La soledad que nos toca vivir nos hace apreciar que la felicidad no se puede construir solos: es indispensable relacionarse con los demás.

Hemos vivido una de las Semana Santa más difíciles de la historia reciente. Emergencias sanitarias, sociales y económicas son las preocupaciones comunes del presente, a las que se les suma las del futuro de la humanidad entera y más cerca de nosotros, el país en que vivimos: Chile. Han sido momentos de reflexión sobre el sentido del sufrimiento humano y de la muerte, como el destino que a todos nos pertenece. Sin embargo, es necesario detenernos en ciertas realidades.


Valoramos los esfuerzos por salvar vidas humanas de cualquier edad y situación social. Nos sentimos también con el deber de escuchar y respetar las indicaciones de las autoridades, confiando en las decisiones que toman y esperando que estas sean asertivas. Pendientes estamos del esfuerzo de empresarios grandes y pequeños para mantener vigente la estructura productiva y el empleo.

Admiramos como nunca al personal sanitario por la abnegación con que enfrentan los imprevistos de esta nueva enfermedad. La medicina y toda el área conectada con la salud nos enseñan el sentido de servir a la vida humana. Una mirada de aprecio no puede faltar a las fuerzas de orden público, empeñadas en hacer respetar las normas de circulación para reducir la expansión del contagio.

Estamos recluidos en espacios restringidos y nos conectamos con el mundo externo con los aparatos técnicos. Son muchos los aprendizajes de estos días.
Es edificante el esfuerzo de docentes y alumnos para estar al día con los procesos de aprendizaje, ensayando nuevos métodos de educación a distancia y, al mismo tiempo, comprender en profundidad lo esencial de la relación directa de aula y el compartir en los patios. Un gran anhelo de volver lo más pronto posible a reencontrarse ¡Por ahora también un gran desaliento para los niños y jóvenes que no pueden acceder a estos medios! Un rostro más de los pobres de hoy.

El Papa ha enfatizado mucho en que nos encontramos en el mismo barco, con miedos por la turbulencia que asusta. Tenemos apuro para llegar a la otra orilla. Nuestra naturaleza humana asocia sus limitaciones a un fuerte sentido de la vida, del cual nace la esperanza y el coraje de pensar que la luz, en algún momento de esta larga travesía, aparecerá al fondo del túnel.

Los templos están cerrados, pero hay misas, ceremonias y oraciones en todos los medios. Efectivamente, se vislumbran caminos de una Nueva Evangelización para generar un tejido espiritual que rompa con la trama del consumismo y del materialismo, que se han adueñado de la manera de pensar en todos los niveles.
Una nueva mirada de confianza amanece tímidamente hacia la Iglesia y su Misión de acercarnos a la vida espiritual y de fe, cuya esencia es parte de la vocación humana cuando alimenta el crecimiento, como personas en el gran don de la libertad.

La soledad que nos toca vivir nos hace apreciar que la felicidad no se puede construir solos: es indispensable relacionarse con los demás. La solidaridad, una vez más, se hace presente en los espacios y en las acciones concretas que se llevan a cabo en sectores de las ciudades, donde se comienza a advertir ya la falta de insumos básicos. Los esfuerzos necesitan multiplicarse.

Los migrantes sin su residencia al día son los que están en mayor dificultad, porque no tienen aún cabida en el sistema sanitario y en los apoyos gubernamentales. Ellos dependen mucho de lo que logran hacer grupos de voluntariado.

Este “cambio de época’’ no deja de ser un aprendizaje para una nueva convivencia que, probada por la incertidumbre y el sufrimiento, también podrá acariciar el rostro de una nueva aurora pensada y construida en el día a día, con un mayor grado de fraternidad familiar, social, económica y política.

