Este escrito se basa en un Informe elaborado por los autores con la colaboración de Martín Olszanowski a pedido del CELAM 2023 “La misión de la Iglesia en los países de América Latina”. Informe solicitado por la Conferencia Latinoamericana de Obispos. El mismo fue actualizado en el 2024 con datos del 2022. La principal fuente de datos del estudio son los Anuarios Estadísticos de la Iglesia, particularmente los de los años 1970, 1975, 1980, 1985, 1990, 1995, 2000, 2005, 2010, 2015, 2020 y 2022. Complementamos esa fuente con el Latinobarómetro, para tener una referencia del porcentaje de población que se declara perteneciente al catolicismo, con información disponible desde 1995.
Los datos de la cantidad de católicos que muestran los Anuarios Estadísticos de la Iglesia Católica revelan una fuerte concentración de esta religión en América Latina, que sería un continente católico en términos demográficos. Sin embargo, las cifras sobre el acceso a los sacramentos –en declive desde los años ochenta– no confirman esa percepción. El análisis que viene a continuación busca indagar en esta aparente contradicción a través de la revisión de datos de cinco décadas en tres dimensiones: acceso a sacramentos y adscripción, agentes consagrados y estructuras pastorales. [1]
Sacramentos impartidos y cantidad de católicos
América Latina es la región del mundo que concentra el mayor número absoluto de bautismos anuales, los que alcanzaron los 4.888.232 en 2022. El año con el número máximo de bautismos alcanzados fue 1985, cuando se realizaron 8.569.180; desde entonces, aunque no en forma constante, la tendencia ha sido a la baja. Este patrón pareciera acentuarse a partir del nuevo milenio, y más aún en los últimos años: entre 2020 y 2022 la caída fue del 5% (gráfico 1.a). A su vez, a lo largo del tiempo fue aumentando la proporción de personas que reciben el bautismo después de los 7 años de edad, lo que indica un cambio en quiénes lo reciben y cómo se decide recibir un sacramento que marca el inicio de pertenencia al catolicismo.

Relacionar los datos demográficos de la población con los de bautismos permite observar algunas tendencias interesantes. A nivel mundial, la relación entre la población en un determinado año con la de bautismos recibidos ese mismo año tendió a la baja. En 1970 la relación era de 0,4, mientras que en el 2020 su valor era la mitad, 0,2. Si bien en números absolutos la cantidad de personas que recibieron el bautismo en 1970 y las que lo hicieron en el 2020 a nivel mundial es relativamente similar, en términos relativos, es decir, si se las relaciona con el crecimiento demográfico del período, son cada vez menos las personas que se bautizan. En América Latina esa relación en 1970 era de 2,4, lo que la ubicaba como la región con el valor más alto. En el año 2020, esa cifra se había reducido a una tercera parte (0,8); aun así, ese valor continúa siendo más alto que el del resto de las regiones (cuadro 1). América del Norte y Europa también redujeron el valor de la relación a una tercera parte a lo largo de los últimos 50 años (de 0,6 a 0,2). Asia mantuvo la relación (0,1), y África, siendo el continente con mayor crecimiento demográfico, redujo la proporción a la mitad (de 0,6 a 0,3).

La evolución de los números de confirmaciones y de matrimonios en América Latina también ha tendido a disminuir. Para las confirmaciones, los datos permiten analizar la tendencia solo desde 1990 al presente.
En este período América Latina estuvo siempre por arriba de las otras regiones. Entre 1990 y 2000 se registró en la región un leve incremento de confirmaciones, que desde entonces tendió a descender. En 2022 hubo casi 300.000 confirmaciones menos que en 1990; de esta cifra un tercio corresponde a pérdidas en los últimos dos años. Europa y América del Norte registran también curvas descendentes, más pronunciadas en el primer caso. En África la curva es constantemente ascendente, con amesetamiento en los últimos cinco años. En Asia también tendió a ser ascendente la curva que registra las confirmaciones, pero con una estabilización entre 2000-2015 y luego un leve descenso (gráfico 2.a).

La caída en la cantidad de matrimonios en América Latina comienza a registrarse a partir de 1985. Hasta entonces la tendencia había sido alcista. América Latina se suma así a la fuerte disminución en la administración de este sacramento que ya América del Norte y Europa venían registrando. En cambio, las curvas en Asia y África evidencian un crecimiento de los casamientos hasta el 2000, luego de lo cual en África se ameseta, y en Asia empieza a descender (gráfico 3.a).

