La belleza del matrimonio es el tema de la homilía de hoy, ante varios matrimonios que celebraban el 50º y el 25º aniversario de bodas.

El Evangelio de San Marcos (10,1-12) cuenta la intención de los fariseos de poner a prueba a Jesús haciéndole una pregunta que cae en la casuística, esas preguntas de la fe que se pueden resumir en “se puede o no se puede”, donde la fe queda reducida a un sí o un no. Pero no el gran ‘sí’ o el gran ‘no’ de la primera lectura: “vuestro sí sea un sí y vuestro no un no” (Sant, 5,12), que es de Dios. No: ¿se puede o no se puede? Y la vida cristiana, según esta gente, está siempre en el ‘se puede’ y ‘no se puede’.

La pregunta se refiere al matrimonio, y quieren saber si es lícito o no a un marido repudiar a su mujer. Pero, Jesús va más allá, se remonta y llega hasta la Creación y habla del matrimonio, que quizá sea la cosa más hermosa que el Señor creó en aquellos siete días. “Al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne”. Es fuerte lo que dice el Señor, que habla de “una carne” que no se puede dividir. Jesús deja el problema de la separación y va a la belleza de la pareja, que debe ser una sola carne. No debemos quedarnos, como esos doctores, en un ‘se puede’, o ‘no se puede’ dividir un matrimonio. A veces hay una desgracia, y no funciona, y es mejor separarse para evitar una guerra mundial, pero eso es una desgracia. Vayamos a lo positivo.

Recuerdo a una pareja que celebraba los 60 años de matrimonio y les pregunté: “¿Sois felices?”, y los dos se miraron y sus ojos se llenaron de lágrimas por la emoción y respondieron: “¡Estamos enamorados!”. Es verdad que hay dificultades, problemas con los hijos o en la misma pareja, discusiones, peleas…, pero lo importante es que la carne permanezca unida, y se superan, se superan. No solo es un sacramento para ellos, sino también para la Iglesia, un sacramento que llama la atención: “¡Mirad que el amor es posible!”. El amor es capaz de hacer vivir enamorados toda una vida: en la alegría y en el dolor, con el problema de los hijos y con sus problemas…, pero siempre adelante. En la salud y en la enfermedad, siempre adelante. Esa es su belleza.

El hombre y la mujer han sido creados a imagen y semejanza de Dios y el mismo matrimonio se vuelve así su imagen, y por eso es tan hermoso. El matrimonio es una predicación silenciosa para todos los demás, una predicación de todos los días. Es doloroso cuando eso no es noticia: los periódicos, los telediarios no toman eso como noticia. No, esa pareja, tantos años juntos… no es noticia. Sí es noticia el escándalo, el divorcio, los que se separan –a veces se deben separar, como he dicho, para evitar un mal mayor–. ¡Pero la imagen de Dios no es noticia! Y esa es la belleza del matrimonio. Son a imagen y semejanza de Dios. Y esa es nuestra noticia, la noticia cristiana. No es fácil la vida matrimonial y familiar, como dice Santiago apóstol, que habla de la paciencia. Quizá sea la virtud más importante en la pareja, tanto para el hombre como para la mujer. Pidamos pues al Señor que dé a la Iglesia y a la sociedad una conciencia más honda, más hermosa del matrimonio para que todos logremos comprender y contemplar que en el matrimonio está la imagen y semejanza de Dios.


Fuente: Almudi.org

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