Discursos pronunciados por el Excmo. señor Nuncio, Monseñor Piero Biggio, por el Rector de la Pontificia Universidad Católica de Chile, don Juan de Dios Vial Correa, y por el director de "Humanitas", don Jaime Antúnez Aldunate, en el acto de presentación de esta revista. El mismo tuvo lugar el miércoles 17 de enero pasado en el Salón "Cardenal Juan Francisco Fresno", del Centro de Extensión de la Universidad. 


Humanitas 1996 II, págs. 270 - 280.

En la Sala Juan Francisco Fresno, de! Centro de Extensión de la Universidad Católica de Chile, ante la asistencia de cerca de 400 personas, se efectuó la presentación de la revista HUMANITAS. 

En esta ocasión hicieron uso de la palabra Su Excelencia Rvma. Monseñor Piero Biggio, Nuncio Apostólico de Su Santidad; don luan de Dios Vial Correa, Rector de la Universidad Católica, y don Jaime Antúnez Aldunate, director de la revista HUMANITAS.

Asistieron al acto numerosas personalidades de la Iglesia,de la vida pública y de la Universidad. A fin de que nuestros lectores se hagan partícipes de las inquietudes que impulsaron el nacimiento de esta publicación, reproducimos a continuación, en el orden en que fueron pronunciados, los párrafos principales de los discursos leídos durante el acto.

La celebración fue realizada con la participación del coro de la agrupación “Cum Laude”, dirigido por el maestro Mauricio Cortés, y por el conjunto de cámara   por profesores de la Facultad de Física de la Universidad Católica.

JAIME ANTÚNEZ ALDUNATE: Iniciativa desde Tiempo Deseada

“Nada importante se hace o brota de improviso”, dice un antiguo y conocido adagio. Nos encontrarnos hoy en este magnífico salón del Centro de Extensión de la Pontificia Universidad Católica de Chile, presididos por el Nuncio de Su Santidad, después de haber escuchado los mensajes enviados por Sus Eminencias los Cardenales Carlos Oviedo, Gran Canciller de esta Universidad, y Paul Poupard, Presidente del Pontificio Consejo de la Cultura, mientras aguardamos una exposición del señor Rector que inaugurará las actividades de la revista HUMANITAS.

No es esto tampoco algo que haya venido a producirse al acaso. Muy por el contrario.

Si hoy nace, en efecto, en el seno de la Universidad Católica, una revista corno HUMANITAS, es porque desde hace mucho tiempo la autoridad superior de la misma avizoraba su necesidad y abrigaba con gran interés la realización de semejante proyecto.

HUMANITAS, corno lo define el decreto de Rectoría del 9 de octubre pasado que la funda, es una revista de antropología y cultura cristiana. Se la crea para ponerla al servicio no sólo de la comunidad universitaria sino también, y sobre todo, de la opinión pública en general. Su objetivo primordial, concorde con la índole de la institución que le da su vida y que la alberga, será el buscar dar expresión entre sus lectores a las preocupaciones y enseñanzas del Magisterio Pontificio.

La existencia de revistas de pensamiento católico, animadas por intelectuales vinculados a la Iglesia tiene, tanto en Europa corno en América, una larga y noble tradición. Esta cruza todos los grandes debates doctrinales del presente y del pasado siglo, dando espacio en sus páginas a figuras relevantes, que verdaderamente han marcado la historia de nuestra civilización. 

Ha sido, el de dichas publicaciones, un ejercicio intelectual a medio camino entre la labor académica y el más agudo periodismo de las ideas. Bajo el alero de esta Universidad, sin ir más lejos, dejó su impronta imborrable en la historia de las discusiones doctrinales en Chile la revista "Finis Terrae", que fundara y dirigiera ese inolvidable maestro, y amigo de tantos de los aquí presentes, don Jaime Eyzaguirre.

Complace, sin duda, ver congregados en torno a este naciente proyecto que es HUMANITAS, a tantos que junto a don Jaime fueron los animadores de las páginas de "Finis Terrae". A nuestro Rector, desde luego, que formó parte de su Consejo. Al Padre Gabriel Guarda, miembro del Comité Editorial de HUMANITAS, y que colaboró tan de cerca con don Jaime. En fin, a personalidades como Hugo Montes, José Miguel Ibáñez, Ricardo Krebs, Monseñor Jorge Medina, Fernando Debesa y Raúl Irarrázabal, quienes escribieron en aquella memorable publicación y que hoy generosamente han concurrido a formar parte del Consejo de HUMANITAS.

