La opción de Francisco consiste en "el renacimiento de una nueva cultura cristiana desde abajo, a través de una experiencia comunitaria de encuentro con el Dios de la misericordia".

En este artículo (*), que repasa el origen del pensamiento y convicciones del Papa Francisco, Austen Ivereigh, periodista y escritor inglés, autor de “El gran reformador: Francisco, retrato de un Papa radical”, sugiere que el Santo Padre “ve en la tribulación y agitación de la Iglesia una oportunidad para una conversión paciente a través de una dependencia en la misericordia de Dios renovada, humilde y alegre”.

© Humanitas 90, año XXIV, 2019, págs. 12 - 35. 

(*) Este artículo fue originalmente publicado en The Way en octubre de 2018. Humanitas obtuvo permiso del autor y de la revista digital para traducir y a la vez publicar el texto.

Madurada durante décadas de experiencia en misión pastoral en Argentina, y vigorizada por el discernimiento de la Iglesia Latinoamericana a la luz de las señales de los tiempos, en la gran reunión de Aparecida en el 2007, la visión del Papa Francisco de cómo evangelizar a un mundo dominado por la tecnocracia globalizada es ahora —a través de Evangelii gaudium, su exhortación apostólica de noviembre de 2013, y de las prioridades del actual papado en general— la fuente definitiva para la Iglesia universal. Esta visión ofrece una recuperación cautivadora de la dirección radicalmente pastoral establecida por el Concilio Vaticano II, leído de acuerdo con un entendimiento específicamente argentino de dicho Concilio después de Medellín [1]. La nueva perspectiva incluye, naturalmente, la opción por los pobres, y hace hincapié en la proclamación del Reino de Dios hecha por Jesús, pero con una distintiva y fuerte fe anticlericalista en la devoción y cultura del creyente común.

La opción de Francisco

Puesto que representa la irrupción de la “misión continental” de Latinoamérica en la Iglesia Católica Romana universal (a la que pertenece casi la mitad de la población católica mundial), de no mediar un cambio radical en la dirección del próximo cónclave, es lógico suponer que esta postura continuará siendo el modelo de evangelización para esta generación: Evangelii gaudium, como dijera el propio Francisco, es la Evangelii nuntiandi de nuestro tiempo [2]. Nosotros la llamaremos, abreviadamente, “la opción de Francisco”, no porque el Papa sea una especie de genio que busque imponer una visión idiosincrática —de hecho Francisco ha sido muy cauteloso de no confundir el magisterio universal con una escuela teológica particular—, sino porque él es quien más se identifica con su expresión y fomento.

Sin embargo, aunque marca una osada nueva dirección en la evangelización de la Iglesia del mundo contemporáneo, la cual fluye directamente desde el Concilio Vaticano II, sería ingenuo decir que “la opción de Francisco” es la única disponible. Existen al menos dos rivales neoconservadoras que han demostrado ser atractivas para los católicos jóvenes y no tan jóvenes que se sienten afligidos por la modernidad.

Una de estas alternativas, la cual podríamos denominar “la opción de Putin” —aunque Matteo Salvini en Italia y Donald Trump en los Estados Unidos también podrían servir para bautizarla—, busca presionar a la Iglesia Católica en general, y a Roma en particular, para contribuir a un proyecto nacionalista autoritario de remoralización que emplee el poder coercitivo del Estado para reafirmar al colectivo por sobre el individuo, protegiendo así a la “civilización cristiana occidental” a través de medidas como cerrar las fronteras a los inmigrantes musulmanes. El cardenal Raymond Burke y sus seguidores han expresado admiración por las ideas de Steve Bannon, fundador del sitio web de noticias de derecha Breitbart. Bannon está participando en la elaboración de un programa de entrenamiento para futuros líderes católicos organizado por el instituto Dignitatis Humanae, con sede en Roma y dirigido por Burke [3].

Bastante más seductora que la abiertamente ideológica y política “alternativa de Putin” es la visión neodonatista y neojansenista de Rod Dreher, un blogger y escritor conservador estadounidense ampliamente leído que se convirtió del catolicismo a la ortodoxia rusa debido a la crisis de abusos sexuales en el clero. El “Benedicto” al que se refiere su muy discutido libro de 2017 The Benedict Option no es el Papa Emérito Benedicto XVI (aunque Dreher profesa admiración por su frecuentemente citado pero apócrifo pronóstico de una futura “Iglesia más pura y pequeña”), sino San Benito de Nursia (en inglés Benedict of Nursia), fundador del monacato occidental, cuya Regla, según Dreher, “jugó un rol fundamental en la preservación de la cultura cristiana durante la llamada Edad Oscura” [4]. Dreher ha sido criticado por considerar a los monjes benedictinos como preservadores y conservadores medievales más que como evangelizadores rurales, así como por ver en la Regla una reacción al derrumbe del Imperio Romano más que una adaptación de la tradición cenobítica a nuevas circunstancias históricas [5]. Sin embargo, lo que nos interesa en este caso es su visión de la modernidad contemporánea, la cual es notablemente similar a la del Papa Francisco.

