Anselm Grün
Herder Editorial
Barcelona, 2020 
80 págs.


Hace unos meses todo el mundo inició una emergencia sanitaria que nos obligó a determinar cuarentenas preventivas u obligatorias, parciales o totales, más o menos rígidas. Todo ha sido muy nuevo para todos, pues hace más de 100 años que
el mundo no hablaba de pandemia.

Todo aquello que antes daba estructura y forma a nuestra cotidianidad ahora ha colapsado, no podemos encontrarnos con nuestros amigos, no podemos visitar los lugares que acostumbrábamos con nuestras familias y que nos daban fuerza y alegría. No hallamos en que apoyarnos cuando nos sentimos perdidos o desorientados sin saber qué hacer.

Ansel Grün nos dice en su libro que cuando esa estructura colapsa, entonces la tarea es buscar y dar origen a nuevos rituales que nos aporten seguridad, orden y tranquilidad a nuestra vida. Un ritual de vida es llevar a cabo algo que sea adecuado al ser humano, a su ritmo vital, algo que es correcto para él. Los rituales son nuestras costumbres que en tiempos de cambios fuertes o grandes se vuelven fundamentales, estructuran nuestra vida como un todo. Los detalles de nuestro día a día son decisivos para nuestro bienestar físico, psicológico y espiritual.

Abrirnos a nuevos rituales implica ser creativos, lo que puede llevarnos a descubrir nuevas potencialidades dormidas o escondidas, haciendo sonar o vibrar nuevas cuerdas que estaban escondidas en nosotros. Los rituales abren el cielo sobre nuestra vida, nos dice Ansel Grün en este libro.

Muchos rituales poseen una raíz espiritual llenando ese profundo anhelo de Dios que tiene el hombre. Los rituales cumplen amplitud interior, colman de alegría, de sentido y de sabor la vida.

Antes de la cuarentena, cada uno ya sabía lo que tenía que hacer, desde que amanecía hasta el anochecer, pero ahora toda esta estructura de vida o rutina diaria desapareció. Ya no hace falta madrugar, hay deberes, pero no hay horarios. Lo crítico es que al vivir así durante tantos días hemos dejado de tener puntos de referencia. De un momento a otro, el día, la semana, el mes se transforman en una masa amorfa de tiempo, la vida se vuelve insípida, tendemos a aburrirnos, no hay orientación.

Cada día, como el año, debe tener fases y lapsos de tiempo que nos permitan experimentarlo, sentirlo de manera distinta. Cada cosa a su tiempo.

En este sentido, la cuarentena que estamos viviendo puede ser muy positiva, pues nos damos cuenta de que si podemos hacer cosas que antes no, por ejemplo el tiempo que utilizábamos en los traslados hacia los lugares de trabajo o estudio, ahora lo podemos aprovechar para escuchar la música que nos gusta, hacer deporte; podemos dedicar este tiempo a contemplar, a conversar, a descubrir, a leer, a gustar la vida y compartirla llamando a quienes están en tus contactos, ver las películas que te gustan o simplemente descansar. Hacernos conscientes de la vida, orar por los nuestros, pensar en aquellos que están lejos, dialogar con Dios creando un espacio sagrado en tu día y en tu propia casa, esto es lo que los monjes llaman Kairos (tiempo de Dios).

En el ritual, el mundo por un momento encuentra descanso y nosotros en él; así, este tiempo es el tiempo sagrado, el tiempo de Dios, el Kairos. Es el tiempo de calidad que te dedicas a ti mismo y a los que amas. Diferente es el tiempo que te estresa y te agobia y que muchas veces no nos alcanza.

Hay rituales cotidianos en casa, en el trabajo, en nuestras relaciones, en el deporte e incluso en el tiempo libre, hay rituales individuales, familiares o comunitarios. Estos rituales tendrían que estar en sintonía con nuestros ritmos, no deben ser acciones que violenten o estresen la vida, sino que la motiven o le aporten bienestar y salud. Para esto se necesita una dosis de paciencia, porque cada persona tiene su propio ritmo. Nos estábamos acostumbrando a una vida despersonalizada, sentir que no estabas viviendo tu propia vida, viviendo al ritmo de un mundo globalizado que nos llevaba casi a perder nuestra identidad, a llenar la vida de información y de novedades, que nos hacían sentir vacíos, sintiéndonos vacíos de sentido, frustrados y disgustados con nuestra propia vida. En cambio, como hemos dicho, los rituales dan forma a la vida, la forma que elegimos y entonces experimentamos estar en casa con nosotros mismos y con quienes amamos, viviendo la vida que hemos elegido y no la que nos impone el mundo, que muchas veces no saben lo que necesitamos y lo que queremos.

Comencemos a crear nuestros propios rituales.


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