¿Cómo se comportaron las tendencias en los números de sacramentos impartidos al interior de las subregiones de América Latina?
Los bautismos informados para cada una de las subregiones de América Latina presentan inicialmente un crecimiento que a partir de algún momento (que difiere según las subregiones) se revierte. Para el caso del Cono Sur (Argentina, Uruguay, Brasil, Chile y Paraguay), el punto de quiebre fue el año 1980, cuando se habían alcanzado los 3,7 millones (partiendo de unos 2,7 millones en 1970). En los países de Centroamérica y México (en adelante CAMEX) empieza su decrecimiento en 1985. Los países andinos (Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela) tenían 1,4 millones en 1970; el cenit en 1990 alcanzó los 2 millones, decayendo en la actualidad a 1,3 millones. Por último, el Caribe (países del Caribe y de las Antillas) muestra una dinámica oscilante. Pero si miramos los valores extremos, no deja de tener esta dinámica de crecimiento (370.000 en 1970 a casi 470.000 en 1995), para luego terminar decreciendo. La velocidad del declive en el Cono Sur es la más pronunciada de modo que en 2020 la cantidad de bautismos es inferior a la de CAMEX, pese a la importante diferencia poblacional entre ambas regiones (gráfico 1.b). Esta tendencia general a la baja se da en un contexto de aumento poblacional en Latinoamérica. Al relacionar la cantidad de población en un determinado año con la de bautismos recibidos ese mismo año, podemos vislumbrar este retraimiento del mundo católico en Latinoamérica.


El Papa Francisco bautiza a 27 niños por la fiesta del Bautismo del Señor el año 2019. ©AFP
Las confirmaciones muestran una variación diferente respecto de los otros sacramentos informados (gráfico 2.b). Si bien de modo global pareciera detectarse una dinámica a la baja, esta no es tan evidente en todas las regiones, debido a la presencia de oscilaciones. En el Cono Sur el decrecimiento es evidente, aunque con velocidades diferentes según se ilustra. En CAMEX se dan oscilaciones con una caída únicamente en los últimos dos períodos de 5 años. En los países andinos recién a partir del 2020 se registra una caída, por lo que no pareciera ser aún una tendencia. El Caribe, con valores mucho más bajos, pareciera exhibir también una dinámica a la baja. Debe señalarse que, en comparación con los bautismos, los valores absolutos de confirmaciones son bastante más bajos: menos de la mitad de los bautizados suelen luego confirmarse. Además, debe destacarse una vez más la velocidad de la caída para el Cono Sur, que la aproxima a los valores de los países andinos. Por el contrario, CAMEX, aun en su oscilación, es actualmente la región con más confirmaciones de América Latina, superando con holgura al Cono Sur, a pesar de la diferencia poblacional entre ambas subregiones.

La dinámica de crecimiento inicial y declive posterior se registra también en los matrimonios registrados por año. El pico en el Cono Sur vuelve a ser el año 1980. […] este decrecimiento es tan abrupto que desde el año 2005 las cantidades informadas igualan a las de los países de Centroamérica y México.

El Anuario Estadístico reporta año a año la cantidad de “católicos” en cada Conferencia Episcopal. Este guarismo crece invariablemente por el aumento demográfico, pero el indicador carece de trazabilidad demográfica: ¿su crecimiento se debe a la adición de los nuevos bautizados informados? De ser así, ¿cómo se restan los decesos? En otras épocas, el registro de defunciones era llevado adelante en las parroquias, de modo que se podía informar tanto bautismos como defunciones. Hoy por hoy, en prácticamente la totalidad de los países del mundo no se puede garantizar este registro de decesos de católicos. De este modo, se torna particularmente difícil construir un número que refleje con certeza la cantidad de bautizados vivos de un país sin sobreestimarlo. Por otro lado, cabe cuestionar la utilidad de contar con el indicador de cantidad de bautismos que refleja en muchos casos más la voluntad de bautizar de los padres (con una intención de socializar en la fe, pero que también podría ser un mero mandato social) que la cantidad de personas que se consideran parte del catolicismo, identificación que por otro lado puede variar a lo largo del tiempo. Esta última opción, la autoadscripción al catolicismo, es medida en algunos países a través de los censos con una pregunta destinada a registrar la religión que declara cada habitante, aunque en muchos otros países no queda otro recurso que las encuestas de opinión. Recurrimos a tal fin a los datos relevados por Latinobarómetro, por su extensión temporal y cobertura regional.