Si este virus pudiese hablar, probablemente nos diría: así como luchan todos juntos para liberarse de mí, movilizando los mejores científicos del mundo y haciendo competencia para ver quién llega primero a desarmarme con remedios y vacunas; háganlo también para promover una paz verdadera y poner en marcha caminos adecuados para superar el hambre. Por ahora los dejo en cuarentenas, no solo en las casas, sino en las fronteras, en los barcos, en los parlamentos y también afuera de los lugares de culto y oración; para que aprenden a ser más auténticos y generosos. Ustedes son más fuertes que yo y, al final, van a vencer, pero no olviden lo esencial que deben hacer ahora y después.


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La población migrante en Chile ante los efectos de la pandemia de Coronavirus.

La población migrante en Chile llega 1.492.522 personas, de acuerdo con cifras entregadas en marzo de 2019 por el Departamento de Extranjería y el Instituto Nacional de Estadística (INE). De estos solo un 20% tiene acceso a trabajos calificados, lo que se traduce en una alta vulnerabilidad, situación que se ha agravado en el marco de la pandemia. En estas circunstancias se estima que el 10,8% de la población extranjera es pobre.

Solo alrededor del 20% de los migrantes tienen empleos calificados, situación que no se debe a la falta de preparación, ya que la población migrante tiene una escolaridad superior a la nacional, si no a situaciones de tipo administrativo y validación de estudios. Esa dificultad para acceder a trabajos calificados genera que la pobreza de los migrantes sea mayor que la media nacional.

Sin embargo, los migrantes entregan a Chile además de su fuerza de trabajo, un capital cultural invaluable a través de la gastronomía, artesanía, lenguaje, costumbres, que han enriquecido y abierto nuestra mirada tan cerrada obligándonos a aceptar una realidad intercultural.

En el contexto de la pandemia del coronavirus se ha agravado la realidad de los migrantes en Chile. Las mismas limitaciones que viven todos los chilenos, con la cuarentena, la pérdida de empleos, el empobrecimiento, estrés, lo sufren los migrantes en un grado mayor a causa de su vulnerabilidad. Muchos migrantes solo tienen empleos temporales, precarios e informales, un gran número viven en condiciones de hacinamiento, no pueden dejar de trabajar y recibir un sueldo del que depende una familia, pero que además envían como remesas a sus respectivos países.

Sumando la crisis sanitaria y social, los migrantes se han trasformado en una “población de sacrificio”, que no tiene las mismas posibilidades de defensa ante la crisis.

Ante tal situación, las organizaciones que formamos parte del Foro Académico Migratorio hacemos un llamado a las autoridades del Gobierno y Parlamento para tomar en forma urgente medidas humanitarias tales como:

1. Garantizar el respeto de los derechos humanos de todas las personas migrantes.
2. Asegurar la atención de salud para todas las personas extranjeras indistintamente de su situación migratoria.
3. Elaborar y difundir material informativo de prevención frente al Covid-19 en los principales idiomas de las personas extranjeras en Chile.
4. Garantizar el respeto a los derechos laborales a todos los trabajadores migrantes, sea cual sea su condición migratoria, entre ellos el acceso a Seguro de Cesantía, aunque no tengan cédula de identidad vigente.
5. Garantizar el acceso factible, cualquiera fuere su situación migratoria a los programas de subsidios básicos y bonos relacionados con la actual crisis sanitaria.
6. Renovación automática de visas de residencia temporal, así como el estampado electrónico de las prórrogas y de las visas, a quienes tengan solicitudes de renovación de visa en trámite. Posibilitar la realización de trámites con el uso de pasaportes, aunque este no esté vigente y posibilidad de ampliar y prorrogar en forma automática permisos de turismo para personas extranjeras que se encuentren en el país, mientras persista cierre de fronteras.
7. Implementar un plan de regularización migratoria extraordinaria partiendo por el registro y entrega de cédulas de identidad, para posibilitar la realización de todos los trámites administrativos que requieran.
8. Permitir que todos los residentes extranjeros que estuvieran fuera del país puedan retornar y no limitar esto a los que tienen permanencia definitiva. Hacer las gestiones diplomáticas para posibilitar el regreso a sus países a todos los extranjeros que se encuentran en Chile a causa del cierre de las fronteras.
9. Autorizar la incorporación como personal de atención de salud a los profesionales migrantes, aunque no tengan sus títulos validados en Chile.
10. Garantizar protección ante toda forma de violencia intrafamiliar, y exacerbación de la xenofobia producto de la crisis sanitaria y las situaciones de cuarentena.

