Marta Díez Gómez

Juan Pablo I. El Misterio de Dios 

Ed. Paulinas 

Madrid, 2015

154 págs.

Desde un estante escondido en una gran librería una sonrisa contagiosa ilumina un rostro conocido que mira con cariño a alguien, ya es Papa, esta de blanco. El título del libro es sugerente, “Juan Pablo I. El Misterio de Dios. Las primeras líneas de la contratapa lo son más: “¿Cómo solo en 33 días pudo aquel sencillo Papa Juan Pablo I exteriorizar su posición y sus proyectos ecuménicos? ¿Qué lleva en su corazón? ¿Qué bullía en su espíritu?”

El propósito inicial de la autora, Marta Díez Gómez, fue responder esta interrogante. Pronto se da cuenta que no es posible sin adentrarse en la vida de Albino Luciani, y lo hace a través de sus propias palabras: escritos y alocuciones –claras y concretas–, testimonio de familiares, de amigos y también visitando su tierra. Conociendo su pueblo natal, la región del Véneto donde transcurre su infancia, sus estudios y buene parte de su ministerio sacerdotal y episcopal, puede ir descubriendo muchas de las motivaciones de su vida. Las circunstancias de su nacimiento, la relación con sus padres y hermanos, sus enfermedades. Todo va configurando su mirada frente a las personas y su experiencia de fe. 

Desde pequeño se va desarrollando en él una búsqueda sencilla y transparente del Dios de la vida, en cuarto grado escribe : “Señor, tú que lo sabes todo y que todo lo puedes, ayúdame a vivir. Yo soy aun un niño, no tengo estudios, soy pobre, pero quiero conocerte. Ahora sé verdaderamente quién eres, y no sé si te quiero, me gusta el Padre nuestro, me gusta mucho el Ave María, oro por los difuntos y por mis seres queridos. Ayúdame a entender. Soy tu Albino. Amén” (p.21).

Al conocer su entorno familiar y sus años de escuela, en el acompañamiento de su párroco y el descubrimiento de su vocación, todo habla de su humildad y sencillez, su amor por la lectura y el tratar de sintonizar con diversas realidades humanas. Esto destaca aun más en el Seminario, donde es brillante en sus estudios, y en el cultivo de la amistad, características que lo acompañarán durante toda su vida, lo mismo que su vocación de maestro y catequista, cercano y claro sabe llegar al corazón de sus alumnos.

Vivió profundamente las circunstancias de su tiempo, la pobreza cuando niño, la guerra y la incertidumbre, los cambios en la Iglesia –su relación con el Papa Juan XXIII, Pablo VI, obispos y sacerdotes que influyen en su convicción de ser una Iglesia cercana y sencilla. Esto desconcierta a algunos que no comprenden esta dimensión asociada a las características de un obispo, cardenal, patriarca, Papa…. Hay críticas hacia su persona. Con el Vaticano II en su corazón trató de hacerlo vida estudiando con detención y en profundidad los documentos conclusivos y los aportes de autores de distintas vertientes dentro de la Iglesia. “Descubría –comentó más tarde– en los rostros, en las lenguas, en el Espíritu, casi físicamente, la universalidad de la Iglesia, la fuerza y la presencia del Espíritu Santo. Mi alma se abría a nuevas ideas, a nuevos pensamientos, a propósitos mas fuertes de fe y de amor” (p.75).

Convencido de la urgencia en buscar y propiciar la unión entre todos los cristianos, entre todos los hombres, no duda en propiciar caminos de acogida, entendimiento y de perdón a través de las distintas etapas de su vida, pero aun con más fuerza después de la experiencia conciliar. Ya electo Papa expresa: “Todos los caminos del diálogo ecuménico van a ser largos y difíciles e implican riesgos. Buscar la unidad en Cristo quiere decir también buscar la unidad con el hombre. El reto abarca los siglos, los pueblos, las iglesias hermanas y la historia. Queremos la unidad, trabajamos por la unidad, ofrecemos nuestra vida por la unidad y la plena comunión de los cristianos…” (p.125).

Un pequeño gran libro que parte de una pregunta y se transforma en luz sobre un hombre, antes que nada sacerdote, como él mismo lo repetía, que fue puente de acogida y encuentro para muchos. Un relato aparentemente sencillo, directo, que nos adentra en el “misterio de Dios” en las distintas etapas de la vida de Albino-Juan Pablo I, en sus 33 días de pontificado y en su muerte. 

“El Señor ha hecho de mi vida todo lo que ha querido”, era su convicción y su sencilla entrega cotidiana como hombre de profunda oración. “Cuando hablo con Dios y con la Virgen María más que adulto prefiero sentirme niño. La mitra, el solideo, el anillo desaparecen: mando de vacaciones al adulto y también al obispo, para abandonarme a la ternura espontánea que tiene un niño delante de su papá y su mamá” (p.7). Su sonrisa fue para muchos la sonrisa de Dios, su humildad su sello.

La beatificación de Albino Luciani, Papa Juan Pablo I fue el 4 de septiembre. En estos tiempos de Sinodalidad, del “Caminar juntos” impulsado por el Papa Francisco, su persona y su vida son un fuerte testimonio. 

Pilar Escudero P.

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