En el gráfico 4.a puede observarse el perfil de adscripción religiosa de 18 países según datos del Latinobarómetro 2020 (que a nivel poblacional representa casi la totalidad de Latinoamérica). Paraguay se presenta como el país con mayor cantidad relativa de católicos (84%).
Le siguen un grupo de países que informan valores entre el 70% y el 60% de adscripción al catolicismo (México, Perú, Colombia, Ecuador, Argentina, Bolivia, Venezuela). En tercer lugar, figuran aquellos países en los que la población que se declara católica representa alrededor de la mitad (Costa Rica, Brasil, República Dominicana, Panamá, Chile). Por último, figuran los países donde el catolicismo representa entre un 40% o un 30% (Nicaragua, Guatemala, El Salvador, Honduras, Uruguay). Esta pérdida de población que se reconoce católica puede tener raigambre histórica (como el laicismo en Uruguay o el peso de las misiones evangélicas para el caso de muchos países centroamericanos) o bien ser procesos recientes (como la importante caída de las cifras de católicos en Brasil en los últimos años). En algunos países debe señalarse la fuerte presencia de las denominaciones evangélicas (principalmente en Honduras, Guatemala, Nicaragua, El Salvador), compitiendo cabeza a cabeza con el catolicismo, por ser la primera minoría religiosa. En otros, debe destacarse la gran cantidad de personas que se reconocen como no adscriptos: no como ateos ni agnósticos (categorías que son minoritarias en la región), sino como personas que no se identifican con una institución religiosa (aunque gran parte de ellos sean presumiblemente creyentes). Destacan en Uruguay (41%) y en Chile (35%), pero también en República Dominicana, El Salvador y Argentina (países donde oscilan en torno al 20%).

Celebración de la Inmaculada Concepción en la Catedral de Barcelona, 2019. ©Ramón Ripoll
Estas cifras muestran la situación actual. El Latinobarómetro nos permite tener una mirada diacrónica de 25 años (o algo menos para algunos países) que muestra cómo el descenso de la cantidad de sacramentos en los últimos años tiene su correlato en la declaración de pertenencia religiosa. Analizamos dentro de cada una de las subregiones de América Latina, a excepción del Caribe-Antillas, dado que este relevamiento no incluye los países de esta región (a excepción de República Dominicana en algunas oleadas).

En Centroamérica y México encontramos procesos variados (gráfico 4.b). México conserva un nivel relativamente alto de catolicismo (72%), pese a algunas oscilaciones, mientras que el resto de la región registra en estos 25 años caídas cercanas al 30%, en algunos casos menores –Guatemala con un 15%–, pero también mayores –Honduras y Panamá caen 38% cada una–. En Centroamérica esta caída del catolicismo de casi la mitad de la población se explica mayormente por el crecimiento del mundo evangélico-pentecostal.

Los países bolivarianos de la región andina (gráfico 4.c) muestran un descenso parejo del mundo católico: todos los países retroceden entre 19-25 puntos, siendo Venezuela el que lidera el descenso. En 2020 los cinco convergen en una banda estrecha 63%-69% desde la franja 84%-90% de 1995. En estos países el crecimiento del mundo evangélico es más moderado, teniendo ya alguna relevancia también en el decrecimiento católico la aparición de personas “sin religión” (creyentes no institucionales, aunque también algunos ateos y agnósticos).
El Cono Sur (gráfico 4.d) presenta una tendencia parecida a la anterior región en cuanto a la magnitud del descenso, aunque levemente más acentuada (pérdidas de entre 22 y 28 puntos), con mayor disparidad entre los países y desde una situación inicial de cifras más bajas. De este modo, Argentina desciende de 87% a 65%, Brasil del 78% al 54%, Chile del 74% al 51%. Uruguay, país con marcada tradición laicista, presenta una baja desde un 61% a un 32%. Los “sin religión” se vuelven en varios de estos países la primera mayoría luego del catolicismo, desplazando a los evangélicos (salvo en Brasil). De este modo, la región muestra un perfil más secularizado que en el resto de América Latina. Paraguay es la gran excepción de la región, dado que presenta un decrecimiento mucho menor (9%), y desde un piso mucho más alto (93%).

