Si bien para el pueblo cubano la visita del Papa Juan Pablo II fue un éxito porque revivió la esperanza, remeció los corazones y los hizo tomar conciencia de su raíz cristiana, también lo fue para el Vaticano y para el propio gobierno de Fidel Castro.

“No tengáis miedo… Que Cuba se abra con todas sus magníficas posibilidades al mundo y que el mundo se abra a Cuba”… dijo el Papa Juan Pablo II apenas pisó el aeropuerto José Martí en La Habana, el 21 de enero pasado, en un claro anuncio de lo que sería el objetivo de esta visita pastoral a la Perla del las Antillas. Su estadía de cinco días fue encendiendo progresivamente los corazones de los cubanos quienes, de una bienvenida “formal” y notoriamente fría -que se reflejó en la multitud que lo salió a recibir a las calles de La Habana durante sus recorrido de 25 kilómetros en papamóvil, desde el aeropuerto a la Nunciatura- terminó transformándose, a partir de la misa de Camagüey, y concluyendo en la misa de la Plaza de la Revolución, al quinto día (con más de un millón de asistentes) en una fiesta de expresión de amor inigualable. Hubo gritos y llantos de emoción de parte de un pueblo que está marcado por una historia sufrida y que es notoriamente cálido y sensible. Este sentimiento el Papa lo captó y saliéndose del libreto en sus últimas palabras en el aeropuerto al dejar el país dijo: “He estado meditando sobre el significado de esta lluvia, después de haber pasado tantos días de calor. ¿Significa que lloran porque el Papa se va? Pienso que ése sería un análisis my superficial. La lluvia es un signo de Adviento y es lo que deseo para vuestra Patria”.

Fin de la confrontación

Si bien para el pueblo cubano la visita fue un éxito porque revivió la esperanza, remeció los corazones y los hizo tomar conciencia de su raíz cristiana, también lo fue para el Vaticano y para el propio gobierno de Fidel Castro.

Que el Papa hubiese viajado a Cuba ya era un gesto que Castro agradecía. “Un presidente de Estados Unidos, con todas sus armas nucleares, acorazados, aviones, cohetes no se atreve a venir a este país para ver lo que pasa”, decía Castro el día antes que arribara a la Habana Juan Pablo II.

Antes y durante la visita de Juan Pablo II a la isla (el tiempo dirá si también después) el gobierno revolucionario demostró una apertura nunca antes vista. Primero, antes de la llegada, dio dos pasos significativos: permitió la celebración de la Navidad y que el Arzobispo de La Habana, cardenal Jaime Ortega, dirigiera un mensaje al país con motivo de la pronta venida del sucesor de Pedro. Un gesto importante fue el permitir la colocación de afiches y carteles con la foto del Papa Juan Pablo II, que aparecían en una que otra casa o edificio público y que, por primera vez, opacaban los rayados característicos en La Habana como “Creemos en Fidel, en la Revolución y en el socialismo” o “Por la vida .¡No al bloqueo!”.

Otro gesto que demostró una mayor Libertad fue el permitir la entrada de 3 mil 600 periodistas de todo el mundo que pudieron cubrir “todo” sin restricciones. También es significativo el espacio que los medios de comunicación internos dieron a la visita papal y la libertad con que los locutores explicaban –a modo de catequesis- el significado de los momentos cruciales de la celebración litúrgica mientras ella transcurría.

Desde que el Sumo Pontífice pisó tierra cubana, por primera vez en casi cuarenta años, las pantallas de televisión transmitieron una “señal” distinta a la oficialista. Todas las misas, las homilías (que incluyeron fuertes críticas al sistema) y la mayoría de los actos del Papa en Camagüey, Santiago de Cuba, Santa Clara y La Habana fueron transmitidos en directo y en forma completa por la radio y la televisión. La cobertura de la prensa interna también fue amplia. Con esta actitud Castro demostró tener altura de miras y hacer realidad el principio que dice inculcar a sus compatriotas, que es el de “respetar a los creyentes y a los no creyentes”. Llamó la atención el respeto, cuidado y la admiración que el líder de la revolución brindó al Santo Padre en todo momento. En una entrevista con el diario oficialista Granma, un día antes del arribo del Sucesor de Pedro, al referirse al Santo Padre, Fidel lo describió como “un hombre con un gran talento, gran inteligencia, amplia cultura, con un espíritu extraordinario de trabajo, como un hombre que practica y defiende sus convicciones, y como una persona consagrada a sus ideas religiosas y a la Iglesia”… “El Papa es un personaje histórico (reconocía Castro) que se preocupa por muchos problemas importantes del mundo contemporáneo”. Esta visita marcó así el inicio de una nueva etapa en las relaciones entre el gobierno revolucionario que lidera Fidel Castro, y el Vaticano, que luego de varias décadas de confrontación (y de una Iglesia local que era vista como el más claro opositor al sistema y que sufrió persecuciones) está caminando hacia el diálogo y el entendimiento. Seguir por ese camino es lo que dijo esperar el presidente de la Conferencia Episcopal de Brasil, Cardenal Lucas Moreira, al conversar con HUMANITAS: “En mi opinión no habrá un cambio inmediato. Creo que a corto plazo sólo habrá un ajuste de posiciones. El Papa sembró para un futuro un poco más lejano. Espero que esta visita signifique la continuación del diálogo (que ya ha impulsado el Santo Padre) del gobierno con la Iglesia cubana”. Una opinión semejante nos expresó el secretario general de la Conferencia Episcopal cubana, monseñor Emilio Aranguren, quien manifestó su deseo de que se produzca una conversación interna entre los cubanos: “Nosotros, los obispos, insistimos mucho en el aspecto de la reconciliación y creo que en este sentido el Santo Padre logró afianzar este punto”. Este sentimiento de reconciliación es compartido también por la esfera dirigente del país. El historiador Eusebio Leal Spengler, director del Museo de la Ciudad, miembro del partido comunista y un hombre muy cercano a Fidel Castro, destacó que la visita del Papa se convirtió en un acontecimiento nacional: “Ha sido una visita para y por todos los cubanos. No solamente para la comunidad cristiana. Lo principal a que aspiramos es que todos los cubanos –dentro y fuera de Cuba- se sientan unidos en la idea de la salvación nacional”.

