Entrevista a Mons. Denys Antoine Chahda, arzobispo de Alepo, Siria

© Humanitas 90, año XXIV, 2019, págs. 113 - 120. 


Siria, Alepo, Isis, refugiados, se han convertido en términos de aparición cotidiana en las noticias internacionales. El problema es que no son solo términos: es una realidad que afecta a miles de personas que se ven envueltas en un conflicto entre fe, fundamentalismo e intereses territoriales y políticos.

La guerra civil en Siria está ya en su octavo año. Diferentes grupos siguen enfrentándose intentando tomar el control del país. En esta guerra las bombas caen sobre hospitales, escuelas, mercados. Sin embargo, este conflicto parece no estar en el radar internacional.

En el último enfrentamiento del 21 de julio más de 100 personas murieron, incluyendo 26 niños. Desde que el pasado 29 de abril escalaron las hostilidades, han muerto 809 civiles, entre los cuales hay 204 niños y 151 mujeres y unos 400.000 se han visto obligados a huir.

En este contexto, el cardenal ghanés Peter Turkson se reunió con el presidente sirio Bashar Al -Assad en Damasco el lunes 22 de julio y le entregó una carta del Papa Francisco donde este expresaba una “profunda preocupación” por la situación humanitaria en el país, particularmente las condiciones "dramáticas" de la población civil de Idleb, último bastión de los rebeldes y que está en el punto de mira del gobierno.

A pesar de que ISIS ha perdido el control de buena parte del territorio, la lucha continúa en el país. La situación es más compleja porque otras naciones se han involucrado en el conflicto. Los principales partidarios del gobierno sirio son Rusia e Irán, mientras que Estados Unidos, Turquía y Arabia Saudita respaldan a los rebeldes. El Reino Unido, Francia y otros países occidentales también han brindado diversos niveles de apoyo a los que consideran rebeldes "moderados".


La Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN) es una de las organizaciones humanitarias que han estado presentes en las zonas desplazadas, brindando apoyo y ayuda material concreta para quienes han permanecido a pesar de los peligros.

En octubre del año pasado, la fundación organizó la visita a Chile y a otros países de América Latina y Europa de monseñor Denys Antoine Chahda, arzobispo de la Iglesia Sirio Católica de Alepo. Esta iniciativa se enmarca en la intención de dar a conocer al mundo la realidad que viven y sufren los cristianos en Siria, específicamente en Alepo, y está en consonancia con la preocupación y acciones que han sido impulsadas y coordinadas desde el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral en el Vaticano (ver sección Panorama en Humanitas 89). Mons. Chahda ha sido arzobispo de Alepo desde el pontificado de San Juan Pablo II. Antes estuvo 22 años en Venezuela, donde fundó la Iglesia Sirio Católica.

Humanitas pudo conversar con Mons. Chahda y escuchar el mensaje que vino a entregar. Agradecemos a María de los Ángeles Covarrubias y Magdalena Lira por gestionar esta oportunidad a través de ACN.

—Sé que hay muchos temas que le interesan a su revista y a sus lectores, pero en esta ocasión vengo a hablar de mi experiencia como arzobispo de Alepo y lo que ha vivido mi pueblo.

Muchas personas no sabían dónde está Siria, o qué significa el nombre de Siria hasta que estalló la guerra. Gracias a esto se supo que Siria existe en el Medio Oriente. Siria era un país grande que antiguamente contenía el Líbano, Jordania, Palestina e Irak y llegaba hasta el norte de Siria, donde se unía con Turquía. Este país tiene mucha riqueza espiritual, turística, económica, cultural y agronómica, tiene de todo. Mucho petróleo, mucho gas, y mucha riqueza. La ciudad de Alepo es una ciudad de mucha historia, de arte y de industria.

Al principio, cuando empezó el cristianismo en esa región, se construyeron miles y miles de conventos alrededor de Alepo. La Citadela o Catedral de San Simeón, un verdadero centro turístico, tiene miles de años ahí, es una catedral enorme que quedó en ruinas pero tiene todavía todos los monumentos y las columnas vivas que muestran su grandeza …. Se trata de una parte del mundo árabe, de Siria, con mucha riqueza espiritual. Ahí la gente sale a rezar y durante todo el año hay peregrinaciones a los sitios cristianos de la región.

—Tenemos entendido que en Alepo conviven seis Iglesias Católicas, que su gran riqueza cultural y espiritual fue motivo para que se constituyera en blanco de este conflicto.

—Así es. Nosotros en Alepo somos seis arzobispos católicos, con seis ritos católicos distintos: el sirio, que lo presido yo; el armenio católico, el bizantino católico, el caldeo católico, el católico maronita y el latino. Seis comunidades católicas. Aparte tenemos tres comunidades ortodoxas: el rito sirio ortodoxo, el armenio ortodoxo y el bizantino ortodoxo, y tres o cuatro comunidades evangélicas. O sea, somos más de once comunidades cristianas que conformamos el rebaño de Alepo, la familia cristiana de Alepo.