Dreher y Francisco coinciden —alineados con Benedicto XVI y en consonancia con el pronóstico que hiciera Romano Guardini en 1950 en El ocaso de la edad moderna— en que la Cristiandad está acabada y que ya es irrecuperable, y que es inútil y contraproducente invertir energía y recursos en batallas políticas que no se pueden ganar y que solo refuerzan la idea del cristianismo como un conjunto de preceptos éticos que la Iglesia busca imponer mediante el Estado. Francisco ve a las fuerzas de la posmodernidad globalizada, impulsadas por la tecnología, disolviendo los vínculos de pertenencia, barriendo con las instituciones y transformándonos en consumidores obsesionados con la gratificación y cada vez más divorciados de nuestras raíces culturales y religiosas. En una sociedad así, como expresara en Santiago de Chile en enero de 2018, “van desapareciendo los puntos de referencia que usan las personas para construirse individual y socialmente”; de este modo “hoy en día la “nube” es el nuevo punto de encuentro, el cual está marcado por la inestabilidad, ya que todo se volatiliza y por lo tanto pierde consistencia” [6].

Sin embargo, donde Dreher defiende una estrategia de resistencia y repliegue a lo que él llama “comunidades de fe estable”, pequeñas islas “de santidad y estabilidad en medio de la marea alta de la modernidad líquida”, Francisco, inspirándose en la visión del Concilio Vaticano II, mediado por la experiencia en la pastoral latinoamericana del Pueblo de Dios, llama a algo mucho más radical: el renacimiento de una nueva cultura cristiana desde abajo, a través de una experiencia comunitaria de encuentro con el Dios de la misericordia [7]. Ahí hacia donde Dreher se retira buscando fortalecerse mediante la separación, Francisco espera ser vivificado a través de un renovado encuentro con Cristo en su pueblo. Para Francisco, la liquidez que existe no es razón para subir el puente levadizo, sino para construir puentes, lanzar balsas salvavidas y reconstruir desde aquellos que más han perdido.

Tanto la “opción benedictina” como la “opción de Francisco” son respuestas contemporáneas a un tiempo de cambio y tribulación no solo en el mundo, sino también en la Iglesia: liquidez y relativismo en el primero, fracaso institucional y corrupción (el encubrimiento de abusos sexuales, entre otros problemas) en la segunda. Pero los ánimos detrás de cada reacción son muy diferentes. La respuesta de Dreher involucra una estricta separación y hostilidad hacia el mundo, y un endurecimiento de la disciplina en el caso de la Iglesia. Así, no es de extrañar que haya defendido la cruzada de purificación del arzobispo Carlo Maria Viganò, apoyando el llamado del ex nuncio a la renuncia del Papa Francisco debido a su inacción con respecto a lo que Viganò llamara una “corriente homosexual” entre los obispos [8].

Francisco, por su parte, ve en la tribulación y agitación de la Iglesia una oportunidad para una conversión paciente a través de una dependencia renovada, humilde y gozosa de la misericordia de Dios. Esta perspectiva no involucra una purga radical de los pecadores, sino una firme condena a la mundanalidad espiritual y otras formas de corrupción. La familiaridad de Francisco con los Ejercicios Espirituales y su larga experiencia de vida con cuerpos apostólicos que han debido enfrentar tales tribulaciones, le han enseñado que los escándalos muchas veces dejan una estela de polarización, recriminación mutua, culpa, chivos expiatorios, cruzadas de purificación y el deseo de dividir al pueblo entre buenos y malos. En tiempos como estos, es tentador lamentarse y condenar, en vez de discernir y reformar. La tentación en tiempos de tribulación —como resultado de la rápida exculturación del cristianismo o escándalos dentro de la Iglesia— es enfocarse en las amenazas más que en Cristo, como San Pedro abandonando el bote y quedando aterrorizado por las olas. Acusamos a los demás en vez de a nosotros mismos, y en lugar de ver las fuerzas espirituales que están actuando, nos centramos en la ética y las ideas, no en la verdad de la persona humana. Así, terminamos ofreciendo verdad a expensas de la caridad, o caridad a expensas de la verdad.

La opción de Francisco Ivereigh

Santuario Nacional de Nuestra Señora de Aparecida [En Pastro, Cláudio y Colombini, Fabio. "Aparecida", Editora Santuário, Aparecida Sao Paulo, 2013].

Estas ideas aparecen en una serie de escritos de Bergoglio de finales de los años 80, cuando experimentó tales tribulaciones de primera mano [9]. El Papa ha echado mano de estas ideas este año, incluso citando los textos de los 80, en respuesta a la tribulación provocada por la crisis de abusos en Chile y los Estados Unidos. Sin embargo, en un sentido más amplio, las ha empleado por años, llamando a la Iglesia a una “conversión pastoral y misionera” para poder evangelizar a nuestra era líquida [10].

Argentina y Aparecida

La visión evangelizadora de Francisco se forjó, sobre todo, en tres lugares. El primero fue el Colegio Máximo de San Miguel, en la provincia de Buenos Aires, donde Jorge Mario Bergoglio pasó la mayor parte de su vida jesuita: en los años 60, como estudiante y escolástico, y luego en los 70 y principios de los 80 como maestro de novicios, provincial y finalmente rector del Colegio. Fue en esta etapa final de su experiencia en el Colegio Máximo, entre 1980 y 1985, cuando se desempeñó como primer pastor de la parroquia que fundó en el área vecina al Colegio, conocida como Patriarca San José. En los casi 50 años desde la fundación del Colegio en los 30, en lo que era entonces una pampa vacía, cientos de miles de inmigrantes del interior del país y de naciones vecinas se establecieron en la zona, la cual se había ido convirtiendo en una conurbación de clase trabajadora. Cada fin de semana, Bergoglio enviaba a decenas de estudiantes jesuitas del Colegio a evangelizar a esta comunidad joven y mayoritariamente pobre, visitando casa por casa, bendiciendo hogares, rezando con las personas en su interior, invitando a los niños a catequesis, descubriendo dónde había sufrimiento y necesidad, y conectando a los menesterosos con personas que tenían tiempo y recursos para dar. La experiencia fue crucial tanto para el pueblo de San Miguel como para los jesuitas que los servían [11].