Acompañaron al Papa unos 60 obispos norteamericanos como una forma de manifestarle su apoyo. Según nos dijo el arzobispo de Nueva Orleans, Estados Unidos, monseñor Philip M. Hannan, “los Estados Unidos representan la libertad y como Cuba es el último país del hemisferio que es comunista nos interesa mucho saber qué pasa aquí y cómo se puede mejorar la situación. Esperamos que con la libertad religiosa se abra paso al respeto por los derechos humanos y a las demás libertades”. También estuvieron allí unos quince obispos españoles. Para el arzobispo de Santiago de Compostela, monseñor Julián Vargas, fue un viaje muy significativo no sólo para Cuba sino para el mundo entero: “es un viaje que comienza con la fe, pero cuyo fin es la caridad. Ha sido una manera de contribuir para crear las condiciones necesarias con el fin de que toda persona pueda realizarse tanto humana como espiritualmente”.

La Iglesia chilena también estuvo presente. Acudieron a esta visita el secretario de la Conferencia Episcopal, monseñor Javier Prado y el obispo de San Felipe, monseñor Manuel Camilo Vial, quien entregó una imagen de sor Teresa de los Andes al pueblo cubano. “Le regalé la imagen de Santa Teresa al cardenal Jaime Ortega, quien se manifestó muy agradecido. Me dí cuenta que tenía mucho conocimiento de la vida de la carmelita chilena y pienso que es un regalo que dejamos, especialmente, a los jóvenes cubanos”, nos confidenció monseñor Vial.

El viento sopla

¡Benditos los pies del mensajero que anuncia la paz! ¡Cuántos años esperándole! “Aquí estamos, hermano Juan Pablo, los jóvenes cubanos. Estamos con nuestras limitaciones y problemas, con nuestros pecados, pero con las puertas de nuestros corazones abiertas para dejar entrar la gracia y el amor de Cristo…” “Desde que supimos que vendría, en el corazón de muchos jóvenes cubanos se encendió una llama, se empezó a sentir un calor, se empezó a ver una luz…”

Con estas palabras, que demostraban cariño y un anhelo enorme, recibieron los jóvenes al Papa durante el encuentro en Camagüey. Pero el entusiasmo no fue sólo allí sino que fue haciéndose por minutos más latente durante todo su paso por la isla de 11 millones de habitantes. Los cinco días que duró la visita, todo Cuba volcó su mirada en Juan Pablo II. Creyentes y no creyentes se interesaban por verlo y oírlo. Una gran mayoría lo siguió por la televisión.

Uno de los actos más multitudinarios y emocionantes fue la misa en la Plaza de la Revolución. A partir de las cuatro de la madrugada de ese domingo 25 de enero se comenzó a reunir la gente, que en su mayoría llegó en “guaguas” o “camellos” (transporte público), ya que habían conseguido tickets para ser llevadas a la plaza.

Durante aquella multitudinaria celebración el Papa improvisó parte de la homilía, sobre el sentido de la brisa que soplaba, refrescando a la multitud congregada a los pies del altar. “El viento de hoy –dijo- es muy significativo, porque el viento simboliza el Espíritu. El Espíritu sopla donde quiere. El Espíritu quiere soplar en Cuba”. El fervor y la alegría de la gente que asistió a la plaza fueron contagiosos. Felix Isiro, de 33 años, comentaba: “Esto es lo más hermoso que ha sucedido en la historia de Cuba. ¡En mis años de vida no he conocido algo más grande y emocionante que las palabras que hoy nos ha dicho el Papa! ¡Nos ha hablado al corazón! Este 25 de enero es un día grande. Va a cambiar muchas cosas. Ya cambió los corazones, que es lo principal”.

