Autor: Juan van Kessel

Colección Memoria originaria. Ediciones UC. Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR) Santiago, 2018. 400 págs.


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“Bailarines en el desierto” es la reedición de las etnografías que el padre Juan van Kessel (Eindhoven, Holanda, 1934) de la congregación de la Sagrada Familia construyó sobre tres sociedades de bailes religiosos: el baile de Los Pieles Rojas de Alberto Madrid (Tocopilla), el baile de los Chunchos Promesantes de Abdón Rosales (Calama) y el baile Moreno de Hilario Ayca (Arica), alrededor del año setenta del siglo pasado. Estos tres grupos bailaban (y todavía lo hacen) en los grandes santuarios marianos del Norte Grande, la Virgen del Carmen de La Tirana en el caso de Madrid, la Virgen de la Guadalupe de Ayquina (aunque Rosales se inscribe como baile nuevo por algunos años también en la Tirana) y Nuestra Señora de Las Peñas en el caso de Ayca. Estos relatos constituyen retratos de la vida interior de bailes que Van Kessel consideraba representativos de centenares de grupos semejantes que se formaban en los grandes puertos de Tocopilla, Iquique o Arica o en las ciudades cupríferas como Calama en ese entonces.

La investigación consta de observaciones bastante detalladas de las coreografías y estructura de los bailes, de la liturgia festiva en los santuarios con sus rituales de entrada y despedida, de las reuniones y preparaciones previas que incluyen delicadas cuestiones de logística, pero también de dirección y organización del grupo y en todos los casos ofrece detalles sobre la formación e historia del grupo de baile. Una parte considerable de estos relatos versa sobre la vida cotidiana al interior de las familias troncales que han formado y sostienen el baile y su esfuerzo específico por mantenerlo vivo en el marco de las nuevas generaciones que despuntan en un mundo en proceso de cambio y modernización. Junto con los relatos, se agregan en esta reedición fotografías que el mismo Van Kessel tomó de las fiestas de entonces presentadas y prologadas por la profesora Margarita Alvarado.

“Bailarines en el desierto” es el segundo volumen de una obra mayor de J. van Kessel que contempla también los resultados de un censo de todas las sociedades de baile del Norte Grande (con un registro de 355 grupos) y de una encuesta realizada en la fiesta misma de La Tirana en 1970 en una muestra de bailarines, peregrinos, turistas y comerciantes. Los resultados de esta investigación fueron publicados en francés, bajo el mismo título que la presente obra (Danseurs dans le Désert. Une étude de dynamique sociale, Mouton Éditeur, 1980). En este libro, Van Kessel expone largamente su tesis sobre los bailes religiosos desde la perspectiva de una sociología de la modernización y de la pregunta —tan común en aquella época— acerca de las posibilidades de los bailes religiosos de coordinarse y sobrevivir en un proceso acelerado de cambio social. Es sabido que las teorías en boga de la modernización apenas acreditaban la religión popular como un fenómeno digno de consideración y estudio, y con mucho se consideraban meras sobrevivencias destinadas a desaparecer con el progreso de la conciencia de clase o de la educación universitaria. Para sorpresa de muchos, Van Kessel demuestra que los bailes religiosos y la devoción a la Virgen se alojan en una población que posee niveles de escolaridad, ingresos y sindicalización superiores al promedio de la población obrera de la época.

Las etnografías de Van Kessel se escriben en una época en que la presión social contra los bailes se intensificaba, como en el caso de los directores de escuelas públicas que prohibían ausentarse a los niños en edad escolar durante la semana que duraba la fiesta, punta de lanza del secularismo y del ímpetu modernizador del Estado chileno. Algo similar sucede con la actitud de la Iglesia que oscila entre la condescendencia del cura párroco (que nunca se había involucrado demasiado con los bailarines) y la hostilidad de las devotas de Acción Católica, representantes de una religiosidad más ilustrada y moralmente orientada. El esfuerzo, sin embargo, del baile de Alberto Madrid por conseguir el apoyo del cura párroco e incorporarlo como asesor del baile de los Pieles Rojas muestra una actitud de apertura que tendrá hondas consecuencias en el reforzamiento de los lazos entre los bailes y la Iglesia en los años venideros, que será refrendado por el esfuerzo que proviene del interior de la misma Iglesia por revalorizar la religiosidad popular, algo que encontrará confirmación años más tarde en la Conferencia de Puebla y en las distintas variantes de la teología popular, aunque Van Kessel —a pesar de haber sido finalmente párroco de San Lorenzo de Tarapacá— conservó siempre la mirada académica de un investigador fino y escrupuloso.

También en algunos relatos aparece el desafío de los pentecostales, “los de la Biblia”, que los bailes contraponen rígidamente con ellos mismos, que se califican como “los de la Virgen”. Los jóvenes comienzan a quedar expuestos a la disidencia religiosa del protestantismo –y no todavía del secularismo– como en el caso del sobrino de Abdón Rosales que se hace adventista, sin dejar de bailar por algunos años todavía en La Tirana. El pentecostalismo impulsa la preocupación por saber más acerca de la religión propia en consonancia con el progreso escolar de la nueva generación que ha tenido mayor acceso al libro. Este ambiente de presión y hostilidad contrasta, sin embargo, con la aparición del turismo religioso en los bailes de La Tirana que data justamente de la época en que Van Kessel escribe su etnografía y que tendrá un desarrollo considerable en los años venideros. Los turistas, aunque no siempre adhieren a las creencias religiosas de los bailarines y no forman parte de la comunidad religiosa, miran con simpatía e incluso entusiasmo los bailes y les brindan un soporte tácito e inesperado. Van Kessel estimaba entonces que los turistas acrecentarían el tradicionalismo de los bailes religiosos y la conciencia de su especificidad cultural, puesto que al turista le atrae justamente el elemento idiosincrático de la fiesta religiosa.

Con todo, los bailes religiosos no son una reliquia que haya que cuidar y preservar en medio del oleaje de la modernización. Han mostrado una vitalidad y capacidad de adaptación asombrosas, han resuelto sus dificultades de comunicación con la iglesia y la sociedad, y enfrentan exitosamente los rigores de la secularización que provienen de la cultura de masas y de la educación universitaria de los más jóvenes. Unos y otros, cualesquiera sean sus convicciones y posición dentro de la fiesta, reconocen que esa vitalidad proviene de una devoción sincera e inquebrantable en la eficacia milagrosa de la Virgen.


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