Actualmente, la parroquia Patriarca San José es dirigida por Rafael Velasco. Esta abarca alrededor de 40.000 personas en siete barrios, cinco de los cuales tienen iglesias con misas dominicales y otras liturgias, proyectos sociales y catequesis. En tiempos de Bergoglio, “Rafa” era uno de los estudiantes jesuitas que recorrían los barrios; hoy en día, ahora que el Colegio ya no forma a un gran número de jesuitas, las misiones son llevadas a cabo cada año por jóvenes miembros del movimiento juvenil ignaciano de la parroquia. Pero tanto el método como la experiencia son similares: van de casa en casa, tocando a las puertas, sentándose y rezando con las personas, aprendiendo de sus vidas y sus desafíos. Posteriormente, reflexionan sobre la experiencia con el corazón lleno de nombres, rostros e historias que han oído y visto entre personas muy pobres, quienes en su mayoría no van a la iglesia pero, sin embargo, sienten que Dios ha operado en sus vidas. Uno de los jóvenes, lleno de emoción, me dijo “misionando, fuimos misionados”. Ellos aprendieron la perspectiva expresada por el cardenal Bergoglio el año 2011: “Dios está presente, alienta y es un activo protagonista en la vida de Su pueblo” [12].

La opción de Francisco Austen Ivereigh

Estatua de Nuestra Señora de la Asunción, ubicada en la rampa de acceso al Santuario Nuestra Señora de Aparecida, por la Puerta Santa, desde 1955. [En Pastro, Cláudio y Colombini, Fabio. "Aparecida", Editora Santuário, Aparecida Sao Paulo, 2013].

El segundo lugar crucial para la visión misionera y evangelizadora de Francisco fue la ciudad de Buenos Aires, donde en los años 90, como obispo auxiliar, fue el vicario regional de Flores, un área de clase media-baja de la ciudad con varios santuarios y templos donde aplicó muchas de las enseñanzas de San Miguel. Desde 1998 hasta lo que él llama su “cambio de diócesis” en el año 2013, fue el arzobispo de la diócesis que incluye el área urbana central de Buenos Aires, dentro de los límites de la ciudad original, con cerca de 3 millones de habitantes. Pero en realidad, su lienzo era mucho más amplio: la suya era una de las once diócesis de la llamada región de Buenos Aires, en esencia una extensión urbana de alrededor de 13 millones de habitantes, de los cuales quizás el 85% son católicos. Bajo la guía de Bergoglio, las diócesis trabajaron en conjunto en una misión pastoral urbana que buscaba implementar la visión de Aparecida.

El santuario en Brasil donde se reunió el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) para su histórica reunión continental en mayo de 2007 es el tercer lugar de nuestra historia. Era la primera vez en 25 años que la Iglesia Latinoamericana se reunía en su totalidad para definir su misión continental colectiva. Bergoglio no solo fue un contribuyente clave para el proceso de discernimiento antes y durante la reunión, sino que también, como redactor en jefe junto a su equipo de teólogos argentinos, fue el arquitecto del documento final, al punto de que se vuelve imposible separar a Bergoglio y la experiencia de Buenos Aires del Documento de Aparecida, especialmente en la sección 10 (nn.509-518) sobre la pastoral urbana [13].

Los primeros párrafos de dicha sección reconocen los profundos cambios que ha sufrido la sociedad, perdiendo el cristianismo su lugar como creador primario de la cultura. Sin embargo, en vez de lamentar ese cambio, el texto se enfoca en el hecho de que la Iglesia nació precisamente en un contexto de pluralismo urbano como este, del cual hizo uso para crecer. Lo que está evitando el crecimiento de la Iglesia en estos días, observa Aparecida, es nuestra actitud defensiva y temerosa que nos encierra en una sensación de impotencia. En lugar de ello, la Iglesia necesita adoptar “la mirada de la fe”, para así ver que “Dios vive en la ciudad” (n.514), y además acoger un cambio de mentalidades y hábitos que es necesario hoy para salir a contemplar y encontrarse con Dios en las vidas del pueblo, ya sea a través de la proclamación de la Palabra, la celebración de la Liturgia, el servicio fraternal al pobre u otras actividades.

La sección termina con una serie de propuestas concretas para desarrollar lo que llama un nuevo ministerio urbano, así como también para generar las mentalidades y actitudes que tal ministerio requiere (mm.517-518). Estas incluyen adoptar una espiritualidad de misericordia y gratitud, centrarse en las periferias de la exclusión y la marginalidad, producir un enfoque misionero que haga uso de las visitas a hogares, las redes sociales y una “constante cercanía” a la gente en sus realidades concretas cotidianas. Además de varias consideraciones prácticas y logísticas, como la necesidad de cooperación interdiocesana para permitirle a la ciudad ser vista como una única comunidad. La “pastoral urbana” de Aparecida hace especial énfasis en la necesidad de ofrecer la “completa belleza que es Dios” (n.518) en la proclamación de la Iglesia.