Con ellos, encontraremos en el mismo Consejo a un conjunto de figuras intelectuales de gran relieve en el plano internacional, vastamente conocidas en Chile a través de sus libros o de sus colaboraciones periodísticas. Varios han sido, incluso, en los últimos años, visitas ilustres en los claustros universitarios chilenos, ya sea en programas académicos o de extensión. Su contribución al acervo cristiano de la cultura chilena, en este último cuarto de siglo, es sumamente apreciable y, asimismo, ampliamente reconocida por la opinión pública. Nadie con sentido común podría discutir la importancia de su presencia junto a nosotros en tiempos en que el debate de las ideas no tiene fronteras.

Agradecernos este compromiso con el proyecto que ahora ve su nacimiento, tanto de personalidades nacionales como extranjeras. El honra a la Universidad Católica. Agradecemos de modo especial a los cinco señores obispos que han concurrido a ilustrar el Consejo de HUMANITAS y particularmente a los tres Cardenales de la Santa Iglesia que también lo conforman: nuestro Arzobispo y Gran Canciller de la Universidad, Cardenal Oviedo, que ocupa la presidencia honoraria; y los presidentes de los Pontificios Consejos de la Cultura y de la Familia, Cardenales Poupard y López Trujillo.

Este concierto de voluntades para un mismo fin, que reúne en HUMANITAS a una mayoría de laicos católicos, junto con presbíteros y miembros de la Jerarquía de la Iglesia, la entendemos desde su comienzo como un afán de testimonio de nuestra fe y de evangelización de la cultura, en activa y diligente fidelidad al Magisterio.

Como tarea que nace de la Universidad, se enmarca ella de lleno en el mandato de la Constitución Apostólica Ex Corde Ecclesiae, que apunta para las universidades católicas la misión de ocuparse de la relación de la Iglesia con las culturas del mundo moderno, a fin de realizar un papel clarificador respecto de valores y antivalores, del bien y del mal, que provea de criterios de juicio a la opinión pública. Esto es, que sirva a la persona a través de un testimonio público y estable de pensamiento inspirado por la doctrina de la Iglesia.

En lo íntimo de nuestros corazones se nos plantea esta labor en consonancia, asimismo, con las palabras del Papa Juan Pablo II en la Exhortación Apostólica Christifideles Laici, donde expresa que la misión de Cristo -Sacerdote, Profeta y Rey- continúa en la Iglesia, siendo todos sus miembros partícipes de esta triple dimensión.

“Incorporados a Jesucristo -dice el Papa por lo que respecta al oficio sacerdotal-, los bautizados están unidos a Él y a su sacrificio en el ofrecimiento de sí mismos y de todas sus actividades”. La participación en el oficio profético de Cristo, agrega, “habilita y compromete a los fieles laicos a acoger con fe el Evangelio y a anunciarlo con la palabra y con las obras, sin vacilar en denunciar el mal con valentía”. Por su pertenencia a Cristo, Señor y Rey del Universo, dice luego, los fieles laicos participan en su oficio real y son llamados por Él para servir al Reino de Dios y difundir lo en la historia, viviendo dicha realeza antes que nada mediante la lucha espiritual para vencer, en sí mismos, el reino del pecado. Es así que expresa textualmente "cuando mediante una actividad sostenida por la vida de la gracia, ordenan lo creado al verdadero bien del hombre, participan en el ejercicio de aquel poder, con el que Jesucristo Resucitado atrae a sí todas las cosas y las somete, junto consigo mismo, al Padre, de manera que Dios sea todo en todos" (Cfr. Christifidelis Laici, Nº 14). Agradecemos, por fin, al señor Rector, Profesor Juan de Dios Vial -de quien parte esta iniciativa y cuyo constante apoyo ha sido y es de un valor inapreciable- por la confianza depositada en quienes participamos en el proyecto que hoy ve la luz. Esperamos, Dios mediante, saber responder dignamente a ella.

MONSEÑOR PIERO BIGGIO: Qué esperamos de “Humanitas”

Nos hemos reunido para ser testigos del inicio de un nuevo medio de comunicación social. El Santo Padre señalaba hace un tiempo a los periodistas católicos que no se trata de multiplicar los medios, sino de que "sean un esfuerzo serio y que su influjo se extienda para iluminar las conciencias y entregar con serena claridad la verdad ... y para que la gente tenga un punto de referencia que le ayude a mantenerse unida y que favorezca el impulso del testimonio cristiano en el nuevo ámbito moral, social e institucional que el medio debe contribuir a crear" (1.V.93).