Justamente por eso se vio envuelta en la guerra, porque el objetivo de los fundamentalistas es vaciar todo el Medio Oriente, Libano, Siria, Irak, Jordania de todo cristianismo, para meter la ley del Corán, son musulmanes fanáticos que venían a derrotar todo y a eliminar la cristiandad de Medio Oriente. Eliminar la riqueza cristiana. Fueron reunidos en todas partes del mundo para venir a perjudicar, a perseguir, a maltratar a los cristianos, comenzando por Irak. En la ciudad de Mosul mataron a miles de personas, en la iglesia a dos sacerdotes y a más de cincuenta fieles que estaban en la misa un día domingo. Sacaron a la gente de esa ciudad caminando a pie, sin tener nada en las manos, les quitaron todo, hasta las niñas que tenían zarcillos en las orejas, se los quitaban. Dejaron a ese pueblo pobrecito, sin nada, saliendo de Irak a pie para llegar a otras ciudades de tranquilidad.

Nunca se pensó que el terrorismo llegaría a Siria. Es un país tranquilo y pacífico, donde se vive seguro día y noche. Pero llegaron a Homs el 2011, mataron a miles de personas y derribaron todas las iglesias —católicas y ortodoxas— en una calle que se llama al-Hamidiyah. Y después fueron a Alepo y empezaron a atacar la ciudad por el mismo motivo, para sacar a los cristianos y alejarnos de la zona.

Cuando llegaron a la ciudad de Alepo en 2012 empezaron a lanzar misiles a toda la ciudad, especialmente a las zonas donde viven los cristianos. Nos derrumbaron nuestras iglesias, nuestros colegios, hospitales, calles y edificios. Hubo muchos muertos, muchos heridos y muchas víctimas ¿Por qué? Porque esa gente quería exigir la religión musulmana en la zona, y los cristianos que tienen mucha fe no querían negar su fe, no querían negar su cristiandad, su amor hacia Cristo. Fue una guerra feroz, una guerra terrible que dejó a la gente sin casas, derrumbaron todo, dejaron a las familias cristianas sin hogar, sin comida, sin medicamentos por mucho tiempo.

—Impresionante. ¿Toda la ciudad se vio afectada? ¿Cómo pudieron sobrellevar esa situación?

—A pesar de las imágenes que circulan, Alepo no fue destruida completamente. Alrededor de la ciudad hubo mucho derrumbe, en el centro también recibimos misiles, pero no fue una demolición total. Eso sí, cortaron el agua, toda la maquinaria fue destruida y la ciudad se quedó sin agua por cinco años. Miles de autobuses salieron con miles de personas de la ciudad, se fueron por miedo, no por falta de fe. La Iglesia estaba ahí presente para ayudar a las familias que tenían miedo y estaban sufriendo. A los que perdieron sus casas, a los que perdieron sus negocios y a sus hijos, consolidarlos, consolarlos y pedirles que no salieran de la ciudad. El Santo Padre hizo mucho. La Iglesia local también. Abrimos pozos alrededor de nuestra iglesia para sacar agua potable para darle a la gente que venía con sus botellones, los llenaban de agua y subían 3, 4, 5 pisos a pie, sin electricidad, con las velas. Viejitos, mujeres, niños, aguantando en esos cinco años. Para asegurar la vida de nuestras familias que quedaron en la pobreza las llamamos a alojarse en los colegios. Abrimos nuestros colegios e hicimos aulas y dormitorios para alojarlas y no dejar así a ninguna familia sin casa, mientras que pasaba el tiempo. Ahora recién regresan a las casas donde vivían antes, una vez que han podido restaurarlas para poder trabajar ahí y vivir con sus hijos.

—Sin duda es una vivencia muy extrema, muy traumática.

—Imagínese usted cuántas enfermedades surgieron de estas cosas que pasaron en Alepo. Cuántas personas se quedaron enfermas mentalmente tras ver tanta muerte delante de sus ojos. Cuántas cabezas fueron cortadas y cuántos cuerpos botaron en el río. Hemos visto todo eso por televisión, y no se trató de una mentira, no fue una fabricación de Facebook ni de internet, sino que fue una realidad. La gente sufrió la muerte, sufrió la matanza y siguieron trabajando con eso. Hasta debimos sufrir la barbaridad de sacar el corazón de un ser humano y comerlo así, sin cocerlo. ¿Cómo puede el ser humano con tanto odio llegar a ese nivel de bajeza humana de matar a su hermano? Alepo sufrió cinco años de guerra, aguantó las matanzas, aguantó la falta de luz y de agua, pero no perdió la fe.