Refiriéndose al gran documento sobre evangelización escrito por Pablo VI en 1975, Francisco ha descrito con frecuencia a Aparecida como la Evangelii nuntiandi de Latinoamérica. Entre 2007 y 2013, Bergoglio y los otros obispos de la región de Buenos Aires buscaron implementar las perspectivas de este documento, celebrando cada año un congreso conjunto de las once diócesis para desarrollar nuevos métodos y visiones para enfrentar los desafíos de la evangelización en un contexto de pluralidad y liquidez. Este congreso anual, conocido como PUBA (Pastoral Urbana de Buenos Aires), reunió a 400 “agentes pastorales” —obispos, sacerdotes, religiosos y laicos— que compartieron sus experiencias, plenas de la gracia de Dios, con respecto a la evangelización de la ciudad.

Esta experiencia fue a parar en el breve discurso de Bergoglio a los cardenales antes del cónclave, en el cual imaginaba a Jesús no en el exterior golpeando para que lo dejaran entrar, sino que en el interior pidiendo que lo dejaran salir; y en el que retrata a la Iglesia como paralizada por la introversión, reflexionando en su propia luz en vez de en la de Cristo, enfermándose y volviéndose autorreferente, encorvada como la mujer de Lucas 13:10. Luego, Bergoglio presentó una imagen de una Iglesia evangelizadora que pone a Cristo como su centro, y que sale de sí misma a las periferias, a lugares de necesidad y sufrimiento. El próximo Papa, dijo Bergoglio a los cardenales, debería ayudar a la Iglesia a ser una madre fecunda que vive de la alegría de la evangelización [14].

Esta transformación, de parapléjica inválida centrada en sí misma a madre fecunda que evangeliza alegremente, se resume en la frase de Aparecida “conversión pastoral y misionera”. Ese es el núcleo de Evangelii gaudium. Frente a la pregunta planteada y pobremente contestada en el sínodo de la Nueva Evangelización de 2012 —¿cómo evangelizar a la modernidad contemporánea?—, Francisco responde no solo con la visión de Aparecida, sino también con la experiencia de Buenos Aires, reformulada en las categorías universales de la Iglesia global. Francisco tomó a Aparecida, la nueva Evangelii nuntiandi de Latinoamérica, y en Evangelii gaudium creó una nueva Evangelii nuntiandi para la Iglesia universal de nuestros tiempos.

La opción de Francisco Humanitas

De este modo, la Iglesia pierde a su rebaño cuando importa una racionalidad ajena a este, olvidando la “gramática de la simplicidad”. La belleza de Dios es la experiencia de la gracia y misericordia de Dios, encarnada en la persona de Cristo, disponible para todos, y más fácilmente disponible para los pobres. [Crucifijo de la Basílica de Aparecida] [En Pastro, Cláudio y Colombini, Fabio. "Aparecida", Editora Santuário, Aparecida Sao Paulo, 2013].

 

Una misión en respuesta a un cambio de era

En ese entonces, Aparecida era por lejos el discernimiento más sofisticado de las señales de los tiempos que estaba ocurriendo en la Iglesia mundial. En muchos estudios y reuniones anteriores a la conferencia general de mayo de 2007, el CELAM mostró cómo las fuerzas de la tecnocracia y la globalización estaban arrasando con el débil sentido de pertenencia del cristianismo cultural, al tiempo que introducían un nuevo pluralismo y nuevas formas de exclusión social y económica de la mano de grandes concentraciones de riqueza [15]. Basados en estudios y reuniones bajo la dirección de quien es hoy el cardenal arzobispo de la Ciudad de México, Carlos Aguiar Retes, Aparecida identificaría a este movimiento como un cambio de época en el que la nueva turbulencia traía oportunidades y ventajas para las personas cultas y móviles, pero cuyo efecto general era producir gran angustia, porque estaba disolviendo los lazos de pertenencia.

El CELAM fue testigo de una desigualdad creciente, el decaimiento de los estados, migraciones masivas, desastres ecológicos, una adoración neodarwiniana al poder, tecnocracia y otras características de nuestra era. El grupo concluyó que la alternativa para los pobres demandaba que la Iglesia Latinoamericana apoyara a los crucificados por la nueva economía global, acogiendo no solo a aquellos que eran pobres materialmente, sino también a las víctimas de la exclusión y la soledad en sus muchas formas —por ejemplo, los inmigrantes, los ancianos, los prisioneros y las víctimas del tráfico de personas. El Documento vio en el nuevo contexto de pluralismo cultural y religioso una oportunidad, no para tratar de recuperar privilegios legales y estatales para la Iglesia, sino para trabajar en construir unidad a partir de una diversidad reconciliada en el diálogo y en el testimonio común.

Pero, por sobre todo, Aparecida detectó las implicaciones de este cambio de era para la evangelización. Su conclusión fue que las correas de transmisión estaban rotas, y que la Iglesia ahora debía “salir” para evangelizar. La disolución de los lazos de pertenencia —desplazamiento, desarraigo, desocialización, etc.— estaba arrasando con los mecanismos tradicionales de transmisión de la fe, al tiempo que el apoyo cultural a la Cristiandad desaparecía (n.37). De este modo, como explica Aparecida,

No resistiría a los embates del tiempo una fe católica reducida a bagaje, a elenco de algunas normas y prohibiciones, a prácticas de devoción fragmentadas, a adhesiones selectivas y parciales de las verdades de la fe, a una participación ocasional en algunos sacramentos, a la repetición de principios doctrinales, a moralismos blandos o crispados que no convierten la vida de los bautizados (n.12).

