Byung-Chul Han

Herder

España, 2023

120 págs.

Byung-Chul Han publica este libro el 2019, en español se imprime por primera vez el 2020. Curiosa contingencia para un tema como el que plantea; es casi como si hubiera intuido que venían unos meses de paréntesis para el acostumbrado ritmo mundial.

En el prefacio está el plan:

En este ensayo los rituales no definen un lugar añorado. Más bien constituyen un fondo de contraste que servirá para trazar más nítidamente los contornos de nuestra sociedad. Se esbozará sin nostalgia una genealogía de su desaparición. Pero esa genealogía no se interpretará como la historia de una emancipación. A lo largo de ella se irán perfilando las patologías del presente, y sobre todo la erosión de la comunidad. Al mismo tiempo se reflexionará sobre otros estilos de vida que serían capaces de liberar a la sociedad de su narcisismo colectivo (p. 9).

Bajo la definición de que “los ritos son acciones simbólicas. Transmiten y representan aquellos valores y órdenes que mantienen cohesionada una comunidad” (p. 10), el autor va desarrollando su análisis, que me parece certero dentro de ciertas latitudes, no aplicable del todo a Latinoamérica, ni a lo que conozco del hemisferio sur en general. Sin embargo, la densidad de las figuras que utiliza, sobre todo en los capítulos introductorios, permite aplicar un filtro lleno de significado a la propia experiencia.

La noción de que “los rituales se pueden definir como técnicas simbólicas de instalación de un hogar” que “transforman el ‘estar en el mundo’ en un ‘estar en casa’” (p. 12), inmediatamente evocan no solo a las ceremonias o encuentros periódicos, sino también al saludo que se repite a cierta hora y en cierto lugar, la manera de esperar y abordar el transporte público, la costumbre de ir a la feria y comprar al mismo casero. El rito amplía y asienta el concepto de hogar, una certeza de pertenencia que es la que finalmente permite ser alguien en la sociedad. Esto sucede porque “los rituales son procesos de incorporación y escenificaciones corpóreas (…) quedan consignados en el cuerpo, se incorporan, es decir, se asimilan corporalmente” (p. 23), no son ideas, no son solo palabras, son acciones que suceden en la dimensión espacio-temporal e implican una huella en múltiples dimensiones.

Lo que se experimenta al asistir a un culto religioso, un enfrentamiento deportivo, un cambio de mando, funeral o concierto, por ejemplo, apoya la idea de que “los rituales son también una praxis simbólica (…) en la medida en que juntan a los hombres y engendran una alianza, una totalidad, una comunidad” (p. 17), se respetan y ejecutan ciertos códigos, no es necesario recibir instrucciones para seguir un comportamiento. Por ello “la pérdida de lo simbólico y la pérdida de lo ritual se fomentan mutuamente” (p. 17), en la medida en que ciertas prácticas y nociones dejan de tener trascendencia, o se automatizan ciertas respuestas o se altera la usanza.[1]

Estaba leyendo en paralelo un libro de otro orden: La generación ansiosa, del psicólogo social Jonathan Haidt, publicado el 2024. La manera en que coincide con Byung-Chul Han en el diagnóstico desde una vereda disciplinar diferente, no hace más que confirmar algunas de las conclusiones de La desaparición de los rituales: la presión por ser auténticos, la manera en que se diluyen los límites y los ritos de cierre, la hostilidad hacia las formas, la distancia concreta con la persona, la desaparición de la seducción y la preeminencia de la pornografía. Y en lo contracultural que, en este escenario, se presentan aspectos como la fiesta, el descanso, el detenerse, la capacidad de concentración, de anticipación y de espera, y la religión y su práctica.

Ambos autores refieren a Émile Durkheim en ese último punto.

La sociedad no puede reavivar el sentimiento que tiene de sí misma más que a condición de reunirse. Pero no puede tener perpetuamente sus audiencias. Las exigencias de la vida no le permiten permanecer indef inidamente en estado de congregación (…) A estas alternancias necesarias responde la alternancia regular de los tiempos sagrados y de los tiempos profanos” (p. 57).

Mientras Haidt afirma que “Durkheim señaló que casi todas las sociedades han creado rituales y prácticas comunitarias para ‘elevar’ temporalmente a las personas al reino de lo sagrado, donde el yo retrocede y predominan los intereses colectivos”[2], y que compartir esta sacralidad al formar parte del rito, volver a conectar con ritmos de la sociedad, es un antídoto ante el funcionamiento que impone la virtualidad imperante hoy. “Participar en rituales basados en normas de carácter común y compartir hitos puede ser más eficaz que las prácticas que cada familia inventa para sí misma”[3].

Al aplicar la categoría de rito a interacciones y costumbres que van más allá de lo ceremonial, tanto Byung-Chul Han como Haidt dan claves para contrastar la propia experiencia con lo que parece ser el modo de funcionamiento social imperante hoy, y a la vez poder contrarrestar los efectos de la alienación y el aislamiento en el mundo digital.

Valentina Jensen


 Notas 

[1] Pienso, por ejemplo, en lo que ha pasado con la aparición de las plataformas de streaming versus la manera de acceder a estrenos en la casa que existía hasta principios de los 2000: teníamos incluso un carné físico que daba cuenta de que estábamos registrados en un “videoclub”, al que uno iba para recorrer los pasillos y escoger dentro de los títulos que estuvieran disponibles la o las películas que vería esa noche o durante el fin de semana. Esto implicaba tomar muchas decisiones, moverse, pagar cada vez, disponerse. Invitar a otros o no, preparar algo para tomar o comer. Implícito en el hecho de coincidir en el videoclub estaba la certeza de que todas esas personas ejecutaron y ejecutarían más o menos lo mismo en un momento cercano. Hay simbolismo de esa sucesión de acciones que evocan tiempo libre, encuentro, distracción, preparación. Y éramos muchos los que nos encontrábamos en eso.
[2] Véase Durkheim, Émile; Las formas elementales de la vida religiosa. Alianza, Madrid, 2014, citado en Haidt, Jonathan; La generación ansiosa. Ediciones Deusto, Uruguay, 2024, p. 241.
[3] Op. cit. Haidt; p. 130.

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