El Vicario de Cristo viajó a Cuba como mensajero de la Verdad y de la Esperanza, para confirmar al pueblo cubano en la fe y para dejarles un mensaje de paz y reconciliación en Cristo.

Mensaje del Papa

Durante su estadía Juan Pablo II no propuso una ideología determinada ni de un sistema económico o político nuevo. Se trató de una visita de carácter pastoral, centrada en el ofrecimiento de un camino de paz, justicia y libertad verdadera. El Papa, al referirse a la libertad, dijo que ésta “no se reduce a los aspectos sociales y políticos, sino que encuentra su plenitud en el ejercicio de la libertad de conciencia, base y fundamento de los otros derechos humanos”.

En otro ámbito, al criticar ciertas formas del neoliberalismo capitalista “que subordina la persona humana y condiciona el desarrollo de los pueblos a las fuerzas ciegas del mercado”, señaló que el mayor desafío de los sistemas políticos y económicos actuales es conjugar libertad y justicia social; libertad y solidaridad.

Durante su estadía en la isla, el Pastor de la Iglesia Católica les habló a las familias, a los jóvenes, a los intelectuales y a los que sufren. Destacó a la familia como célula fundamental de la sociedad y lo hizo en un país donde, actualmente, la mitad de los matrimonios se separan a los pocos años. “Esto ocurre -dijo el Papa- cuando los matrimonios viven en sistemas económicos o culturales que, bajo la falsa apariencia de libertad y progreso, promueven e incluso defienden una mentalidad antinatalista, induciendo a métodos de control de natalidad que no están de acuerdo con la dignidad humana. Se llega incluso al aborto, que es siempre, además de un crimen abominable, un absurdo empobrecimiento de la persona y de la sociedad misma”.

Llamó a la juventud a encarnar los valores morales auténticos y criticó la promiscuidad, las relaciones prematrimoniales y el acudir al “recurso fácil del aborto”.

Para la Iglesia, el camino para vencer estos males es Jesucristo, quien da sentido a la vida; su doctrina y su ejemplo de amor salvífico. Ninguna ideología puede sustituirlo. Por eso, el Papa hizo un llamado a recuperar los valores religiosos desde la familia, la escuela y la Iglesia. “No tengan miedo –les expresó- de abrir las familias y las escuelas a los valores del Evangelio de Jesucristo, que nunca son un peligro para ningún proyecto social “…” ¡Que Cuba eduque a sus jóvenes en la virtud y la libertad…!”.

En estos momentos la educación en Cuba es manejada por Estado y es radicalmente laica. No se imparten clases de religión. Por eso esta homilía en pro de la libertad de enseñanza fue una de las más duras para el gobierno revolucionario.

Raíz cristiana

Al recorrer La Habana cualquier turista se sorprende. Es como estar en una capital europea. Los magníficos edificios que se levantan en medio de la ciudad como el Capitolio, el Hotel Sevilla, el Hotel Nacional, la Catedral o el Museo de los Capitanes Generales hacen que el extranjero se sienta más en España que en una capital caribeña.

Si bien en la cultura cubana se mezclan influencias diversas como la hispánica, africana y la americana, hace ya más de cinco siglos que la Cruz de Cristo fue plantada en esta bella y fecunda tierra, arraigándose en ella la fe católica. La devoción a San Lázaro, como patrono de la medicina, y especialmente a la Virgen de la Caridad del Cobre, se ha mantenido a pesar de los problemas que ha puesto el gobierno revolucionario al desarrollo de las actividades religiosas de la Iglesia Católica. Fue en la localidad de el Cobre, donde está el Santuario dedicado a la Patrona de Cuba, que por primera vez se conquistó la libertad para los esclavos. El primer acto de Cuba libre tuvo a su vez lugar cuando, en 1898, las tropas del general Calixto García se postraron a los pies de la Virgen de la Caridad en una solemne misa para la Declaración de la Independencia del pueblo cubano.

Por eso, como lo dijo el Papa, “Cuba tiene un alma cristiana y eso la ha llamado a tener una vocación universal”. La fe católica forma parte de la identidad del pueblo cubano. El ser una nación latina y el llamado que hizo el Papa a las naciones del continente que comparten la misma lengua y tradición cristiana a abrirse a esta nación, es un desafío y una tarea que deja el Pontífice a todos los países iberoamericanos. Un joven peregrino que asistió a la misa en la Plaza de la Revolución decía: “Creo que la raíz histórica cristiana siempre se ha mantenido, aunque diferentes circunstancias han hecho que esté un poco ausente. Pienso que la venida del Papa nos ha despertado la intimidad de nuestra alma”.

Sin duda, la visita del Papa a Cuba removió las fibras más íntimas del corazón de los cubanos. Cabe esperar que la apertura demostrada por las autoridades se mantenga y que se le abran mayores espacios a la Iglesia para su labor evangelizadora. Por lo visto, el terreno está sediento y anhelando recibir la Palabra de Jesucristo.


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