A diferencia de las reacciones de tantos líderes de la Iglesia y comentaristas en Europa y Norteamérica, la reacción de Aparecida a la nueva liquidez no consistió en lamentarse y condenar, sino en discernir y reformar. En vez de preguntarse ¿cuál es la mejor forma de resistir o rechazar esto?, las preguntas formuladas eran ¿qué nos llama a hacer el Espíritu Santo?, ¿qué cambios debemos realizar nosotros? La forma en que se respondió a estas preguntas también fue significativa. Aparecida vio en el cambio de era una invitación a volver a la “actitud que sembró la fe en los inicios de la Iglesia”, como expresara el cardenal Bergoglio a los catequistas un año después [16]. La fe católica del futuro, destaca el documento, dependerá de un encuentro personal con Jesucristo y con la experiencia de la misericordia transformadora de Dios, al igual que en la primera era del cristianismo. El desafío para la Iglesia consistía en buscar la manera de permitir este encuentro fundante de nuestra fe [17], es decir, “un encuentro personal y comunitario con Jesucristo, que suscite discípulos y misioneros” (n.11).

El tercer punto se refería a lo que debía cambiar. La idea clave en Aparecida era que la misión no debía ser tanto una actividad o un programa, sino una forma de ser que era a la vez “permanente” y “paradigmática”. La misión no era solo ad extra, sino también ad intra: al salir a misionar, la Iglesia también cardenal Bergoglio les dijo a sus sacerdotes que lograr la experiencia fundacional del encuentro con Jesucristo requeriría reformas espirituales, pastorales e institucionales para hacer a la Iglesia visiblemente presente como “la madre que tiende la mano, un hogar acogedor, una escuela constante de comunión misionera” [18].

El colapso de la distinción tradicional entre países cristianos y las tierras de misión es un punto clave de Evangelii gaudium. Como observa Christoph Théobald en sus Urgences pastorales, el Documento del Concilio Vaticano II que mejor se aplica a la Iglesia hoy en día en Occidente es el que fue escrito con África y Asia en mente, Ad gentes. En este se expresa que “las circunstancias son a veces tales que, por el momento, no hay posibilidad de exponer el Evangelio directa e inmediatamente…” (n.6) [19]. Si la Iglesia no es misionera en un contexto como ese, no puede evangelizar; si no evangeliza, deja de ser. Este es el punto de las famosas palabras de Francisco en Evangelii gaudium:

Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación (n.27).

Es fácil pasar por alto la crítica al final de esta cita. Evangelizar es formar discípulos misioneros, no seducir adherentes. Buscar llenar asientos vacíos y restaurar cuotas de mercado a costa de Iglesias rivales no es evangelización, es proselitismo; es no poner a Cristo al centro, sino a la institución, pero dejándola intacta, sin convertirla. Esto es mundanalidad espiritual, una forma de sacrilegio que solo perpetúa la parálisis de la Iglesia. La evangelización tampoco se trata de au-mentar nuestro poder y capacidad, como si fuera cuestión de dirigir nuestros propios esfuerzos. En Asunción, Paraguay, en julio de 2015, Francisco señaló:

Cuántas veces pensamos la misión en base a proyectos o programas. Cuántas veces imaginamos la evangelización en torno a miles de estrategias, tácticas, maniobras, artimañas, buscando que las personas se conviertan en base a nuestros argumentos. Hoy el Señor nos lo dice muy claramente: en la lógica del Evangelio no se convence con los argumentos, con las estrategias, con las tácticas, sino simplemente aprendiendo a alojar, a hospedar. [20]

O de nuevo, a Acción Católica en el año 2017:

Que la realidad les vaya marcando el ritmo y dejen que el Espíritu Santo los vaya conduciendo. Él es el maestro interior que va iluminando nuestro obrar cuando vamos libres de presupuestos o condicionamientos. Se aprende a evangelizar evangelizando, como se aprende a rezar rezando si tenemos el corazón bien dispuesto. [21]

Si el pelagianismo es una tentación que nos impide evangelizar, convirtiéndonos en proselitistas mundanos, la otra tentación, tal vez mayor, es una forma de gnosticismo: presentar al catolicismo como una especie de sistema ético, un código moral. Esta ha sido una tentación constante para la Iglesia Católica, especialmente en Europa y Norteamérica, al enfrentarse a la ola de relativismo y secularismo posterior a 1968. Nuevamente la tentación consiste en no discernir ni reformar, y en su lugar responder con una defensa basada en la ética o la verdad, lo que conduce a lo que Massimo Borghesi, en el capítulo final de Jorge Mario Bergoglio. Una biografía intelectual, llama “la desviación moralista que caracteriza al catolicismo en la era de la globalización” [22]. (En italiano, la idea de “desviazione etica” es más fácil de conectar con la crítica que hace Francisco en Evangelii gaudium al “eticismo sin bondad”).

Borghesi señala que Benedicto XVI compartía este discernimiento sobre dónde el Catolicismo había errado el camino. Es por esto que justo al comienzo de su primera encíclica (2005), Deus caritas est, el Papa osadamente afirma que “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (n.1). Esta perspectiva está citada en el Documento de Aparecida y otra vez en Evangelii gaudium, donde Francisco dice que él nunca se cansa de repetir estas palabras, “que nos llevan al corazón mismo del Evangelio” (n.7) [23]. También reaparecen en Placuit Deo, el documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe en contra del pelagianismo y el gnosticismo, lo que sugiere que se trata de una preocupación presente en ambos pontificados [24].

