22 de marzo de 2017

encabezado audiencias le

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Desde hace algunas semanas el apóstol Pablo nos está ayudando a comprender mejor en qué consiste la esperanza cristiana. Y hemos dicho que no era un optimismo, era otra cosa. Y el apóstol nos ayuda a entender esto. Hoy lo hace acercándola a dos actitudes muy importantes para nuestra vida y nuestra experiencia de fe: «la perseverancia» y la «consolación» (vv. 4. 5). En el pasaje de la Carta a los Romanos que acabamos de escuchar son citadas dos veces: la primera en referencia a las Escrituras y luego a Dios mismo. ¿Cuál es su significado más profundo, más verdadero? y ¿De qué manera esclarecen la realidad de la esperanza? Estas dos actitudes: la perseverancia y la consolación.

La perseverancia podríamos definirla también como paciencia: es la capacidad de soportar, llevar sobre los hombros, “so-portar”, de permanecer fieles, incluso cuando el peso parece hacerse demasiado grande, insostenible, y tendremos la tentación de juzgar negativamente y de abandonar todo y todos. La consolación, en cambio, es la gracia de saber percibir y mostrar en cada situación, incluso en las que están mayormente marcadas por la desilusión y el sufrimiento, la presencia y la acción compasiva de Dios. Ahora san Pablo nos recuerda que la perseverancia y la consolación nos son transmitidas de manera particular por las Escrituras (v. 4), es decir por la Biblia. Efectivamente la Palabra de Dios, en primer lugar, nos lleva a dirigir la mirada a Jesús, a conocerlo mejor y a atenernos a Él, a parecernos cada vez más a Él. En segundo lugar, la Palabra nos revela que el Señor es verdaderamente «el Dios de la perseverancia y de la consolación» (v. 5), que permanece siempre fiel a su amor por nosotros, es decir, que es perseverante en el amor con nosotros, ¡no se cansa de amarnos! es perseverante: ¡siempre nos ama! y cuida de nosotros, cubriendo nuestras heridas con la certeza de su bondad y de su misericordia, es decir, nos consuela. Ni siquiera se cansa de consolarnos.

Desde tal perspectiva, se comprende también la afirmación inicial del apóstol: «Nosotros, los fuertes, debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles y no buscar nuestro propio agrado» (v. 1). Esta expresión «nosotros que somos los fuertes» podría parecer presuntuosa, pero en la lógica del Evangelio sabemos que no es así, es más, es precisamente lo contrario porque nuestra fuerza no viene de nosotros, sino del Señor. Quien experimenta en su propia vida el amor fiel de Dios y su consolación es capaz, es más, tiene el deber de estar cerca de los hermanos más débiles y hacerse cargo de su fragilidad. Si nosotros estamos cerca del Señor tendremos esa fortaleza para estar cerca de los más débiles, de los más necesitados y consolarles y darles fuerza. Esto es lo que significa. Esto nosotros lo podemos hacer sin autocomplacencia, sintiéndose simplemente como un “canal” que transmite los dones del Señor; y así se convierte concretamente en un “sembrador” de esperanza. Esto es lo que que el Señor nos pide, con esa fuerza y esa capacidad de consolar y ser sembradores de esperanza. Y hoy es necesario sembrar esperanza, pero no es fácil...

El fruto de este estilo de vida no es una comunidad en la cual algunos son de “clase A”, es decir, los fuertes, y otros de “clase B”, es decir, los débiles. El fruto, en cambio, es como dice Pablo, «tener los unos para con los otros los mismos sentimientos, según Cristo Jesús» (v. 5). La Palabra de Dios alimenta una esperanza que se traduce concretamente en compartir, en servicio recíproco. Porque también quien es “fuerte” se encuentra antes o después con la experiencia de la fragilidad y el tener necesidad del conforto de los demás; y viceversa, en la debilidad se puede siempre ofrecer una sonrisa o una mano al hermano en dificultad. Y es una comunidad así que «unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios» (cf v. 6). Pero todo esto es posible si se pone en el centro a Cristo, y su palabra, porque Él es el “fuerte”, Él es el que nos da la fortaleza, que nos da la paciencia, que nos da la esperanza, que nos da la consolación. Él es el “hermano fuerte” que cuida de cada uno de nosotros: todos efectivamente necesitamos ser cargados sobre los hombros del Buen Pastor y sentirnos envueltos por su mirada tierna y primorosa.

Queridos amigos, nunca agradeceremos lo suficiente a Dios el don de su Palabra, que se hace presente en las Escrituras. Y es allí donde el Padre de nuestro Señor Jesucristo se revela como «Dios de la perseverancia y de la consolación». Y es allí que nos volvemos conscientes de cómo nuestra esperanza no se funde sobre nuestras capacidades y sobre nuestras fuerzas, sino sobre el apoyo de Dios y la fidelidad de su amor, es decir, sobre la fuerza y consolación de Dios. Gracias.


LLAMAMIENTO

Invito a todas las comunidades a vivir con fe la cita del 24 y 25 de marzo para volver a descubrir el sacramento de la reconciliación: “24 horas para el Señor”. Deseo que también este año tal momento privilegiado de gracia del camino cuaresmal sea vivido en muchas iglesias del mundo para experimentar el encuentro alegre con la misericordia del Padre, que a todos acoge y perdona.

* * *

Saludos:

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los provenientes de España y Latinoamérica. Agradezcamos al Señor el don de su Palabra y no olvidemos que nuestra esperanza no depende de nuestras capacidades, sino de la ayuda de Dios y de la fidelidad de su amor. Muchas gracias.


◆ Ir a la siguiente audiencia

◆ Ir a otras audiencias

Últimas Publicaciones

En esta segunda oportunidad exclusiva de entrevistar a Austen Ivereigh*, Humanitas quiso saber por qué este periodista tenía claro de antemano que Robert Prevost sería el nuevo Papa y qué nos podía decir sobre su persona y proyección de su pontificado. Estuvo un mes en Roma, desde que se anunció la muerte de Francisco hasta que León XIV asumió. A una semana de regresar a su casa, estas son sus impresiones.
“¿Cómo encontrar el sentido de la vida en esta situación?”, pregunta Mons. Mourad. “Como Iglesia, estamos con ellos. Queremos sostener a las personas y a las familias que nos necesitan. Pero no podemos asegurarles un futuro pacífico”.
Para reconocer que todos juntos formamos la Iglesia Católica, se realizó el encuentro “Somos Iglesia” en el campus San Joaquín de la UC. Los jóvenes que asistieron participaron en charlas, conversaciones y oraciones que los motivaron a seguir viviendo su fe en el colegio.
Revistas
Cuadernos
Reseñas
Suscripción
Palabra del Papa
Diario Financiero