En toda Latinoamérica se registra un descenso de la adscripción al catolicismo, acorde al decrecimiento en los sacramentos informado por el Anuario Estadístico. Esta dinámica general presenta variaciones según subregiones. Hay países con una relativa estabilidad, como Paraguay y México. En América Central el catolicismo enfrenta una importante competencia por parte de las iglesias evangélicas. En el Cono Sur el desafío proviene de modo más importante de la desafiliación posible signo de secularización en estas sociedades –aunque en Brasil los evangélicos tienen un rol destacado–. Los países andinos presentan una situación intermedia respecto de las anteriores regiones.
Miembros ordenados o consagrados
La cantidad de sacerdotes en territorio latinoamericano asciende según los últimos datos disponibles en los Anuarios Estadísticos Pontificios (2022) a 76.632. En 1970 la cifra era de 46.524. La adición de 30.000 sacerdotes a lo largo de medio siglo fue en forma constante y gradual, aunque muy lentificada a partir del 2010 cuando la curva tiende a amesetarse. Un patrón similar siguió la evolución de la cantidad de sacerdotes en Asia y África. En cambio, en Europa y en América del Norte se observa la tendencia contraria: una constante y gradual disminución en el número de sacerdotes entre 1970-2022 (gráfico 5.a).
El crecimiento de sacerdotes en América Latina estuvo impulsado principalmente por sacerdotes diocesanos. La proporción entre sacerdotes diocesanos y regulares, que en 1970 era pareja, se fue distanciando. Hacia 2020 los sacerdotes diocesanos representaban el 70% del total de sacerdotes.


La evolución en el número de seminaristas en América Latina muestra un patrón de crecimiento entre 1970 y el 2005; luego se observa una pronunciada caída provocando que la cantidad de seminaristas actuales sea similar a la registrada en 1990 (alrededor de 25.000). En Europa y América del Norte ya desde 1970 se registra una tendencia a la baja. En cambio, África y Asia siguen un patrón contrario: un constante crecimiento. Cabe destacar sin embargo que en Asia la tendencia se revirtió en los últimos cinco años (gráfico 6.a).
En 1970 la presencia de diáconos permanentes era insignificante, dado que este rol eclesial había sido restablecido pocos años antes en el Concilio Vaticano II. En todo el mundo sumaban 309. Desde entonces su crecimiento fue constante en América del Norte, Europa y América Latina, alcanzando en el 2022 el valor de 19.600, 15.705 y 13.465, respectivamente. Asia y Oceanía, en cambio, mantuvieron números muy bajos de diáconos a lo largo de los 50 años en estudio (gráfico 7.a).

Los hermanos religiosos (sin ordenación sacerdotal), en el conjunto de los agentes pastorales consagrados célibes, han tenido siempre una presencia muy baja (gráfico 8.a). En 1970 se contabilizaban 79.408 en total a nivel mundial; medio siglo más tarde su número había descendido a 50.569. Esta disminución se debe casi exclusivamente a las constantes curvas descendentes que se observan en Europa y América del Norte. En América Latina en el 2022 la cantidad de religiosos es similar a la de 1970 (8.413 y 8.670, respectivamente); la curva registra leves oscilaciones que en los últimos diez años muestran una tendencia a la baja.