Ahí se presentó la fundación Ayuda a la Iglesia que Sufre para ayudar a esas familias que quedaron en la ruina asegurándoles cestas de alimentos mensualmente durante los cinco años. Y aún hoy siguen dando alimentos, agua potable, combustible, ropa, dinero para los muchachos para seguir sus estudios escolares y universitarios, para realizarse operaciones quirúrgicas, para reconstruir sus casas y reparar sus negocios. Ayudaron a todos los cristianos sin excepción, ya sean católicos, protestantes u ortodoxos. Se metieron también más congregaciones cristianas a ayudar a los musulmanes que estaban sufriendo en Alepo. Entonces esto dio esperanza a los cristianos para quedarse en la ciudad.

Pero lamentablemente, los que tenían dinero salieron de la ciudad a otros países cercanos como el Líbano, a las ciudades Sirias que tenían más seguridad como Latakia, Tartús y Damasco. Ahí se quedaron esperando que terminase la guerra y la crisis para volver a la ciudad. Como esto duró cinco años, mucha gente se estableció en otras ciudades, metieron a sus hijos al colegio, algunos en el Líbano, otros fueron a Francia, Inglaterra, Canadá, Australia, se fueron dispersando en todas partes del mundo. ¿A ellos, cómo los vamos a devolver a la ciudad después de tanto terror?

Al momento de estallar la guerra, Alepo tenía 5 millones de habitantes, se fue casi un millón. Antes de la guerra casi el 40% de la población de Alepo eran cristianos, disminuyó drásticamente la cantidad: hoy en día somos el 1%. Eso es horrible. Ese era el objetivo: dejar en la ruina todo lo que es presencia cristiana para sembrar terrorismo en la región. Pero no lo lograron, porque los alepinos quisieron quedarse para defender su tierra, y los que salieron no viven contentos donde se fueron, todos quieren regresar. Pero están esperando la culminación total de la guerra.

—¿Cómo se sostienen los cristianos ahí hoy? ¿Tiene la población cristiana siria conciencia de estar cumpliendo hoy una misión de cara a su país, a la Iglesia Universal y al mundo?

—Nosotros como Iglesia siempre les damos ánimo y esperanza y les decimos a nuestra juventud y a nuestras familias que vamos a resistir, vamos a aguantar el dolor porque Cristo está con nosotros. Las miles de familias que salieron de la ciudad, se fueron por miedo al terror, a la angustia y por el dolor que tuvieron que aguantar. A los que se quedaron yo los llamo hoy mártires vivos porque realmente demostraron al mundo una fe verdadera. Demostraron su unión a la religión cristiana y al evangelio de Jesús.

Nosotros somos los fundadores de esta tierra, el cristianismo nació en el Medio Oriente, Jesús nació en Belén, pero también predicó por toda la región. Sus apóstoles se llamaron cristianos por primera vez en Antioquía y Antioquia forma parte de Siria. Allá nació el cristianismo.

Los turistas que viajan a la región pueden ver las miles de iglesias, catedrales y monasterios donde en el pasado vivían obispos, vicarios, sacerdotes, religiosos y religiosas… y ahora el islam viene a destruir todo eso. ¡Cómo puede ser, con qué derecho vienen a hacer eso! Nosotros, ¿cómo vamos a permitir que esta fe llegue a la ruina? Ninguno de nosotros está dispuesto a dejar esta fe, ninguno, pues Cristo nos va a defender, Él está con nosotros. San Pablo lo dijo: no tengan miedo porque el que queda con esta fe no pierde la vida. Si Dios está con nosotros nadie puede contra nosotros.

Ellos mataron a muchos sacerdotes. Dos arzobispos ortodoxos —el arzobispo sirio ortodoxo y el arzobispo griego ortodoxo— escaparon de Alepo y hasta el momento no sabemos de ellos. Dos sacerdotes desaparecieron hace cinco años y no sabemos nada de su vida. Imagínense ustedes qué pasó. Mataron a un sacerdote en la puerta de su convento porque no renunció a su fe, lo obligaron a meterse al islam, no aceptó y le cortaron la cabeza. Esos ISIS que vienen a sembrar un supuesto islam, ese islam del terrorismo, vinieron a sembrarlo en una región de paz y amor a Cristo Jesús.

—La catedral y el palacio arzobispal de Alepo fueron destruidos por ISIS. ¿Cómo explica ese hecho tan nefando? ¿Qué significado tenían para el mundo sirio y para la cristiandad siria esos monumentos?

—Las antiguas catedrales fueron destruidas durante la guerra. Quién sabe por qué. En nuestra catedral antigua de Alepo, llamada Nuestra Señora de la Asunción, conocida como Mar Assia al-Hakim, se firmó un contrato con el Vaticano donde quienes eran Sirios Ortodoxos se convirtieron en católicos. Obispos, sacerdotes y pueblo. Eso fue en 1850, cuando hubo una guerra feroz, quemaron toda la ciudad, y ahí decidieron los ortodoxos convertirse en católicos, y ahí pidieron la bendición del Papa de aquel momento. Y todos, clérigos y laicos, se convirtieron en católicos. Es una cosa extraordinaria, que nunca ha sucedido en el mundo.