Todos esperamos que así sea, pues es un medio de la Universidad Católica de Chile. El mismo Papa, en efecto, explica la naturaleza de toda Universidad Católica: "una importante estructura para la Iglesia y la Sociedad civil, en la que la búsqueda de la verdad, la evangelización y la pastoral universitaria se funden en una relación muy estrecha", para integrar fe y vida. Y subraya la "urgente necesidad" de que venga proclamado hoy el sentido de la verdad, valor fundamental sin el cual se extinguen la libertad, la justicia y la libertad del hombre" (29.II.1992).

HUMANITAS es el nombre de la nueva Revista, que expresa ya esa intención, y promete, por esto mismo, ir más allá de la pura información cultural. No podría ser de otra forma. Como órgano de la misma Universidad Católica debe ser expresión de su vida. Las universidades manifiestan su vida en el campo de la investigación y de la docencia.

Búsqueda y enseñanza de la verdad. Y "por una especie de Humanismo Universal -enseñaba el Papa en la Constitución Apostólica Ex Corde Ecclesiae (30.IX.90)-, la Universidad Católica se dedica por entero a la búsqueda de todos los aspectos de la verdad en sus relaciones esenciales con la Verdad Suprema, que es Dios". La Universidad, por esto mismo, pertenece a todo el Universo. No es de un sector o para un sector, público o privado. Su vida y su acción se proyectan superando sus aulas y estructuras, como también a los alumnos y a las personas que se acercan a ella. Es, pues, primordial para la Universidad el encuentro con el mundo a través de todas sus expresiones de vida, sobre todo a través de la cultura. El mundo es el universo a quien la misma Universidad se debe.

En los 70 años de la Universidad Católica de Milán, el Papa enseñaba una realidad que es muy válida también para nosotros hoy: "Los múltiples desafíos del mundo contemporáneo, grandes y dramáticos, nos impulsan a buscar caminos valientes de encuentro y de diálogo con los movimientos culturales de nuestro tiempo.

Es necesario un diálogo abierto entre Evangelio y cultura, entre Evangelio y sociedad actual, entre pensamiento cristiano y ciencias modernas" (29.II.92 y Ex Corde Ecclesiae).

El Universo es para la Universidad, la humanidad que busca realizarse en perfecta unidad; donde cada persona logre realizarse plenamente. HUMANITAS desea ser un instrumento de comunicación de la Universidad con la persona a través de la cultura. Un instrumento, ciertamente preocupado de abrir y mantener el diálogo con la persona, con la humanidad, con el objeto de proponer al hombre los caminos de su realización según el proyecto creador de Dios, Verdad Suprema, según su proyecto de salvación.

Ante un mundo relativizado, donde todo quiere ser cambiado, innovado, donde todo está en discusión, HUMANITAS deberá cumplir una misión orientadora. La renovación es necesaria, es propia del desarrollo mismo de la historia del hombre. Por lo demás, la renovación se ha manifestado siempre fecunda. El hombre no debe temer al progreso, ni a las exigencias de protagonismo que el progreso le exige. Jesús, al despedirse de los hombres, ruega al Padre que no los saque del mundo, sino que los preserve del mal, que los conserve en la verdad, que los perfeccione y los libere.

Más en la vorágine de problemas y dificultades por las que el hombre debe abrirse paso en la búsqueda de su realización, necesita luces de verdad. Los medios de comunicación deben asumir esta misión. Vemos con pena, que muchas veces se complacen en la ambigüedad; así pueden fortalecer o destruir valores tradicionales de la religión, de la familia, de la patria, de la política, etc..., pueden animar o desorientar. A este propósito, el Papa, hablando a los periodistas, les exhorta a no cejar en tener una publicación de calidad y de segura credibilidad, irreprochable, capaz de resistir a la confrontación con cualquier otro periódico; perseverar, incluso cuando el público dé la impresión de premiar productos escandalosos y de fácil éxito y aun cuando otros editores parezcan ceder a esta tendencia reprochable. "Algunas de vuestras decisiones quizás no os recompensen inmediatamente, pero no desistáis" (1.V.93). HUMANITAS, pienso, nace en esta coyuntura de la historia con la misión de reforzar en su raíz el sentido que la fe cristiana da a la comunicación: “hacer germinar continuamente la semilla de la originalidad cristiana, que en la confrontación de las opiniones no falte la contribución, el punto de vista y el ofrecimiento de iluminación que brota de la inspiración cristiana” (1.V.93). Y, como lo señala el mismo Papa en la citada Constitución Ex Corde Ecclesiae, “la investigación universitaria se deberá orientar a estudiar en profundidad las raíces y las causas de los graves problemas de nuestro tiempo, prestando especialmente atención a sus dimensiones éticas y religiosas. Si es necesario, la Universidad Católica deberá tener la valentía de expresar verdades incómodas, verdades que no halagan la opinión pública, pero que son también necesarias para salvaguardar el bien auténtico de la sociedad” (Nº 32).