En el número de religiosas se registran tendencias relevantes para analizar. A nivel mundial en 1970 se contabilizaban 1.004.304; en el presente (2022) la cifra se redujo a 599.228. Esta importante caída obedece principalmente a las curvas descendentes que se registran en Europa y en América del Norte. En Europa se redujeron a casi un tercio (de 561.389 en 1970 a 193.178 en el 2022); en América del Norte, en el presente, son menos de un quinto de la cantidad que eran en 1970 (pasaron de 197.048 a 45.691). África y Asia en cambio registran curvas ascendentes, con saldos positivos en el 2022 respecto de 1970. En América Latina la cantidad de religiosas en 1970 era de 122.207; medio siglo después la cifra descendió a 95.590. Hasta el 2000 tuvieron una tendencia alcista, alcanzando un pico de 138.195; desde entonces la tendencia ha sido a una constante baja.
Completan el cuadro los agentes consagrados, miembros de institutos seculares. Su presencia es muy baja, y casi insignificante en el caso de los varones (583 en 2020). Las mujeres miembros de estos institutos a nivel mundial en 1990 (primer año donde hay registro) eran 30.880; treinta años más tarde descendieron a 19.966, principalmente por la gran pérdida que se registró en Europa de esta opción de vida. En América Latina en 1990 eran 3.587; treinta años después registran un leve ascenso: 4.471.
Para finalizar el análisis de la evolución de los miembros consagrados célibes de la Iglesia, debe observarse que los números reportados no permiten analizar el flujo al interior de cada uno de los grupos. O sea, no permiten contabilizar las entradas y salidas de miembros. Las “deserciones” o salidas tanto de sacerdotes ordenados como de miembros de institutos de vida consagrada con votos perpetuos siempre han existido, obedeciendo a diversas razones. En las últimas décadas pareciera que han tendido a acentuarse, según surge de conversaciones y presentaciones. Esta situación, sumada a la baja de vocaciones tanto a la vida sacerdotal como a la religiosa, agudiza otro fenómeno: el constante incremento en la media de edad de los consagrados, situación que tampoco los números reportados pueden evidenciar.
¿Cómo se comportaron las tendencias en los números de sacramentos impartidos al interior de las regiones de América Latina?
La cantidad total de sacerdotes muestra curvas similares entre las subregiones (gráfico 5.b). En todos los casos, se da un crecimiento constante, algo más lento en el último lustro. El mayor aumento se registra en Centroamérica y México, donde casi se duplicó el número de presbíteros (llegando a 22.019 en 2022) en estos 50 años. Las demás subregiones aumentaron alrededor de la mitad de los sacerdotes: Países Andinos (65,5%; 19.245 sacerdotes), Caribe (53,8%, 4.026) y Cono Sur (46,3%, 31.342). Estos aumentos se explican mayormente por la ordenación de sacerdotes diocesanos, dado que los regulares vienen en un relativo descenso, más marcado en el Cono Sur que en las otras regiones, especialmente en CAMEX, donde se registra una leve tendencia al alza, salvo en el último lustro. Este aumento de la dotación de sacerdotes es, sin embargo, muy inferior al aumento poblacional de la región. Si bien, como ya hemos visto, en los distintos países se informa una constante caída en la cantidad de personas que se reconocen católicas, y aun entre quienes se identifican con esta religión no todos participan del culto y la vida institucional de la Iglesia, no puede dejar de señalarse esta desproporción, la cual implica que –aun aumentando el número de ministros– la capacidad de atención pastoral es menor que en el pasado. Compararemos estos guarismos con el aumento de la cantidad de parroquias que veremos en un próximo apartado.

La cantidad de seminaristas presenta más oscilaciones que la cantidad de sacerdotes (gráfico 6.b). Dentro de esta variación, se observa una tendencia a la baja en los últimos lustros. El Cono Sur muestra un retroceso desde 2005, año en el que también los países andinos alcanzan un máximo. CAMEX presenta también grandes cambios: una leve caída durante los años setenta, aumento posterior alcanzando una meseta entre 1995 y 2015, y una posterior caída en 2020. La región Caribe presentaba un leve crecimiento, con una posterior caída desde 2010. Estas dinámicas se encuentran tanto en los aspirantes al sacerdocio diocesanos como en los regulares. La evolución de la relación de la cantidad de seminaristas en comparación con la totalidad de los sacerdotes fue positiva en todas las subregiones por algunas décadas, pero en todas ellas se encuentra en una tendencia negativa, dificultando la renovación del clero y dando lugar a un envejecimiento de este.

En lo referente a los diáconos permanentes (gráfico 7.b), se evidencia una clara opción pastoral del Cono Sur por esta estrategia pastoral para afrontar la necesidad de ministros. Mientras que las demás regiones cuentan con alrededor de 1500 diáconos en 2022 cada una –de modo llamativo coinciden pese a las diferencias poblacionales–, el Cono Sur quintuplica ese valor (casi 8.000), una distancia que no se da en los demás ministros ordenados.