Papa Francisco Ivereigh

Francisco tomó a Aparecida, la nueva Evangelii nuntiandi de Latinoamérica, y en Evangelii gaudium creó una nueva Evangelii nuntiandi para la Iglesia universal de nuestros tiempos. [Cúpula Central del Santuario Nuestra Señora de Aparecida. El Árbol de la Vida en la Cúpula trae en su arte la representación del centro de la fe de los cristianos, que es Jesús, por eso tiene como extensión la cruz, simbolizando el tallo de aquel árbol]. [En Pastro, Cláudio y Colombini, Fabio. "Aparecida", Editora Santuário, Aparecida Sao Paulo, 2013]

La verdad absoluta, como dice Francisco, es el amor de Dios por nosotros en Jesucristo. La verdad es una relación; cuando evangelizamos, comunicamos dicha relación: la relación “Abba” de Jesús con el Padre [25]. Reducir la proposición cristiana a una especie de conocimiento, ya sea ético o espiritual —una tentación particular para los católicos educados—, es la “ilusión gnóstica” de la cual Francisco advierte en el segundo capítulo de Gaudete et exsultate. Al ofrecer lo que es verdadero y bueno, la clave es integrar el tercer elemento trascendental: la belleza. Solo la belleza de Dios puede atraer; y la belleza de Dios es la gratificación y misericordia de Dios. El “encuentro fundante”, como lo expresa Aparecida, es una experiencia. Como dijera Francisco a los obispos brasileños en julio de 2013, recordando a Aparecida, “La misión nace precisamente de este hechizo divino, de este estupor del encuentro”. De este modo, la Iglesia pierde a su rebaño cuando importa una racionalidad ajena a este, olvidando la “gramática de la simplicidad” [26]. La belleza de Dios es la experiencia de la gracia y misericordia de Dios, encarnada en la persona de Cristo, disponible para todos, y más fácilmente disponible para los pobres.

Así, uno de los mayores obstáculos de la evangelización es que, muy a menudo, la Iglesia revierte el orden de su proclamación, olvidando que nos volvemos buenos cuando somos amados, en lugar de ser amados por ser buenos. En una charla del año 2004 sobre el aniversario de Veritatis splendor de Juan Pablo II, Bergoglio destaca una parte de esa gran encíclica que sus defensores usualmente ignoran, concretamente, que Jesús no nos da simplemente un código moral o una serie de reglas y rituales para vivir. En realidad, el amor al que nos impele Cristo es imposible por nuestros propios medios, y solo se puede lograr “en virtud de un regalo recibido”, como lo expresara Juan Pablo II: en otras palabras, la gracia de Dios. Citando al Papa polaco que cita a San Agustín, Bergoglio señala que no es el apego a los mandamientos lo que permite ganar el amor de Dios, sino lo contrario: la misericordia y amor de Dios nos permiten ser morales, santos, misericordiosos y amados [27]. (El Papa expresó este punto de manera más sencilla en un retiro del año 2012 [28]. El Evangelio no nos dice si la mujer adúltera a quien Jesús perdona en Juan 8 regresa a su vida pecadora y promiscua, pero podemos estar seguros de que no lo hizo, “porque quien se encuentre con tal misericordia no puede desviarse de la ley, ese es el resultado”.)

De ahí que Francisco critique en Evangelii gaudium a aquellas “doctrinas que son más filosóficas que evangélicas” (n.165) y a quienes hablan más de la ley que de la gracia, más de la Iglesia que de Cristo, o que dan a entender que el cristianismo es un tipo de estoicismo o abnegación. Por sobre todo, Francisco nos dice que el Evangelio nos invita a responder al Dios del amor quien nos salva, a ver a Dios en los demás y a ir más allá de nosotros mismos para buscar la bondad en otros. Y nos advierte, sin rodeos, que “Si esa invitación no brilla con fuerza y atractivo, el edificio moral de la Iglesia corre el riesgo de convertirse en un castillo de naipes, y allí está nuestro peor peligro” (n.39).

En su homilía del año 2004, Bergoglio preguntó si la humanidad contemporánea había sucumbido al relativismo porque el cristianismo era constantemente reducido a un precepto elevado e idealizado en las naciones occidentales. Puesto que si la moralidad es una especie de código judicial impuesto desde el exterior, y no una respuesta libre del corazón a la experiencia de la misericordia de Dios, esta se convierte en una ideología vulnerable a la manipulación al servicio de intereses políticos o de otro tipo, como ha sucedido a menudo en las guerras culturales norteamericanas. En ese contexto, el relativismo se transforma en una afirmación de libertad, una expresión de autonomía frente a una imposición ideológica. En pocas palabras, 0el secularismo es hijo de nuestro eticismo, e irónicamente abre el camino a una recuperación de la gratificación de la oferta cristiana. Por lo tanto, la descristianización de la cultura y las leyes —tan a menudo identificada por los obispos y cardenales en el sínodo de 2012 Sobre la nueva evangelización como la razón del decaimiento de la Iglesia— no puede ser excusa para la falta de evangelización de la Iglesia. Como señala Francisco en Evangelii gaudium, Dios ha encontrado una manera de vincularse a todas las personas y en todas las eras (n.113).