Por eso concluimos con Aetatis Novae (22.11.92): la comunicación en su más auténtica realidad brota de la Pascua de Cristo. En Él se encuentra la plenitud de la Verdad que ha de ser comunicada. El llena todas las cosas, toda la historia. El ha encendido la esperanza, el sentido de la vida humana que camina hacia el Padre ... al encuentro final, donde Dios será todo en todos, en la más perfecta unidad. Citando el documento postconciliar Communio et Progressio (Nº 126) el Papa anima a los comunicadores sociales: “que el encuentro con Cristo, el modelo perfecto de comunicador, sea el punto de partida de vuestra misión profesional”.

Así, cada edición de HUMANITAS debería ser un "ágape", un banquete donde la Palabra se ofrece en alimento. Un Belén, donde la Palabra encarnada en la cultura en el hombre de hoy, se manifiesta al mundo. Un lugar donde la Palabra, que es Camino, Verdad y Vida, establece su morada entre los hombres. HUMANITAS, como instrumento de comunicación de la cultura, debe ser, pues, instrumento de comunicación de la verdad, que es el contenido de la misma cultura. HUMANITAS será, entonces, proclamación del Evangelio, de la Buena Noticia de salvación en cada circunstancia humana; será búsqueda de las semillas de amor, de verdad, de belleza existentes en el universo, como vestigios del Dios Creador y expresiones de la llamada misericordiosa del mismo Dios a realizar el proyecto de perfecta unidad entre los hombres, el Reino de Dios, donde todos se sentirán hermanos.

Como instrumento de comunicación de la Universidad Católica, HUMANIT AS no debe perder de vista su identidad de católica, animada y fundada en la fe, con clara pertenencia eclesial. El Papa insiste: "identidad católica que en atrayente encuentro con la crónica, con la cultura, es necesario actualizar e interpretar cada día, y que jamás pueda ser debilitada o desmentida" (1.V.93).

Los tiempos exigen calidad, credibilidad y valentía en la proclamación de la verdad. La búsqueda del complaciente aplauso del mundo es la alternativa que alienta a muchos comunicadores que dan al público la oportunidad de decidir ... por mayoría ... por razones menos válidas o inválidas directamente, con las consecuentes confusiones, ausencias de valores, permisivismo, gratificación barata.

Auguro a HUMANITAS calidad, credibilidad y valentía en su encuentro con las personas y con el mundo; le auguro sea el "ágape" esperado, lugar de entendimiento luminoso, propuesta de vida con perspectivas de eternidad y, sobre todo, identificación con el Amor, con la "Caritas" que es Cristo mismo, el instrumento perfecto, la Palabra del Padre, para comunicarse con el hombre y, al mismo tiempo, para transformar al hombre en Palabra viva de perfecta comunicación.

JUAN DE DIOS VIAL CORREA: “Humanitas” y el tema del sentido

Párrafos escogidos a partir de la transcripción del discurso pronunciado por el Rector de la Universidad Católica en la ceremonia de presentación de la revista HUMANITAS.

Se me ha pedido que a modo de presentación de la revista HUMANITAS, y con el fin de ayudar a situarla en el contexto de la acción universitaria en su conjunto, me refiera en esta exposición a alguno de los centros de interés que ella debería tener. He escogido el del sentido de los actos del hombre.

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Para toda persona reflexiva se hace cada vez más apremiante la pregunta por el sentido, singularmente el de los actos humanos en la vida en sociedad. La interrogante que formulaba Nietzsche como pregunta por el "porqué". Por qué he de hacer lo que hago; por qué me hacen lo que me hacen. O bien, cuál es el horizonte en el que se entiende la acción.