Los religiosos varones no presentan una clara tendencia, con diversas oscilaciones en las subregiones, a no ser el descenso que se registra en casi todas ellas en la última década.Más marcado es el cambio en los miembros de institutos masculinos en el Cono Sur (con un aumento hasta 2015 y una fuerte caída en 2022), pero con números ínfimos, por lo que carece de peso en el panorama general.
En el caso de las religiosas mujeres sí se verifica una tendencia decreciente, en particular en el Cono Sur, donde descienden de 58.000 a 34.568.En el resto de las regiones esta dinámica no es tan pronunciada. La tendencia se repite en los miembros de institutos femeninos, pero con números mucho más bajos.
Centrando el análisis en la totalidad de la región latinoamericana, la evolución de agentes pastorales consagrados a lo largo de los últimos 50 años permite destacar lo siguiente: en términos absolutos hubo un leve incremento (en 1970 totalizaban 177.449 y en el 2022 suman poco más de 210.000); alcanzaron su máximo valor entre el 2005 y el 2010. En términos del peso que cada uno de los agentes posee, se observa el creciente peso de los sacerdotes diocesanos y el decrecimiento de las religiosas. Estas últimas pasaron de representar el 70% al 50% de los agentes consagrados entre 1970 y el 2020 (gráficos 10.a y 10.b).
Estructuras de culto / Centros pastorales
A nivel mundial la evolución del número de estructuras de culto de la Iglesia tuvo una tendencia alcista en las últimas cinco décadas. Pasaron de contabilizar 270.000 en 1970 a 448.961 en 2022, lo que indica un incremento del 70%. Dentro de estas estructuras, las parroquias contabilizaban 191.438 en 1970 y 225.778 en 2022, indicando que el incremento en este caso fue del 15%. Analizando por regiones, se observa que América Latina, Asia y África han registrado una constante tendencia alcista en el número de parroquias en el último medio siglo. En cambio, en Europa y América del Norte el número se mantuvo constante hasta 1995, momento en que comenzaron a registrar leves bajas (gráfico 11.a). En América Latina, tuvieron un fuerte aumento los centros pastorales (no parroquiales). Estos, que en 1980 representaban poco más de la mitad de las estructuras de culto, en el 2022 triplican a la cantidad de parroquias (gráfico 12).
La cantidad de parroquias en los últimos 50 años prácticamente ha duplicado su número en todas las subregiones de América Latina (gráfico 11.b). El incremento estructural sigue a la tendencia demográfica, dado que la población en cada una de las regiones ha crecido algo por encima del doble en ellas (a excepción del Caribe), dinámica que no ha sido acompañada por la cantidad de sacerdotes. Si se considera la totalidad de los centros pastorales, la presencia territorial aumenta de modo más importante aún, cuadriplicándose los mismos en el período (salvo nuevamente en el Caribe, donde se duplican), aunque con una tendencia a desacelerar la velocidad de este crecimiento en el último lustro (salvo en CAMEX).

Seminaristas en Burkina Faso. ©ACN
Al comparar el crecimiento de la cantidad de parroquias con el incremento poblacional se verifica una relativa paridad entre ambos: se crearon nuevas parroquias a tono con el aumento de la población general. Pero, como ya hemos mencionado, el crecimiento de la cantidad de sacerdotes o religiosos no ha acompañado en el mismo nivel. En este contexto, si consideramos la totalidad de los centros pastorales, en algunas regiones prácticamente se han duplicado, pero sin la cantidad de ministros que puedan atenderlos, generando la duda de la sustentabilidad de esta política en el tiempo.El estancamiento (con indicios de caída) en el número de sacerdotes, acompañado por la importante tendencia a la baja en el número de los seminaristas mayores (futuros sacerdotes), enfrenta a la Iglesia Católica ante un problema. La tendencia permite conjeturar que, si la jerarquía eclesiástica en los países de la región continúa creando nuevas estructuras de culto, habrá pronto una situación crítica: no habrá suficientes sacerdotes que las puedan atender, máxime considerando que tampoco habrá otros agentes consagrados que puedan asumir la tarea.


