Estad tranquilos, no os dejaré huérfanos, os enviaré un abogado, el Espíritu Santo, para defenderos ante el Padre. Estamos leyendo estos días el largo discurso de Jesús a sus discípulos en la Última Cena. En particular, nos fijamos en el Paráclito, el Espíritu Santo, que nos acompaña y nos da la seguridad de ser salvados por Jesús.

Solo el Espíritu Santo nos enseña a decir: Jesús es el Señor. Sin el Espíritu, ninguno de nosotros es capaz de decirlo, de sentirlo, de vivirlo. Jesús, en otros pasajes de este discurso largo, dijo: Él os conducirá a la Verdad plena, os acompañará a la Verdad plena. Él os recordará todas las cosas que yo he dicho; os lo enseñará todo. Es decir, el Espíritu Santo es el compañero de camino de todo cristiano, y también el compañero de camino de la Iglesia. Y ese es el don que Jesús nos da.

El Espíritu Santo es un don: el gran don de Jesús, el que no nos hace equivocarnos. Pero, ¿dónde vive el Espíritu? En la primera lectura, de los Hechos de los Apóstoles (16,11-15), encontramos la figura de Lidia, comerciante de púrpura, una que sabía hacer las cosas, a la que el Señor le abrió el corazón para unirse a la Palabra de Dios. El Señor le abrió el corazón para que entrase el Espíritu Santo y ella fuese una discípula. Es precisamente en el corazón, donde llevamos al Espíritu Santo. La Iglesia lo llama el dulce huésped del corazón: ¡está aquí! Pero en un corazón cerrado no puede entrar. ¿Y dónde se compran las llaves para abrir el corazón? No: eso también es un don. Es un don de Dios. Señor, ábreme el corazón para que entre el Espíritu y me haga entender que Jesús es el Señor. Esta es una oración que debemos hacer en estos días: Señor, ábreme el corazón para que yo pueda comprender lo que Tú nos has enseñado. Para que yo pueda recordar tus palabras. Para que yo pueda seguir tus palabras. Para que yo llegue a la verdad plena.

Así pues, corazón abierto para que el Espíritu entre y podamos escuchar al Espíritu. Yo haré solo dos preguntas que se pueden tomar de estas dos lecturas. Primera: ¿Yo pido al Señor la gracia de que mi corazón esté abierto? Segunda pregunta: ¿Yo procuro escuchar al Espíritu Santo, sus inspiraciones, las cosas que Él dice a mi corazón para que vaya adelante en mi vida de cristiano, y pueda dar testimonio yo también de que Jesús es el Señor? Pensad en estas dos cosas, hoy: mi corazón está abierto, y hago el esfuerzo de oír al Espíritu Santo, qué me dice. Y así iremos adelante en la vida cristiana y daremos también nosotros testimonio de Jesucristo.


Fuente: almudi.org

Últimas Publicaciones

La Dirección Editorial del Dicasterio para la Comunicación, presenta el documental «León de Perú», con imágenes que recorre los pasos de la misión de Robert Francis Prevost en Perú. Un recorrido por Chiclayo, Chulucanas, Callao, Lima y Trujillo para descubrir la figura del Pontífice agustino a través de las voces y testimonios de quienes lo conocieron, trabajaron con él o recibieron su ayuda como misionero y pastor.
Desde la Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia que sufre, y en el marco del Domingo de Oración por la Iglesia Perseguida, nos llega un llamado a recordar a quienes arriesgan la vida por vivir su fe.
En esta segunda oportunidad exclusiva de entrevistar a Austen Ivereigh*, Humanitas quiso saber por qué este periodista tenía claro de antemano que Robert Prevost sería el nuevo Papa y qué nos podía decir sobre su persona y proyección de su pontificado. Estuvo un mes en Roma, desde que se anunció la muerte de Francisco hasta que León XIV asumió. A una semana de regresar a su casa, estas son sus impresiones.
Revistas
Cuadernos
Reseñas
Suscripción
Palabra del Papa
Diario Financiero