Tal noción de sentido ha estado muchas veces conectada a la de totalidad, según la cual todo el acontecer se entiende articulándose sus partes en un todo, de manera tal que es este el que viene a iluminar la significación de cada una de sus componentes.

Esta manera de ver se hace hoy difícil y hasta imposible. Aun más fuertes que las propuestas de los pensadores o las marejadas emocionales de sus jóvenes están los hechos atroces de crueldad, el desdén ante el sufrimiento de los débiles, las formas perfeccionadas de egoísmo, cuya evidencia cuestiona hasta el fondo la realidad de un mundo perfecto donde se ligaran armónicamente el saber y el bien hacer. Los avances explosivos y turbulentos de la tecnociencia, así como el torbellino de los cambios en las relaciones humanas, llegan a configurar una imagen del mundo que es difícil de conciliar con la de una totalidad ordenada y aun orgánica que fuera susceptible de ser descubierta y entendida por la razón humana.

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Incluso surge la duda de si acaso estas preguntas son preguntas verdaderas. Hace tres años, en estos mismos locales, un ilustre pensador francés defendía la idea de que esas preguntas no tienen respuesta, de que estamos lanzados en un mundo sin sentido, y comparaba la convivencia humana a la suerte de unos náufragos amontonados en una balsa que flota a la deriva y que sólo saben que van juntos y que están perdidos.

Imágenes como esa han penetrado profundamente en nuestro mundo contemporáneo, donde se dijera que los hombres están aprendiendo a encontrar un goce extraño en su propia disolución. Más de setenta años atrás, al escribir "Más allá del principio del placer", Sigmund Freud había propuesto que el motor de la acción humana es la voluntad de morir. La sombra de esa concepción se extiende hasta nuestros días no sólo por obra de intelectuales ilustres, ángeles de la muerte que, como Michel Foucault, ven desaparecer el rostro del hombre como un pliegue de arena junto al mar, sino en el mundo de los espectáculos masivos juveniles, movidos por una nostalgia del underground,d e la automarginación y del rechazo, como lo expresa el canto de los King Crimsoms: "El conocimiento es un amigo mortífero / cuando nadie impone las reglas / Veo que el destino de la humanidad está en manos de los idiotas / La confusión será mi epitafio / mientras me arrastro por un sendero accidentado y destrozado". El ser incierto, la identidad borrosa de los esclavos negros magistralmente esbozada por Toni Morrison, posturas culturales que van desde la "teología del cautiverio" hasta el movimiento punk, parecen hacerle eco a la carta de presentación de Mefistófeles: "Ich bin der Geist der stets verneint".

Muchas de esas exploraciones arraigan en esa intuición contemporánea de que la experiencia es una forma más rica que la razón para penetrar la realidad. Noción que en alguna forma no ha sido nunca extraña al pensamiento occidental cuando Aristóteles, al empezar su "Metafísica", enlazaba la luz del conocimiento con el oscuro impulso del deseo. No obstante parece justo pensar cuál puede ser hoy la iluminación que el pensamiento pueda darle a este modo de apagarse del sentido.

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Hay quienes gustarían de imaginar que aquella bella noción de sentido cayó bajo los golpes apasionados de unos pocos pensadores como Federico Nietzsche. Pero la verdad es que éste ha corrido una suerte que es habitual en los videntes. Mucho más que causante de una revolución del pensamiento (por mucho que la haya deseado), él fue el perspicaz testigo de un proceso que venía desarrollándose desde mucho antes que él. Cuando decía que "Dios ha muerto", se limitaba a tomar nota de lo que otros habían hecho al dejar dentro de la convivencia social solamente a un Dios que fuera como una proyección de la racionalidad humana.

El Dios lejano y arbitrario de Calvino, heredero del Dios de filósofos nominalistas -pura y libre voluntad- abre por la vía del modelo y la fuerza de la necesidad, una época de autoafirmación del hombre con una clara proyección jurídica y social. En la estela del nominalismo medieval, un hombre como Fray Luis de León podía definir la ley diciendo que es "una fuerza que manda aquello que el juicio y la voluntad del príncipe aprueban". Y no puede negarse que la definición se haría muy actual con sólo cambiar al "príncipe" por la mayoría de los votos.