Austen Ivereigh

Señor de los milagros, Santiago, Chile. Fotografía de Tito Alarcón publicada en “Unidos por la Fe, peregrinando del mar a la cordillera”. NOVUM editorial, 2010, p. 121.

Es por esto que, a diferencia de la “opción Benedictina”, la “opción de Francisco” no pierde el tiempo condenando ni lamentando la secu-larización, aun cuando reconoce sus urgentes consecuencias culturales y sociales, especialmente para los más pobres. Pues el secularismo es también una invitación a discernir y reformar, a recordar que el cristianismo se propagó en un comienzo no por su relación con el poder, sino por la experiencia convincente de la misericordia de Dios. Y puede propagarse de nuevo no buscando recuperar las hegemonías perdidas en la ley y la cultura de la Cristiandad, sino saliendo al encuentro de la obra de Dios en el pueblo santo de Dios. “En todos los bautizados, desde el primero hasta el último, actúa la fuerza santificadora del Espíritu que impulsa a evangelizar”, dice Francisco en Evangelii gaudium (n.119). “El Pueblo de Dios es santo por esta unción que lo hace infalible ‘in credendo’” y está llamado a entregar discípulos misioneros. El fracaso de la Iglesia no es producto del secularismo, sino de su alejamiento del Pueblo de Dios como respuesta al secularismo. Una Iglesia abusiva, como dijera Francisco a los jesuitas en Irlanda, es “una Iglesia elitista y clericalista, incapaz de estar cerca del pueblo de Dios” [29].

Discernir y reformar

Encuentro de Cristo con la samaritana, muro interior de la Basílica de Aparecida. [En Pastro, Cláudio y Colombini, Fabio. "Aparecida", Editora Santuário, Aparecida Sao Paulo, 2013].

Bergoglio les dijo una vez a sus catequistas en Buenos Aires que la gran visión de Aparecida era darse cuenta de que el peor peligro de la Iglesia provenía no desde afuera, sino desde adentro, “de la eterna y sutil tentación de encerrarnos en nosotros mismos y ponernos una armadura (abroquelarnos) para estar protegidos y seguros” [30]. La palabra que utiliza acá, abroquelamiento, es la misma que utilizó en abril del 2018 en una carta a los obispos de Chile convocándolos a Roma para discutir la crisis de abusos sexuales del clero. Ahí, el Papa escribió que en tiempos de tribulación, cuando estamos “asustados y abroquelados en nuestros cómodos ‘palacios de invierno’, el amor de Dios sale a nuestro encuentro y purifica nuestras intenciones para amar como hombres libres, maduros y críticos” [31].

Esta es una descripción potente, tanto de una Iglesia temerosa y a la defensiva que no evangeliza (“abroquelados en nuestros cómodos ‘palacios de invierno’”) como de lo que rescata a la Iglesia de su parálisis: la oferta que nos presenta Dios en nuestra tribulación y fracaso. “Una Iglesia con llagas no se pone en el centro, no se cree perfecta, sino que pone allí al único que puede sanar las heridas y tiene nombre: Jesucristo”, dijo Francisco a los obispos chilenos en enero.

El conocer tanto al Pedro abatido como al Pedro transfigurado es una invitación a pasar de ser una iglesia de los infelices y abatidos a ser una iglesia que sirve a todos aquellos que han estado infelices y abatidos entre nosotros. [32]

Como San Pedro, transformado de discípulo en apóstol mediante el perdón de Dios a su traición, solo en la misericordia de Dios podemos experimentar la conversión misionera y pastoral capaz de transformar a la Iglesia en una madre fecunda. Como en nuestras vidas, los momentos de fracaso son oportunidades de conversión y crecimiento. Pero primero debemos aprender a no lamentarnos ni condenar, sino que a discernir y reformar.

Traducción de Andrés Navarrete F.