Foro Académico Migratorio


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Casas de acogida para migrantes

Actualmente en chile la Fundación Scalabrini, perteneciente a la Congregación de los Misioneros de San Carlos Borromeo (Scalabrinianos) mantiene tres casas de acogida para Migrantes, dos en Santiago y una en Arica, región de frontera.

Los CIAMI, Centro Integrado de Atención al Migrante, son un espacio que busca dar la seguridad de un techo y alimento, así como la posibilidad de un empleo digno a mujeres y hombres que llegan de otros países a Santiago en búsqueda de un mejor horizonte de vida. Trabajan en coordinación con otras instituciones eclesiales, organismos no gubernamentales y de gobierno, con la finalidad de dar al migrante una ayuda segura, pronta y eficaz al momento de su integración al territorio nacional.

A los CIAMI acuden semanalmente cientos de personas migrantes, de las cuales más del 90% son de Latinoamérica. Llegan llenas de ilusiones, con sueños y anhelos de superación. Vienen con la audacia de la necesidad pues se ven obligadas a dejar su tierra para asumir el rol de proveedoras económicas de sus hogares. Han dejado hijos, esposos, mujeres, padres, hermanos(as), etc., y saben que no los verán en mucho tiempo, pero consideran que vale la pena si logran una vida más digna. Con gran fortaleza enfrentan cada día la tristeza y soledad que conlleva su situación. El costo puede ser alto, pues algunos lazos se rompen, muchos matrimonios no se reencontrarán, los hijos que dejaron pequeños después no las reconocerán como a sus madres.

En concreto, necesitan acogida, orientación e información urgentes para ubicarse en el país, que van desde cómo utilizar el servicio de transporte público y dominar la equivalencia monetaria, hasta la adquisición de conocimientos para poder normalizar su situación legal. También requieren conocer la forma de acceder a los sistemas de salud y educación pública; encontrar información laboral y aprender sobre la cultura chilena para insertarse de mejor forma al mundo del trabajo y en la sociedad chilena.

Los CIAMI prestan los siguientes servicios:

  • Centro de Inserción Laboral: Servicio pastoral que facilita el diálogo entre empleadores y migrantes que buscan trabajo.
  • Casa de acogida: Ofrece temporalmente un lugar seguro donde los migrantes pueden estar a su llegada a Santiago.
  • Escuela para Asesora del Hogar: Ofrece un curso de capacitación –en las áreas de cocina, limpieza, protocolo, primeros auxilios, etc. – para aprender o perfeccionar el oficio de Asesora del Hogar, acorde a la realidad local y enmarcada en la legislación laboral del país.
  • Apoyo pastoral: Diversos agentes pastorales entregan diariamente apoyo y asistencia religiosa y humana. Cada sábado, día de mayor demanda de alojamiento, se ofrece un tema de formación espiritual-humano, social o laboral, durante la semana y fin de semana.
  • Comedor: Brinda un servicio de almuerzo económico para las mujeres migrantes.
  • Talleres: Cada semana, ofrecemos cursos de capacitación y desarrollo personal para las mujeres que llegan hasta los CIAMI en busca de apoyo.
  • Asistencia jurídica: Desde el momento de la llegada, se da orientación necesaria para que puedan regularizar su situación migratoria, así como la asistencia legal laboral que sea requerida.

Actualmente están pasando la cuarenta en las casas de Santiago 43 mujeres y 26 hombres de Venezuela, Perú, Colombia, Bolivia, Haití, República Dominicana, y Brasil.

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