produce.

La economía dicta la línea. Democracia y mercados están desalineados y la paradoja de las desigualdades que aumentan plantea a los países y gobiernos cómo reinventar la política; y a los organismos internacionales cómo responder a su propia razón de ser. El capitalismo ha transformado en una mercadería también el que es el don; la gratuidad como la denominaba Benedicto XVI en la Encíclica Caritas in Veritate justamente en respuesta a la crisis financiera de los años 2008-2009 rescata el valor de la Ética para una finanza que había sido poco o nada escrupulosa amenazando los sacrificios y los ahorros de tantas familias. 

V.

Al poner sobre la balanza la justicia conmutativa fundada sobre el contrato y la justicia distributiva perteneciente a la dimensión del don y de la gratuidad, se hace visible el desequilibrio. Ambas dimensiones en la New Economy de Francisco desde el encuentro de Asís (realizado en noviembre 2020 en versión virtual a nivel mundial) han interpelado a Jóvenes economistas, empresarios para movilizar a nivel mundial un pacto de renovación de la manera de hacer economía y empresa basándose en la centralidad de la persona, el cuidado del ambiente, el recurrir a una finanza ética y no especulativa, a no considerar solo para el beneficio personal los buenos resultados productivos. En los jóvenes la apuesta y la esperanza para generar un cambio de cultura y de una Nueva Economía que, como propone el premio Nobel de Economía Amartya Sen, debe recuperar las categorías del bien Común. 

Al mirar a la libertad y al bien individual hemos visto progresar las sociedades que se han construido sobre estos principios. El crecimiento de las economías y el progreso civil han permitido el acceso a variedad de bienes, y cuando el consumismo se ha dilatado sin límites, se ha acentuada la paradoja de grandes niveles de desigualdades. La riqueza y el PIB han crecido y con eso los desequilibrios. La libertad y la igualdad han llevado a construir sociedades con grado de integración y vínculos sociales débiles aun cuando estos principios son normas constitucionales. Los conceptos de Solidaridad y Subsidiaridad como principios para construir espacios de integración y de ejercicio democráticos ya no son suficientes por sí solos sin reconocer la dignidad, valorar la libertad y estimular la capacidad de relación que cada hombre y mujer tienen como parte de su ADN.

VI.

En el Chile de hoy, con su Asamblea Constituyente instalada el día domingo 4 de julio, estas ideas afloraron con amplios consensos y, sin embargo, con miradas diferentes que parecen ser distantes cuanto la tierra de la luna. Con esto cabe la pregunta: ¿la fraternidad como el principio de la modernidad, aquel que tiene como misión de unir a las personas y ser el alma invisible que le puede dar un nuevo significado a la mano invisible del filósofo y economista Adam Schmidt el padre del liberalismo, tiene sentido? Respuesta no fácil. Si la mano que actúa está sometida al mando de la razón humana y está motivada a superar los múltiples egoísmos y egocentrismos entonces sí: las convergencias de esta cuarta revolución industrial se revestirán de una nueva Humanidad, con mayúscula. 

Un estilo de vida individualista ha demostrado ser cómplice en la generación de pobreza, y a menudo descarga sobre los pobres toda la responsabilidad de su condición. Sin embargo, la pobreza no es fruto del destino sino consecuencia del egoísmo. Por lo tanto, “es decisivo dar vida a procesos de desarrollo en los que se valoren las capacidades de todos, para que la complementariedad de las competencias y la diversidad de las funciones den lugar a un recurso común de participación”, señaló el Papa Francisco en su mensaje preparatorio para la Jornada Mundial de los Pobres (publicado el 12 de junio 2021).

Los rostros de las nuevas pobrezas hoy sobrepasan lo material: se puede ser pobre también de afectos, de amistades, de motivaciones y en este sentido también el tener no es garantía de felicidad. San Juan Crisóstomo Padre de la Iglesia de los primeros siglos afirmaba: “El que es generoso no debe pedir cuentas de la conducta, sino solo mejorar la condición de pobreza y satisfacer la necesidad. El pobre solo tiene una defensa: su pobreza y la condición de necesidad en la que se encuentra. No le pidas nada más; pero, aunque fuese el hombre más malvado del mundo, si le falta el alimento necesario, librémosle del hambre’’. La pobreza, la cura del ambiente, el peligro por la salud, la destrucción y el sufrimiento provocados por los conflictos son los gritos comunes de esta larga noche de la cultura de la humanidad. Estas nuevas pobrezas son las que en definitiva pesan sobre el futuro mismo del planeta.

La Pandemia es testigo de que todos pedimos ayuda y buscamos un puerto seguro. Por lo general es cuando se llega a una bahía que se comienza a advertir el fin del peligro. La vacuna está demostrando ser la bahía de la esperanza para lo más inmediato: la salud. En el mismo puerto, sin distinción querrán confluir los tantos problemas que reclaman una respuesta apropiada. La luz a la salida del túnel se podrá gozar si se aprende la lección de vivir cuando ella se apaga. 

¿Qué nos depara la próxima revolución industrial?


* El autor es secretario ejecutivo de la Fundación cardenal Raúl Silva Henríquez, y parte de la Dirección DVM de la UCSH.

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