13 de noviembre de 2017

 

Jesús comienza este pasaje del Evangelio de hoy (Lc 17,1-6) con una constatación de sentido común: Es inevitable que sucedan escándalos. Es inevitable: escándalos los hay y los habrá. Pero Jesús hace una advertencia que es a la vez constatación y aviso: ¡Ay del que los provoca! Un aviso fuerte, y añade: más le valdría que le encajaran en el cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar. De ahí que advierta a sus discípulos: Tened cuidado, es decir, estad atentos a no escandalizar. El escándalo es malo porque hiere, hiere la vulnerabilidad del pueblo de Dios e hiere la debilidad del pueblo de Dios, y muchas veces esas heridas se llevan toda la vida. Y no solo hiere, el escándalo es capaz incluso de matar: matar esperanzas, matar ilusiones, matar familias, matar tantos corazones…

El escándalo es un tema sobre el que Jesús volvía a menudo. Por ejemplo, tras una prédica dijo: “Bienaventurados los que no se escandalizan de mí”, porque él tenía cuidado de no escandalizar. Y también cuando había que pagar los impuestos, para no escandalizar, dice a Pedro: “Ve al mar, pesca un pez, toma la moneda que tiene en la boca y paga por ti y por mí”. Y Jesús advierte también: “Si tu mano te escandaliza, córtatela”. Y luego, de nuevo a Pedro, cuando ante la cruz, al plan de la cruz, intenta convencerlo de tomar otro camino, no se anda con chiquitas: “Aléjate de mí, que me escandalizas”.

Tened cuidado es un aviso para todos, especialmente para quien se llama cristiano, pero vive como pagano. Es el escándalo del pueblo de Dios. Cuántas veces, en nuestras parroquias, hemos oído a gente decir: “No, yo no voy a la Iglesia porque ese o esa que está todo el día chupando velas, luego sale, critica a los demás, siembra cizaña”. Cuántos cristianos con su mal ejemplo alejan a la gente con su incoherencia. La incoherencia de los cristianos es una de las armas más fáciles que tiene el diablo para debilitar al pueblo de Dios y para alejar al pueblo de Dios del Señor. Decir una cosa y hacer otra. Esa es la incoherencia que escandaliza, y debemos preguntarnos hoy: ¿cómo es mi coherencia de vida, mi coherencia con el Evangelio, mi coherencia con el Señor? Por ejemplo, el escándalo de esos empresarios cristianos que no pagan lo justo y se sirven de la gente para enriquecerse, o también el escándalo de los pastores en la Iglesia que no cuidan a las ovejas y se alejan. E incoherente es también el cristiano que dice: “Yo voy todos los domingos a misa, soy de la acción católica o de tal o cual asociación, pero pago en negro a mis empleados o les hago un contrato de septiembre a junio” —“¿Y julio y agosto?” —“¡Apáñatelas, querido!”.

Jesús nos dice que no se puede servir a dos señores, a Dios y al dinero, y cuando el pastor está apegado al dinero, escandaliza; la gente se escandaliza del pastor apegado al dinero. Todo pastor debe preguntarse: ¿cómo es mi amistad con el dinero? O también el pastor que busca subir, la vanidad le lleva a trepar, en vez de ser manso y humilde, porque la mansedumbre y la humildad favorecen la cercanía al pueblo. O el pastor que se siente señor y manda a todos, orgulloso, y no el pastor servidor del pueblo de Dios.

Hoy puede ser un buen día para hacer un examen de conciencia sobre esto: ¿escandalizo o no, y cómo? Y así podemos responder al Señor y acercarnos un poco más a Él.


Fuente: almudi.org

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