En la zona antigua de la ciudad, hay seis catedrales que fueron tumbadas por misiles. La casa arzobispal, que está pegada a la catedral, estaba en el suelo. Cuando entramos a la zona, después de la guerra, a ver lo que sucedió, empezamos a llorar. Pero nos propusimos restaurar la catedral y lo logramos. Mi catedral actual en el año 2014 recibió un misil que tumbó la pared: es una catedral de 1.200 m2. El misil entró por la parte lateral y perforó una pared que tiene un espesor de más de un metro. Entró, tumbó todo, rompió todos los vitrales, rompió los bancos, confesionario, piso, todo. No se cayó la estructura, pero hubo un desastre. Entonces la restauramos y fue inaugurada el 9 de septiembre del 2018. Es la primera iglesia que fue restaurada en la ciudad de Alepo. Ahora empezaron las otras comunidades a hacer restauraciones en las catedrales para tenerlas todas en funcionamiento. En Siria la gente tiene bastante fe y empezaron a ir a misa, los domingos y días de semana. Antes las iglesias tenían a miles de personas, ahora son menos, pero se siguen llenando.

—Son signos fuertes para consolidar y motivar el retorno.

—Por eso estamos restaurando. Gracias a Dios, Alepo se liberó el día 12 de diciembre del año 2016 por un milagro que hizo la Virgen de Guadalupe cuando entró solemnemente en la ciudad de Alepo, yo llevé su imagen que me regalaron en México en febrero pasado: prometí a los mexicanos que la Virgen estaría en mi catedral. Después de restaurar la catedral puse a la virgen de Guadalupe ahí en la pared principal.

Es una alegría que liberó a Alepo del terrorismo. Se fueron los terroristas, pero no se ha terminado la guerra todavía, el norte de Alepo sigue dominada por ellos, cerca de la ciudad de Idlib. Hay campañas para que entreguen sus armas y regresen a sus países de origen. La solución la tienen Rusia y Turquía en sus manos.

Ahora tenemos la autopista principal entre Alepo y el Líbano trancada porque ellos la manejan. Cuando se abra el aeropuerto, que está clausurado hace más de cinco años, se ayudará a volver a la normalidad y las familias regresarán a la ciudad. El regreso se da apenas surgen signos concretos de seguridad, y eso es lo que estamos buscando nosotros. El gobierno abrió una ruta interna, una ruta militar donde la gente puede pasar por carro de Alepo hacia el Líbano manejando siete u ocho horas, mientras que antes eran solo cuatro horas en la autopista regional. A pesar de todo, los habitantes regresan. La gente sigue teniendo mucha fe en Dios, no perdieron la fe.

Estamos dando vueltas para contarle a la gente y mostrarle al mundo que los cristianos de Siria son verdaderos cristianos, verdaderos católicos. Y estoy dando este testimonio porque yo viví la guerra, yo estaba ahí presente al lado de mis fieles, nunca dejamos, ningún obispo, ningún sacerdote dejó la ciudad. Todos nos quedamos ahí para darles fe y fuerza a esas familias que quedaron en la pobreza.


Alepo cumple en estos días dos años desde que el Ejército regular sirio expulsara a unos 2.000 insurrectos y yihadistas atrincherados en un puñado de barrios. Siendo la ciudad más poblada de Siria, con casi cinco millones de habitantes en 2010, vio huir a una quinta parte de ellos a otras ciudades. Unos 600.000 han vuelto a lo que queda de sus casas.
Actualmente las obras de reconstrucción son visibles en las carreteras que conectan las ciudades, en los espacios públicos y las zonas catalogadas como patrimonio cultural. El viejo zoco de Alepo, de más de 3.000 años, ha sido destruido al 70% por los combates. Está total o parcialmente destruido el 27% de los hogares urbanos; el 50% de los centros médicos y el 43% de las escuelas. Se estima que serán necesarios seis años de continuado trabajo para limpiar los 14,9 millones de toneladas de escombros que la guerra ha dejado en la que fue la mayor ciudad y capital económica de Siria.
Aunque el gobierno avanza en la restitución de servicios y acondicionamiento de la ciudad, el 10% de los seis millones de desplazados internos que este año han decidido regresar a sus hogares —la mitad de ellos a Alepo— han de costearse la rehabilitación de sus viviendas. Otros cinco millones de refugiados siguen desperdigados en los países vecinos y en Europa. Hoy quedan en el país 18 millones de los 23 que había al inicio de la guerra.

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