En todo caso, la humanidad de la Edad Moderna, abandonada así a su suerte por un Dios que parecería querer prescindir de ella, quedó marcada por una necesidad de certidumbre. Y es sobre todo en la ciencia, donde el mundo se hace translúcido a la razón humana pero donde en el mismo acto se descubre que él es indefinidamente manejable por la voluntad. En ese proceso se va relegando en forma progresiva todo lo que es cualitativo al desván de las cosas olvidadas. Eso no es casualidad, sino la forma en que la mente humana va cumpliendo un programa inaugural formulado cuando toda la realidad natural pasó a ser simplemente res extensa. Así remata el despliegue de un acto que buscó en el interior del propio hombre el fundamento de toda certidumbre.

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Enfrentado a este mundo maleable y cuyas leyes le parecen radicalmente accesibles, el hombre afirmado en que la certeza de su propia existencia es la única certeza incontestable, entra a hacer jugar su voluntad ordenadora, su voluntad que no puede dejar de querer ordenar y disponer, porque "la voluntad antes prefiere querer la nada que no querer" (Genealogía de la moral, 3er. estudio, 1887); quiere incluso la aniquilación para ordenar partiendo desde cero, y la forma de ordenar es postular valores, cuya función es en el fondo la de conservar la propia voluntad ordenadora. En cierta forma la voluntad de ordenar y disponer precede incluso a la voluntad de certidumbre, ésta es necesitada por aquélla. Los valores que el hombre cree descubrir se revelan entonces como hijos de la voluntad de poder. Y es la adopción de ésta como criterio y guía la que demanda la progresiva exclusión de Dios de la escena. La postulación de valores como expresión de una voluntad de sobrevivir y de imponerse es la forma de ser de las ideologías, y, en último término, una forma de reclamo del poder total.

La voluntad de poder -voluntad de ordenar y disponer, voluntad en el filo de lo arbitrario- encontró un complemento inesperado en aquella disposición que es propia a las ciencias naturales y que las lleva a extremar su lucidez al precio de ignorar la existencia de diferencias cualitativas entre las cosas.

Es por eso que las ciencias pueden ser transformadas en instrumentos de la autoafirmación del hombre, desde el momento en que su regla fundamental de juego es la posibilidad de transformar una cosa en otra, de acuerdo a reglas exactas de modo que las cosas se dan unas en función de otras sin que nunca pueda decirse que en algún punto preciso se originó algo que fuera radicalmente nuevo. Por supuesto que a esa determinación inicial le es ajena la noción de un sentido entendido como un todo orgánico que pudiera fijar el límite de su indagación, y le es ajena también la aceptación de cualquier conjunto cerrado que estableciera un reducto segregado de las leyes y principios que rigen en la naturaleza. Entonces la desaparición de un sentido que fuera aceptable para todo el conjunto de la realidad, fue seguida en forma inexorable por el desvanecimiento del sentido en las cosas particulares, en las instituciones sociales, en el gobierno de los hombres, en el equilibrio de los astros, en el comportamiento de los seres materiales, en los seres vivientes, en la propia mente humana. Cada vez se hizo más problemática, en un mayor número de campos, la pregunta por el "porqué".

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Es normal en ciencia que los conceptos se corrijan aún en plazos muy breves; pero lo que es llamativo aquí es que no se percibe el menor interés por cambiar las conclusiones sobre el status del embrión por mucho que los argumentos que se usaron para determinarlo hayan sido erosionados. Lo que sugiere que la conclusión -esto es que el embrión precoz no tiene status de ser humano- era una conclusión ideológicamente predeterminada. En ella se manifestaba la voluntad de poder político-social que le había conferido a la realidad un sentido para el cual se esperaba, pero no se exigía, confirmación por parte de la ciencia: y el sentido era simplemente éste: que el cuerpo es objeto de un derecho absoluto por parte de la mujer, y que ese derecho incluye el de disponer de cualquier conjunto particular de células que pueda haber llegado a desarrollarse en su interior.

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Estas cuestiones nos ponen cerca de la verdadera dimensión social del problema, la que ha sido caracterizada por Kristin Luker diciendo: " ...el debate sobre el aborto es tan apasionado y duro porque él es un referéndum sobre el sitio y significado de la maternidad... "Nótese que no habla de un referéndum sobre la condición o status del embrión o feto, sino sobre las condiciones o estado de la mujer.

Esta perspectiva ha sido históricamente determinante. En ella aparece como secundario el que la vida que se está destruyendo pudiera pertenecer a un ser humano. Lo esencial es que al "forzar a la mujer a tener su hijo", se la está obligando a estrechar el horizonte de sus posibles decisiones de vida y, por lo mismo, se le está reconociendo un estado de inferioridad frente al varón: se le está imponiendo "la biología como destino".