Discusión
Los datos presentados nos permiten desarrollar dos discusiones. En primer término, el lugar del catolicismo en el campo religioso latinoamericano. En segunda instancia, la evolución institucional de la Iglesia Católica en la región. Ambas dimensiones se imbrican entre sí, dado que esta última evolución es fruto de los recursos disponibles, el contexto y las estrategias institucionales ante los desafíos locales, factores que a su vez inciden en las mutaciones del campo, junto a factores demográficos y culturales que participan del proceso.
América Latina presenta un patrón propio en comparación con el Norte Global (Europa / América del Norte –sin México–), que muestra un declive en todos los indicadores. Pero también contra otros países del Sur Global, tanto de África (cuyas cifras aumentan en prácticamente todas las variables) como de Asia (con algunas dimensiones aun creciendo, otras estables y algunas con un retraimiento reciente). Esta situación intermedia que presenta América Latina en el panorama religioso global es una pregunta por profundizar.
El descenso de participación que indican los guarismos sacramentales, así como de adscripción, muestra, con distintos énfasis según el país, una diversificación de los campos religiosos locales. Por fuera de la idea de un monopolio católico que se resquebraja, lo que se habilita es la legitimidad social de otras opciones religiosas, incluida la no adscripción. Las diferencias entre países, con casos de desplome y otros de estabilidad, mostrarían un proceso diverso de reconfiguración del campo religioso en cada sociedad. Estos procesos responden a lógicas situadas, propias de la historia religiosa de cada país, las relaciones Iglesia-Estado, los flujos migratorios y culturales, la permeabilidad a los procesos globales, entre otros factores. Un Cono Sur más secular, una Centroamérica muy religiosa pero dividida en una competencia entre evangélicos y católicos, países con una alta permanencia del catolicismo (principalmente Paraguay, pero en alguna medida también México), son muestras de una heterogeneidad interna en la región. Estas diferencias pueden ser interpretadas desde la perspectiva de patrones de modernidades múltiples (que habilita la proliferación del neo-pentecostalismo), así como procesos de “secularización asimétrica” (que explicarían las diferencias entre países respecto de la cantidad de no adscriptos). La reconfiguración de la religión habilita cambios en los equilibrios locales, permitiendo nuevos actores, nuevas hibridaciones, incluso sin el rótulo de “religión”. Las personas pueden cambiar de denominación o distanciarse de las iglesias y estructuras religiosas formales, manteniendo creencias y prácticas que pueden ser consideradas religiosas.
Lo que posiblemente esté en cuestión es la dimensión cultural del catolicismo: su capacidad de permear a la sociedad sin mayor esfuerzo, de ser adoptado como identificación por individuos que no participaban del mundo religioso, sus prácticas y universos de sentido. La competencia con otras creencias, así como la habilitación para la disidencia, socavan este catolicismo no orgánico.Los indicadores que trabajamos parecieran mostrar primero una caída en los sacramentos, y luego se acelera la caída para la auto-adscripción. Es decir, bautizar a los hijos o casarse por la Iglesia pierden anclaje social antes de la caída en la autopercepción institucional. Este proceso tiene una dimensión generacional de socialización religiosa: las cohortes jóvenes, no bautizadas ni socializadas en la Iglesia, tienden a no identificarse como católicas, consolidando el declive afiliativo.
Este declive también impacta en la dimensión institucional. No solo en la dimensión política, económica o comunicacional, entre otras, sino en cuanto a la capacidad de reproducción institucional. Las congregaciones religiosas, sea de varones o mujeres, están en franco declive. Los sacerdotes diocesanos han aumentado, pero no en la proporción del crecimiento poblacional, lo cual no sería problemático en el contexto de caída de la población que se considera católica y, por ende, requiere sus servicios. La amenaza para este rol es el poco recambio por la caída en la cantidad de seminaristas en los últimos años, de modo que se produce un envejecimiento del clero. Únicamente aumenta –de modo no homogéneo en las distintas regiones– el diaconado permanente, que en cantidad podría compensar la caída de los seminaristas (aunque su concentración sea mayormente en el Cono Sur), pero no en la función sacramental del presbítero.

Parroquia nuestra señora del Buen Suceso, Madrid.
Expandir la red parroquial parece ser la respuesta preferida de la jerarquía católica frente a los desafíos. Al multiplicar parroquias, capillas y santuarios, la Iglesia católica afirma su arraigo territorial y amplía su red para la oferta sacramental incluso donde la práctica declina. Sin embargo, este despliegue tiene una dudosa sostenibilidad con un clero que envejece y no se renueva al mismo ritmo. En este contexto, se habilitan discusiones acerca del rol de los diáconos permanentes o inclusive la habilitación en roles de responsabilidad jerárquica (incluso ordenados) para las mujeres en las comunidades eclesiales. En este último punto, dada la caída drástica de religiosas, se estaría dando una cierta “desfeminización” de la Iglesia en sus roles consagrados, en el contexto de un importante cambio del rol de la mujer en las sociedades occidentales. Este hecho lleva a plantear la necesidad de repensar este rol en la Iglesia, en miras a sus desafíos, así como a las aspiraciones de sus miembros femeninos.
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