Notas 

[1] Segunda Conferencia Episcopal Latinoamericana (1968), llevada a cabo en Medellín.
[2] Papa Francisco junto a Antonio Spadaro, Open to God, Open to the World. Bloomsbury, Londres, 2018, p. 108.
[3] Ver Hosenball, Mark, “Steve Bannon Drafting Curriculum for Right-Wing Catholic Institute in Italy”. Reuters, 14 de septiembre de 2018.
[4] Dreher, Rod, The Benedict Option: A Strategy for Christians in a Post-Christian Nation. Sentinel, New York, 2017, p. 4. Traducido al español por Editorial Encuentro: La opción benedictina. Una estrategia para los cristianos en una sociedad postcristiana.
[5] Ver Lind, Andreas Gonçalves, ‘Qual è il compito dei cristiani nella società di oggi? “Opzione Benedetto” ed eresia donatista’. La Civiltà Cattolica, 4022, 20 de enero de 2018, pp. 105–115.
[6] Ver mi informe sobre el discurso del Papa Francisco a la Pontificia Universidad Católica en Santiago de Chile, “In Chile, Apocalyptic Pope Gives Catholic Universities a Mission”. Crux, 18 de enero de 2018. Rod Dreher citó mi informe al día siguiente para defenderse del artículo de Lind publicado en La Civiltà Cattolica, en el cual se le acusaba de pesimismo: Rod Dreher, ‘The Civiltà Cattolica Smear’. The American Conservative, 24 de enero de 2018.
[7] Dreher, Rod, The Benedict Option. Pp. 50, 54. La frase “modernidad líquida” fue acuñada por el sociólogo Zygmunt Bauman para describir el desmoronamiento de la estructura y la estabilidad en la actual fase de la era moderna: “el derrumbe, la friabilidad, la fragilidad, la fugacidad, el “hasta nuevo aviso” de los lazos y redes de los seres humanos” (Liquid Modernity. Polity, London, 2000, p. 14).
[8] Ver “Testimony by His Excellency Carlo Maria Viganò, Titular Archbishop of Ulpiana, Apostolic Nuncio”, consultado el 13 de septiembre de 2018.
[9] Sobre todo tres textos: Sobre la acusación de sí mismo. Claretiana, Madrid, 1984; prólogo, en Ricci, Lorenzo y Roothan, Juan, Las Cartas de la tribulación. Diego de torres, Buenos Aires, 1987; y “Silencio y Palabra” en Reflexiones en esperanza. Universidad del Salvador, Buenos Aires, 1922. Ver también de Fares, Diego, “Contro lo spirito del “Accanimento”. La Civiltà Cattolica, 4029, 5 de mayo del 2018, volumen 2, pp. 216–230.
[10] Evangelii gaudium, n.25.
[11] Describo el efecto sobre ambos en Ivereigh, Austen, The Great Reformer: Francis and the Making of a Radical Pope. Allen and Unwin, London, 2015, capítulo 5. El libro fue traducido al español el año 2015 por Penguin Random House: El gran reformador: Francisco, retrato de un Papa radical.
[12] Bergoglio, Jorge Mario, “Prólogo” en González de Cardedal, O. Dios en la ciudad. San Pablo, Buenos Aires, 2011, p. 5.
[13] Ver “Quinta Conferencia de los Obispos de Latinoamérica y el Caribe”, Documento final.
[14] El discurso de Bergoglio fue publicado inicialmente en la revista de la diócesis de la Habana, Palabras Nuevas.
[15] Aguiar Retes, Carlos, Globalización y nueva evangelización en América Latina y el Caribe. Reflexiones del CELAM 1999–2003. CELAM, Bogotá, 2003.
[16] “Carta del cardenal Jorge Mario Bergoglio a los catequistas” (21 de agosto de 2008), consultada el 26 de septiembre de 2018.
[17] Bergoglio, Jorge Mario, “La misión de los discípulos al servicio de la vida plena”, en En tus ojos está mi palabra. Homilías y discursos de Buenos Aires, 1999–2013, editado por Antonio Spadaro Claretianas, Madrid, 2018, pp. 853–854.
[18] Ver discursos de Bergoglio como cardenal en En tus ojos está mi palabra, especialmente “Volver a las raíces de la fe: la misión como propuesta y desafío” (2008), “El mensaje de Aparecida a los presbíteros” (2008) y “La misión de los discípulos al servicio de la vida plena” (2009); Documento final n.370.
[19] Théobald, Christoph, Urgences pastorales du moment présent: pour une pedagogie de la réforme. Bayard, Paris, 2017, pp. 429–462.
[20] Papa Francisco, “Homilía del Santo Padre en Campo Grande de Ñu Guazú”, 12 de julio de 2015.
[21] Papa Francisco, “A los participantes del Foro Internacional de Acción Católica”, Aula del Sínodo, 27 de abril de 2017, disponible en ... 20170427_ congresso-azione-cattolica.html
[22] Borghesi, Massimo, The Mind of Pope Francis: Jorge Mario Bergoglio’s Intellectual Journey, traducción de Barry Hudock. Liturgical, Collegeville, 2018, p. 289.
[23] Documento final, n.12; Evangelii gaudium, n.8.
[24] Placuit Deo, n.7.
[25] Papa Francisco, “Lettera a chi non crede. Papa Francesco risponde al giornalista Eugenio Scalfari”. La Repubblica, 2 de septiembre de 2013.
[26] Papa Francisco, Discurso a los obispos de Brasil en el Día Mundial de la Juventud, 28 de julio de 2013.
[27] Bergoglio, Jorge Mario, “Es posible ser santos”, en En tus ojos está mi palabra, pp. 406-413.
[28] Un DVD de este retiro está disponible a través de Cáritas Argentina, consultado el 1 de octubre de 2018.
[29] Papa Francisco, “It Is Not Enough to Turn the Page. Life Must Be Given Anew”. La Civiltà Cattolica, 13 de septiembre de 2018.
[30] Bergoglio, Jorge Mario, “Él llama a cada una por su nombre y las hace salir”, en En tus ojos es mi palabra, pp. 691–696.
[31] Papa Francisco, “Carta del Santo Padre Francisco a los señores obispos de Chile tras el informe de S.E. Mons. Charles J. Scicluna”, 8 de abril de 2018.
[32] Papa Francisco, discurso a los sacerdotes, seminaristas y a los hombres y mujeres consagrados, Catedral de Santiago, 16 de enero de 2018. Se repiten casi las mismas palabras en cada una de sus tres siguientes “Misivas a Chile”: la primera, a los obispos de Chile después de recibir el informe del Arzobispo Scicluna el 8 de abril; la segunda, durante el primer día de la cumbre de emergencia en Roma el 15 de mayo (privada, pero se filtró); y la tercera, su carta al Pueblo de Dios que Peregrina en Chile, del 31 de mayo. Ver Ivereigh, Austen, “Discernment in a Time of Tribulation: Pope Francis and the Church in Chile”. Thinking Faith, 8 de mayo de 2018.

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