Aquí se percibe la dimensión social del conflicto, la cual no radica en la determinación biológica o filosófica del status del embrión o feto, sino en el derecho de la mujer a no verse privada, por el hecho de ser tal, de ninguna de las presuntas ventajas del otro sexo. Eso es, a mi entender, lo que quiere decir Kristin Luker, y es eso lo que coloca a la polémica sobre el aborto dentro del grupo de los grandes conflictos sociales, y de ningún modo entre los temas sometidos a juicio científico.

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Me parece que hay aquí un ejemplo interesante. La voluntad peculiar al hombre de ordenar el mundo le exige darle a un evento -en este caso la concepción- una interpretación articulada en un conjunto que preserva para su autor su carácter de dueño de la situación y de las cosas. El -que es fundamento del sentido de la realidad conocible- no puede renunciar a ser su dueño. Para eso hay que generar una interpretación que le dé significación a cada uno de los elementos que integran la realidad considerada. Así se mantiene íntegra o se refuerza la entidad del que pone los valores. Fue un comportamiento de esta índole el que percibió Nietzsche y que le llevó a subordinar el mundo de los valores a la voluntad de poder y a pensar que los valores supremos habían perdido su vigencia, desde el momento en que ese origen suyo quedaba al descubierto, lo que podía expresarse diciendo que Dios -el supremo valor- había muerto. Y aquí se advierte que buena parte del sentido cuya pérdida se suele lamentar, puede haber sido una ilusión, la ilusión del demiurgo, la de una totalidad creada por nuestra propia voluntad, para sustentar nuestro propio modo de existir. Pero el ejemplo mostrado recuerda también que la tecnociencia no parece dar de por sí ningún sentido. El mundo entero está hecho para ella de material sustituible, elaborable, y parte de su trabajo consiste precisamente en borrar las diferencias cualitativas. Es un acto de voluntad humana el que ordena los datos de la ciencia en un sentido dado. Ese acto de voluntad es en sociedad la ideología. Y no es cierto que hayan muerto las ideologías. No podrán morir mientras la voluntad de poder esté ahí para darle una configuración a la realidad. Y si no se cree esto, mírese para corroborarlo a esa especie de superideología que a tantas engloba y que es la de la modernidad. Pero la ciencia es mucho más que un instrumento para las ideologías. Porque si bien ella no proporciona ningún sentido, sin embargo presupone uno en el cual ella se funda, y que es la consistencia autónoma de la realidad, y de una realidad que no está circunscrita a los entes individuales, sino que se extiende a sus formas de ser y a las relaciones que los ligan.

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Sentido no significa una construcción terminada. Etimológicamente, sentido es senda o sendero, la huella que encuentra el extraviado y que cambia en comarca la espesura, y en este caso nuestro la que dirige sus pasos y donde encuentra la luz de la verdad. Hay otras huellas que son falsas, que no tienen destino, que sólo sirven para hundirse más todavía en lo intransitable. Hay también sendas intrincadas que se vuelven sobre sí mismas, laberintos de interminables bifurcaciones que son sólo la huella del minotauro que está en acecho al término. 

La huella que descubrimos cuando llegamos a entendernos a nosotros mismos como criaturas, es el rastro del Creador, paso del Verbo Encarnado que es justamente camino: camino, verdad y vida.

Ese sentido, sendero u horizonte de criatura, es el que quisiéramos modestamente ayudar a clarificar, recurriendo al pensamiento, la experiencia participada y la voluntad de colaboración de talentos de todo el mundo. Sabemos que los hombres no son dioses, pero que tampoco son náufragos flotando a la deriva hacia su perdición. Esta revista quisiera ayudar a recuperar la valoración del hombre, porque se siente interpelada por la palabra del salmista: "¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el hijo del hombre para que tú lo visites? ...Lo hiciste poco menos que los ángeles, lo coronaste de gloria y honor...".

Somos profundamente conscientes del valor de guía en la recuperación del sentido del hombre que ha tenido y tiene el pontificado de Juan Pablo II. Nos alegra pensar que esta obra puede ser de ayuda en su inmenso empeño de pastoral de la inteligencia, y en este acto de presentación de la revista HUMANITAS dedicamos un recuerdo especial y agradecido a su Augusta persona. 

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